26 de mayo de 2022
Instituto Gestar

VOLVER A LA RENOVACION

Por: Natalia De La Sota

Texto publicado originalmente en Panamá Revista

(José Manuel) De la Sota nos proponía un sueño, allá por 1984, 1985 y 1986. Era el sueño de la “renovación”. Y recorrió Córdoba y el país, junto a otros compañeros y compañeras de su misma generación, contándonos su sueño, el sueño de muchos, de miles: El de terminar con una etapa oscura, conservadora y triste del peronismo. Cafiero, De la Sota y muchos más, sacudían la estructura político partidaria con un discurso novedoso, esperanzador. De la Sota caminó Córdoba y el país cargado de sueños durante más de 15 años, hasta que obtuvo la gobernación en diciembre de 1998.

La “Corriente Renovadora” del peronismo cordobés tuvo su origen en julio de 1983, meses antes del retorno democrático. Los “jóvenes renovadores” – De la Sota tenía 33 años – lanzaron por esos días un “manifiesto doctrinario” donde señalaban las “secuelas” que dejaba la dictadura militar en su retirada del poder: El debilitamiento espiritual y moral del hombre argentino; el avasallamiento de la soberanía popular; el aniquilamiento de las instituciones de la comunidad; la corrupción institucionalizada; la desnaturalización del poder del Estado, la tiranía financiera interna y externa; la destrucción de los medios de producción; y el desmantelamiento de la industria nacional.

De la Sota entendía que, luego de la irrupción del peronismo en la vida democrática argentina, “las banderas de la soberanía política, independencia económica y justicia social, han sido incorporadas definitivamente a la realidad de la Nación y la conciencia del pueblo”.

El documento de presentación de los renovadores, seguía así: “En este nuevo orden económico distributivo y creativo se revaloriza el papel del trabajo como inherente a la dignidad humana y una concepción de la empresa en función social. Así, dos sectores antagónicos en la concepción capitalista se integran armónicamente en función de intereses comunes. Los trabajadores organizados garantizarán la existencia y defensa de sus derechos: el salario digno, las conquistas gremiales, las obras sociales, el turismo social, el núcleo familiar, etc. El empresariado nacional estará en las defensas de las estructuras productivas, en el mantenimiento de las fuentes de trabajo, en la ampliación de sus mercados, en el desarrollo tecnológico nacional, etc. Así logramos una economía en plena producción, desterrando el flagelo de la especulación financiera”.

Tiempo después, en una entrevista al diario La Razón, ya en un tono distinto, De la Sota interpelaba al internismo justicialista: “Tenemos que bajar del ideologismo a las cosas concretas, conmover con las nuevas ideas. Nuestro desafío es construir un poder para desplazar ese otro poder representado por la dirigencia de la derrota, pero sin fracturar al peronismo”.

La Argentina hoy naufraga en controversias ideológicas y políticas que no resuelven ninguno de los problemas que afectan cotidianamente a los argentinos: Inestabilidad económica, inflación, desempleo, falta de educación, pobreza acuciante y desintegración social. Vivimos a contramano en una nación poco saludable, inorgánica, sin un modelo de país que nos integre en un sueño común.

¿Qué Argentina queremos? ¿A dónde vamos? ¿Hay salida? Esa Argentina que ansiamos se nos escapa cada día un poquito más. Ese país que soñaron, mi papá y muchísimos más, divaga en una pendiente a punto de precipitar mientras cuestionamos al adversario, o a los propios, por lo que no pudieron o no supieron hacer. Pasa el tiempo –  y la vida – entre fracasos, con el sabor amargo del retroceso.  

La recuperación Argentina es posible con el esfuerzo de todos. Es posible desde el trabajo y la producción, de la estabilidad económica y el crecimiento. Es posible a partir de un plan de primer empleo para jóvenes, una reforma tributaria progresiva, tarifas de servicios segmentadas, un programa de microcréditos accesible, acentuando la inversión en educación. Se puede hacer realidad mediante la construcción de 1 millón de viviendas sociales, urbanizando asentamientos, brindándoles ciudadanía a las familias pobres. Es posible a partir de cuentas públicas ordenadas.

Más democracia, menos grieta

La Argentina hoy nos impone desafíos distintos a aquellos por los que pelearon De la Sota y la renovación en los ochenta. La actividad política nos interpela. Nos enfrenta a un mundo distinto. La política de la grieta debilita el debate de ideas porque reduce esa discusión a estar de un lado o del otro. Y no todo es blanco o negro. Muchas veces en los matices encontramos ideas que nos conmueven.

En su libro “Quiero y puedo”, De la Sota escribió: “A diferencia de lo experimentado por mi generación, la principal tarea que debe cumplir una fuerza política no reside ahora en luchar en la clandestinidad contra alguna dictadura militar, sino en preservar y profundizar la democracia que supimos conseguir”.

La grieta entre fanáticos solo divide a la Argentina. Ese país duele. Impide avanzar. Posterga su desarrollo. El desafío más urgente de toda la clase política debe ser reconciliar al país. Establecer un norte de consensos básicos para facilitar el acceso a la educación, la promoción de inversiones y la generación de empleo productivo de calidad. “Volver a la renovación” de las ideas. Con integridad y grandeza.

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