El camino hacia el achicamiento es la lógica consecuencia de la concepción que tiene la dirigencia de la alianza gobernante de nuestra nación, cuyos horizontes parecen restringirse a tomar deuda –sin que sepamos bien para que se utilizaron los dólares que nos prestaron- y luego salir corriendo a pedir ayuda al FMI aceptando que este organismo sea hoy quien realmente gobierna a nuestro país e imponga un fenomenal ajuste que acentuará la recesión de nuestra economía.
Una prueba contundente de
la falta de visión estratégica y de la ausencia del concepto de nación
autónoma, desarrollada e independiente es el desprecio manifestado por este
gobierno por la industria naval.
Nuestro país es una de
las naciones del mundo con mayor litoral marítimo. Posee una zona económica
exclusiva considerable. Sus costas tienen más de 6800 kilómetros de extensión.
A ello debemos sumarle los 10.000 kilómetros de ríos navegables de la Cuenca
del Plata que nos vinculan fluvialmente con Brasil, Uruguay, Paraguay y
Bolivia.
Estos datos son
suficientemente contundentes para comprender la importancia estratégica que
tiene para la Argentina la industria naval. Es obvio para cualquiera que esta
actividad tiene una enorme importancia como factor de crecimiento de la
economía y del desarrollo social. Una industria naval propia incide también
sobre la conectividad del vasto territorio de nuestro país al propiciar el
transporte de mercadería y personas.
De más está decir que si
los armadores argentinos no cuentan con la infraestructura necesaria para
reparar o construir buques en territorio nacional, deben ir al exterior, con el
consiguiente incremento de los costos que lógicamente encarecerán el transporte
naval.
Nada de esto parece
penetrar el estrecho nivel de comprensión del presidente Macri que sostuvo hace
poco que incendiaría los talleres de Tandanor. No explicitó si lo haría con los
trabajadores adentro del astillero.
Los talleres de Tandanor
se ubican en la costanera sur en un predio que tiene condiciones óptimas para
la industria. Sus trabajadores están altamente especializados generando trabajo
de alta calidad, concepto repetido por Mauricio Macri en campaña hasta el hartazgo. Se
trata además de una industria que genera cientos de millones de dólares. Su
alta capacidad técnica permitió que realizara la reconstrucción del rompehielos
Almirante Irizar, la reparación de media vida el submarino ARA San Juan,
trágicamente hundido por la negligencia de las actuales autoridades, o la
modernización del buque oceanográfico Dr. Bernardo Houssay.
Ahora bien, para el
gobierno se trata tan solo de un predio excepcional de cara al Río de la Plata
apto para realizar emprendimientos inmobiliarios y comerciales.
Para el peronismo en
cambio, la industria naval es un eslabón dentro de una visión estratégica que
nuestro país debiera tener para así conformar una política marítima que
implique tener una marina mercante que pueda transportar su producción, incidir
sobre el valor de los fletes y sobre la decisión de qué rutas son las más
convenientes a los intereses nacionales, entre otras cuestiones.