9 de febrero de 2012
Instituto Gestar

“A palabras necias, oídos sordos”

Salvo la intentona militar llevada a cabo por un gobierno inconstitucional en 1982, que exportó algunos de los horrores cometidos en el continente también a las Malvinas, la Argentina siempre llevó a los distintos organismos internacionales los legítimos reclamos de soberanía sobre las islas por la vía diplomática, la única que nos permitirá a todos los argentinos recuperar nuestros territorios en el Atlántico Sur. Por supuesto que hubo distintas estrategias, muchas de ellas infructuosas, pero acompañando un cambio político importante para nuestro país, las relaciones exteriores desde 2003 tuvieron una reformulación.

Lejos de haberse caído de ningún mapa o globo terráqueo como muchos compatriotas afirmaban e increíblemente aún afirman, la Argentina desde la presidencia de Néstor Kirchner es vista desde la comunidad internacional con otros ojos. No ha pasado desapercibido el rol del histórico proceso de desendeudamiento o nuestro modelo económico, que lo contiene; máxime cuando en las protestas de España o Grecia sus pueblos reclaman la implementación de políticas soberanas como las tomadas por la Argentina. La continuidad de estos lineamientos de política exterior por parte del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner permite que hoy recordemos que en la Argentina se le dijo “no al ALCA”, que se haya fortalecido el Mercosur, que se haya conformado la Unasur, que la Argentina en el G-20 se convirtió en un miembro relevante, entre otros logros.

Esta estrategia con el mundo y de fortalecimiento de los lazos regionales, al calor de las ideas de la Patria Grande compartidas por casi la totalidad de América Latina, también ha llevado que desde hace varios años en la OEA, el Grupo Río y su continuidad en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (100CELAC), el Mercosur y la Unasur se haya logrado un consenso acerca de la importancia de la cuestión Malvinas para la región. Y esto no solamente es motivo de proclamas, sino de hechos concretos: ningún barco que enarbole la ilegítima bandera malvinense podrá atracar en los puertos de nuestros países.

Aun con todos estos alineamientos y respaldo internacional, la intransigencia británica ha permanecido intacta. Pero no sólo eso, por estos días el primer ministro Cameron ha cometido el lapsus de relacionar a nuestro país con posturas coloniales, siendo que el Reino Unido aún posee dominio ilegítimo en más de diez territorios en todo el mundo. El destrato y los exabruptos dominan la agenda de los medios británicos y de sus funcionarios; y el único recurso al que recurren desde hace casi 200 años es el mismo: la militarización.

La presencia de un moderno buque de combate en el Atlántico Sur y el casi seguro envío de un submarino nuclear no solamente traen a nuestra memoria dolorosos recuerdos, sino una dura advertencia: no hay intención de diálogo y la presencia colonial planea mantenerse. Y geopolíticamente también implica un mensaje cada vez más claro, las Malvinas son muy importantes para las ambiciones británicas en la Antártida.

Las decisiones argentinas son claras y obedecen al viejo dicho: “A palabras necias, oídos sordos”. Ante cada exabrupto o señal militarista se refuerza la postura pacífica de nuestro país, se sostienen los reclamos ante los organismos internacionales y cada vez se logran más consensos. La soberanía política no es negociable y la Argentina lo sigue demostrando.

Pablo Salinas

@SalinasPabloJ

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