Por: Ignacio García Díaz
“Tal vez su error, Generalísimo, ha sido el de ser excesivamente amigo de los gobiernos norteamericanos. En política se obedece mucho a la ley de la necesidad…”
Juan Domingo Perón
El 26 de enero de 1958 se le comunica a la embajada dominicana en Caracas que se ha autorizado la salida de Perón del país rumbo a Ciudad Trujillo. Debe hacerlo solo ya que al resto de los argentinos no se les otorga el salvoconducto (100lograrán viajar días después). Perón y el embajador dominicano Bonelly finalmente despegarán de Venezuela cerca de las 18 horas del 27 de enero. Rogelio Frigerio, que había viajado a Caracas para negociar con el líder justicialista, logra huir de la convulsionada Venezuela vía Curazao-Nueva York antes de emprender su ruta final hacia Buenos Aires. Más tarde, Frigerio volverá a viajar rumbo a Ciudad Trujillo para finalizar el acuerdo con Perón, que incluía entre otras cosas la deposición de candidaturas de partidos neoperonistas y la restitución de bienes de la fundación Eva Perón, así como también la normalización de la CGT y la anulación de las medidas de persecución política emitidas por la dictadura de Aramburu. Jorge Antonio, alguien a quien Perón solía escuchar, cuenta por su parte que “yo no quería el pacto, Cooke lo impulsaba. Yo no lo quería porque sabía que los radicales nos iban a traicionar. Era lógico que nos traicionaran. Lo que querían era llegar al poder y una vez que estuvieran ahí, pactar con los militares”. Fiel a su estilo de conducción, Perón le responde indirectamente a través de una entrevista concedida a la revista Noticias: “Si cumplen, bienvenido sea, la próxima seremos nosotros los que mandemos en el gobierno. Sí, yo seré Presidente otra vez. Y si no cumplen, porque los militares no los dejan, porque seguramente no los van a dejar o los van a voltear, entonces vendrá otra etapa nueva y estarán los militares otra vez y estos caerán, de eso no tenga duda”. Con esta claridad conceptual, se anticipa a lo que efectivamente sucederá.
De cara a las elecciones del 23 de febrero de 1958, una vez consumado el pacto, Perón envía comunicados a los peronistas en particular y al Comando Táctico Peronista, indicando que la orden sería clara: votar contra Balbín, que significaba el continuismo de la dictadura de Aramburu. “Votar contra Balbín” sería la misma frase con la que se publicaría una declaración suya en el diario Clarín, refiriéndose a las elecciones venideras en el sentido de los comunicados que había enviado previamente. El resultado de las elecciones evidencia la orgánica del pueblo peronista para con su líder: con 3.989.478 votos, la fórmula Frondizi-Gómez triunfa sobre la de Balbín-Del Castillo (1002.526.611). Perón felicita a las bases por su disciplina y patriotismo, así como también les ordena apaciguar mientras dure el pacto el nivel de enfrentamiento. En el mismo mensaje Perón advierte que la orden, hasta el 1 de mayo de ese año, es terminante: de casa al trabajo y del trabajo a casa.
En Ciudad Trujillo, el general homónimo tiene un gesto con Perón. Al decidir éste y Cooke retirarse del hotel Jaragua debido a su alto costo, Trujillo se entera de los planes y realiza gestiones para que se le haga un precio especial en el Hotel Paz, lugar donde pasarían a alojarse los mencionados dirigentes. Sobre la vida en República Dominicana, Américo Barrios la describe haciendo foco sobre su dictador: “Trujillo había dotado al país de un ejército, ya que antes de él solamente había policía. Lo había independizado, porque cuando asumió el ejercicio del poder tenía las aduanas intervenidas por Estados Unidos de Norteamérica. Él había creado instituciones fundamentales. Con un sentido patriarcal y con toda la ira de un Moisés, si era necesario Trujillo gobernaba aún sin tener cargo oficial alguno”. Con los argentinos había buena sintonía, pues en tiempos de Yrigoyen la nave 9 de Julio había desagraviado a la soberanía dominicana, ya que cuando pasó por el puerto por donde flameaba la bandera norteamericana no realizó ningún tipo de saludo. Sí lo hizo, en cambio, cuando un grupo de mujeres flameaba banderas dominicanas en la playa. En lo geopolítico, Trujillo siempre había tenido buenos vínculos con Estados Unidos, pero en ese tiempo el país del norte le había aplicado una serie de embargos, sobre todo en materia de armas. Algo comenzaba a oler mal para el dictador que había gobernado con mano de hierro durante casi 30 años. Por aquellos días, Trujillo invita al grupo de argentinos a almorzar, razón por la cual se producen una serie de intercambios con Perón. Este último, en un ejercicio de ironía, sugiere al dictador realizar la reforma agraria, lo cual era una invitación casi bizarra ya que Trujillo era el propietario de las mejores tierras del país. A pesar de ello, el periodista Américo Barrios cuenta que “A Trujillo le gustó la idea, y prometió llevarla a cabo”. Sobre el deterioro de las relaciones con Estados Unidos, Trujillo se queja y blasfema contra el Departamento de Estado, a lo que Perón le reprocha: “tal vez su error, Generalísimo, ha sido el de ser excesivamente amigo de los gobiernos norteamericanos. En política se obedece mucho a la ley de la necesidad…”.
También hablan de geopolítica, trazando algunas líneas sobre un plan latinoamericano nacionalista soberano que proteja los derechos y la riqueza de cada país. Allí Trujillo le cita una frase suya: “Usted, Perón, dijo una vez que el año 2000 nos verá unidos o esclavos. ¡Eso creo yo! ¿Por qué no me ayuda, Perón, y hacemos algo grande en ese sentido? Pídale a Frondizi que lo designe a usted embajador en las Naciones Unidas. Si lo hace, yo también iré de embajador. Dejemos este juego chico. Se imagina lo que usted y yo juntos podemos hacer en las Naciones Unidas. Desenmascararemos a los poderosos que hacen la desdicha de los pueblos, enfrentaremos a la mentira, haremos triunfar a la verdad.”. Días más tarde, el “Generalísimo” (100uno de los apodos de Trujillo) llama a Perón para ofrecerle una nueva morada, sabiendo que tenía la intención de mudarse. Se trataba de una quinta de aproximadamente cuatro hectáreas que había comprado para su hijo, quien no la utilizaba por ese entonces. Perón acepta la casa, pero con la condición de que vivan en la casa de huéspedes que se encontraba a unos metros de la residencia principal.
La vida de Perón es bastante rutinaria. En el escaso tiempo que le queda tras contestar correspondencia, emitir diversas directivas para el Movimiento, entrevistarse con los numerosos dirigentes que lo visitan y seguir escribiendo libros, realiza caminatas, lee, realiza pequeñas siestas y mira películas (100especialmente de far west y policiales). Termina un libro que comienza a editarse: Los Vendepatria, una crítica a la dictadura de Aramburu con citas a artículos de Scalabrini Ortiz, con quien también intercambia correspondencia con mutuo afecto, pidiéndole Perón que intente organizar a la intelectualidad nacional y popular a fin de generar masa crítica para fortalecer el frente que se necesitaba para enfrentar la proscripción primero, y para volver al gobierno a mediano plazo. Lamentablemente, la traición de Frondizi comienza a hacerse cada vez más evidente. El General se lo señala a Andrés Framini, dirigente sindical textil: “Mire, Framini, todos los pactos políticos se firman de mala fe. Este señor Frondizi firmó un pacto con nosotros y otro con Aramburu. Tenga plena seguridad de que este no va a cumplir ni con uno ni con otro”. Frondizi confesaría más tarde las certezas de Perón, al decir en una carta a Alfredo García que “los militares continuistas y quedantistas deliberaron sobre si debían o no entregar el poder a la inmensa mayoría triunfante en los comicios. Acepté, entonces, recibir el poder en forma condicionada”.
Por ese entonces, Perón le advierte a Cooke del rumbo que está tomando Frondizi, claramente en contra de lo acordado. El tiempo le va dando la razón. Al remate del complejo Industrial DINIE, se le suma la reducción de un 15% de los empleados públicos, la paralización de obras públicas y el aumento de los servicios. Estas medidas tenían por finalidad mantener conforme al sector liberal que presionaba por vía internacional (100FMI) y por vía de la dupla militar Aramburu-Rojas (100el primero se encontraba en una posición más negociadora que el segundo). También se realiza la firma de los Contratos Petroleros, que según el asesor presidencial Emilio Perina (100que había estado negociando contratos petroleros más baratos) lo firmado por Frigerio le costaría al país entre tres y cuatro veces más que si se hubiera realizado mediante el sistema de locación de obras. El mismo Perina viaja a Ciudad Trujillo a intentar convencer a Perón de las bondades de los contratos, aunque el líder justicialista se muestra escéptico y prefiere esperar el desarrollo de los hechos. Otra medida de claro corte privatizador es la venta del frigorífico Lisandro de la Torre en el barrio porteño de Mataderos, que ocasiona una toma por parte de los obreros. La respuesta de Frondizi fue nada menos que una brutal represión de las fuerzas armadas con cuatro tanques de guerra incluidos. El conflicto dura 10 días (100del 12 al 22 de enero de 1959), con un saldo de un muerto, varios heridos y varios dirigentes sindicales presos –entre ellos Sebastián Borro y Augusto Vandor-.
En lo partidario, hacia septiembre de 1958 el General le comunica a Cooke que se disuelve el Comando Táctico, creándose el Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo. Este nuevo organismo estaría compuesto sólo por dirigentes de la Rama Política, mientras que el sindicalismo ejercería la acción política mediante las 62 organizaciones. La formación inicial del nuevo Consejo estará compuesta por Delia Parodi, Ceferina Rodríguez de Copa, María Elena Solari de Bruni, Carlos Aloé, Oscar Bidegain, Alberto Rocamora, Rodolfo Arce, José Barro, Pedro San Martín, Fernando Torres, Manuel Damiano, Julio Troxler, Juan C. Brid, José Paris y Adolfo Phillipeaux.
Frondizi sufre presiones cruzadas: por un lado Perón procederá a difundir el pacto para evidenciar la traición, y por otro el ala “gorila” de las fuerzas armadas no cede en sus presiones por una mayor liberalización. En ese sentido, el Presidente cede nuevamente al nombrar a Álvaro Alsogaray como Ministro de Economía y de Trabajo. La apertura de importaciones afecta a las pequeñas y medianas industrias. Sobre Frondizi, Perón le comenta a Enrique Pavón Pereyra su impresión: “Frondizi me parecía una suerte de domador de leones hambrientos, capaz de asegurar el éxito del espectáculo con el sacrificio gradual y paulatino del equipo de sus colaboradores. Una vez, les entregaba, como carnada, un ministro; otra vez, un vicepresidente; en alguna otra oportunidad, un asesor técnico o un amigo íntimo”.
Mientras tanto, en Ciudad Trujillo, el General posee informaciones de primera mano tanto del “Generalísimo” como de Estados Unidos: la nación del norte está dispuesta a acabar con Trujillo, mediante secuestro y fusilamiento por juicio sumario. Es por ello que le confiesa a Landajo que “no le puedo indicar a dónde iré, aunque presumo que finalmente me tendré que instalar en España, donde me están haciendo algunas gestiones”.
En enero de 1960 las gestiones de Perón con España dan sus frutos. Si bien Franco tenía múltiples razones y presiones para dudar en aceptar el asilo, los gestos del gobierno peronista (100gira de Evita incluida) con la España de posguerra habían generado en el pueblo español una gratitud eterna para con la entonces pareja presidencial argentina. Será Américo Barrios quien nuevamente relate el momento de la buena nueva: “El embajador de España en Ciudad Trujillo, un marqués sumamente caballeresco, concurrió a casa, acompañado por el consejero de la Embajada. Y dijo: – Señor general, tengo el placer de anunciar a usted que mi gobierno ha concedido la visa que ha solicitado para viajar a España”. Exactamente dos años después de su llegada a República Dominicana, un avión Super Constellation se encarga de transportar al grupo de argentinos. Los pasajes son pagados por Trujillo, quien casi un año y medio después será asesinado en una emboscada realizada por un comando apostado en una carretera dominicana.
Al realizar una parada técnica en las Islas Azores, se les informa a los pasajeros que aterrizarán en Sevilla y no en Madrid. Las presiones de la dictadura argentina y de los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas españolas impulsaron a Franco a preferir que la llegada de Perón pasara lo más desapercibida posible.
En Argentina, el Gobierno convoca a elecciones parlamentarias para el 27 de marzo de 1960. Nuevamente Perón propone el voto en blanco, como modo de repudiar la traición frondizista, pero también con la intención de dejar en claro que el peronismo seguía siendo la mayoría explícita. Nuevamente el voto en blanco triunfa con 2.155.532 votos frente a los 2.091.703 de la Unión Cívica Radical del Pueblo y los 1.792.497 del radicalismo intransigente. La fuerza del pueblo peronista se haría sentir nuevamente, aunque el calvario de la proscripción continuaba y el exilio de su líder duraría 12 años más.
Si bien existen múltiples testimonios del exilio de Perón, desde GESTAR nos parece sumamente interesante rescatar mediante esta serie de notas algunas anécdotas del General en territorio sudamericano. El afecto que los distintos pueblos y dirigentes latinoamericanos le tenían no era casual: les había demostrado a los trabajadores de todo el continente que la justicia social, la soberanía política y la independencia económica podían dejar de ser un sueño lejano.