8 de agosto de 2017
Instituto Gestar

La invasión de los chetos

En general el cheto es un bruto y por ello su comportamiento es brutal a la vez que predecible. El mejor equipo de los últimos cincuenta años está plagado de esta especie.

Probablemente a causa de la banalidad en que fue criada esta especie silvestre gusta de usar algunos eslogan frugales y vacíos al estilo “vamos a cambiar” o “se puede”, sin que nunca quede claro que es lo que vinieron a cambiar ni mucho menos que es lo que se puede. Adoran la nebulosa conceptual pues si tuvieran que ahondar en alguna de estas ideas se irían a pique por su escasa formación que a la hora de los bifes no les permite más que un incomprensible balbuceo.

Tal vez por ello, el jefe de la campaña del gobierno, Durán Barba, impuso que los candidatos no hablen de economía, sociedad, cultura ni de nada que implique algún tipo de esfuerzo intelectual para explicar las medidas que toma el gobierno, por miedo a que caigan en el ridículo o peor, por temor a que sea explícita su intención de profundizar el ajuste que tienen planeado de salir airosos en las elecciones de octubre.

Esta especie está catalogada desde el inicio mismo de la historia de nuestra Patria. Perón decía que había visto malos que se volvían buenos pero que nunca tuvo la fortuna de ver que un bruto se convirtiera en inteligente.

Tenemos a mano varios ejemplos. Comencemos por quien se presenta como candidato oficialista a senador nacional en la provincia de Buenos Aires, el ex ministro de educación, Esteban Bullrich.

Hace pocos días, frente a un grupo de jóvenes que lo escuchaban atónitos los arengó induciéndolos a salir a comunicar el enorme corazón que poseen -sin que quedara claro a quién o para qué- anoticiándolos de paso que no tiene un latido sino un cantito que dice: “Sí, se puede”. Noten el cumplimiento a rajatabla de las órdenes del gurú ecuatoriano: no se refirió a nada concreto que tenga que ver con las vicisitudes cotidianas que padecen los habitantes de la provincia, apeló a frases emotivas (100que sean de cuarta ya no es culpa de Durán Barba) y de paso intentó adoctrinar a estos jóvenes volviéndolos adherentes involuntarios de su facción política.

Bullrich y el tun tun del corazón.

En el coloquio de IDEA el año pasado comenzó diciendo que estaba ahí no como ministro de educación sino como gerente de recursos humanos y le pareció ingenioso elaborar una fábula de la gallinita y el cerdo que fue la delicia de los argentinos por unas semanas. Aunque parezca bizarro, esa fue su carta de presentación ante los representantes de los grandes grupos económicos. Nada de ser un funcionario preocupado por elaborar políticas educativas inclusivas o de discutir abiertamente con los actores sociales que tipo de educación conviene al país en las próximas décadas; de lo que se trata es de ser un jefe de personal, tal vez por eso, hasta hace unos días en que dejó de ser ministro, bastardeaba a los docentes y los tenía con sueldos de hambre que los coloca por debajo de línea de la pobreza.

Escucha al jefe de recursos humanos del Ministerio de Educación.

Pero nos falta la perlita del año, en otro insólito discurso de campaña que demuestra la pobreza intelectual y espiritual del cheto -perdón, candidato- en cuestión,sostuvo que la escuela debe servir para dos cosas: para que los niños aprendan a generar empleos y también para crear argentinos y argentinas que sean capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla, entender que no saber lo que viene es un valor. O sea, tenemos argentinos de primera, los que tienen la fortuna por origen de contar con los medios para acceder a una buena educación, recursos y contactos que en el futuro les permitirá ser empresarios, profesionales o comerciantes exitosos y que van a crear empleo para el resto y argentinos de segunda que en el mejor de los casos solo podrán pedir trabajo y sino acostumbrarse con vivir sin horizonte, sin futuro, pero eso sí, con la adrenalina que significa no saber si cada día podrán llevar la comida a la mesa de su familia. Y lo mejor, no perdamos de vista que esta precariedad está buena.

Mira este video y aprende cómo vivir en la incertidumbre de no saber lo que vendrá.

Deben ser los gorilas

Con tanto gorila suelto es inexplicable que el negocio de la banana esté en quiebra. A diario, funcionarios del gobierno nacional y de la provincia de Buenos Aires, inundan los medios gráficos, radiales y televisivos con mentiras en un vano intento por tapar el sol con la mano. Así nos dicen que el empleo crece, que la economía repunta, que el salario le gana por goleada a la inflación, que el consumo se repone, que la disparada del dólar no hace aumentar los precios de los alimentos, sin importar que la realidad vaya por otro andarivel. Parecen cultores de la vieja idea autoritaria de que una mentira repetida mil veces se transforma en una verdad.

Hace unos días un diputado neuquino del PRO con el objetivo de justificar un posible aumento de la edad jubilatoria tuvo una simpática idea, tomar a los argentinos por boludos y muy orondo dijo que los seres humanos nacidos en este siglo vivirían 200 años y se preguntó hasta que edad deberían trabajar. Algunos suspicaces dicen que su fuente es la revista Muy Interesante.

 

Mira este video y entérate de una primicia mundial: los seres humanos pronto van a vivir 200 años.

Otro reconocido espécimen, Rodríguez Larreta, se enredó estos días poniendo un ejemplo donde el homo sapiens aparece peleando contra los dinosaurios y venciéndolos cuando se asocian y forman una comunidad, versión prehistórica del eslogan del PRO “vamos todos juntos”, sin reparar en el detalle de que estos bichos se extinguieron mucho antes de que el hombre se parara en dos patas.

Semejante ignorancia es anecdótica, pero nos sirve de ejemplo para observar como versean impunemente, inventan y mienten. Lo mismo hacen con la realidad, la deforman hasta volverla irreconocible, tratando de ocultar no solo los estragos que están provocando en la vida de la mayoría del pueblo sino enmascarando también sus intenciones de gobierno, que por lo hasta aquí visto, consisten en seguir ajustándole el cinturón a los sectores populares para continuar transfiriendo riqueza a un pequeño sector representado por los grupos económicos concentrados. La pregunta del millón es cuanto resiste la gente este despojo descarado, cuanto soportarán los hombres y mujeres argentinas este escandaloso ritmo de apropiación de la renta producida por el conjunto de la sociedad y que por lo tanto debería distribuirse entre todos los miembros de nuestra comunidad.

Pero no nos confundamos, que sean brutos no significa que carezcan de ideología. De hecho, la tienen, son neoliberales. Cultivan sin embargo ideas decimonónicas, tan antiguas como sus mentes elitistas. A diferencia de lo que ocurre en los países desarrollados que constantemente nos ponen como ejemplo, no conciben sociedades integradas y justas, no toleran la idea de repartir la renta de manera racional y equilibrada, mucho menos comprenden la importancia de construir una nación libre y autónoma. Por el contrario, sus ambiciones los llevan a ser depredadores y verdugos de sus semejantes y por ello su ideal se basa en una falsa meritocracia y en una inexistente igualdad de oportunidades que por casualidad siempre los beneficia a ellos. Todo obstáculo que se interponga en su camino de maximizar ganancias debe ser removido. Para ello acuden a viejas prácticas de la derecha argentina basadas en la descalificación del otro. Así cualquiera que ose discutirles o que confronte con sus políticas pasan a ser populistas, peronistas anacrónicos o zurdos según convenga en la coyuntura.

Con estas características se van conformando sus personalidades y con el tiempo pierden todo atisbo de sensibilidad, al punto que en muchos casos se transforman en hombres de hierro como reza una vieja canción de León Gieco.

Toman decisiones que benefician a sus mandantes y a su clase social en desmedro de las mayorías populares, emiten frías justificaciones de las medidas antipopulares que toman y cuando surge alguna resistencia la aplacan a palazos.

Por tanto, no debemos sorprendernos de que sean impiadosos e implacables a la hora de gobernar y que más que sangre tengan en las venas jugo de tomate frío.

 

Jugo de tomate frío, por Manal.
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