Resulta cautivante comprender cómo fue que esa beba, de origen humilde y pocas oportunidades a la vista de la sociedad de esos años, se constituía en la mujer más trascendental de la historia política argentina, en el ícono inspirador de tantas generaciones y de tantos peronistas que, por tenerla en nuestra historia, hemos adquirido el volumen épico, revolucionario, emocional y afectivo del que carecen aquellos hombres y mujeres de todos los otros partidos políticos argentinos.
Como artífice de su propio destino María Eva construye una identidad a partir de sus orígenes. Su infancia la marca para siempre y a partir de ello cimenta un fuerte carácter, identificando en lo político un sujeto social por el cual dará la vida de manera temprana, EL PUEBLO.
Como todos sabemos, Eva conoce al General durante las jornadas organizadas por un grupo de artistas para canalizar la acción solidaria, en colaboración con los damnificados del trágico terremoto de San Juan. Allí es donde ellos se enamoran y luego contraen matrimonio.
Pero a pesar de que ésta es una maravillosa historia de amor, la verdadera trama romántica con la que nos emocionamos los militantes es cuando irrumpe en la historia; EVITA. Protagonista de aquella semana de octubre de 1945 cuando -junto a su Pueblo- luchó por recuperar la libertad de Juan. Eva es artífice de este momento y con él se encuentra frente a un hecho fundacional para su vida donde comienza a ver en la política una herramienta para transformar la realidad del Pueblo, el mismo Pueblo al que ella pertenece y de donde vino para instalarse en los corazones de los más humildes. Ese Pueblo que la consagró EVITA.
Recordemos sus palabras: “Yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la Patria muerta o viva. Para no dejar de pie un solo ladrillo que no sea Peronista”
María Eva, luego Eva y para siempre Evita, asume un rol político junto a Perón tomando conciencia plena de la función táctica que debe llevar adelante, mientras que Juan Perón despliega la estrategia. Ella fue el brazo ejecutor de la política de Justicia Social del Gral. Perón, quien supo decir: «Mientras yo construía la casa grande que iba a albergar a todos los argentinos, ella se preocupaba por abrigar a los que todavía estaban afuera»
Las conquistas sociales son su verdadera fuerza revolucionaria pero no olvidemos que terminó de una vez y para siempre con la imagen pasiva de la mujer y lo hizo desde el lugar de Primera Dama, demostrando -no solo que la pasividad no es sinónimo de virtud- sino que ese puesto de lucha debe ser una extensión de la obra política del Gobierno.
“…que de mi se diga -cuando se escriba el capítulo maravilloso que la historia dedicará seguramente a Perón- que hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevar al presidente las esperanzas del pueblo y que a esa mujer, el pueblo la llamaba cariñosamente: Evita. Eso es lo que yo quiero ser…”
Evita tal vez fue mas allá de lo previsto e incomodó a los hombres que no podían tolerar que una mujer consolidara su imagen por merito propio y a la vez porque consideraban que la política social era sinónimo de dadiva, que quienes “otorgaban” eran los únicos dignos y demostraban serlo mediante la beneficencia. Ella dejó en claro que la dignidad es inherente al ser humano y que lo único indigno es que hubiese argentinos con hambre.
A veces me gusta recordarla con las palabras del poeta:
“…María Eva nació en Los Toldos, Evita en nuestro corazón. María Eva se fue en invierno, Evita no.”
Martin Valli