21 de agosto de 2017
Instituto Gestar

¿Por qué soy peronista? Segunda Parte

Juan Lucero, el segundo desde la izquierda, junto al mítico militante de la época dura de la resistencia Envar El Kadri.

Soy peronista, por conciencia nacional, por procedencia popular, por convicción personal y por apasionada solidaridad y gratitud a mi pueblo, vivificado y actuante otra vez por el renacimiento de sus valores espirituales y la capacidad realizadora de su jefe: el general Perón. Mi dignidad de argentina y mi conciencia de ciudadana se sublevó ante una patria vendida, vilipendiada, mendicante ante los mercaderes del templo de las soberanías y entregada año tras año, gobierno tras gobierno, a los apetitos foráneos del capitalismo sin patria y sin bandera. 

Evita

Testimonio de Juan Luis “Chancho” Lucero

Juan Lucero, militante peronista con una decisiva participación en la etapa de la Resistencia Peronista, fue  electo en 1973 diputado de la provincia de Santa Fe por el FREJULI (100Frente Justicialista de Liberación Nacional). Integró la Comisión que investigó y esclareció el asesinato del militante Brandazza, lo que le trajo aparejado no pocos inconvenientes, que incluyeron varios atentados contra su vida, su posterior secuestro y finalmente, una vez blanqueado, su encarcelamiento hasta que partió al exilio. Fue uno de los fundadores de la Fuerzas Armadas Peronistas y estuvo presente en 1968 en Tucumán, en lo que constituyó uno de los primeros intentos de formar una guerrilla rural en nuestro país en la localidad de Taco Ralo.

Trabajábamos por un plato de sopa y mate cocido, nunca nos alcanzaba para nada; cenábamos una latita de picadillo y mate cocido de nuevo. El Estatuto del Peón nos cambió la vida. Entonces éramos felices. Entonces éramos peronistas porque las mejoras eran reales.

Bueno yo soy peronista desde el 4 de junio del 43. Mi madre nos decía: “Ustedes nunca se callen ante una injusticia, incluso a riesgo de su propia vida”. Mis padres eran radicales yrigoyenistas pero la que más participaba en política era mi mamá. Los dos eran analfabetos.

Todos éramos peones rurales y vivíamos en la peor de las miserias, en Villa Mugueta, donde quiero volver dentro de poco. Yo tenía nueve años y recuerdo que mi madre estaba siempre a la espera de que algo nuevo ocurriera; vino Rawson, después Ramírez, después Farell y ella, no sé si por intuición o qué, pero presentía que venía algo nuevo. Y, de verdad, con el peronismo vino la felicidad de la gente.

Éramos seis hermanos, los más grandes puesteros y los más chicos boyeros: trabajábamos cuidando animales; pero, ojo, el único sueldo que entraba era el de mi padre. Era el único al que le pagaban y era una miseria. Antes de Perón, le decíamos a mi mamá: “Mirá, mirá, el primo se compró un helado”. Valía cinco centavos. Y mi mamá bajaba la cabeza porque no tenía para comprarnos seis helados o, tal vez, ni siquiera para uno.

Mi papá empezó a trabajar a los diez años, era descendiente de español e india, éramos verdaderos gauchos. Yo estoy siempre muy orgulloso de ellos, porque nos enseñaron la rebeldía. Nunca dejaron de mandarnos a la escuela, pero teníamos nada más que las alpargatas para ir al colegio. Muchas veces estábamos varios meses descalzos.

Con Perón se va conformando una nueva ideología, se van ensamblando las viejas luchas; incluso las luchas anarquistas, socialistas y, con todo eso, se produce una nueva idea que era la de la justicia social. Cuando asume la responsabilidad de querer ser presidente ya comienza a chocar con los intereses de los grandes terratenientes y ahí es cuando lo meten preso y se produce el 17 de Octubre. Yo tenía nueve años y vamos todos al acto que se realiza en el pueblo de Villa Mugueta. Recuerdo que los pibes radicales nos tiraban piedras. En ese acto me quedé afónico varios días por gritar. En esas elecciones, mis padres votaron por primera vez.

La vida que teníamos era muy dura. Siempre íbamos a juntar maíz, toda la familia; pero por más bolsas que juntáramos, siempre estábamos en la miseria. Ese año el Estado elevó el precio de la bolsa de maíz de 45 centavos a 2 pesos; para darles una idea, en menos de un año pudimos comprarnos una casa acá en la ciudad de Rosario. Nos vinimos para Rosario y si querías podías cambiar de trabajo todos los días. Había ocupación plena. Se vivía de una manera desconocida hasta ese momento; por ejemplo, poder gozar del descanso de sábados y domingos, algo impensable hasta entonces. Ser peronistas fue algo natural. Nunca tuvimos dudas.

Mi padre trabajó primero fabricando artesanalmente cuero. Un día quiso aprender a coser, entonces, desarmó una camisa, la volvió a armar y, finalmente, junto con mi mamá y mis hermanas logró poner un taller de costura, con empleadas y todo. Éramos tan felices, tan felices, que jamás hubiéramos podido pensar que algún día ese gobierno, que había creado tanta felicidad para el pueblo, pudiera caer. Podíamos trabajar y estudiar. Esa posibilidad la tuvieron todos. La orden de mi mamá era que debíamos hacer ambas cosas, siempre. Yo fui pulidor de pisos de parqué y trabajé en ese rubro hasta el día antes de jurar como diputado nacional. (1)

Yo sé que ahora parece mentira pero el dinero nos sobraba, ¡nos sobraba! Recuerdo que los tachos de basura estaban llenos de comida. No es cuento que la gente tiraba comida. Entonces, una vez el General dijo: “Ahorren, que van a venir tiempos difíciles. Cuiden, organícense, porque el pueblo debe asumir algún día la conducción total y ese día debe encontrarlos organizados”. Pero ese traspaso no se logró nunca, ni aquí, ni en el mundo.

Y Evita fue otro imán que nos atrajo. Cuando el tren que la llevaba en sus giras por el interior paraba cerca de casa y repartían pelotas, muñecas, bicicletas, nosotros sólo queríamos verla, tocarla.

Yo fui uno de los primeros en subir al monte de Taco Ralo en la provincia de Tucumán junto con otros compañeros. Solano era mi nombre, por el líder paraguayo Solano López. Nos habíamos convencido de que estábamos para cosas mayores. Queríamos intentar el establecimiento de un foco de guerrilla rural; a la vez, muchos otros militantes apoyaban desde la ciudad y esperaban el éxito en el monte para sumarse a la lucha. Pero fuimos descubiertos y nos metieron presos; no sólo esa vez, sino también en otras ocasiones hasta que en el 73 volví a ser diputado con el ascenso de Cámpora, hasta el golpe del 76. Después vino la cárcel y el exilio.

 

Este video data del 20 de septiembre de 1968. Se trata de imágenes sin sonido de noticieros de época que informan sobre lo sucedido en la localidad de Taco Ralo, provincia de Tucumán. Primeros planos de efectivos militares y civiles portando armas, y custodiando un camión que transportaba diversas mercaderías. Primeros planos de un hombre armado y vestido de civil señalando en un mapa de la provincia, la posición del lugar donde se realizo el operativo. Vistas generales del armamento secuestrado en el operativo y primeros planos del Gobernador de la Provincia de Tucumán, Dr. Roberto Avellaneda, observando el armamento. Vistas generales de 5 hombres y 1 mujer detenidos en el interior de la vivienda; los mismos pertenecían a un grupo formado por 20 personas que se identificaban como integrantes de las Fuerzas Armadas Peronistas (100F.A.P.). Copyright Archivo DiFilm.

(1) Según fuentes familiares, al momento de asumir como diputado, Juan Lucero no trabajaba como pulidor de pisos, sino como empleado de ENTel, y fue diputado provincial, no nacional. Agradecemos a Gustavo Lucero la lectura del relato y la información brindada que permitió realizar las aclaraciones necesarias.

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