Hace más de tres años que la ciudad de Buenos Aires se encuentra fuera del proyecto nacional que viene transformando la Argentina desde 2003. Con múltiples promesas, Mauricio Macri asumió en 2007 el gobierno de la capital de nuestro país y se ha caracterizado por un indicador de efectividad envidiable: no ha cumplido con ninguna de las propuestas de campaña, no ha solucionado los problemas de los porteños, no ha logrado articular políticas con diversos sectores de la sociedad; en fin, ha desaprovechado sistemáticamente cada una de las oportunidades que tuvo la Ciudad para crecer y para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Dentro de este marco de nulo ejercicio de la política y de un gobierno al servicio de unos pocos, finalmente los porteños saben cuando tendrán la oportunidad de cambiar un modelo político nostálgico de los años de exclusión social y neoliberalismo: el 10 de julio.
No es casual que la fecha de elecciones se haya definido en un día diferente de la elección presidencial. Todos los relevamientos de opinión pública orientados a campañas electorales señalan que la intención de Macri para ser presidente de los argentinos pierde terreno a diario. Y esto es por un dato concreto de la realidad: el país de 2011 es muy distinto al país de 2001, la Justicia Social dijo nuevamente presente y es muy claro evidenciar quienes se encuentran del lado de la vieja política, los manejos espurios y del desapego total por los problemas del pueblo.
Las elecciones de Catamarca y de Chubut han dejado duras enseñanzas para los candidatos que, como Macri, apuestan por el retorno de una política asociada al beneficio de pocos. Los logros de las gestiones de 2003 a la fecha en materia nacional son tenidos muy en cuenta por la ciudadanía de la ciudad de Buenos Aires. Como siempre se menciona, las comparaciones son odiosas: donde algunos prometen “Hacer Buenos Aires” otros simplemente, valiéndose de la mudez de la letra H, hacen todos los días un país mejor, donde los sueños, las esperanzas, las ganas de transformar la realidad y las certezas de una vida mejor son realidades efectivas, son proyectos por concretar y son las vías de acceso al progreso y la igualdad. Como decía Perón, “mejor que decir es hacer”.
Analizando este escenario y lidiando a diario con la torpeza propia de quienes creen que los gobiernos no deben estar al servicio del pueblo, la gestión de Macri se encuentra entre la espada y la pared; y los votantes de la Ciudad ven en ello una oportunidad concreta para incorporarla al esquema del proyecto nacional y al esquema de la inclusión social. El terror que invade a Macri y su partido político es saber que al día de la fecha todas las promesas de campaña no han sido concretadas, que los kilómetros de subte prometidos no están ni se proyectan, que la salud es un desastre, que las escuelas dan vergüenza (100en un territorio donde el presupuesto es muy superior al del resto de las provincias), que las inundaciones aún hoy son tapa de diario, que se ha perdido una oportunidad histórica con la creación de la Policía Metropolitana en tanto profesionalismo y antecedentes de sus funcionarios.
La especulación que ha rodeado la definición de la fecha es un dato concreto de la realidad que habla a las claras del miedo que tiene Macri de enfrentar a Cristina Fernández de Kirchner en las próximas elecciones presidenciales y las consecuencias adversas que puede traer para su proyecto político una doble derrota en la elección nacional y en la ciudad de Buenos Aires.
Los porteños están cerca de dar vuelta la página, cerca de terminar con un proyecto político naif que piensa que con campañas gráficas y grandilocuentes promesas los votantes volverán a optar por políticas de desigualdad y exclusión. Ahora saben que el 10 de julio es el día para demostrar que el pueblo ha madurado, que la verdadera política está en la calle y que el hacer político siempre está vinculado a la felicidad del pueblo.
Pablo Salinas
Analista Instituto GESTAR
Twitter: @SalinaPabloJ