Desde que asumió el gobierno de Cambiemos, el comercio internacional argentino no ha dejado de deteriorarse. A finales de 2015 la situación del comercio argentino presentaba dificultades asociadas con el creciente déficit, la falta de divisas, lo que había llevado al gobierno anterior a aplicar restricciones a las importaciones. Cambiemos y la oposición de entonces criticaban duramente estas medidas y prometían aplicar políticas que promoverían las exportaciones de modo tal que dejaría de ser necesario restringir las importaciones para paliar el déficit.
Está claro que la situación está lejos de esa promesa y el déficit comercial se ha agravado a niveles muy preocupantes. Durante 2017, el déficit comercial fue de 8.471 millones de dólares, casi un 20% más que en 2016 y un 30% más que en 2015. Las exportaciones aumentaron en una porción ínfima y las importaciones, en cambio, crecieron a un ritmo de 2 dígitos por mes durante todo 2017.
Comencemos por las exportaciones. Hoy nos encontramos en un amesetamiento en un volumen cercano a los 60 mil millones de dólares. Si bien en 2017 crecieron un 0,9% respecto de 2016, este crecimiento es todavía menor que el registrado en ese año respecto de 2015.
El sector agroexportador, gran beneficiario de la política fiscal del gobierno, explica el pobre desempeño en las exportaciones mostrando una caída del 7,3% en los productos primarios y un 3,5% en las manufacturas del agro.
Las exportaciones del complejo sojero fueron las más bajas de los últimos 8 años: la harina de soja y los porotos de soja muestran una considerable disminución respecto de 2016. El biodiesel que había logrado un repunte en 2016, vuelve a caer debido a los aranceles que aplicó Estados Unidos en el marco de su política proteccionista.
También se observa en la composición de las ventas al exterior un crecimiento de las manufacturas de origen industrial que compensa y supera levemente la caída que habían sufrido en 2016 y una caída en las cantidades de exportación de combustibles y energía.
En cuanto a las importaciones, pese a la promesa de no “liberar indiscriminadamente” el control del comercio, éstas crecieron a un ritmo de 2 dígitos por mes durante casi todo 2017 y se llegó a importar 11 mil millones más que en 2016. Con excepción de 2011 y 2013, el volumen importado es el más alto de la historia.
El rubro de los automóviles fue el que más aumentó la importación de vehículos poniendo en jaque a la industria automotriz local. Otras industrias locales que se han visto afectadas por la apertura de las importaciones de bienes de consumo (10017,8%) son la industria textil y de los productos electrónicos. Por otra parte, Brasil, el mayor proveedor de la Argentina es también el país cuyas importaciones aumentaron en mayor medida.
Los resultados del análisis del comercio exterior argentino durante 2017 muestra que el sector externo se encuentra seriamente complicado. La balanza de pagos que antiguamente se sostenía con el superávit comercial, hoy se sostiene con el endeudamiento externo, de hecho, fue anunciado a fin de año que la toma de deuda para el año 2018 está estimada en 30 mil millones de dólares para poder cubrir tanto el déficit comercial como el fiscal. Las inversiones (100la otra fuente para equilibrar las cuentas externas) siguen sin aparecer.
El sector más competitivo en el mercado externo realizó el peor desempeño en los últimos ocho años y los sectores industriales apenas llegaron a compensar la caída del año anterior. Al mismo tiempo la industria local se encuentra desprotegida frente al ingreso de bienes de consumo que ni siquiera han servido para sostener un nivel de precios que ayude en la reducción de la inflación. Las cadenas de intermediarios y los sectores formadores de precios son quienes los fijan independientemente de si éstos son importados o producidos en el país.
Por el momento, el Gobierno no da señales de aplicar ninguna política para revertir esta situación, por el contrario, se han realizado anuncios que podrían agravar el desbalance externo y la situación de la industria nacional, como el acuerdo Unión Europea – Mercosur que implica una mayor apertura a bienes industriales con una escasa contrapartida en materia de ingreso de productos agrícolas y reducción de subsidios por parte de la Unión Europea.