13 de octubre de 2017
Instituto Gestar

Toma forma el movimiento nacional justicialista

Farrell y su gabinete. En la primera fila: Alberto Tessaire, Diego Mason, Juan Perón, Peluffo y Juan Pistarini. Salvo Farrell y Mason, el resto serán hombres de confianza de Perón, que lo acompañaron desde sus primeros pasos y ocuparán importantes cargos durante sus gobiernos.

Habrán observado ustedes que el obrero no va a pedir un aumento de salarios para él, sino para todos los de su gremio. El hombre de la clase media no va pedir nunca para los de su gremio. Va a pedir solamente para él. Es lo que lo ha debilitado y esto no es obra de la clase media sino de nuestro sistema político que ha fincado su fuerza y el manejo de las agrupaciones del país encaminándolas exclusivamente hacia un provecho para un círculo reducido de hombres y no para todos los argentinos”.

Juan Domingo Perón

La acción sobre la dirigencia política “nueva y vieja”

Perón va consolidando su poder actuando sobre múltiples frentes. Se afirma en la interna militar; avanza velozmente sobre el movimiento de trabajadores, metiéndose en su corazón. Es verdad que todavía muchos de los dirigentes sindicales lo miran de reojo, pero dicha aprensión se compensa con la adhesión que despierta en los obreros, que a esta altura no sienten ningún recelo. También avanza sobre el frente político, convenciendo de que lo acompañen a numerosos dirigentes de otros partidos políticos. Dirigentes radicales, socialistas, conservadores comienzan a dar el salto, al tiempo que surgen nuevos cuadros y dirigentes que ven en el horizonte algo nuevo y revolucionario.

Con muchos de ellos, mantiene contactos con anterioridad a su viaje a Europa, desde donde sigue cultivando una relación carteándose periódicamente.

Son los albores de un nuevo movimiento político y social, donde tendrán cabida todas las extracciones previas al peronismo y que luego se convertirán en lo nuevo, lo que está por venir.

Hortensio Quijano, radical de la Junta Renovadora que decide acompañar al naciente movimiento justicialista, llegando a ser vicepresidente en el primer mandato de Perón.

Con los radicales, mantiene reuniones, ya desde 1942, sobre todo con el grupo intransigente cordobés de Amadeo Sabattini. En estas largas reuniones, con dirigentes de esta línea y otros radicales, tal es el caso de Racedo, Pomar, Cattáneo, Ratto, Avalos, Viñas Ibarra, Balbín y Odone, les propone la participación en el poder y en el futuro movimiento. Resultarán frustradas por la pésima predisposición que muestra el jefe cordobés, que según el propio Perón obedece a las escasas luces que “adornan” su inteligencia: “La idea que debe tener de su persona supera todo lo imaginable, pero a excepción de un par de tontos y de indocumentados como él, que lo tienen de oráculo, no me atrevería a llamarlo aprendiz de político moderno. No me pude entender con él, era un hombre  que no tenía posibilidad de entender una cosa como la nuestra. Él estaba en los viejos cánones”. 

Diferentes son los resultados con otro agrupamiento radical, F.O.R.J.A, con quien ya tiene relaciones políticas desde hace años. Distinta será la actitud de este grupo frente al movimiento naciente. Arturo Jauretche había lanzado la consigna de “Radicalizar la revolución (100la de 1943) y revolucionar al radicalismo”.  En FORJA se nuclean muchos de los hombres más lúcidos de aquél tiempo como Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi, Ortiz Pereyra, Francisco Capelli, Darío Alessandro, Armando Casella y Miguel López Francés.

Entre tanto, Perón se conecta con otro grupo de origen radical, identificado como U.C.R. Junta Renovadora, que a la postre serán parte de la estructura política creada por Perón para participar de las elecciones generales realizadas el 24 de febrero de 1946. Se identifican con Perón y aportarán importantes dirigentes como el vicepresidente en la fórmula ganadora: Hortensio Quijano, junto con Antille, Cooke, Colom, A. Leloir, entre otros.

Toma contacto y conocimiento de jóvenes dirigentes conservadores, dispuestos a dar una vuelta de página en el terreno de sus ideas previas. Entre otros están Héctor Cámpora, José Visca, Héctor Sustaita Seeber y Jerónimo Remorino. Junto con el general Filomeno Velasco y el contraalmirante Alberto Teisaire, formarán el Partido Independiente, una de las formaciones políticas en que se apoyará Perón para llegar a la presidencia en 1946.

Entre los socialistas, adhieren con determinación al nuevo proceso, dirigentes jóvenes como Borlenghi, Domenech, Bramuglia y el brillante pensador y escritor, Manuel Ugarte.

Desde el nacionalismo se suman importantes referentes como Tomás Casares, los historiadores revisionistas Vicente Sierra y Ernesto Palacio.

Estos hombres y mujeres verán al peronismo como una categoría política e ideológica superadora de los partidos, ideologías y doctrinas de las cuales vienen y por ello la mayoría se identifican como peronistas de ahí en adelante.

El nuevo movimiento se va conformando así, con cuadros de los viejos partidos políticos, sindicalistas de las históricas corrientes sindicales, muchos militares, profesionales, intelectuales y sobre todo mucha, pero mucha gente simple, trabajadora, no afiliada a ningún partido. Todos ellos pasan a formar parte de lo que el socialista Américo Ghioldi denominó “el aluvión zoológico”. Nadie se equivocó, todos buscaban una revolución nacional. Las acciones de Perón les demostró que era posible. Todos los que siguieron a Perón estaban hartos del pasado y ansiaban ser protagonistas del diseño de su futuro.

Fotografía de 1944. Perón reunido con destacados músicos, entre ellos HomeroManzi y Francisco Canaro.

Perón es vicepresidente

 El 7 de julio de 1944 es designado Vicepresidente de la Nación, con retención de sus cargos de Secretario de Trabajo y Previsión y Ministro de Guerra. Apelaremos nuevamente al testimonio de Perón, quién así relató los hechos: “Corrían los días un tanto plácidamente desde que el general Farrell ocupara la primera magistratura. Varias veces habíamos conversado los dos sobre la necesidad de designar un vicepresidente. Mi opinión, y así insistí siempre ante él, era que debía designarse al almirante Teisaire, a fin de que la Marina tuviera su representación. El general encontró atinada la idea y lo decidió así. Recuerdo que confidencialmente llegué hasta felicitarlo al buen amigo Teisaire.
Pasaron unos días después de tomada la decisión y el general me llamó para decirme que los jefes creían que yo debía ser el vicepresidente y recuerdo que contesté al general: Yo no acepto.
Nuevamente, como había pasado en el caso de mi designación de ministro, llegaron hasta mí los jefes y el general Avalos para pedirme que depusiera mi intransigencia y aceptara, en razón de convenir que un hombre de la Revolución quedara al frente del Gobierno en el caso que llegara a faltar el general Farrell. Resistí insistentemente manifestando a los jefes que no quería aparecer como un ambicioso que andaba a la pesca de figuración y que ellos me estaban haciendo quedar como lo que no era. Finalmente rehusé aceptar. En esos días se pensaba modificar el gabinete y yo presenté mi renuncia como ministro de Guerra. Desconozco qué gestiones se realizaron, pero a los pocos días me llamó el general Farrell y me pidió que aceptara la vicepresidencia. No me quedó otro remedio”.

El día que asume a la vicepresidencia, pronuncia un discurso de agradecimiento a la masiva concentración de trabajadores que lo acompaña en ese momento en Plaza de Mayo. En un pasaje, dijo: “La presencia de los trabajadores del país en esta histórica plaza, en representación de cuarenta sindicatos argentinos que comprenden la hora y que viven las inquietudes del gobierno de la patria, constituyen para mí el más insigne honor y el estímulo más significativo que yo pudiera recibir”. Se trataba de un acto de toma de posesión del cargo de un vicepresidente, algo inédito en la historia argentina.

Pocos días después, el 28 de ese mismo mes y frente a una reunión de trabajadores, comerciantes y profesionales, produce una declaración de principios que augura el advenimiento de un nuevo tiempo: “El individualismo favorece al hombre aislado, pero ello no hace más feliz a la humanidad. Contra él, en forma de reacción, se desplaza rápidamente un movimiento hacia la total socialización; es decir que el hombre desaparece como entidad, para aparecer la agrupación. Esos dos extremos han sido siempre, como todos los extremos, organizaciones que no han resistido al tiempo (100…) Pensando así, y sin que las ideologías puedan asustarnos con rótulos más o menos vituperables, debemos en mi concepto buscar la solución por el método argentino”. Prosigue, explicando que la clase media se formó “con un complejo de inferioridad porque no tuvo nunca oportunidad de actuar. Así se formó sin contenido social. Habrán observado ustedes que el obrero no va a pedir un aumento de salarios para él, sino para todos los de su gremio. El hombre de la clase media no va pedir nunca para los de su gremio. Va a pedir solamente para él. Es lo que lo ha debilitado y esto no es obra de la clase media sino de nuestro sistema político que ha fincado su fuerza y el manejo de las agrupaciones del país encaminándolas exclusivamente hacia un provecho para un círculo reducido de hombres y no para todos los argentinos”. Se refiere luego también a la oligarquía, a la que remata diciendo de ella: “Servida por hábiles políticos, no solamente cometió delitos contra el país sino algo más grave aún, tuvo sojuzgadas a numerosas generaciones de argentinos, a los que disoció en sus verdaderos valores”.  

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