Nos encontramos en la mitad exacta del ya famoso “segundo semestre”. El mes de septiembre cerró con una noticia relevante para la coyuntura (100y la estructura) social y económica nacional: el INDEC publicó el índice de pobreza basado en la EPH sobre 31 aglomerados urbanos a nivel nacional, el resultado que arroja para el segundo trimestre del año es que un 32,2% de la población argentina se encuentra bajo la línea de pobreza y que un 6,3% vive en situación de indigencia. Inmediatamente comenzaron los debates, discusiones, descalificaciones, entre otras actitudes, entre especialistas, ex funcionarios, mediáticos, ministros, entre otros tantos.
Pero más allá del índice en sí, que se complementa negativamente con muchos otros como la caída de la actividad industrial (100-5,7% en agosto con respecto al mismo mes del año 2015 según EMI del INDEC), la caída de las ventas minoristas (100-7,7% en septiembre según CAME) o incluso las proyecciones del FMI (100caída del 1,8% por ciento para 2016, aclarando que el ajuste del gobierno de Mauricio Macri tiene en realidad "un costo mayor al previsto"); lo que aparece de fondo es una verdad objetiva e ineludible, una situación de malestar social y económico en escalada que no encuentra respuesta por parte del gobierno de Cambiemos.
En este contexto, vuelven a tomar protagonismo las organizaciones sociales, otra vez en las calles para protestar contra el ajuste y el desempleo y para pedir nuevamente por paz, pan y trabajo. Octubre mismo se inaugura con un hecho no menor, el miércoles pasado una serie de organizaciones realizaron una jornada de protesta que incluyó la instalación de cientos de ollas populares en todo el país. Los pedidos concretos fueron la aprobación del proyecto de ley de Emergencia Social, un salario social complementario y la creación de un millón de puestos de trabajo, que son solo una muestra de los reclamos que las organizaciones tuvieron que comenzar a realizar a solo unos meses de asumido el nuevo gobierno.
Muchas de las organizaciones sociales que hoy tienen un nivel considerable de representatividad, se formaron o fortalecieron entre los años 2000 y 2002. A partir de 2003, formaron parte del proceso de recuperación nacional impulsado por el peronismo bajo la conducción de Néstor Kirchner. Durante este periodo, muchas de las organizaciones tuvieron una participación central en programas impulsados desde el Estado, dedicándose a la ayuda social y la gestión de recursos para los barrios y los sectores más humildes. La actualidad es otra y vuelven a estar en el centro de la escena. Es preciso, entonces, destacar una serie de elementos que las caracterizan y marcan su posicionamiento frente al escenario actual.
Levantan como bandera la imagen del papa Francisco. La marcha de agosto por San Cayetano fue un importante punto de encuentro. Por primera vez, con la bendición de numerosos sacerdotes, la fila de suplicantes que acude al santuario de Liniers se transformó en una movilización a la Casa de Gobierno. En esa ocasión, Esteban Castro, líder de la CTEP (100Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) señalaba: “Somos tres las organizaciones convocantes. Las tres tenemos características similares: estamos compuestas por trabajadores que el sistema va dejando afuera del trabajo y de la producción, del trabajo formal y con derechos. La marcha será histórica y va a dejar una huella para que sigan peleando otros compañeros”. Pero, si bien reivindican la figura del Papa, no lo hacen de un modo utilitarista y demagógico. El propio Francisco intenta desmarcarse de cualquier líder social en particular, y según declaraciones recientes del Cardenal Mario Poli no tiene representantes fuera de la Iglesia.
Más allá de que mantienen numerosos vínculos políticos e institucionales con distintas tendencias ideológicas, la mayoría de las organizaciones intentan prescindir de una identificación partidaria estricta, por ejemplo la CTEP. Es decir, las relaciones son más flexibles o se encuentran en un proceso de transición política, particularmente en la relación de muchas de ellas con el kirchnerismo duro (100por ejemplo, el Movimiento Evita). Algunas fueron aliadas (100por ejemplo Barrios de Pie – MBP – hasta el 2008) y otras mantienen una postura intransigente (100por ejemplo, la Corriente Clasista y Combativa – CCC).
Hay una percepción común entre las organizaciones, los gremios e instituciones sociales sobre la figura de Mauricio Macri, por su origen y por su odioso doble discurso, lleno de impertinencias y hecho a base de frases cínicas y prefabricadas. Se trata de un presidente millonario e insensible a los problemas y necesidades de los trabajadores y los sectores más vulnerables. En este sentido, hay un hecho notable que merece ser destacado: la reunión de los principales referentes de las organizaciones sociales con los representantes de la CGT unificada. Más allá de las diferencias que los separan, por ejemplo en la opinión sobre un eventual bono de fin de año que las organizaciones consideran insuficiente, se trata del diálogo entre los representantes de los trabajadores en blanco y los referentes de los desocupados. Tras la reunión, Fernando “Chino” Navarro señalaba: “Fue una reunión histórica. Siempre existió cierta tensión entre los que trabajan blanqueados y los que no, que era consecuencia de la incomprensión del trabajador de la economía popular respecto del trabajador sindicalizado y viceversa. Lo que se intenta con este tipo de reuniones es integrar a los trabajadores y evitar estos cruces”.
Más allá de que la crisis sigue en escalada, el lenguaje y las acciones de los referentes de las organizaciones no son agresivos. En realidad, es más bien justo y objetivo ante la situación socioeconómica nacional. Además, varios de los referentes mantienen un canal de diálogo con los responsables de la política social oficialista (100Stanley, María Eugenia Vidal, Jorge Triaca y demás), pero ante la notable sordera de los funcionarios de Cambiemos no se han obtenido hasta el momento resultados categóricos.
Una última observación tiene que ver con las últimas declaraciones de una verdadera rara avis entre los referentes sociales. Se trata de Margarita Barrientos, quien preside la Fundación que lleva su nombre y que es más conocida como “Los Piletones”. Esta organización está alineada con el espacio del PRO desde el año 2007, e incluso el mismo presidente Macri dona una buena parte de su sueldo a la organización. Sin embargo, ante la evidencia demasiado evidente de la realidad y al ser consultada sobre si creía que en los meses de gestión de Mauricio Macri había aumentado la pobreza, la dirigente social respondió: "Se puede decir sí, por muchas obras que se cerraron, al no haber trabajo la pobreza se agudiza peor. Esto pide urgentemente una reacción del gobierno y de mucha gente que está a su alrededor". En realidad, este fueguito amigo comenzó algunos meses antes, en una aparición mediática de Barrientos en el programa de Mirta Legrand, allí contó: “Vamos a pedir la tarifa social, nos vino bastante de luz: $11.000. Usamos mucha electricidad porque no tenemos gas natural. En el comedor hay siete salitas y dos son para bebés”. Un verdadero sinceramiento.
Con el gobierno del PRO se detiene un proceso por el cual los argentinos emprendimos un camino para comenzar a saldar las deudas sociales y culturales que existen con muchas familias y en distintos territorios de nuestro país. El primer peronismo es el antecedente más importante en materia de derechos sociales, representados en la enorme figura de Evita Perón. Los últimos años, sobre todo a partir de las políticas impulsadas desde la ANSES, han significado la recuperación de aquellos principios. El presente es otro y puede resumirse en una sencilla hipótesis de partida: el presidente Macri gobierna de manera ineficiente y para pocos. En los últimos meses se han profundizado el hambre y la desocupación, se ha incrementado la pobreza y deteriorado el poder adquisitivo de los trabajadores. Las organizaciones sociales no esperan, no pueden, y están otra vez, nuevamente, en el ojo de la tormenta.
Por Alejandro Olivera