Esquemáticamente, funcionaba así: el Estado protegía a empresas locales para que fabricaran productos aunque estos productos pudieran comprarse en el extranjero, eso generaba trabajo y recaudación por impuestos y con esa recaudación el Estado brindaba los servicios públicos esenciales (100salud, educación, etc.) y protegía a quienes no estaban en edad o no podían trabajar (100jubilaciones y pensiones).
La desarticulación del Estado de Bienestar fue un largo proceso de sucesivas etapas. Desarmaron la protección a la industria argumentando que era ineficiente, desarmaron la red de protección social difundiendo una cantidad de zonceras como “es pobre el que quiere” o “no trabajan porque no quieren” transformadas en certezas a fuerza de repetición y desarticularon el Estado, malvendiendo sus activos y desarmando sus organismos de planificación bajo el argumento de que “achicar el Estado era agrandar la Nación” porque ese Estado grande asfixiaba la creatividad de las “fuerzas vivas” de la sociedad. En el medio, intentaron disciplinar la resistencia social mediante una feroz represión desatada principalmente sobre el peronismo, la fuerza con los mejores cuadros y mayor representatividad.
Los resultados de esas políticas fueron nefastos: millones de argentinos sin trabajo, en la pobreza y la indigencia, con un estado bobo incapaz de responder a las demandas sociales que terminó en una grave crisis institucional y política en el año 2001 cuando colapsó el último bastión neoliberal: el sistema financiero.
La llegada a la Presidencia de la Nación de Néstor Kirchner en el año 2003 significó una restauración de viejos paradigmas adaptados a la nueva realidad del mundo, a la correlación de fuerzas con las corporaciones económicas y a la capacidad de acción del Estado. El objetivo fue planteado por el Presidente desde el primer día: gobernar es dar trabajo.
Para ello, se promovieron herramientas destinadas a proteger la producción local, a generar un mercado interno en el que pudieran vender sus productos y a mejorar la rentabilidad de las empresas. Millones de jubilados y millones de nuevos puestos de trabajo tienen una doble virtud: dignifican a quien lo consigue y generan mercado para que los empresarios puedan vender sus mercaderías.
Con la crisis internacional en su apogeo, cuando los Estados promotores del librecambio, intervenían en sus economías para salvar a los bancos, el Gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner estatizó los fondos del sistema previsional en poder de los mismos bancos que habían estafado a los ahorristas en el 2001 y dispuso la constitución de un fondo que funcione a la vez como garante de la seguridad social y como promotor de la economía, financiando inversiones públicas y privadas.
Esas inversiones y la implementación de la Asignación Universal por Hijo, el programa social más importante de la historia argentina, permitieron sostener el empleo y el crecimiento económico cuando el mundo se derrumbaba.
Como si no hubieran aprendido la lección las usinas del pensamiento neoliberal insisten en que sustituir importaciones es un error porque es una manera de hacer ineficiente la economía, encarecer los bienes y servicios, desalentar el emprendedorismo, las inversiones genuinas y las innovaciones, acostumbrando a los empresarios a caminar los pasillos oficiales en lugar de dialogar con sus ingenieros.
Sus anteojeras ideológicas les impide observar la evolución de la Argentina desde el 2003: aumento sostenido del mercado interno, mejora de los indicadores de pobreza e indigencia, desendeudamiento del Estado, integración inteligente con el mundo defendiendo nuestra producción y un acelerado proceso de integración con los países de la región. La tasa emprendedora se encuentra sostenidamente entre los 15 primeros lugares del mundo.
No lo decimos solamente los militantes del peronismo amparados en los millones de votos de Cristina Fernandez. Lo dicen estudios de organismos internacionales como la CEPAL, recientemente difundidos que analizan los resultados económicos de países de América Latina.
Tenemos la certeza de que nuestros empresarios tendrán ingenieros con los que hablar porque aumentó la inversión educativa, se promueve el estudio de las ciencias a través de las Becas del Bicentenario y porque hay un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva construyendo políticas de largo plazo para que la innovación sea una característica de nuestra industria.
Recorrimos un camino
La Presidenta obtuvo y sostiene un inmenso respaldo popular, a pesar del insistente ataque de los poderes corporativos. Un Estado mejor, más fuerte y con instrumentos renovados que le permitirán gestionar los nuevos desafíos: nuevas medidas de administración del comercio, la subsecretaria de la competitividad, la Secretaria de Planeamiento Industrial, los Planes Estratégicos Industrial y Agroalimentario.
El objetivo es el mismo: dar trabajo, porque el trabajo es el gran ordenador de la vida personal y social. Para eso queremos “no importar ni un clavo: queremos que todo lo que se construya y lo que se plante en Argentina sea producto del trabajo argentino”.
Los liberales argentinos siguen sin entender aquellas palabras de John William Cooke a fines de la década del 40: la economía siempre es dirigida, o la dirige el Estado en beneficio del Pueblo o la dirigen las corporaciones en beneficio de sí mismas.
Hay un Pueblo que decidió confiar su destino a una Presidenta dispuesta a defender los intereses de argentinos. Sustituir importaciones es un camino. No estamos enamorados del camino. Decidimos construir una Patria Grande con un Pueblo Feliz.
Estamos enamorados del destino porque la Felicidad es irrenunciable.
Pablo del Valle