“Nos dicen que Rawson va a jurar como presidente el día 6 y que ya ha nombrado a dos ministros. En el mando de la Primera División se empiezan a dejar caer los coroneles y a decirme ‘Che Perón… ¿Qué es lo que pasa? ¿Quién le ha traído a ése? ¡Ah, esto no puede ser!’ Y designaron a cinco coroneles para que le exigiéramos la renuncia, y si se resistía, le tiráramos por la ventana. Creo que fuimos designados: Mascaró (100que era el más antiguo y respetábamos mucho su opinión), Anaya, Agüero, Fragueiro y yo. Muy bien, llegamos a la Casa de Gobierno, los cinco coroneles, con el capote (100pues hacía mucho frío) y todos con la pistola 45 debajo del capote. ‘Queremos ver al general Rawson’, dijimos. ¿Para qué? Bueno, ahora vamos a decirle a él para que.’ Entramos en el despacho, cerramos la puerta y nos quedamos parados delante. El sentado en la mesa presidencial ‘¿Qué? ¿A qué vienen ustedes? Hemos venido a que renuncie.’ Así se lo dijimos. ‘Pero ¿Cómo? Sí señor, porque nos llama la atención que usted sea el presidente. Padito Ramírez me ha dicho que sea yo el presidente (100Padito era el sobrenombre con que él lo llamaba a Ramírez). En cualquier caso -añadió-, no tomaré ninguna decisión hasta que no venga Padito. Renuncie antes que venga el general Ramírez, insistimos. ¿Y si me niego? Si se niega, tenemos orden de tirarle por la ventana.’ Entonces él renunció y nosotros nos quedamos en Casa de Gobierno. ¡Era un colado! ¡Un tipo que se había metido de prepotente! Una vez que lo renunciamos, llegó Ramírez. ‘Usted se va a quedar’. Y lo pusimos de presidente.”
Testimonio de Juan D. Perón
La etapa previa a la revolución de junio de 1943 fue una época caracterizada por el fraude electoral, la represión y persecución a los opositores, la proscripción de los partidos políticos, la corrupción a escala inimaginable y la sumisión de la economía al Reino Unido. Los distintos gobiernos que se sucedieron durante la década representaban a los terratenientes y a la burguesía porteña, asociada al capital extranjero. Su último gobernante fue Ramón Castillo, quien fue derrocado por la Revolución de 1943.
Un grupo de cuadros medios del Ejército, integrados en el GOU (100Grupo de Obra de Unificación) comenzaron a reunirse bajo la iniciativa de los tenientes coroneles Miguel A. Montes y Urbano de la Vega, para frenar las aspiraciones presidenciales de Patrón Costas, candidato del presidente Ramón Castillo. La candidatura de este empresario azucarero significaba la continuidad de ese gobierno conservador, fraudulento y entreguista, absolutamente alejado de los intereses del pueblo argentino.
Una vez depuesto Ramón Castillo, pretendió asumir el gobierno el general Rawson, que traicionó la iniciativa del GOU, negociando la composición de su gabinete con la oligarquía que había apoyado al antiguo régimen. Por la presión ejercida por el resto de los integrantes del GOU, debió dejarle su lugar al general Pedro Pablo Ramírez, que era el elegido para ocupar la Presidencia por los militares revolucionarios. De los integrantes del GOU sobresale un oficial del Estado Mayor General, el coronel Juan Domingo Perón, autor de la proclama revolucionaria del 4 de junio.
Uno de los objetivos fundamentales del GOU era establecer una alianza entre el Ejército y los trabajadores. Desde su cargo en el Departamento Nacional del Trabajo, el coronel Juan Domingo Perón organizará a los trabajadores en un movimiento sindical novedoso para que puedan discutir con el gobierno los intereses de la clase trabajadora, hasta entonces relegada.
Su carrera política se ve impulsada por el apoyo de los trabajadores, que comienzan a percibir su compromiso, pues interviene en los conflictos entre las patronales y los sindicatos, promulga nuevas leyes sociales y crea nuevos gremios, logrando organizarlos de manera tal que se constituirán en “la columna vertebral” del movimiento justicialista, que en ese momento estaba naciendo.
La revolución de 1943 no estuvo exenta de luchas internas y como consecuencia de las mismas, el general Ramírez fue depuesto, siendo nombrado el general Edelmiro Farrell, quien a su vez designó a Juan Perón en los cargos de Ministro de Guerra y Vicepresidente de la Nación, que se sumaron al cargo de Secretario de Trabajo y Previsión, que ya ostentaba.Una vez que renunció Rawson, fue designado presidente el general Pedro Pablo Ramírez, quien asumió el cargo el 7 de junio de 1943. Una de las cuestiones a resolver por el nuevo presidente era la intervención o no en la Segunda Guerra Mundial. La conformación del gabinete era, en ese contexto, un asunto delicado. Finalmente se armó un mosaico que representaba las distintas tendencias en juego alcanzándose un inestable equilibrio. Estuvo integrado por partidarios de los aliados como Storni, Santamarina, Galíndez y Anaya; neutralistas como Farrell, Gilbert y Sueyro y el propio presidente Ramírez.
Por su parte la logia política del G.O.U., determinante en los hechos sucedidos el 4 de junio, se consolidaba ocupando un rol central en la conformación de los espacios de poder interno del nuevo gobierno. Sus integrantes pasaron a comandar unidades militares con poder de fuego y mando de tropa, y estar en puestos claves en las cercanías del espacio presidencial.
Mientras se sucedían estos movimientos internos, el pueblo estaba expectante. En principio no había oposición o apoyo explícito pues aún no estaban claros los objetivos y el acceso al poder de los militares mediante un golpe de Estado generaba desconfianza popular. Una de las pocas fuerzas políticas que exhibió un cauto apoyo fue FORJA (100Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina) quien emitió un comunicado en el que dirá que siguen con “serenidad no exenta de esperanza la constitución de las nuevas autoridades nacionales, en cuanto las mismas surgen de un movimiento que derroca al ‘régimen’ y han adquirido compromiso de reparar la disolución moral en que se debatía nuestra política”.
El primer cargo que Juan Domingo Perón acepta en el nuevo gobierno es como Secretario de Guerra, un cargo de poco nivel político. Lo que parecía como un alejamiento del verdadero vórtice del poder obedeció en realidad a una estrategia. Así lo explicó el propio Perón: “A mí no me convenía. Yo sabía que las revoluciones empiezan con esas cositas que se gastan, pavadas, cosas políticas (100…) En los primeros tiempos hay que estar lejos de la zona de fuego (100…) Por otra parte, yo ya tenía la intención de dar a nuestra revolución un fuerte contenido social. No quería que nuestra revolución se limitara a un cambio de nombres en el gobierno y después quedara igual o peor que antes. Había que darle un contenido. Yo por entonces les dejé que empezaran a tropezar unos con otros (100…)”.
El 8 de junio, el general Farell lo designa como secretario del ministerio de guerra, un cargo equivalente a una Secretaría de Estado. Lo acompaña en su gestión el teniente coronel Domingo Mercante, quién será una pieza clave para la gestión social que se avecinaba.
Desde este organismo esencialmente militar, Perón, Mercante y el militante radical Francisco Capozzi, comienzan a tejer una trama de contactos con dirigentes sindicales y comienza a intervenir decididamente en conflictos laborales claramente a favor de los trabajadores.
Ya en sus primeros pasos toma partido decididamente por los obreros, resuelve innumerables conflictos laborales y lentamente se pone al frente de la estructura sindical en procura de su unidad, su reconocimiento, y la creación de un organismo dedicado especialmente a la problemática de la actividad laboral.
En este nuevo contexto, un grupo de jóvenes dirigentes sindicales socialistas enfrentados con la dirección de su Partido, también se pondrán en contacto con Perón. La resultante será su alineación incondicional con el nuevo líder de los trabajadores. Este grupo está encabezado por Ángel Borlenghi, quién será en el futuro uno de los hombres más importantes del Movimiento Peronista.
Esta incesante actividad de Perón comienza a despertar resquemores y odios entre algunos sectores militares oligárquicos y las patronales que no ven con buenos ojos esta intromisión del coronel jugando fuerte en contra de sus intereses.
Las acciones de Perón pronto generan un intento de contrarrevolución para desplazar a Perón y a Farrell del Ministerio de Guerra. La fecha prevista es el 10 de octubre, pero se posterga momentáneamente hasta que Ramírez volviese de una visita a la ciudad de Azul. De todos modos ya es tarde para los complotados. El G.O.U. estaba en antecedentes de la intentona y aborta el contragolpe actuando velozmente: cuando el presidente Ramírez regresaba en tren de Azul, el mismo es detenido en la ciudad de Chascomús a la madrugada. Un grupo de oficiales del G.O.U. despierta e interpela al presidente obligándolo a firmar dos decretos, uno nombrando vicepresidente de la Nación al general Farrell y otro que le aceptaba las renuncias a Santamarina, Anaya y Galíndez, ministros aliadófilos del gabinete que no habían renunciado, pero que se despertarían con esa novedad.
La revolución toma otro rumbo; el presidente Ramírez queda muy condicionado y debilitado, lo que le costará su cargo tiempo después; el G.O.U. sale fortalecido, como consecuencia de su unidad de concepción y con este cambio de la relación interna de fuerzas, Perón podrá poco tiempo después ocupar el Departamento Nacional de Trabajo, trinchera de la naciente revolución justicialista que a poco de andar sería transformado por requerimiento del coronel en Secretaría de Trabajo y Previsión, sin duda alguna la herramienta clave para generar las bases del nuevo movimiento político y social que comenzaba a cocinarse a fuego rápido.