Alfredo de Angeli se lo había dicho: “El campo son los abuelos, el campo son los padres, son los hijos, es un pedazo de vida y no sé qué sería de mi sin el campo”.Mauricio comprendió que debía hacer algo. El país se encontraba devastado. El campo, el gran motor que tiene este país, tenía el pesado pie del Estado sobre su cabeza. Hacía cinco años que el país no crecía, que no se generaba empleo “de calidad”, y muchos más años hacía aún que el campo era señalado como el enemigo: era ellos o nosotros, o eras amigo o eras enemigo.
Por suerte, todo lo anterior ya es parte del pasado. Todos los argentinos tiran para el mismo lado, con el campo como gran protagonista, en pos de un país con pobreza cero y crecimiento sustentable. Desde hace meses, el equipo de Gobierno trabaja para que el campo sepa que el Estado le tiende la mano en vez de metérsela en el bolsillo, que lo escucha y que lo respeta. Mauricio lo sabe y se lo repite a quienes lo frecuentan: “el campo es mucho más de lo que puede producir, es mucho más que los impuestos que puede pagar; el campo es nuestra historia, es nuestro emblema, es nuestra tradición, es nuestra cultura. Y para mí, el campo es un claro ejemplo de solidaridad”.
Las decisiones no habían sido fáciles. El Presidente sabía que, entre otras cosas, el agujero fiscal estimado en 60.000 millones de pesos producto de la quita de retenciones a la exportación de la mayoría de los productos del agro, ganadería y pesca (100con excepción de la soja y sus derivados como el aceite) sería un grave perjuicio para los sectores urbanos que sufrirían, entre otras cosas, un fuerte aumento de servicios públicos ante la necesidad fiscal del Estado de reducir los subsidios a los mismos. Parecía ser lo que esos economistas heterodoxos que Mauricio detesta llaman “transferencia de ingresos hacia los sectores concentrados de la economía”. No importa, había que hacerlo para que el país salga adelante. Agradecía el apoyo mayoritario que creía tener a pesar de que cada vez entraban más balas por las medidas antipáticas que había tenido que tomar.
Los resultados que sus funcionarios le traían a las reuniones de seguimiento lo llenaban de alegría: la maquinaria agrícola había aumentado sus ventas un 27% en promedio durante el cuarto trimestre de 2016 con respecto al mismo período del año anterior, con puntos altos tales como cosechadoras (100157%) o las sembradoras (10071%). La cosecha de trigo, por su parte, alcanzó valores históricos de producción con 18,3 millones de toneladas y 6.300.000 hectáreas sembradas. Pero todo cambió el día que Jorge Todesca, el titular del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, le trajo a su despacho en Casa Rosada el informe de “Estadísticas de registros laborales” que contenía la variación de puestos de trabajo del sector privado registrado para el cuarto trimestre de 2016. Como siempre, Mauricio le consultó primero por la situación del empleo rural registrado, sobre la cual Todesca le señaló que se registró un aumento del 2,2% con respecto al mismo período de 2015. Pero luego sucedió lo que Mauricio más temía, y por lo que evitaba las reuniones con ese señor de origen peronista: llegó el momento de conocer lo que había sucedido con los otros sectores de la economía. No pudo entender como el sector de la construcción había caído un 8%, cuando Rogelio Frigerio y Marcos Peña solían repetirle que la obra pública marchaba a toda máquina. Menos pudo entender como el empleo registrado en el sector de Minas y Canteras había caído un 6,9%, cifra inentendible teniendo en cuenta que le había perdonado a las mineras más de 200 millones de dólares en impuestos que antes pagaban por retenciones a las exportaciones. En su cerebro no paraba de retumbar la recordada frase de Juan Carlos Pugliese, Ministro de Economía de Alfonsín, tras una reunión con empresarios a fines de la década del 90: “les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”. Lo peor llegó después, cuando Todesca le mencionó que el empleo registrado en la industria manufacturera había caído un 3,9%. Quizás se había olvidado de mirar con mayor frecuencia al cuadro de Arturo Frondizi (100a quien siempre hacía mención a la hora de hablar de inversiones extranjeras e industria) que tiene colgado en su despacho. Allí se dio cuenta que casi no había hecho mención al término industria en su discurso de apertura de sesiones de este año en el Congreso Nacional. Desesperado, le quitó de las manos el informe al titular del INDEC para observarlo mejor. ¿Cómo podía ser que 7 de los 16 indicadores de empleo por sector del informe dieran negativo, y tres más de ellos estuvieran más cerca del 0 que de un número significativo? ¿Por qué los empresarios habían despedido a 44.465 personas en el sector privado si el Presidente se sentía su aliado? Todesca, acostumbrado a la honestidad brutal, fue aún más allá: había sectores de lo que Mauricio denomina “el campo” que tenía fuertes reclamos. La lechería tenía su principal foco de incendio en la crisis de la cooperativa Sancor, pero con otros graves problemas como el cierre de tambos en lo que algunos productores llaman “la peor crisis de los últimos años”, según un artículo del portal Infobae. El sector frutihortícola también la estaba pasando mal en la zona del alto valle de Río Negro, con el agravante que los productores estaban viendo cada vez más frutas importadas en las góndolas de los supermercados. Los productores de arándanos de Tucumán acababan de “mojarle la oreja” al difundir en los medios de comunicación que 2016 había sido uno de los peores años del sector (100sólo un 15% de aumento en ventas al exterior), a pesar de los anuncios presidenciales sobre un aumento del 58% de las exportaciones desde el aeropuerto de la capital tucumana.
Tras despedirse de Todesca, Mauricio observó por una de las ventanas en Casa Rosada que había productores de verdura regalando parte de su producción. Ante semejante espectáculo llamó al Ministro de Agricultura Ricardo Buryaile, quien le comentó que el principal reclamo era por el brutal aumento del precio del alquiler de la tierra para producir. Tras terminar la comunicación, el Presidente se preguntó dubitativo si “el campo” era algo más que los amigos con los que charlaba cada vez que asistía a Expoagro o a la exposición en La Rural. Quizás había otro país compuesto por sectores a los que sus amigos no pertenecían.
Durante la hora del almuerzo, Mauricio no pudo disfrutar del todo su pechuga pollo grillé con ensalada de lechuga y tomate (100sin cebolla, como siempre). Se sentía extraño, sorprendido, como si hubiese descubierto algo que jamás pensó que existiría. ¿Debía atender a esas personas que decían ser productores de frutas y verduras, así como también a esos sectores industriales que le había mencionado Todesca? Más tarde vería qué hacer con ello, ya era hora de irse para Olivos a la reunión semanal con su consultor ecuatoriano preferido y pasar el resto del día en compañía de su familia. Primero lo importante.