Sin embargo, la crítica a las políticas económicas del gobierno nacional desde 2003 en adelante, en general parten de una obvia omisión (100sea por ignorancia o por mala fe) de las teorías económicas que le dan sustento.
Como ejemplo de estas críticas poco serias, veamos la discusión sobre consumo e inversión y su relación con el crecimiento económico. Según un artículo que usaremos sólo como ejemplo, Cristina está “confundida” porque su política económica intenta fortalecer el consumo y de esa forma estimular la inversión. Según el autor de la nota, esto es un “confusión” porque “los números de nuestra economía en los últimos años y la experiencia internacional indican exactamente lo contrario. Es la inversión la que permite sostener altos niveles de consumo y todos los procesos de crecimiento y desarrollo se sustentan en altos niveles de inversión”. La nota tiene algunas cifras para sustentar su postura, pero primero nos gustaría dar un marco teórico a la cuestión.
Lo que afirma el autor tiene un claro fundamento en la escuela neoclásica, y de hecho se sustenta en una conocida (100aunque refutada) ley económica que se llama “Ley de Say”, que establece que “la oferta crea su propia demanda”. Si aumento la capacidad productiva (100vía mayor inversión) tendremos más bienes que se canalizarán en mayores salarios y mayor consumo. Además, el equilibrio en la escuela neoclásica parte de una situación de pleno empleo (100y cantidades fijas), por lo cual los recursos que se destinan a consumo no pueden destinarse a la inversión. O sea que hay una contradicción entre ambos. Tema resuelto.
Claro que el autor omite que esta es justamente la idea principal que Keynes viene a desterrar de los libros de texto ya hace varias décadas. Según Keynes, para que exista crecimiento económico tiene que existir una demanda agregada en crecimiento (100consumo privado y público, inversiones o exportaciones) y no hay nada en el sistema capitalista que garantice esa situación. De hecho, son usuales las “crisis de demanda”: hay bienes que se producen pero no tienen un mercado donde colocarlos. Ante esta situación, la condición de pleno empleo es lejana y hay recursos ociosos, lo que me permitiría entre otras cosas aumentar tanto el consumo como la inversión en forma simultánea.
Claro que luego de Keynes vino la “síntesis neoclásica” que borró algunos elementos sustanciales de esta escuela de pensamiento, entre otras cosas, vía la “teoría de las expectativas racionales”, que asume, aunque al lector desprevenido le parezca absurdo, que los agentes económicos saben lo que sucederá en el futuro y conocen por lo tanto la mejor respuesta posible en el presente hacia ese futuro por todos nosotros conocido (100¡?).
En fin. En principio, tanto la economía neoclásica como la keynesiana dirá que la inversión es central para el desarrollo económico, porque permite ampliar la frontera de la producción y mejora la productividad, generando así la posibilidad de pagar mejores salarios. La gran pregunta es qué genera la inversión. En el marco del keynesianismo, existe una teoría muy desarrollada sobre los determinantes de la inversión, denominada el “modelo del acelerador”, que establece básicamente que la inversión es procíclica: las empresas invierten en momentos de alto crecimiento económico. Cuando notan que su capacidad productiva está al límite, aumentan la misma mediante inversiones productivas. De este modo, si tenemos como objetivo central la inversión productiva debo garantizar en primer lugar una economía en expansión, y la polea más poderosa para mover el crecimiento económico es claramente el consumo. O sea, el consumo genera mayor demanda agregada, y eso genera mayor inversión.
Por otro lado, la teoría neoclásica dirá que el proceso de inversión de las empresas continúa hasta el momento en que la productividad marginal del capital (100neta de la depreciación del stock de capital) se iguala con la tasa real de interés. Como se infiere de lo anterior, el único papel que puede jugar el Estado para propiciar la inversión es brindar seguridad institucional, de tal forma que los empresarios tengan confianza e inviertan para maximizar utilidades.
Los datos que sustentan la visión neoclásica presentada en la nota son muy débiles. Por ejemplo, el artículo dice que en el periodo 1998 – 2002 los niveles de inversión bajaron permanentemente porque aumentó la participación porcentual del consumo, lo que ocasionó que la economía cayera. Sin embargo, la realidad es que el consumo cayó fuertemente en ese lapso (100el consumo privado tuvo una variación anual promedio de -6% ), lo que ocasionó que la inversión disminuyera a una tasa acelerada de 19% anual y que el PIB cayera en este periodo (100como sostiene el enfoque keynesiano).
Por otro lado, los datos que tenemos para el resto del mundo y los estudios de largo plazo que se han hecho en la Argentina sobre la relación existente entre la demanda agregada, la inversión y el empleo sustentan con fuerza el principio del acelerador de la inversión.
Por caso, la Academia Nacional de Ciencias de la Empresa publicó en 2006 un estudio a fin de analizar los determinantes de la inversión privada en la Argentina en el período 1950-2000. Las conclusiones de este exhaustivo estudio son muchas y jugosas, pero hay dos en particular que nos parecen reveladoras:
• “La evidencia histórica analizada en este trabajo pareciera demostrar que el comportamiento de la inversión privada en Argentina durante el período 1950-2000 habría sido procíclico, mayormente asociado a las variaciones en la demanda agregada, similar al ‘mecanismo del acelerador’ … De acuerdo a las estimaciones econométricas la demanda agregada seria la variable más significativa y con mayor impacto que explicaría la inversión privada durante todo el periodo”.
• “También se examinó la relevancia de la llamada inseguridad jurídica sobre la inversión privada en Argentina durante el período de análisis. Las regresiones ensayadas con variables dicotómicas proxy de quiebres institucionales significativos no revelaron una correlación definida con la inversión privada ni con la inversión total”.
Es una realidad que la economía es una ciencia social y como tal es imposible someter a pruebas de laboratorio el comportamiento de los humanos para inferir generalizaciones con la exactitud de otras ciencias. Lo relevante en última instancia es que la postura de Cristina respecto al consumo y la inversión tiene un sólido fundamento teórico y empírico, el cual está en las antípodas del pensamiento dominante en las Facultades de Economía, pero eso por supuesto no las hace menos valederas.
Cristina no está confundida, sino que entiende de economía mucho más que muchas personas que quizás pasaron por una Facultad de Economía pero no entendieron el ABC de los procesos de desarrollo económico.
Roberto Arias y David Chagoya
Instituto Gestar