La iniciativa de publicar el último texto de carácter filosófico, histórico y político que produjo Amelia Podetti poco antes de fallecer, “La irrupción de América en la historia”, tiene para nosotros un significado explícito: recuperar la memoria y homenajear la trayectoria de los cuadros intelectuales que con su pensamiento creativo y su compromiso político con el movimiento nacional y latinoamericano han contribuido, en las diferentes etapas históricas, a alimentar en la militancia la reflexión y el debate estratégico de las ideas, y presentarlos así al conocimiento de las nuevas generaciones de militantes. Esto es fundamental para que se pueda construir en el tiempo la continuidad del pensamiento nacional y latinoamericano a lo largo de las sucesivas generaciones.
Porque el objetivo de los enemigos de la Patria Grande es que no haya continuidad temporal de la cultura política nacional y popular latinoamericana, que es liberadora; quieren que haya un quiebre de la misma en cada etapa histórica, para que no pueda así conformarse una memoria colectiva construida en el tiempo que integre a las sucesivas generaciones; para que de esta manera el presente del movimiento nacional y latinoamericano sea para cada generación un continuo empezar bajo el bombardeo permanente y sistemático de las ideas individualistas, elitistas y cosmopolitas que genera en forma continuada a lo largo del tiempo, desde los orígenes mismos de la patria, la cultura política liberal conservadora, que es dependizante.
Este ensayo de Amelia es muy sintético y muy denso, no es de fácil lectura, porque ella expone apretadamente allí una serie de categorías que suelen ser conocidas para quienes transitan el ámbito académico de las ciencias sociales y la filosofía, pero no necesariamente para el común de los dirigentes y cuadros a los cuales llega esta revista. La intención es, que más allá de los saberes que cada uno pueda tener como punto de partida, se despierte la inquietud de abordar su lectura y a partir de ella se provoque el debate sobre las grandes líneas que plantea.
Entre estas grandes líneas podemos destacar su tesis, expuesta en el último párrafo:
Pareciera pues que América ha sido preparada, por su surgimiento y por su historia, para cumplir una misión esencial en esta etapa de la universalización: proponer una vía de universalización distinta a la de las sociedades supertécnicas, y capaz de contenerla, pues su misión y su destino es realizar y pensar la unidad.
Como la única verdad es la realidad, a título de ilustrar que esta conceptualización que Amelia dejó planteada no sería sólo una teoría abstracta, sino que tendría asidero en la realidad concreta, podemos traer a la memoria dos hechos históricos que están encadenados en el tiempo.
El primero es que en la década de 1950 Juan Domingo Perón, un líder político argentino, un nacido en el confín de América del Sur, desde la matriz de su pensamiento nacional y latinoamericano liberador formuló para el mundo una propuesta original de universalización de la civilización humana pensada en beneficio de la felicidad de todos los pueblos de la Tierra. Él estimó que esta universalización sería realizable después del año 2000, es decir, al comienzo del siglo XXI, como un imperativo de la evolución histórica; visión que fue obviamente rechazada y combatida por el pensamiento euronorteamericanocéntrico dominante.
Y el segundo es que, en la mitad de la segunda década del siglo XXI, en el presente, Jorge Bergoglio, un sacerdote católico argentino, otro nacido en el confín de América del Sur, formado también en la matriz del pensamiento nacional y latinoamericano liberador, devenido papa Francisco, desde ese posicionamiento nuevo, tradicionalmente eurocéntrico, proclama para el mundo la necesidad de encauzar a la civilización humana en el camino de esa concepción universalista nacida del pensamiento latinoamericano, que pone a la dignidad humana, al amor y a la felicidad de todos los pueblos de la Tierra por encima de cualquier otro valor; dejando claro en su primer mensaje pastoral urbi et orbi que a él lo fueron a buscar al fin del mundo, a la finis terrae como dice Amelia, para que tome la conducción de su Iglesia a fin de afrontar la crisis de la civilización humana que sus pares, eurocéntricos, no habían podido resolver.
Biografía
Amelia Podetti nació en Villa Mercedes (100San Luis) el 12 de octubre de 1928 en el seno de una familia de fuerte compromiso político e intelectual. Su padre, Ramiro, militó en FORJA y en el yrigoyenismo, y junto con su madre, Amelia Lezcano, participaron en la formación de la Junta Renovadora Radical en Mendoza y más tarde en la fundación del Movimiento Peronista en esa provincia. En 1944, cuando Perón creó la Justicia del Trabajo y nombró juez a su padre, la familia se mudó a Buenos Aires. El 17 de octubre de 1945 ambos estuvieron en la Plaza de Mayo con sus hijos, entre ellos Amelia, que tenía entonces diecisiete años. Años más tarde, Amelia se refirió a ese día como “mi segundo nacimiento”. Ramiro y Amelia Lezcano fueron luego profesores en la Facultad de Derecho y participantes activos de la revolución jurídica que desarrolló el peronismo en todos los campos del derecho, además, por cierto del proceso histórico que transformó la Argentina y volvió a ponerla en los cauces del proyecto del movimiento independentista. En ese ambiente Amelia cursó la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, consolidando una sólida formación que la llevó a estudiar alemán, inglés y francés para leer y discutir a los filósofos occidentales en sus lenguas. En 1954 se afilió al Partido Justicialista y formó parte de la resistencia a la dictadura militar que gobernó a partir de 1955. Desde entonces fue crítica de la irrupción en la Universidad del cientificismo, del estructuralismo y del marxismo. En 1960 y 1961 estudió en Europa. De regreso en el país continuó desarrollando su pensamiento y enseñando en las Cátedras Nacionales y en las Cátedras de Filosofía, formando un numeroso grupo de discípulos, siempre vinculada al peronismo.
Con esa convicción participó activamente del proceso que desembocó en el regreso de Perón a la patria.
En ese tiempo concibió el proyecto de la revista Hechos e Ideas, retomando el nombre de la primera Hechos e Ideas, de Enrique Eduardo García, que ella había conocido en el seno familiar. Enrique Eduardo García, enterado del proyecto, le cedió los derechos sobre el nombre Hechos e Ideas y los archivos de la revista.
En la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, desempeñó diversas funciones docentes y desarrolló una intensa actividad gremial. Colaboró con filósofos como Adolfo Carpio, Carlos Astrada, Eugenio Pucciarelli, Rodolfo Mondolfo y Andrés Mercado Vera.
El pensamiento de Amelia incluyó un análisis crítico de la filosofía alemana moderna, de Kant, Hegel, Heidegger y Husserl, como una contribución significativa a la originalidad del pensamiento latinoamericano. Amelia situó el nacimiento de nuestro pensamiento en el proceso de irrupción de América en el mundo, destacando su visión universal, divergente desde sus orígenes de la modernidad europea, particularizada en los viejos límites mediterráneos y doblemente limitada por su exaltación del individuo sobre toda otra forma o instancia de lo real y la exaltación de la técnica como dimensión esencial del hombre.
En este sentido su labor de formación produjo una masa crítica, que fructificó en la docencia con sus numerosos discípulos, en la dirección de Hechos e Ideas concebida como una cátedra abierta del pensamiento nacional y en sus numerosas publicaciones.
Entre 1963 y su fallecimiento en 1979, se desempeñó como docente en las cátedras de Introducción a la Filosofía, Historia de la Filosofía Moderna y Filosofía de la Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Visión II y Visión IV en la Facultad de Arquitectura de la UBA, Derecho Político en la Facultad de Derecho de la UBA y Filosofía de la Historia en la Universidad Nacional de La Plata.