Obama enfrentará un difícil tramo final de su mandato. Las elecciones legislativas en Estados Unidos, realizadas el 4 de noviembre, han otorgado al Partido Republicano el control del Congreso: a la Cámara de Representantes, que ya controlaban, los republicanos le han sumado el dominio del Senado. La nueva composición del Congreso implica que el Presidente tendrá escasas posibilidades de impulsar legislación significativa en los dos años que le restan y que deberá negociar con los republicanos nombramientos en cargos clave que requieren acuerdo del Senado, como secretarios de diversas áreas (100equivalentes a nuestros ministros), procurador general o embajadores.
Claro que la mayoría en ambas cámaras no vuelve a los republicanos todopoderosos. El Presidente aún cuenta con un arma institucional significativa para defender sus posiciones: el poder de veto, relevante en la actual situación, ya que los republicanos no cuentan -ni en el Senado ni en la Cámara de Representantes- con las mayorías agravadas necesarias (10060%) para superar el veto presidencial. Obama también podría gobernar apelando en mayor medida a los decretos, aunque esto genera importantes costos políticos y mayor fragilidad de las reformas desde el punto de vista jurídico.
Con esta distribución del poder, podría acentuarse la actual parálisis legislativa –que el año pasado derivó en el llamado “cierre del gobierno”-, a menos que Obama y la oposición republicana alcancen un acuerdo sobre una agenda legislativa para los años restantes hasta la finalización del mandato. Para ello, se deberá revertir un legado marcado por la polarización, que ha sido intensa desde 2011. Algunas áreas posibles de acuerdo incluyen la reforma impositiva, la política comercial –impulsando los tratados de libre comercio- y las inversiones en infraestructura, pero todavía es muy pronto para saber si ese acuerdo se concretará.
La nueva distribución del poder
El nuevo mapa institucional presenta un fuerte avance. En la Cámara de Representantes, los republicanos -que sumaron 12 escaños en relación a la elección anterior- controlarán 244 de las 435 bancas. Esta Cámara, equivalente a nuestra Cámara de Diputados, se renueva de manera completa cada dos años. Los representantes se eligen en distritos uninominales, con un alto grado de homogeneidad étnica y socioeconómica, lo cual favorece la reelección indefinida de representantes del mismo partido; por ejemplo, distritos rurales, blancos y de clase media que suelen elegir a representantes republicanos; o distritos urbanos, habitados por miembros de minorías raciales y de nivel socioeconómico bajo, que suelen inclinarse por los demócratas.
En el Senado, los republicanos, que sumaron 8 bancas en relación a la elección anterior, contarán con 53 bancas sobre 100. El Senado se renueva por tercios cada dos años, eligiéndose dos senadores por Estado. A diferencia de la elección de representantes, la de senadores se realiza en distritos mucho más diversos desde el punto de vista racial, socioeconómico y cultural. Por ejemplo, en un estado como California hay blancos y latinos, ricos y pobres, ateos y religiosos.
Pero no sólo el Congreso quedó en manos republicanas. El Partido Republicano también realizó avances significativos en las elecciones a gobernador, triunfando en bastiones demócratas como Massachusetts y Maryland. Sobre 36 gobernaciones en disputa, los republicanos se alzaron con 24, mientras que los demócratas ganaron en 11 y una permanece aún indecisa. De esta manera, los republicanos ya se aseguraron el control de 31 de los 50 estados.
El castigo a Obama expresa, por sobre todo, la disconformidad de gran parte de la opinión pública norteamericana con el presente y el futuro de la economía. A pesar de la reducción del desempleo al 5.9% y la mejora en las cuentas públicas, con una reducción del déficit público al 2.8% del PBI, los votantes se han mostrado pesimistas sobre la situación económica, mostrando que la recuperación no ha llegado al hombre de a pie. A ello contribuye también el fuerte incremento de la desigualdad que tenido lugar desde la crisis del 2008.
A la situación económica se suma una serie de crisis internacionales, en gran medida adjudicadas a las debilidades de la Administración Obama en materia de política exterior: el surgimiento del Estado Islámico como nueva amenaza para la seguridad nacional, el conflicto de Ucrania, que ha reactivado el conflicto con Rusia, y la crisis del Ébola, que ha pasado de internacional a doméstica y genera preocupación ante una eventual extensión del contagio.
Finalmente, los demócratas también se han visto perjudicados por el nivel de participación, que rondó el 34%, decayendo sensiblemente en relación a las elecciones presidenciales del 2012. Esa menor participación, típica de las elecciones de medio término, afectó especialmente al partido del Presidente, ya que los sectores que menos participaron, como las minorías raciales, los jóvenes y los más pobres, suelen votar a ese partido.
El nuevo congreso y la política exterior
El resultado electoral no hace prever demasiados cambios en la política norteamericana hacia la región en general y hacia nuestro país en particular. Ello porque, al igual que en nuestro sistema, el manejo de las relaciones exteriores reside en el Poder Ejecutivo, que continúa en manos de Obama.
Esto no significa que el resultado sea irrelevante: en lo que respecta a la región, un Congreso Republicano supone un marco más favorable para el avance de los tratados de libre comercio entre Estados Unidos y diversos países latinoamericanos. También supone que, de concretarse la reforma migratoria que Obama impulsa, ésta debería tomar en cuenta las demandas de los republicanos, es decir, que sería más dura para los inmigrantes; ello a menos que Obama realice la reforma por decreto.
En cuanto a nuestro país, es improbable que haya cambios importantes en los principales temas de la agenda bilateral. Respecto al litigio con los fondos buitre, podría esperarse, si cabe, una mayor obstrucción de medidas favorables a la Argentina por parte del Congreso, ya que los republicanos tienen una relación aún más cercana con el poder financiero que el partido demócrata. Aún más, debe recordarse que varios de los más importantes fondos buitre – entre ellos los que han demandado a la Argentina, como NML, presidido por Paul Singer- son fuertes financistas de ese partido. En un plano menor, es probable también que el pliego de Noah Mamet, propuesto por Obama como como embajador en Argentina, fracase definitivamente y que en su lugar se nombre a alguien más cercano a los republicanos.
En suma, al tiempo que la elección implica el avance de los sectores más conservadores de la política norteamericana, es improbable que ello genere grandes cambios en la postura de su gobierno frente a la Argentina, aunque sí mayores niveles de ataque discursivo desde el Congreso de ese país.
Tomas Mugica
Instituto Gestar