El 24 de febrero de 1946 fue una fecha clave en la historia de la Argentina. Tras un largo y accidentado proceso iniciado tres años antes, el pueblo le da el triunfo en las urnas a quien se había constituido en su líder y conductor, el coronel Juan Domingo Perón.
Analizaremos
brevemente los meses previos a la elección a fin de tener el marco dentro del
cual se fue gestando ese extraordinario triunfo. El
recién constituido Partido Laborista, herramienta electoral creada por Perón,
para conquistar democráticamente el poder al año siguiente, organiza la primera
gira electoral de Perón.
El
28 de diciembre de 1945, en La Rioja, afirmó:
“Queremos renovar valores; pero no renovar fuerzas políticas, porque la
revolución no se ha hecho para cambiar hombres ni cambiar partidos, sino para
cambiar sistemas y para depurar a la Nación de todo lo impuro que contenía
institucionalmente. Queremos también afirmar para el porvenir una fuerza
política, unida a un ideal, al ideal de la justicia igualitaria. Queremos crear
una organización política, que sea responsable ante el país, para el gobierno,
la administración y la dignificación del Estado”.
Ese
mismo día, en la provincia de Catamarca sostuvo:
«Nosotros pensamos en una nueva argentina, profundamente humanista. Por
eso nos somos enemigos de nadie, pero somos amigo de los pobres. Traemos en
nuestro corazón el amor de hermano para todos los argentinos, sientan o no
sientan como nosotros; pero eso sí, nuestros enemigos son los que consideran
que todavía en nuestra tierra puede seguirse explotando el trabajo ajeno en
beneficio propio. Somos los forjadores de una tónica que ilumina un nuevo
camino para una Argentina sin fraudes ni oligarquías. En este movimiento tienen
cabida todos los argentinos honrados…Debemos marchar unidos en este abrazo
simbólico. Que se una al laborismo, al radicalismo, e hombre que se sienta
puro… Gobierno del pueblo: mala experiencia tienen los pueblos de la Tierra que
han cerrado a la clase trabajadora el camino de gobernar al país, porque esas
clases laboriosas constreñidas, al no disponer de los elementos necesarios
indispensables para el ciudadano se tornan revolucionarios con derecho, porque cuando
a uno se le cierran las libertades que otros ciudadanos tienen, no queda más
que el camino de la violencia para llegar al poder. La riqueza: queremos que se
organice la riqueza argentina, pero no perjudicar a los capitalistas; queremos,
eso sí, que sus dividendos no sigan dependiendo del hambre y del sufrimiento
del pueblo trabajador de la República. Queremos como una consecuencia de ese
aumento de riqueza que los pobres tengan una participación; queremos que de ese
aumento de riqueza se beneficien los productores, los industrializadores los comercializadores,
pero sobre todo ellos, los pobres”.
El
29 de diciembre, en Tucumán, los trabajadores llenan la Plaza Independencia.
Las muestras de adhesión son impresionantes. Ante esta multitud, el coronel
manifestó:
“Libertad: el objetivo de la
libertad es la virtud y no la riqueza. La libertad hay que asegurarla a fuerza
de trabajo, dando primero al hombre su libertad económica, que es fundamental.
Nosotros no somos partidarios de la libertad unilateral que se tiene desde hace
tantos años, dentro de la cual el rico tiene libertad para hacer todo lo que
quiera y el pobre tiene una sola libertad: la de morirse de hambre. Por eso
nosotros defendemos la libertad en la que el obrero tenga su medio de subsistencia y de decoro
necesario para vivir dignamente. Conseguida esa libertad, las otras van a venir
absolutamente solas, porque en una tierra donde el hombre es libre, la
colectividad y el país también lo son. No queremos una libertad restringida;
queremos una libertad absoluta en base a la libertad económica de los pobres.
¿Cómo se puede llamar una libertad, en la cual se es esclavo de la miseria y de
la desesperación?»
El
mismo 29 de diciembre de 1945 pero en la ciudad de Salta Perón dice lo
siguiente:
“Política social: nuestro
movimiento es unionista y cristiano. No realizamos las tradiciones de nadie;
solo consideramos la necesidad de una política social dirigida al bien de los
trabajadores argentinos al mismo tiempo que rechazamos el egoísmo de quienes no
nos comprenden. Por eso denunciamos a los malos políticos…y necesitamos hombres
patriotas que sepan comprender las necesidades del pueblo e ir del brazo de los
demás. Políticos criollos: las más oscura y venal de las oligarquías, adueñada
del Estado, había montado una máquina electoral que dio al pueblo el derecho a
votar; pero jamás el derecho a elegir sus gobernantes. Como si ello fuera poco,
llegó a repartirse las ganancias con los caciques aparentemente de la
oposición. Se ha pretendido hace creer al pueblo que esa lógica funesta de
demagogos representaba la clase dirigente del país, su élite, y que, como tal,
estaba formada por sabios, por ricos y por buenos. Hay que observar que los
sabios rara vez han sido ricos y los ricos rara vez han sido buenos. Sin
olvidad que ni sabios, ni buenos han encontrado un lugar entre los políticos
criollos”.
En diciembre el pueblo jujeño se vuelca
masivamente a las calles para recibir a quien claramente se había constituido
en defensor de los humildes y de los trabajadores. Ese día, Perón expresó:
“Adversarios: no queremos destruir los
capitales. No queremos arruinar la industria, como algunos han asegurado.
Queremos sí, aumentar la riqueza del país, dar agua y suprimir el latifundio,
haciendo que el criollo que nación en esta tierra pueda vivir en ella
dignamente, sin desgracias, sin miseria, que apocan al hombre y le quitan su
verdadera libertad. Pero que sepan los malvados y los egoístas, que sepan esos
que frente a nuestros vivas jubilosos dan tantos mueras mercenarios y de odio;
que sepan los bandidos, que sepan los fraudulentos y los cobardes, que si algún
día al pueblo argentino se le cercenan sus derechos individuales o colectivos,
han de terminar los hombres de paz, para comenzar los hombres de lucha. Y en
esa lucha no hemos de dar un paso atrás”.
El
31 de diciembre, en Santiago del Estero, se reúne otra multitud con la
concurrencia de todas las organizaciones obreras de la provincia. Esa calurosa
tarde Perón manifestó:
“Pregunto yo: de
que le vale a la República Argentina tener cien o mil millones repartidos en
cien familias; si no sería mejor que esos cien millones estuvieran repartidos
en sus catorce millones de almas. Algunos dicen que eso no se puede realizar.
Yo les digo que hay países más pobres que nosotros y más atrasados en ciertos
aspectos, que con un solo plan, en cinco años, han construido trescientos diques
para dar agua a su tierra… La riqueza de un país, en mi concepto, no está en
que media docena de hombres acaparen dinero, sino que la regulación de la
riqueza llegue a formar patrimonios particulares y patrimonio estatal, que
hagan la felicidad del mayor número de hombres; y suprima la desgracia de que
en un país donde hay verdaderos potentados, haya quienes no puedan disfrutar de
las necesidades mínimas de la vida ni satisfacer ese mínimo de felicidad a que
tienen derecho. La solución de este problema ha de ser precisamente lo que
nosotros venimos propiciando: la unión de todos los argentinos para que esa
lucha se convierta en colaboración y en cooperación, para que podamos crear
nuevos valores, y no destruyamos inútilmente en una lucha estéril, valores y
energías que son las únicas fuerzas que pueden hacer felices a los hombres y
grandes a las naciones”.
Sin
descanso, el 1° de enero de 1946 en la ciudad Santa Fe, en su exposición, Perón
dijo:
“La política social del gobierno de
la revolución es absolutamente racional y obedece a un plan perfectamente
preconcebido. Lanzamos desde el gobierno las tres reformas: primero, la reforma
rural, aumentando la riqueza por la explotación de la tierra, mediante el
Consejo Agrario, entregando la tierra a quien la trabaje. La reforma rural
sería la base para el aumento de la riqueza, que debía completarse con la
acción industrial, transformando esa producción y multiplicando su valor por la
industrialización. Con ello, el país, más rico por su mayor producción y multiplicada
esa riqueza por la industrialización, arrojaría beneficios suficientes para
satisfacer la justicia social que propiciamos. Este era el orden: primero la
reforma rural, después la industrial y finalmente la social. Pero hubo
necesidad de alterar el orden de realización. Yo era un hombre que llegaba por
primera vez al gobierno. No tenía detrás de mí otra opinión que la de mis
amigos, un círculo muy reducido. Necesitaba pensar seriamente en la orientación
que habría dedar a estar reformas. Y comprendí que la reforma social no podía
postergarse ni posponerse a la rural e industrial, porque si no, nuestros obreros, cuando recibieran los
beneficios ya habrían fallecido por inanición. Por otra parte, yo necesitaba el
apoyo de las masas obreras para lanzar esas reformas. Por esos motivos cambié
los términos y comencé por la reforma social”.
“Somos hombres de paz y de orden; no
queremos pelear, queremos votar. No queremos insultar a nuestros adversarios
que se pasan el día insultándonos. Ellos dicen Muera Perón. Yo les pregunto
¿Viva quién? No hubiéramos tenido ni problema internacional, ni problema
interno, si nos hubiéramos decidido a vender el país, como se nos solicitaba.
Solo queremos votar sin fraude, sin presiones y sin mentiras”.
Finalizada
esta primera gira, el convoy ferroviario es recibido en Buenos Aires por más de
cincuenta mil personas. Quien había sido maquinista de la formación declaró: “Fue un hermoso viaje pero envejecí diez
años. No era fácil abrir paso a la locomotora por entre la muchedumbre que
desbordaba los andenes, que flanqueaba a lo largo de todo el camino el paso del
tren, y que a veces se arrojaba sobre las vías para forzar una parada y poder
hablar con el coronel”.
Otro
testigo presencial, Rudney Freude, corresponsal de la revista “Life” escribió:
“Estos no son actos fascistas. Me recuerdan
las giras de Roosevelt”.
Se
realizaron dos giras más, una por la región de Cuyo y otra por el litoral. Las
muchedumbres que convocaba preanunciaban la victoria.
Desde
el momentoen que Perón se hizo cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión
expuso un mensaje claro, nacionalista, industrialista, basado en una profunda
reforma social. Pero al mismo tiempo comenzó a traducir su bagaje doctrinario
en acciones prácticas contundentes. Así vieron la luz decenas de decretos y
leyes que consagraron derechos sociales y laborales por los que el pueblo
argentino había luchado infructuosamente hasta su aparición en el centro del
escenario político.
Cuando
el líder comenzó su tarea proselitista cuyo cénit fueron las giras por las
provincias su mensaje político había calado hondo en el espíritu popular. El
resultado final de esta tarea titánica fue el triunfo electoral en ese
magnífico día de febrero de 1946.
La
epopeya histórica iniciada el 17 de octubre de 1945 encontraba el cauce
institucional que esa victoria significó para el pueblo argentino. Ya nada fue
igual.