– Periodista 1: ¿Qué fue? ¿Una persona desesperada que quiso cruzar sin saber nadar? ¿Alguien que fue empujado? ¿Le pegaron un piedrazo, un palazo, un balazo, una puñalada? Bueno, eso se sabe, y la mayor garantía que tenemos es el cuerpo (100Equipo) Argentino de Antropología Forense, que trabajó en la Guerra de los Balcanes, en las fosas comunes de México y en la dictadura militar argentina.
– Periodista 2: Ahora, esto que plantea Lilita de la temperatura del agua, que también le consultábamos a Rodrigo Saliva. Aquí, las temperaturas bajas favorecen la conservación del cuerpo. Digamos, los forenses, de alguna manera…
– Diputada (100interrumpiendo): Es como Walt Disney (100ríe e inmediatamente mira a su compañero de mesa, que le esquiva la mirada).
– Periodista 2 (100continúa, automático): Claro, digamos, los forenses pueden encontrar más pruebas.
La criogenización de Walt Disney forma parte de las leyendas urbanas más conocidas por la cultura popular; por el contrario, y aunque cueste creerlo, este breve fragmento corresponde a la realidad, impuesta por el cuerpo muerto de Santiago Maldonado. Sucedió la noche del martes 17 de Octubre de 2017 en el programa televisivo “Los Leuco”, que se emite por el Canal Todo Noticias (100TN). La diputada es Elisa Carrió, su compañero de mesa es el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Quizás esta pequeña y siniestra anécdota mediática, en la cual se advierte una sorprendente falta de educación y de respeto por valores humanitarios elementales de la vida en democracia, es la muestra de una nueva tendencia que el Estado instala a través de su discurso y de sus prácticas, y por la cual fomenta actitudes de indiferencia y de violencia en una subjetividad social en proceso de cambio permanente.
A continuación, hay un segundo e influyente responsable en esta fábrica de insensibilidades que enciende todas sus calderas ante una seguidilla de graves casos que se vienen produciendo a nivel federal: son los medios de comunicación masiva, que rápidamente digieren las barbaridades que provienen de voceros autorizados de la gestión gubernamental y las reproducen en una catarata de “informativos” que no admiten demasiadas opciones de análisis sobre los contenidos ofrecidos a las audiencias.
La técnica de estos dos actores – funcionarios y medios – es realmente novedosa, han dejado de vender relatos para comenzar a difundir el caos, elaborando pastiches muchas veces falsos (100prestemos especial atención al increíble fenómeno de las llamadas “Fakes News”) o por lo menos sospechosos.
Estos collage mediáticos se originan en la misma incoherencia que se advierte desde los emisores de los mensajes: Gendarmería – dependiente de Seguridad y a cargo de la cuestionada ministra Patricia Bullrich – queda involucrada en la muerte de Maldonado, pero las respuestas -pocas- las da cualquier otro miembro del gabinete; situación similar ocurre en el caso del submarino ARA San Juan, donde el ministro de Defensa, Oscar Aguad, se ha convertido en un verdadero “desaparecido en acción” que sus colegas ministeriales intentan cubrir, entre otros el vocero de la armada Enrique Balbi, la vicepresidenta Gabriela Michetti y, otra vez, Bullrich, que ahora si -aunque no es de su incumbencia- decide dar declaraciones. El resultado de este tipo de irresponsabilidades e impertinencias es la confusión generalizada, con la consecuente dificultad para los receptores de discernir y analizar qué es lo que está sucediendo.
A esta altura surge un interrogante: ¿quién es el último responsable? Y la respuesta se hace demasiado evidente: nosotros mismos, que nos enfrentamos al enorme desafío de sensibilizarnos sinceramente como sociedad frente a todo hecho de violencia y de muerte.
De ninguna manera somos pesimistas al trazar esta descripción, las multitudinarias marchas por Santiago demuestran que estamos juntos y en movimiento, aunque también somos concientes de que nos enfrentamos a una gran maquinaria banal, superficial y maldita que pretende confundir, desmemoriar y neutralizar todo tipo de acción crítica y transformadora. ¿Cómo no sensibilizarnos con la muerte de un joven de 21 años, baleado cobardemente por la espalda, como si nos encontrásemos en la barbarie más indigna? Los argumentos que pretendan darnos algún tipo de explicación -si es posible explicar la muerte- sobre este tipo de sucesos deben parecernos siempre menos relevantes que el derecho mismo a la vida. ¿Acaso la violencia atribuida a un colectivo de personas -esta vez el “enemigo” mapuche, aunque mañana podría ser cualquier otro- legitima, legaliza, en palabras de la propia ministra Bullrich , y por lo tanto, justifica, el ejercicio de la muerte por parte de las fuerzas de seguridad del Estado? Debemos reflexionar profundamente sobre estas cuestiones.
En primer lugar, la indiferencia, sustantivo agradable para un neoliberalismo sofisticado, no puede ser nuestra postura hacia lo que sucede. Este tipo de actitud es en sí misma violenta, como lo fue el silencio que el presidente Macri mantuvo ante el caso Maldonado, al cual, cuando las circunstancias lo obligaron a decir algo, se refirió con alusiones y eufemismos. Es necesario, ante todo, que podamos adoptar una posición clara, crítica y activa frente a este tipo de acontecimientos: cuando la policía entra a una escuela, cuando se cercena la libertad de expresión, cuando se persigue a periodistas de medios alternativos y críticos, cuando se reprime con violencia a docentes, gremialistas, referentes sociales, etc.; debemos hacerlo porque todo ello desvaloriza y pone en peligro, en definitiva, las políticas de Derechos Humanos, conquista que es de toda la sociedad.
Si el irrespetuoso discurso que se va imponiendo y la violencia simbólica y fáctica intentan convertirse en el signo de los tiempos, nuestro ejercicio necesario es buscar siempre respuestas pacíficas y generar espacios políticos de transformación.
Proponemos una actitud contraria a la agresividad que adoptan varios de nuestros gobernantes y los “foros de odio” para los cuales muchos medios disponen un escenario de conflicto donde proliferan insultos y discusiones estériles, arbitradas por trolls endiablados que fogonean una disputa que no traerá soluciones reales a los problemas que enfrentamos los argentinos. Lo deseable y necesario es que volvamos a ser una sociedad cada vez más sensible con respecto a nuestro entorno, que nos informemos, nos interesemos, analicemos, debatamos y evitemos olvidar. En momentos como el actual, la realidad exige que pongamos atentos nuestros sentidos y seamos solidarios, en cuerpo, corazón y mente, ejercitando todos los días un poco nuestra capacidad de sentir moral y éticamente las situaciones de injusticia y desigualdad que afectan a ese otro con el cual vivimos en comunidad.