Era septiembre del 98 cuando con tres amigos nos alistamos para conocer la Patagonia con carpa y mochila. Las vueltas del viaje nos depositaron en Río Gallegos y la inquietud militante nos llevó a conocer la casa de gobierno.
Era tan grande la impertinencia y desfachatez que nos animamos a preguntar por el Gobernador que a decir verdad casi no conocíamos. Con mucha simpleza, la compañera que estaba en la recepción hizo un llamado y los sorprendió respondiendo: “por favor aguarden, el Gobernador los va a recibir”.
Así cuatro individuos, mal vestidos y peor aseados, entraban a su despacho y dialogaban con él por 20 minutos. No logro encontrar las palabras para expresar la energía con la salimos de ahí. Sin saberlo, recibíamos una muestra de lo que haría más tarde con toda la juventud argentina.
Como figura, Néstor demostró en pequeñas anécdotas como esta y en los grandes acontecimientos de los que fue protagonista, que los hombres no son de bronce. Su calidez, su espontaneidad, el trato que dio a propios y ajenos ayudó a construir un semblante único de nuestra iconografía. El hombre común, el que camina el territorio, el que le habló a los jóvenes, a las mujeres, a los trabajadores, con la familiaridad del que reconoce el sentir, el deseo y la necesidad del otro. El hombre común que se equivoca y tiene la capacidad de reinventarse; que puede emocionarse públicamente, que puede indignarse; que demuestra que la conducción política es un arte que se rige por principios, pero no se aprende en las escuelas.
Muchas de estas características fueron, por supuesto, las que más rechazo provocaban entre sus adversarios. Le pedían mesura, que se peine, que se abroche el saco… no es difícil identificar el matiz ideológico de estos reclamos, aparentemente protocolares. Había que mover estructuras, había que descartar viejas prácticas, viejas recetas. Había que extender el terreno de lo posible.
Néstor dejó en claro que no hay posibilidad de construir un modelo de desarrollo productivo con inclusión social si no hay un modelo de soberanía nacional. El proceso de desendeudamiento y alejamiento de las recetas del Fondo Monetario Internacional posibilitaron que la política la definiera el Presidente en la Casa de Gobierno, que se discutiera democráticamente en el Congreso y que la apoyara el pueblo movilizado.
Parecía extraterrestre, pero era humano.
Martín Valli
Instituto Gestar