El general Perón vaticinó en los años 50 que pasado el año 2.000 la mesa del poder mundial estaría constituida por grandes unidades geopolíticas de dimensión continental o semicontinental. A ese tiempo histórico nuevo por venir lo denominó la era del "continentalismo".
Al respecto precisó que cuando llegara, los estados nacionales de menor dimensión como la Argentina y los demás países de América del Sur, aún Brasil que es el más grande, no podrían defender cada uno sus intereses propios, a menos que encararan la integración continental política, económica, social y cultural para alcanzar una dimensión estatal sudamericana que incluyera los intereses de cada uno. A ese imperativo geopolítico lo sintetizó en una frase: "El año 2.000 nos encontrará a los sudamericanos, unidos o dominados".
Ese tiempo ya llegó, estamos transitando la mitad de la segunda década del Siglo XXI y la mesa del poder mundial es continentalista: las grandes unidades estatales que tallan son Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, China e India; y en ese contexto América del Sur está encarando su integración a través del tratado de la Unión de Naciones Suramericanas, con el objetivo de poder sentarse, unificada como UNASUR, por tanto soberana, en la mesa del poder mundial. En este escenario internacional Brasil ha logrado un lugar en la alianza BRICS junto a Rusia, India, China y Sudáfrica, los grandes países emergentes en proceso de industrialización; y la Argentina, junto con Brasil, ha conseguido un asiento en el G-20 al lado de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Francia, Italia, Unión Europea, Canadá, China, Rusia, India, Corea del Sur, Indonesia, Sudáfrica, Turquía, Méjico, Australia y Arabia Saudita.
Cabe señalar que Argentina fue invitada como observadora a la última reunión BRICS realizada en Brasil; y que después de ella los presidentes de Rusia, Vladimir Putín y de China, XI Jinping, viajaron a Buenos Aires para mantener sendas reuniones de estado con nuestra presidenta Cristina Kirchner, las que fueron muy fructíferas.
Lo que surgió de la reunión de los BRICS es que esta alianza avanza en la construcción de instrumentos de integración económica: un banco de desarrollo y un fondo de reservas al margen del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional; y hacia un perfil más político, ya que busca posicionarse como gestor de una multipolaridad real, alternativa a la unipolaridad que desde la disolución de la Unión Soviética en 1991, logró imponer la alianza anglo-norteamericana.
Como resultado de la visita de Xi Jinping a Buenos Aires las relaciones entre la Argentina y la República Popular China han escalado al nivel de “alianza estratégica integral”. Esto implica que ambos gobiernos declaran que comparten una visión estratégica integral sobre lo que se debe hacer en el escenario mundial: construir la multipolaridad, la multiculturalidad y la paz; y, al mismo tiempo, reformar la economía global para sacarla del predominio de la especulación financiera y ponerla al servicio de la producción y una distribución más equitativa de la riqueza entre todos los continentes, naciones y pueblos. Y que ambas naciones tienen a su vez la voluntad de trabajar en forma conjunta para articular integralmente los respectivos intereses nacionales, en beneficio equilibrado de ambos intereses nacionales.
En efecto, el gobierno peronista argentino y el gobierno socialista con peculiaridades chinas comparten un sueño similar: construir dentro de sus respectivos espacios nacionales un desarrollo económico armonioso capaz de brindar felicidad a sus respectivos pueblos. Ambos saben que para que el mismo sea realizable hay que trabajar por la paz mundial y no por la guerra, porque la guerra solo trae desgracias a los pueblos, no felicidad; y es por ello que hay que buscar la integración de las civilizaciones diversas que se han desarrollado hasta ahora sobre la Tierra; y no el "choque de las civilizaciones", la occidental contra las demás para imponer su hegemonía, como propone y viene actuando en consecuencia Washington con el respaldo Londres.
Cabe señalar que la irrupción del Papa Francisco en el escenario mundial ha venido a fortalecer la posibilidad de construir un mundo multipolar, multicultural y pacífico, porque él promueve el ecumenismo religioso, el diálogo interreligioso entre el cristianismo, el judaísmo y el islamismo, y se propone extender este diálogo al budismo, el taoísmo, el confucionismo, el hinduismo y el shintoísmo, para construir la paz y la integración de las civilizaciones diversas; al tiempo que condena el fundamentalismo religioso en todas sus versiones, porque este procura imponer mediante la guerra la supremacía de una religión sobre las otras y de una civilización sobre las otras; lo que es funcional a la estrategia de hegemonía mundial de Estados Unidos y sus aliados angloparlantes.
La alianza estratégica integral es una declaración que requiere ser construida en la práctica por ambas partes. Por el lado argentino, la expectativa es que la misma sirva para fortalecer la construcción de una América del Sur unida, industrial y autónoma respecto de la alianza anglo-norteamericana, que hasta ahora la ha dominando por medio de la fractura geopolítica y la reducción de cada uno de sus estados nacionales, con la excepción de Brasil, a la condición de meros exportadores de materias primas; y que, en ese contexto, ayude a expandir y consolidar el proceso de reindustrialización nacional que está en curso desde el año 2003.
Mario Bertellotti