Como lo había hecho el 27 de abril, en el acto de presentación del proyecto de ley sobre propiedad, posesión o tenencia de tierras rurales, nos convocó a no dilapidar el enorme esfuerzo colectivo que desde 2003 ha permitido la creación de millones de puestos de trabajo, el restablecimiento de las convenciones colectivas, el aumento del poder adquisitivo del salario, el fortalecimiento de las organizaciones sindicales, la incorporación de 2 millones y medio de nuevos jubilados, la movilidad jubilatoria, la universalización de las asignaciones familiares, la construcción de cientos de miles de viviendas y de más de mil escuelas, la reducción de la pobreza y de la indigencia; y la democratización de los servicios de comunicación audiovisual.
Desde la autoridad que le otorga su sacrificio personal y familiar, nos convocó por todo lo que se hizo y para todo lo que falta hacer.
La Presidenta habló con “el alma a flor de labio”, como dijera Juan Perón en su discurso del 21 de junio de 1973 en el que también nos anunciaba que nada podía perturbar su espíritu porque retornaba sin rencores ni pasiones para servir lealmente a la Patria.
En aquel año intenso y agónico que va desde el regreso definitivo hasta su muerte ocurrida el 1° de julio de 1974; Perón propone algunas orientaciones básicas para la acción política del justicialismo.
– Advierte que la declinación de los imperialismos estará signada por una agudización de los conflictos a escala planetaria, con eje en la apropiación de los recursos naturales: alimentos, agua, combustibles y materias primas en general.
– Ratifica que sólo la unidad continental de América del Sur permitirá una defensa exitosa de nuestra soberanía política e independencia económica, condiciones indispensables para la realización de la justicia social.
– Comprende que el agotamiento de las estrategias neocoloniales llevadas adelante en Argentina entre 1955 y 1973 abre la gran oportunidad para encarar un proceso de reconstrucción con el propósito de alcanzar la liberación nacional y social.
– Plantea la necesidad de reformar las instituciones de la democracia liberal en dirección a establecer una democracia “integrada” u “orgánica” en la que nuevas instancias de participación social y política eviten la oposición sistemática y los bloqueos institucionales.
– Convoca a la unión de todos los argentinos, propósito transcendente y requisito indispensable para la realización de la dignidad y la felicidad del pueblo.
Perón se consagra a la causa de la unidad nacional, como último servicio a la patria y a sus conciudadanos. En vísperas de su retorno en 1972 se ofrece como “prenda de paz y entendimiento”, solicita a sus compañeros “cordura y madurez política”, los invita a “emplear la inteligencia y la tolerancia” señalando que “nuestra lucha ha de realizarse dentro de una prudente realidad.”
Convoca a la “tarea de servir al país con toda decisión, con patriotismo, con grandeza y con desprendimiento”.En la empresa de “reconstruir la riqueza común” no se puede “medrar con el perjuicio o la desgracia ajena” ni “enriquecerse desaprensivamente”.
En su discurso del 30 de julio de 1973 en la CGT, sostiene que el justicialismo es un “movimiento al servicio de la clase obrera” que hace “lo posible en beneficio de las masas”, mediante una “acción racional e inteligente, realizada en su medida y armoniosamente”.
En sus palabras desde el balcón, el 1° de mayo de 1974, afirma “queremos un pueblo sano, satisfecho, alegre, sin odios, sin divisiones inútiles, inoperantes e intrascendentes”.Perón quiso simbolizar la unidad nacional en el abrazo con Balbín; la muerte impidió su realización.
Los peronistas estuvimos lejos de la madurez política que reclamara nuestro líder: algunos dirigentes sindicales dinamitaron el Pacto Social y lo festejaron alegremente; desde lo más alto del poder del estado se organizaron bandas armadas para saldar las disputas internas a los balazos; las organizaciones revolucionarias, que habían soñado con reemplazar a Perón, se sumergieron en una guerra clandestina; la vieja dirigencia justicialista, congelada durante 18 años de proscripción, demostró su incapacidad para encontrar soluciones creativas y democráticas.
Los opositores políticos confirmaron con cierta satisfacción aquello de que “los peronistas son incorregibles”, se encogieron de hombros y se aseguraron que el golpe fuera inevitable.
Nuestros enemigos, que se habían retirado humillados hacía apenas 3 años, desataron un proceso de desorganización nacional con el propósito de exterminar al peronismo.
La democracia recuperada en 1983 no supo, no quiso o no pudo revertir la lógica del ajuste perpetuo, del endeudamiento eterno, de la desindustrialización, la desocupación y la exclusión.El estallido social del 19 y 20 de diciembre de 2001 terminó con aquel ciclo nefasto iniciado en 1976.
Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner recuperaron la política como actividad decisoria basada en la soberanía popular.No fue un camino fácil.
De entrada, Menem se bajó del balotaje para restarle legitimidad al gobierno de Kirchner, mientras la Ciudad de Buenos Aires estaba empapelada con la imagen de Chirolita y el diario La Nación sentenciaba: “La Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”.
La cúpula militar, la Corte de los milagros, la jerarquía eclesiástica, la diplomacia estadounidense, el FMI y algunos dirigentes que no se resignan a la jubilación, cada uno a su turno, intentaron condicionar la gestión de gobierno de Néstor.
Con la asunción de Cristina comenzó una campaña implacable. La candidata derrotada, que había obtenido la mitad de los votos que sumó la presidenta electa, denunció una “legitimidad segmentada”. Desde Miami un agente de la inteligencia norteamericana, denunciado en nuestro país, cuestionó al Gobierno Argentino en el marco de un juicio trucho. Las patronales agropecuarias decretaron paro por tiempo indeterminado para impugnar una resolución del Ministerio de Economía y, dado que contaban con el apoyo gozoso de los principales medios de comunicación y sectores de las clases medias urbanas, decidieron bloquear rutas, desabastecer ciudades y negarse a dialogar durante 4 meses. La deserción del vicepresidente, la fuga de capitales, la confrontación sistemática del multimedios Clarín, el bloqueo parlamentario y la salida rimbombante del presidente del BCRA, alimentaron la fantasía de forzar una renuncia de la presidenta.
No entendieron, ni entienden, que el peronismo ha superado los bombardeos, las proscripciones, los fusilamientos, las cárceles, las desapariciones, las torturas y las traiciones.
No entendieron, ni entienden que el peronismo siempre vuelve.
Volvimos para hacer la “felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación”. Por eso, estos años de realizaciones estuvieron coronados por los maravillosos festejos del Bicentenario cuando, como afirmó nuestra presidenta este 25 de mayo, “estábamos logrando unificar la historia de un país que se había dividido desde su inicio y que merced a esas divisiones, habían venido los fracasos y las frustraciones”.
Volvimos para hacer posible una nueva oportunidad histórica de participar en la construcción de un país diferente, para luchar “por alguien, por una historia, por la Argentina, por seguir mejorando las cosas(100…) construyendo con un profundo amor, sobre las coincidencias, sin enroscarnos en discusiones bizantinas” como nos pidió la presidenta en el acto del 11 de marzo de este año; seguros de que “no hay mejores batallas que las que se ganan con el corazón;no hay mejores victorias que las de la buena onda, el optimismo y la fe en Dios”.
Volvimos con el aprendizaje de las derrotas y con la dignidad de los que nunca se dan por vencidos.
Pablo Belardinelli
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