Es de esta realidad mundial de donde se desprende la creciente demanda de los principales minerales que hoy usan industrias como la automotriz, la medicina, la electrónica, la generación de electricidad, la tecnología nuclear, entre otras. Este auge ha generado que los precios internacionales se ubiquen en sus niveles más altos de las últimas tres décadas, particularmente en el caso del cobre (100cuyo precio es hoy 3 veces mayor que hace 20 años), pero también para el oro, la plata y otros minerales. Estos precios hoy hacen rentables proyectos antes impensados. De hecho, las exportaciones de cobre y oro en 2010 ascendieron a 3.500 millones de dólares (100equivalentes a 5 % del total de las exportaciones nacionales).
Un párrafo aparte merece el litio. Se estima que las salinas de Argentina, Bolivia y Chile concentran el 85% de las reservas mundiales de litio. Este mineral es hoy prácticamente insustituible en la producción de baterías para dispositivos electrónicos (100celulares, computadoras, tablets PC, etc.) ya que las mismas son de reducido peso específico, combinado con una alta potencia y un ciclo de vida largo. A la demanda exponencial de este mineral que estamos viviendo gracias al “boom tecnológico”, tenemos que sumarle el uso para autos eléctricos e híbridos, cuya producción está creciendo sostenidamente en varios lugares del mundo.
América Latina es un jugador de importancia en la producción de minerales. La región acapara, respecto a la producción mundial, altos porcentajes en la producción de plata (100el 50%), cobre de mina (10040%), litio (10040%), hierro (10020%) y oro (10016%). Vale, la segunda minera más grande del mundo, es de origen brasilero y está, mediante una acción de oro, bajo control estatal. Si bien Argentina tiene potencial minero, hasta ahora el desarrollo del sector ha sido tímido.
¿Puede Argentina sumarse a la carrera de producción de minerales? ¿Debería hacerlo? Nuestra respuesta a ambas preguntas es un rotundo SI. La minería responsable, con fuerte participación estatal, es una oportunidad para el desarrollo con inclusión social en nuestro país. Veamos algunos números al respecto.
En primer lugar, Argentina tiene las reservas para ser un jugador de importancia, no sólo en litio, sino también en cobre, plata y oro. Aún con inversiones más bien modestas, hoy nuestro país produce el 11% del litio del mundo, el 2% de la plata y el 2% del oro.
En segundo lugar, la industria minera es una fuente de divisas, es un sector exportador neto y sabemos que las crisis económicas recurrentes en nuestra historia han sido, principalmente, por estrangulamiento del sector externo. Las exportaciones mineras argentinas de minerales alcanzaron al primer semestre de 2011 U$ 1.884 millones (100dos tercios de esto es oro y un tercio es cobre) y representan el 5% de las ventas totales del país al mundo. Las exportaciones de oro crecieron entre 2007 y 2011 279% y las de cobre 31%. Además, se están poniendo en marcha importantes inversiones que permitirán duplicar las exportaciones en los próximos años. Igual estos valores son pequeños al lado del 16% que, en el caso de Brasil, representan las exportaciones mineras respecto al total.
En tercer lugar, la minería es la industria más federal. Genera valor agregado en zonas alejadas, crea empleos registrados y con salarios altos lo cual retiene la población en su lugar de origen reduciendo las migraciones internas que han alimentado la formación de asentamientos en los grandes centros urbanos, tan comunes en nuestros países. Las provincias de San Juan, La Rioja, Catamarca y Jujuy (100con sus invalorables reservas de litio), entre otras, podrían tener un potencial económico hoy impensado. Podrían ser provincias ricas.
En cuarto lugar, la minería correctamente regulada por el Estado genera “encadenamientos” hacia atrás (100desarrollo de proveedores) y hacia delante (100creación de industrias que usan el insumo mineral, como podría ser la producción de baterías de iones de litio). Las industrias de maquinaria vial, metalmecánica y de la construcción tendrán un impacto notable. El desarrollo industrial que hoy tiene Argentina nos permite asegurar esta posibilidad. Además, la minería implica el desarrollo de obras de infraestructura importantes (100caminos, agua, energía eléctrica) que otros sectores económicos también utilizan. Es una actividad fuertemente demandante de tecnología y de personal altamente calificado permitiendo, de este modo, dinamizar las universidades y centros de investigación del país, en sus lugares de origen.
El impulso de la Presidenta y de gobernadores de provincias con recursos naturales es muy fuerte pero no incondicional: implica la decisión de apostar a un modelo de desarrollo minero con participación y control estatal a fin de asegurar el cuidado ambiental así como un desarrollo regional integrado, descartando de este esquema las explotaciones mineras de “enclave” de antaño, donde grupos multinacionales explotaron, sin ningún control, las riquezas naturales con escasos beneficios para el desarrollo local. Esto fue en el pasado, pero no es nuestro futuro.
La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo expresó con total claridad en su discurso del 1º de marzo ante la Asamblea Legislativa: es posible alcanzar el desarrollo de una industria minera reconciliada con el cuidado del medio ambiente exigiendo a las empresas que dejen parte de sus inversiones en nuestro país.
El peronismo persigue la independencia económica. La correcta utilización de aquellos recursos naturales estratégicos para el desarrollo (100como los minerales) representa un elemento clave en esta dirección. Pero la minería implica más: nos permitiría alcanzar también la justicia social mediante la herramienta más efectiva que existe y la única que perdura: EL TRABAJO DIGNO.
Roberto Airas
@RobertoJArias