Las noticias que llegan de Brasil parecen ser inspiradoras para el gobierno de Macri. Sus voceros no dudaron en calificar de revolucionaria la reforma de la legislación laboral aprobada por el parlamento del país hermano. Ya echaron a rodar la versión de que la Argentina obligatoriamente debe replicar esta experiencia para no quedar retrasados en relación al gran avance de los vecinos pues de lo contrario la lluvia de inversiones les caerá a ellos en vez de a nosotros.
Afirman que en el nuevo contexto internacional, caracterizado por un alto nivel de competitividad, en el que los países luchan por captar las inversiones productivas extranjeras, estos cambios que introdujo Brasil son la muestra de la voluntad firme de su clase política para salir de la actual crisis en que está sumergido. Ya que estamos, se animan a ir más allá y sostienen que los inversores extranjeros y locales esperan que el gobierno emita una señal clara en esa dirección.
En sintonía con estas ideas, Macri viene reiterando que los costos laborales argentinos son de los más altos del mundo, que la mediación de los sindicatos encarece esos costos, que hay mafias enquistadas en la justicia laboral y que existe una industria del juicio que termina quebrando a las Pymes. Pero además endiosa, como si fuera el gran invento argentino de los últimos tiempos, a los emprendedores individuales. ¿Que es un emprendedor? Un trabajador autónomo, independiente, fuera del mercado laboral formal. Imaginemos por un momento que los millones de asalariados formales e informales asumiera este modelo de producción, teniendo presente que no poseen ni el capital ni la experiencia suficiente. Podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que el país se llenaría de maxiquioscos, fábricas de cerveza, pequeños almacenes o cosas por el estilo. Como propuesta de vida para la mayoría de los argentinos es francamente lamentable y lo que nos dice no es que falta un proyecto económico serio que incluya a toda la sociedad, lo que nos dice en realidad en que nos toman por tontos y por ello ni siquiera se preocupan por respetar las formas.
Mientras tanto, rubros industriales que generan miles de puestos de trabajo se van a pique, cierran las fábricas y el gobierno les dice a los empresarios nacionales textiles, metalúrgicos, del calzado, por mencionar solo algunos, que deben reconvertirse, eufemismo de quebrar, pues no hay lugar para ellos, mientras abren las puertas a las importaciones. Este modelito para bobos, los argentinos ya lo vivimos, pensemos en la época de la plata dulce a fines de los 70 y principios de los 80, o en la convertibilidad de Domingo Cavallo en los 90. La inevitable consecuencia de tales políticas económicas es una creciente desocupación.
Si se diera el caso que la Alianza Cambiemos acumula el suficiente poder político tras las elecciones de octubre es necesario que los sectores populares tengan claro de que se trata. Para ello elaboramos una síntesis de las principales medidas y consecuencias que la ley del país vecino introdujo, y que ya anticipan los liberales vernáculos trataran de imponer en la Argentina, como siempre, sin que importen las consecuencias sociales y económicas:
La nueva legislación brasileña se basa en el principio de la libertad de contratación. Esto significa que de ahora en más prevalecerán los acuerdos individuales entre un trabajador y su patrón y entre los trabajadores de una empresa y su empleador por sobre los convenios colectivos de trabajo por actividad. De manera que los trabajadores brasileños, a diferencia de lo que ocurre en la Argentina, quedan a merced de las condiciones que le impongan las patronales pues su capacidad y fuerza de negociación se licua al quedar solo, sin protección del sindicato ni del Estado.
Crean una figura laboral que tampoco existe en nuestro país, la del trabajador autónomo exclusivo, una especie de monotributista que debe prestar servicios para un solo empleador pero sujeto a condiciones precarizadas como por ejemplo horarios cambiantes, duración de la jornada variable, etc.
También se regula el teletrabajo y crea el llamado "contrato intermitente", por el cual un trabajador puede permanecer a disposición de su empleador sin brindar una contraprestación laboral y sin garantía de recibir un salario mínimo ni de horas de trabajo. Instaura además la posibilidad de una jornada laboral de 12 horas.
Abandonando el sistema europeo y argentino de protección laboral el modelo brasileño reduce costos reformulando las condiciones que ponen fin a una relación de trabajo. Permitirá el despido por común acuerdo entre empleador y trabajador. Se elimina la obligatoriedad de que los despidos colectivos sean negociados por los sindicatos. También se reduce en un 30% los montos indemnizatorios por despido. Finalmente se limitan los juicios poniendo como traba que los trabajadores cuyo salario sea superior a unos 12.000 pesos argentinos tendrán que probar que no puede afrontar el inicio gratuito de una demanda, caso contrario deberán afrontar ellos todos los gastos del proceso incluidos obviamente los honorarios profesionales.
Elimina la idea de jornada de trabajo, crea el trabajo intermitente. Inutiliza el salario mínimo, vital y móvil y los pisos salariales por gremio. Bloquea caminos que hasta ahora el trabajador tenía para reivindicar sus derechos ante la justicia laboral. Permite que la negociación colectiva con el patrón reduzca derechos que aún quedan en la ley. Se permite el trabajo de mujeres embarazadas y de menores de edad en ambientes considerados insalubres. Inviabiliza la ley que reglamentó la convención sobre el trabajo doméstico y que garantizó derechos históricos a las trabajadoras del hogar. Se podrá pagar al trabajador por periodo trabajado, por horas o a diario. Elimina el financiamiento a los sindicatos, que era obligatorio desde los años 40. Al imponer la "negociación" entre el trabajador y el empresario, sin presencia del sindicato, se facilitará la imposición de condiciones por debajo del acuerdo colectivo, cuando éste exista. Difícilmente un trabajador con riesgo de perder su empleo o sufrir otras discriminaciones pueda enfrentar el poder de la empresa. Al facilitar la contratación a destajo, por horas o por producción, el trabajador está expuesto a una situación de permanente inestabilidad en el empleo y el sindicato verá limitada su capacidad de defensa. La tercerización extendida profundizará la condición de trabajadores de primera (100fijos y con contrato colectivo) y de segunda (100tercerizados), donde los primeros serán cada vez menos y la mayoría no será amparada por la negociación colectiva.
Algunos medios presionan al gobierno sosteniendo que el análisis no debe pasar por ver si la nueva legislación de Brasil es mejor o peor sino que debe tenerse en cuenta que en un mercado tan integrado e interdependiente, las decisiones que toman los países vecinos impactan sobre nuestro país y por tanto nos obliga a tomar el mismo camino. Estos mismos medios son los que afirman que el empleo formal privado está estancado en los últimos cinco años y que la única forma de que crezca la economía y el empleo es precarizando las condiciones de contratación de los trabajadores.
Tal vez la mejor demostración de esta oscura y perversa forma de interpretar el mundo del trabajo es un reciente editorial del diario La Nación: “La llegada del siglo XXI ha empezado a demostrarnos que las economías de los países pueden crecer sin empleo, merced a la inusitada velocidad de los cambios tecnológicos y a la robotización. Frente a esta realidad, no se puede desconocer que la mejor defensa de un trabajador ya no pasa por una legislación laboral inflexible y meramente protectora de las fuentes de trabajo, sino por su permanente capacitación profesional, por su capacidad para adaptarse a los cambios y por normas que estimulen su contratación”.
Tal como están las cosas no es aventurado pensar que el Brasil se ha constituido para el macrismo en un laboratorio para probar un profundo avance contra la legislación laboral que durante décadas ha protegido y beneficiado a la clase trabajadora argentina. Claramente este gobierno pretende retrotraer la situación a la época pre peronista conculcando los derechos que llevaron años de luchas, padecimientos y muertes conseguir.
Esta contrarreforma laboral arcaica, afecta directamente a los trabajadores asalariados registrados e indirectamente a los informales precarizando de tal manera las relaciones laborales que prácticamente el trabajador queda expuesto a no tener forma de defenderse frente a los abusos típicos de las patronales.
Es necesario advertir a los trabajadores que este es el proyecto de la derecha argentina hoy en el poder: hacer retroceder las condiciones laborales a las que existían cien años atrás. Ese es el objetivo y los motivos son convertir los derechos de los trabajadores y los beneficios obtenidos a costa de cruentas luchas en parte integrante del lucro empresario. Más clarito, échele agua.