En aquella época, Estados Unidos tenía como objetivo político en América del Sur, reemplazar a Inglaterra como potencia hegemónica. Y la Argentina era un país clave, por la extensión de su territorio, su posición geopolítica y por la cantidad y diversidad de sus recursos naturales.
Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, tanto Inglaterra y como Estados Unidos, que no ingresará en la misma hasta 1941, presionan políticamente a la Argentina para que declare la guerra a Alemania. El gobierno conservador de Ortiz-Castillo, proclama su neutralidad fundándose en las declaraciones de La Haya de 1899 y 1907, suscriptas por nuestro país.
En 1943, con la caída del gobierno de Castillo, la Revolución iniciada el 4 de junio de ese año, mantiene en principio la misma neutralidad, hasta que el presidente Ramírez cediendo a la presión de Estados Unidos, rompe relaciones diplomáticas con el Eje, es decir con Alemania, Italia y Japón, pero se niega a declararles la guerra.
Disconformes con esta díscola actitud, los aliados redoblan su presión e inician una campaña de difamación del gobierno argentino, al que acusan de ser un régimen nazi-fascista.
Unos meses más tarde, Estados Unidos retira a su embajador Norman Armour, en junio de 1944.
El 19 de julio de ese año, el Comité de Emergencia para la Defensa Política del Continente, organismo que responde a los intereses de Washington, decide presionar a todos los países miembros para que declaren la guerra a Alemania. Argentina se retira del Comité emitiendo una declaración donde dice: “Nuestro país no aceptará medida alguna que parezca dictada desde el exterior”.
En agosto, el gobierno norteamericano presiona a Inglaterra y al primer ministro inglés Winston Churchill para que también retire a su embajador en la Argentina. A fines del mismo mes, Estados Unidos da otra vuelta de tuerca y produce una declaración que lleva por título “No reconocimiento de Argentina”.
Farrell reacciona y retira al embajador argentino en Washington.
Estados Unidos, en una escalada que parece no tener fin, declara un bloqueo comercial contra la Argentina, el congelamiento de sus fondos en bancos norteamericanos y la prohibición a cualquier buque de su bandera de tocar cualquier puerto argentino.
Estados Unidos continúa presionando al gobierno argentino y a varios países latinoamericanos para que procedan en línea con sus intereses. Argentina mantiene firme su posición hasta que en febrero de 1945, tres meses antes de la rendición de Alemania, una misión diplomática yanqui visita nuestro país. Su finalidad era obtener una declaración de guerra a Alemania, a cambio del restablecimiento pleno de las relaciones del país del norte y de los gobiernos latinoamericanos con nuestro país.
Lo cierto es que, una vez que Estados Unidos comprueba que el gobierno de Farrell es lo suficientemente sólido y que va a cumplir sus metas políticas, se decide a enviar la misión.
Finalmente, el 27 de marzo de 1945 la Argentina declara la guerra a Alemania y a Japón y días después Estados Unidos e Inglaterra restablecen el nivel normal de relaciones con nuestro país. ¿Qué había pasado?
Hay dos razones por las cuales el gobierno argentino toma esa decisión. La primera tiene que ver con la necesidad de comprar armamento de última generación que está por ser desactivado, ya que es inminente la finalización de la guerra mundial. Muchos militares argentinos, entre los cuales se contaba Perón creían posible una Tercera Guerra Mundial entre los dos bloques políticos ideológicos triunfantes en la guerra, esto es la Unión Soviética y los Estados Unidos. Ante tal eventualidad, consideraban necesario armarse.
La segunda razón está en boca de Perón y su testimonio es insoslayable. Acá la reproducimos:
Inmediatamente después de esta decisión argentina, el gobierno norteamericano envía lo que se va a conocer como la misión Warren, a fin de llegar a acuerdos comerciales y de defensa (100venta de material bélico a nuestro país). El acuerdo llega rápido en ambos terrenos y la misión Warren retorna a su país.
En ese breve tiempo y para descomprimir la situación política, el 22 de abril de 1945 Perón emite una declaración en la que afirma que “no alentaba ambiciones presidenciales”. Estaba claro que la acción de Perón se había granjeado la enemistad de los países centrales, especialmente de Estados Unidos, y también de la oligarquía argentina, razón por la cual era conveniente emitir alguna “señal”.
Regresada a Estados Unidos la misión Warren, todo debió suceder en arreglo a lo acordado, pero un hecho inesperado cambió el escenario. Falleció el presidente Roosevelt, lo cual congeló en forma inmediata todos los compromisos contraídos.
Transcribimos el testimonio de Perón sobre esta situación: “Después de todas las promesas que nos habían hecho, se produjo una ‘impasse’ y finalmente no cumplieron ninguna de ellas. No vino nadie de los que debieron venir a hablar y llevar a término lo acordado, ni se avanzó un paso. Todo se paralizó y en su lugar vino el nuevo embajador de EE.UU (100…) A los pocos días se producían las renuncias de varios componentes de la misión Warren venida a Buenos Aires”.
El nuevo embajador estadounidense fue Spruille Braden, quien pasará a la historia como el conductor de toda la oposición a Perón y como la expresión de la descarada intervención de Estados Unidos en la política argentina.
Pero, en lugar de convertirse en una amenaza para el avance de Perón, de su movimiento en formación y del pueblo en general, la abierta intervención norteamericana, le sirvió a Perón para mostrar con claridad y blanco sobre negro quién era quién.
Previo a su viaje, el 29 de abril, Braden declara: “No vamos a permitir un brote nazi-fascista en el continente”, dejando perfectamente claro para que venía a la Argentina.
Finalmente, el 9 de mayo de 1945 llega al país.
Todo indicaba que Estados Unidos no creía que el gobierno argentino tuviera una orientación nazi. Sus verdaderas preocupaciones eran, por un lado que Argentina no reconocía su liderazgo y fundamentalmente el mal ejemplo que significaba para el resto de los países de la región el arrollador avance de la legislación social que se estaba implantando en nuestro país. Estas eran las verdaderas preocupaciones y la supuesta política nazi-fascista del gobierno, fue solo un burdo pretexto que escondía el verdadero problema. Había que descalificar a Perón para derrumbar su política. Ese era el meollo de la cuestión.
Una de las primeras acciones de Braden fue recomendar a su gobierno suspender el envío de armas a la Argentina y en declaraciones a los medios expresa que llegaba a nuestro país con ansías de “democratizar” nuestro sistema político. Se pone al frente de la oposición a Perón. Su estilo era bravucón y desembozado. Habla sin vueltas y actúa como gobernador de su país en el nuestro. Afirma públicamente lo que los argentinos debemos hacer de acuerdo con los intereses norteamericanos. Lo inexplicable será que muchos argentinos y casi todos los partidos políticos lo seguirán.
Como ya dijimos, Braden, ni bien acaba de arribar se pone al frente de la oposición a Perón. Recorre en simuladas reuniones sociales, que en rigor son actos políticos, todo el arco económico, financiero y político que mira a Perón con incipiente odio por las normas de justicia social que implementa y al embajador yanqui, como una especie de salvador que viene a poner la casa en orden y a ayudarlos a expulsar a este coronel que vino a poner el país al borde del caos y la anarquía. Tal era el pensamiento del andamiaje político y económico liberal de derecha y de izquierda.
Sucesivamente se reúne con la Sociedad Rural Argentina, con la Unión Industrial, con la Cámara de Comercio, con varios ministros del último gobierno conservador de Castillo, con dirigentes de los partidos políticos y con dirigentes estudiantiles y a diario, toma contacto con la prensa “seria”, que, por supuesto, juega en contra de Perón.
El coro cipayo oligárquico acompaña a Braden y comienza a producir declaraciones.
El 15 de junio de 1945 la Industria y el Comercio, con la firma de 319 de sus integrantes declara: “El gobierno persigue e intensifica una política económica y comercial cuyas consecuencias peligrosas para el futuro de la Nación, nos hemos esforzado en demostrar y se nos hace un deber denunciar”.
Perón responde: “Sepa el mundo que somos un país manso y laborioso, pero orgulloso y altivo. Enarbolaremos nuestra dignidad frente a la prepotencia, a la gula inagotable de los imperios de turno y a sus personeros. Solo así evitaremos que nuestros sufridos trabajadores, sigan siendo bestias de carga azotadas por la miseria. Solo así evitaremos que se siga esquilmando el patrimonio que pertenece a mil generaciones de argentinos”, y agrega en otra declaración: “Estas fuerzas que se oponen a nuestra política de Justicia Social, han representado dentro del país la eterna oligarquía económica que ha manejado a la oligarquía política”.
“¿Cómo lo iba a dejar de aprovechar? Era un individuo temperamental. Un búfalo. Yo lo hacía enojar, y cuando se enojaba ¡atropellaba las paredes! …, que era lo que yo quería, porque entonces perdía toda ponderación”.
Testimonio de Juan Domingo Perón refiriéndose a Braden.
La situación se polariza: de un lado Perón, del otro Braden conduciendo a la oposición. Pero la brutalidad y la estupidez sin límites de los opositores a Perón, no repara en que, precisamente la figura de un embajador de Estados Unidos, lo único que hace es encender aún más las llamas del sentir nacional y la sed de justicia ante tanta miseria y humillación. Todo comienza a favorecer a Perón. Pero aún faltaban batallas importantes, decisivas y momentos de gravedad e incertidumbre antes del 17 de octubre de 1945.
A esta altura del año 1945 y con la llegada de Braden al país, empieza a tomar forma lo que en breve será la Unión Democrática, es decir la coalición de partidos opositores a Perón. La oposición creó la Junta de Coordinación Democrática que reunió a diversos sectores: comunistas, socialistas, radicales y conservadores.
El eje de la misma será la Unión Cívica Radical, por ser el partido de más peso electoral. Un dirigente de este partido José P. Tamborini, a fines de junio en una convención radical expresa refiriéndose a Perón: “Ese agitador de masas debe ser detenido”. Increíble declaración de un dirigente de un partido con raíces populares, pero que ya hace tiempo ha abandonado gran parte de ellas y opina de Perón, tal cual lo podría hacer el más rancio oligarca, al que la acción de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión le parece una verdadera tragedia. No es un conservador oligarca pero sin embargo habla como tal.
Perón le responde pocos días después en un acto del sindicato de trabajadores de seguros: “Se me ha llamado agitador de las masas argentinas. Yo no rechazo el título, y si algún día, por necesidades de la justicia o del país, hubiera de ser un verdadero agitador de las masas trabajadoras, no titubearé un segundo en ponerme a su frente”.
El presidente Farrell anuncia el 6 de julio, en ocasión de la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas que: “antes de finalizar el año se convocará al pueblo a elegir autoridades. No estamos fabricando sucesiones. He de hacer todo cuanto esté a mi alcance para asegurar elecciones completamente libres y que ocupe la primera magistratura el que el pueblo elija. Repito ¡el que el pueblo elija!”.
La situación es cada vez más tensa. El pueblo trabajador sale a apoyar a Perón, del mismo modo que la oligarquía y los liberales en sus versiones de derecha y de izquierda, hacen de coro a Braden.
El 12 de julio de 1945, la C.G.T., realiza un acto multitudinario en Florida y Diagonal Norte que sobrepasa largamente las 250.000 personas. Es en apoyo a Perón, quien es atacado, cada vez más virulentamente, por la oposición al gobierno, que en realidad, repudia las realizaciones que se están produciendo en materia social. Esto llega al extremo de que, las entidades patronales piden la anulación lisa y llana de todas las normas laborales y sociales implementadas desde 1943.
El acto de la C.G.T. es histórico, por el número de concurrentes y porque por primera vez, de manera masiva se entona una consigna que refleja claramente el perfil político e ideológico del movimiento que se está gestando: Ni bolches, ni fascistas, peronistas.
Además de los seguidores de Perón y los partidos de oposición que conforman la Unión Democrática, otro factor político interviene en esta pulseada: los sectores militares que pugnan por desplazar a Perón.
De este modo y luego de un reclamo concreto de 10 almirantes donde se pedían elecciones inmediatas y en el que se exigía virtualmente que ningún miembro de gobierno realizase campaña política, el día 28 de julio, el presidente Farrell convoca a una reunión de altos mandos a la que concurren 28 generales y 11 almirantes. Después de varias horas de deliberación, no se llega a ningún acuerdo. En otras palabras, las posiciones de estos sectores militares habían quedado expuestas y no eran precisamente favorables a Perón.
Las cartas empiezan a echarse en forma definitiva y el ingreso de la situación política en el mes de agosto, significará entrar en la recta final hacia el 17 de octubre de 1945, el día en que la Argentina cambió para siempre.