2 de agosto de 2017
Instituto Gestar

VIVIENDA DIGNA: SUEÑO DE MUCHOS, REALIDAD DE POCOS

“La vivienda no es un privilegio del hombre que puede, sino uno de los derechos del hombre del pueblo” Juan D. Perón (1001944).

La vivienda es el eje -o al menos debería serlo- de toda política pública que tenga por fin desarrollar una urbanización equilibrada. Por otra parte, vale recordarlo, en contextos como el actual, es un derecho de primer orden para cualquier comunidad, aquí y en la China. El diagnóstico sobre la presente situación de la vivienda en Argentina, como suele suceder con otras problemáticas sociales, carece de certezas, es decir, de exactitudes. Pero esto no nos impide de ninguna manera señalar con contundencia realidades concretas y preocupantes -la precariedad de las construcciones en las periferias-, procesos de desigualdad extrema, la antítesis escandalosa entre villas y barrios privados, intensificada en los últimos quince años que devienen en situaciones obscenas e inmorales, la gran cantidad de personas viviendo en las calles de ciudades y distritos ricos, condición que se exacerbó aceleradamente en el último año y medio y sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires.

Desde el punto de vista conceptual, avanzamos también sin guía y dirigidos por un gobierno verdaderamente insensible, tecnócrata y para colmo ineficiente. El Peronismo afirma, en contraposición, una práctica basada en una filosofía humanista sobre la vida y la comunidad, fundada en la noción de justicia social y con un horizonte puesto en el bienestar nacional y la felicidad del pueblo.

En este sentido, la política de vivienda no puede ser abordada desde una mirada parcial y meramente asistencialista, porque es la parte de un todo -la condición de la clase trabajadora- que debe ser complementada con un salario digno, acceso a derechos elementales, igualdad de oportunidades, entre otros factores. Hasta el momento, el gobierno de Macri y sus CEOs, no han atendido de manera efectiva las demandas de vivienda de dos sectores mayoritarios de la sociedad argentina: las sectores populares y las capas medias. A la primera la ha precarizado y empobrecido de un plumazo a través del ajuste salarial, la pérdida del poder adquisitivo y el encarecimiento de los bienes y los servicios (100alimentos, energía, transporte, etc.) y un creciente desempleo. Con una mirada supuestamente federalista, durante la campaña se prometían grandes obras para impulsar el desarrollo de las zonas más postergadas, por ejemplo, las provincias del norte. En este marco, se anunció con bombos, platillos y poesía barata el Plan Belgrano: “Cuando pensamos qué quiere decir ser argentino, muchas veces pensamos en paisajes que vienen del norte, canciones que vienen del norte, recuerdos que vienen del norte”.Las propuestas principales decían másomenos así: “Plan de infraestructura por US$16.000 millones. Intervención rápida en focos de pobreza extrema. Plan de construcción de 250.000 viviendas (100sociales, créditos y subsidios)”. Como bien sabemos, todas estas promesas se quedaron en el mundo de las fantasías. El titular del programa, el radical José Cano pasó sin pena ni gloria siendo reemplazado por un ignoto personaje, Carlos Vignolo, pero todo sigue igual, sin sobresaltos.

La vivienda social para las áreas metropolitanas también brilla por su ausencia. Sin reactivación ni inversiones es muy difícil generar obras concretas que apunten a los sectores más humildes.

Entre las perlitas que generaron algún ruido, Macri -acostumbrado ya al “si pasa, pasa”– realizó comentarios sugerentes con relación a la posibilidad de que China financie la construcción, a través de empresas de ese país, de viviendas sociales en la Argentina. La propuesta del presidente despertó la preocupación de fabricantes y constructores locales, de los sindicatos, de referentes provinciales -donde los planes de vivienda juegan un rol importante en materia de empleo- y hasta de especialistas que pusieron en duda la calidad de las unidades. En el caso de la CABA, el ProCreAr, modificado de manera sustancial por el actual gobierno, que según Larreta es "el crédito más barato del país", las viviendas también quedan fuera del común de la gente, con propiedades arriba de los 2 millones de pesos a pagar en 30 años y sin considerar que los ingresos reales no son totalmente en blanco o no alcanzan en muchos casos los pisos salariales requeridos (100$18.000 en este caso), además de que con los problemas cotidianos, precios inflados y tarifazos una cuota que parte desde $4.500 -más allá de que se remarque su inferioridad frente a un alquiler- no es accesible para la mayoría de la familias.

Durante la gestión de Macri en la CABA, cuando Larreta era Jefe de Gabinete, el gobierno PRO pudo dar solo 6.121 soluciones habitacionales, es decir, menos del 5 % de lo requerido según sus propias estadísticas. Es difícil que con estos niveles ejecutivos sea posible generar una proyección positiva de las políticas de vivienda a nivel ciudad.

Por su parte, y de acuerdo a datos censales y fuentes complementarias, uno de cada tres habitantes de la provincia de Buenos Aires sufre déficit habitacional (100cuantitativo y cualitativo) y más de un millón y medio de personas se alojan en las más de 1600 villas y asentamientos que existen en su territorio. Quizás el mejor ejemplo del funcionamiento institucional en la era de Cambiemos lo otorga el caso del Instituto Provincial de la Vivienda, que invierte más del 70% de su presupuesto en gastos corrientes y el resto lo administra a través de un Decreto que data del año 1991, el cual prevé un sistema de anticipos financieros que ha hecho que más de 30.000 viviendas sociales hoy se encuentren paralizadas al no poder los ciudadanos cubrir una serie de costos de gestión. En la provincia de Buenos Aires, el déficit habitacional se estima en aproximadamente 530.000 viviendas y, sumado a ello, alrededor de 600.000 requieren algún tipo de readecuación para estar en condiciones habitables. Es claro que si no se toman acciones concretas la dinámica sociodemográfica puede empeorar rápidamente.

En todo el conurbano bonaerense puede verse barrios cerrados linderos con barrios precarios. Este contraste constituye una inmoralidad que termina haciendo inviable una sociedad integrada y justa.

Los sectores medios, que aún pueden tolerar con otras estrategias el cimbronazo del Cambio, también se ven afectados en sus perspectivas de progreso. El punto más obvio, en términos de vivienda, es la paralización del Procrear hasta diciembre de 2016 y su lenta reactivación en lo que va de 2017 con supuestas “mejoras”; sin embargo, en sus primeras declaraciones, el actual director de la Anses explicó que se requiere un “ahorro previo del 20 al 30 por ciento” del valor del inmueble, y de paso recomendó a las familias que deseen acceder al crédito “hacer el esfuerzo de vender el auto”para poder pagarlo! Los planes de vivienda se centralizan hoy en el Ministerio del Interior, pero ni siquiera la especulación política en tiempos de campaña –una debilidad del marketing PRO– despierta y activa al ministro Frigerio, que hasta el momento no ha obtenido grandes resultados. Situación similar ocurre con planes como el Primera Casa Buenos Aires, el cual se autoproclama como “orientado a la clase media”. En este caso y en referencia a un crédito intermedio sobre una propiedad de $1.500.000 a pagar en 30 años, un grupo con un ingreso de $25.430 debería pagar una cuota de $6.358. Si fuera a 20 años, la cuota sería de $18.712, con lo cual se torna impagable con los sueldos a la baja que actualmente se perciben. Por último, aparece un proceso de fragmentación en los mismos sectores medios, donde aquellos con más alto poder adquisitivo comienzan a concentrarse en barrios privados/cerrados. Este fenómeno de nuevas urbanizaciones cerradas se replica en países de la región como Brasil y Chile, y basta prestar atención al paisaje metropolitano para darse cuenta de que es una tendencia en alza.

Debemos tener claro antes que nada que todos los desajustes políticos, económicos, sociales y culturales que el país viene experimentando tienen su consecuencia concreta en la vida urbana, porque esta es, de alguna manera, la expresión totalizadora de la vida cotidiana de la mayoría de las personas y de las familias.

Si uno de los axiomas peronistas fue “VIVIENDA PROPIA, REALIDAD ARGENTINA”, la imagen presente nos transporta a un plano onírico que bien se conjuga con un gobierno dormido para estos menesteres -aunque bien despierto para otras yerbas-. Las acciones pendientes son muchas y deberán ser sustanciales si queremos ser transformadores. Por lo pronto, posicionarnos desde una visión realista frente al contexto debería ser un comienzo, y sobre todo ofrecer a todos los ciudadanos posibilidades concretas para que la vivienda sea de una vez por todas una realidad.

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