29 de mayo de 2022
Instituto Gestar

ARGENTINA PARA ARMAR

Por: Mauricio Mazzon y Jorge Alvarez

Texto publicado originalmente en Panamá Revista

Vivimos un tiempo en que nuestro país pareciera haber perdido el rumbo. La actual imposibilidad de llegar a acuerdos estratégicos duraderos sobre la nación que deseamos los argentinos se ha convertido en un punto crítico para la supervivencia de nuestra sociedad. La denominada grieta, sin embargo no es nada nuevo en nuestro país. Ya desde los tiempos de la independencia comenzaron las divisiones: revolucionarios independentistas contra reaccionarios defensores del colonialismo español, unitarios contra federales, nacionalistas contra liberales, yrigoyenistas contra antipersonalistas, peronistas contra antiperonistas y así podríamos enumerar una larga lista.

A cualquier estudioso de la historia argentina no se le escapará que es una constante el enfrentamiento entre distintos modelos de desarrollo económico, de matriz cultural y de evolución de la sociedad.

Pero también es cierto que encontraremos a lo largo de nuestra corta experiencia histórica que ha habido momentos en que con mayor o menor éxito se pudieron imponer transitoriamente modelos que establecieron bases más o menos duraderas con las cuales llevar adelante un proceso que permitiera la concreción de objetivos comunes tanto institucionales como económicos, culturales y sociales.

En esta línea de pensamiento nos centraremos en cuatro momentos históricos: la generación del 80, el yrigoyenismo, el primer peronismo y el tiempo de la recuperación de la democracia de 1983 al presente.

Esperamos que estas líneas sirvan para reflexionar sobre este presente en el que prevalecen las divisiones, la falta de proyecto de nación, la pobreza estructural y el individualismo, que obturan las posibilidades de construir una sociedad más justa, y que necesariamente deberá cimentarse en el desarrollo económico y en una más equitativa distribución de la riqueza que dicho crecimiento generará.

Tres etapas icónicas

En el término de 70 años desde 1880 hasta 1955 se destacaron tres proyectos políticos y económicos que a pesar de sus limitaciones, contradicciones y desequilibrios permitieron ciclos de desarrollo económico y social.  

La generación del 80 gobernó la Argentina entre 1880 y 1916. Su principal figura fue Julio Argentino Roca. Esta etapa se basó en cuatro puntales, la consolidación de la paz interior cerrando el capítulo de las luchas civiles, que permitió el fortalecimiento de las condiciones organizativas e institucionales de un Estado moderno; la incorporación de inmensas extensiones de tierras al circuito productivo; una política inmigratoria masiva y la comprensión del contexto mundial organizando un modelo agroexportador y la integración con los mercados ultramarinos, todo lo cual provocó un auge económico sin precedentes .

Surge así el primer programa político y económico coherente de nuestra historia asentado en la legalización del poder político y en la pacificación del país. Consolidadas por primera vez las instituciones indispensables para el funcionamiento del Estado Nacional quedaba expedita la vía para la puesta en marcha de un programa económico y todos los indicadores de la época expresan que el crecimiento económico durante la década del 80 fue estrepitoso.

La irrupción de la nueva “sociedad de masas” forzó el dictado de la ley Sáenz Peña que consagra el voto secreto y obligatorio que permite la llegada a la presidencia de la Unión Cívica Radical liderada por Hipólito Yrigoyen en 1916 dando comienzo a otra etapa.

El radicalismo debió enfrentar un doble desafío, la necesidad de integrar a importantes sectores urbanos de clase media que crecían debido a la gran afluencia inmigratoria europea y establecer las bases  para un desarrollo económico nacional sin el cual la integración política de dichos sectores no sería posible.

Finalmente con la irrupción del peronismo en 1945 se incorporan activamente a la vida política, social y económica las masas obreras; y la clase media crece incesantemente en virtud de la aceleración de la movilidad social ascendente producto del proceso de crecimiento económico. Se inicia una fase de industrialización destinada al consumo del mercado interno y en una segunda etapa se sientan las bases para el desarrollo de las industrias básicas.

En todas estas experiencias confluyeron sin duda dos elementos inescindibles, la existencia de un proyecto político y de un programa económico y la voluntad firme y explícita de una parte de la dirigencia política de llevar a cabo las transformaciones necesarias para que fueran exitosas.

Nubes negras sobre la Argentina

A partir del derrocamiento del Gobierno peronista comienza en 1955 una etapa de inestabilidad institucional caracterizada por las asonadas militares y los golpes de estado, etapa cruzada por profundos desencuentros y una inusitada violencia política. Lentamente la falta de proyectos de desarrollo van deteriorando las condiciones de vida de los argentinos. Tras la sangrienta dictadura instaurada en 1976 que aniquiló el tejido social construido durante décadas y destruyó la industria nacional, en 1983 los argentinos recuperan la democracia cuya vigencia lleva casi 40 años ininterrumpidos de vida.

En este lapso temporal se han sucedido partidos políticos y distintas alianzas en el gobierno pero salvo medidas aisladas e inconexas no hubo un proyecto serio e integral de desarrollo. Se desaprovecharon coyunturas favorables y los problemas estructurales del país se fueron agravando.

La actualidad nos encuentra con una sociedad devastada por la pobreza, con una inequitativa distribución de la riqueza, con una infraestructura obsoleta e insuficiente y enfrascados en antinomias que nos paralizan y nos impiden ver lo esencial: que el futuro está a la mano y en nuestras manos.

Hay futuro

Sin embargo, estamos ante una oportunidad histórica de retomar el rumbo del crecimiento. Pese a lo que vociferan muchos interesados en que nuestro país viva en el estancamiento, somos un territorio fértil, lleno de riquezas, naturales y humanas.

Entonces, en la encrucijada, es una obligación de los dirigentes pensar y actuar coherentemente, dicho en otros términos, acordar entre las fuerzas políticas afines un proyecto de largo plazo basado en acuerdos estratégicos que permitan modernizar el país y colocarlo nuevamente en un sendero de crecimiento.

Tenemos una de las principales reservas de gas y petróleo no convencional del mundo en Vaca Muerta. La construcción de gasoductos para transportarlo y la construcción de plantas que conviertan el gas natural en gas licuado pueden generar un impacto económico sin precedentes.

También dentro de nuestro territorio se encuentra una de las principales reservas mundiales de litio. Este mineral es el proveedor de la energía con que funcionan las baterías de los celulares, las computadoras y las baterías de los autos eléctricos. Si Argentina genera las condiciones apropiadas pueden instalarse las fábricas de baterías en las provincias donde se explota el litio en vez de exportar el mineral en bruto sin ningún valor agregado.

Otro ítem en el que la Argentina tiene ventajas comparativas se vincula con la economía del conocimiento. El impulso de las actividades basadas en el conocimiento es fundamental para que el país diseñe una estrategia de desarrollo que nos permita superar las históricas restricciones estructurales al crecimiento sostenido con una distribución de ingresos más equitativa, producto de la generación de puestos de trabajo de mayor calidad, y se integre de forma inteligente en las cadenas globales de valor. Una inserción que también permitirá intensificar los procesos que caracterizan a la cuarta revolución industrial, al tiempo que, de consolidarse, contribuirá a mitigar la crónica restricción externa que aqueja a nuestra economía, y recurrentemente genera problemas de balance de pagos.

La inversión en infraestructura básica es otro punto nodal para nuestro desarrollo. Implica grandes inversiones, generación de empleo y fundamentalmente incrementar sustancialmente nuestras posibilidades de producción y nuestras exportaciones.

Debemos fomentar la inversión en la biotecnología aplicada, por ejemplo, al mejoramiento genético de semillas, bioinsecticidas, curasemillas biológicos, herramientas nanotecnológicas para acuicultura. Un modelo a seguir es la asociación entre la empresa Bioceres y el Conicet, que permitió el desarrollo de semillas HB4 de soja y trigo resistentes a la sequía que ya fueron aprobadas por varios países del mundo. Este tipo de proyectos conjuntos entre el sector público y el privado, señalan un camino virtuoso que debe profundizarse.

Es reconocido el ingenio y el talento de los argentinos. Estas dos características se adaptan perfectamente para que en nuestro país encuentre terreno fértil el desarrollo de las denominadas empresas unicornio. Se trata de empresas que superan una valuación de mercado de 1000 millones de dólares sin aún haber cotizado en bolsa. Se basan en desarrollos tecnológicos innovadores y están globalizadas. Las comunicaciones, la logística, el comercio electrónico, los servicios financieros, entre otros, están siendo revolucionadas por estas empresas. Ejemplos conocidos son Uber, Instagram y Sopotify. En nuestro país las que tienen mayor crecimiento y conocimiento público son Mercado Libre, Globant, Despegar y OLX. En general, el país de origen de un unicornio es donde se radica el centro de decisiones y donde se genera empleo e inversiones.

El desarrollo de energías renovables es un área en la que el país es sumamente competitivo: producción de hidrógeno, energías del mar, geotérmica, eólica y solar, biogás a partir de efluentes cloacales.

Dejamos para el final la producción de alimentos, rubro en que la Argentina es líder mundial y cuya expansión no tiene techo. Es casi un imperativo de las condiciones del mercado mundial que nuestro país mute definitivamente de la exportación de materias primas a granel a la industrialización de alimentos y bebidas. Hoy, la Argentina es una referencia en el mundo en esta materia, lo que le permite insertarse en los mercados internacionales con ventajas comparativas y competitivas a la hora de posicionar sus productos. Es tal la importancia de la industria de alimentos y bebidas que su participación actual en la generación de valor del sector manufacturero representa un 25% del mismo. Es además el sector que más empleo directo genera. En este marco, fortalecer la agroindustria implica mejoras tecnológicas, productivas, comerciales y organizacionales que acerquen las cadenas agroalimentarias a su último eslabón, el consumidor. Este rubro es por lejos el que mayor cantidad de divisas puede generar a corto plazo. Por lo tanto es imperativo incrementar sustancialmente el proceso de industrialización del sector.

Estos son solo algunos ejemplos que nos demuestran que la inteligencia aplicada se debe traducir en un proyecto de mediano y largo plazo de desarrollo y que esto solo será posible en tanto los dirigentes políticos, empresariales y sociales tengan la lucidez de asociarse en pos de construir una nación con proyección de futuro. Los recursos materiales y humanos están, falta ahora la voluntad de construcción del futuro. Pero también es preciso que la sociedad en su conjunto abandone los antagonismos estériles que, pruebas al canto, solo nos conducen al fracaso. La mayor parte de los argentinos están fuera de las posiciones extremas que apuestan a la ruptura de la paz social y de un orden fructífero que redunde en el beneficio de la comunidad en su conjunto.

Esta breve descripción de la potencialidad del país retrata las inmensas posibilidades de mejorar todos los índices sociales y económicos que hoy están estancados o en retroceso.

Es la política el camino

Finalmente, no debemos perder de vista que la equidad o inequidad son siempre producto de decisiones políticas. Y esas decisiones requieren consensos de las mayorías para que se traduzcan en un proyecto nacional cuyo norte sea el bienestar de nuestro pueblo. El peronismo siempre actuó teniendo presente que debe gobernar para que el sujeto individual y colectivo sea feliz y pleno en el tiempo que le toca vivir.

Esta cuestión nos introduce en lo que es sustancial de cara al futuro. La realidad cotidiana nos demuestra que hay un divorcio entre la sociedad argentina y su clase dirigente, producto de las limitaciones que esta ha tenido en gobernar para el conjunto introduciendo a nuestro país en el mundo moderno, con todos los beneficios que ello implica. Siempre el peronismo confío en la política como herramienta de transformación, lo cual requiere necesariamente acuerdos basados en el consenso con otras fuerzas políticas y una alianza estratégica con diversos sectores de la sociedad. Al mismo tiempo comienza naturalmente una etapa de cambio generacional que traerá nuevas ideas y perspectivas acerca del mundo actual.

Es por estos motivos que se aproxima el tiempo del debate interno que permita al peronismo tener una visión actualizada de las transformaciones que aceleradamente se están produciendo a nivel global y de cómo insertar exitosamente a nuestro país dentro de la reconfiguración del poder político y económico que se avizora. Es preciso construir un proyecto homogéneo que dé respuestas concretas a estos desafíos. Sabemos que estos procesos internos implican fuertes discusiones y controversias, pero en vez de temerle al disenso, creemos que es el pilar desde el cual se alumbrará la posibilidad de que el peronismo recupere su rol protagónico, marcando un rumbo y generando la convicción necesaria en su militancia y en su dirigencia de defender los principios e ideas rectoras que surjan de dialogar y deliberar.

Lograda la unidad del peronismo en torno a un proyecto común viene la etapa de debate y discusión con el resto de los partidos políticos que tengan la voluntad de acordar ejes estratégicos en materia de economía, saneamiento de las instituciones, educación, salud, etc.

Si se logra este consenso básico, la sociedad estará en condiciones de superar la crisis de valores en que está inmersa, una sociedad en donde prevalece el individualismo por sobre la construcción colectiva y la autopercepción de pertenencia a una nación ,y se crearán las condiciones para que recupere la confianza en que los cambios son posibles y esa certeza indudablemente permitirá que florezca el optimismo y la voluntad de trabajar para que ese cambio se produzca lo antes posible. Si al mismo tiempo los dirigentes acompañan y se ponen a la cabeza del proceso de modernización, el progreso económico y la organización política  provocaran el renacimiento de una sociedad solidaria, unida y mucho más justa.

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