10 de mayo de 2016
Instituto Gestar

CHINA Y SU RELEVANCIA PARA LA ARGENTINA

por Sergio Cesarin, Profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (100UNTREF)

 

La configuración del orden mundial muta rápidamente y tiene un protagonista indiscutido: China. En un acompasado ritmo de crecimiento moderado hoy, pero tendencialmente consistente hacia el futuro, China no detiene su larga marcha hacia el logro de una meta que, como punto de llegada simbólico-imaginario, aspira a cohesionar una nación bajo un renovado liderazgo (100político, empresarial y social), que el presidente Xi Jingping ha definido como el “sueño chino”, es decir, un horizonte que a modo de utopía alcanzable traccione las energías sociales y ordene la acción de gobierno para alcanzar durante las próximas décadas objetivos externos como potencia emergente y endógenos, como una sociedad más justa, abierta y moderna en capacidad de proyectar poder e irradiar su cultura –civilización como modelo de orden político, social y organización económica–. 

 

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Una China moderna edifica –y edificará– su revinculación con el sistema de poder mundial mediante una mezcla de pragmatismo duro y enfoques institucionalistas, signados los primeros por una lógica sobre la ganancia de influencia internacional en el marco de la puja competitiva con Estados Unidos, y los segundos por la construcción de un orden internacional estable, bajo la regencia de la ley y la vigencia del derecho internacional; una China cuya legitimidad como potencia global no solamente sea reconocida por sus atributos de poder duro, sino por la permeabilidad que detente ante la asunción y sujeción a compromisos multilaterales, el sostén de la legalidad internacional y el activo aporte a la construcción de regímenes cooperativos en diversas regiones del planeta. Es esperable, entonces, que una China promotora de la paz y el desarrollo compartidos compense las asignaturas pendientes sobre crecimiento y desarrollo en economías menos avanzadas. 

 

En este contexto de China como país moderno y avanzado, las relaciones con el mundo en desarrollo en general y América Latina y el Caribe (100ALC) en particular seguirán actuando como vectores operantes permanentes en su praxis de política exterior. Tal como observamos con particular intensidad durante la última década y a pesar de las distancias   –geográficas y temporales– que separan el surgimiento del moderno Estado chino y los jóvenes Estados latinoamericanos, las relaciones entre ambas partes registran un fase de ampliación y diversificación de agenda. El devenir de la historia ha hecho que un largo camino fuera recorrido hasta llegar a un presente que destaca el “regreso” de China a la región, pero lejos del Estado maoísta ideológicamente guiado que fijaba posición internacional sosteniendo un “modelo revolucionario” de acción externa, pasible de ser replicado en el Tercer Mundo y apto para canalizar ansias de descolonización. China es hoy una potencia pragmática, liderada por una estructurada fuerza política como el Partido Comunista Chino (100PCCH) y una sofisticada clase dirigente que demuestra un profundo conocimiento del planeta y del rol que su propio país puede desempeñar en el orden mundial del siglo XXI. 

 

De tal forma, el “regreso con gloria” de China a la región está teñido de otros objetivos. En primer lugar, disputar espacios geoestratégicos de poder con Estados Unidos en su área cercana de intereses, tanto sea en el Caribe (100Cuba, Costa Rica, Panamá) como hacia el sur hemisférico (100Venezuela, Brasil y Argentina); segundo, afianzar su presencia económica en ALC, atendiendo al lento desligue de los intereses externos de países sudamericanos de espacios geoeconómicos históricamente considerados centrales en la estructuración de sus estrategias de inserción global, la pérdida de dinamismo (100atractivo) de Europa y los cambios de prioridades estratégicas estadounidenses centrados en Asia (100estrategia de Asia pivote). Como resultado, las prioridades regionales trasvasan hacia las economías asiáticas, lideradas por China seguida por India, Japón, Corea del Sur y el conjunto de economías del Sudeste de Asia (100SEA).2

 

El eje atlántico participa cada vez menos en la generación de riqueza mundial; como contrapartida, el espacio geoeconómico Indo-Pacífico es considerado el nuevo eje de la economía mundial para la presente centuria. Estas observaciones generales sobre los escenarios de cambio en el sistema internacional han sido bien leídas por la Argentina, que durante este último decenio ha redireccionado recursos humanos, financieros y técnicos para captar nichos de mercado y entroncar proceso internos de producción a una matriz de interdependencia intraasiática con epicentro en China, proceso capaz de potenciar las capacidades nacionales.

 

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¿Por qué China y con China? 

 

Entre los principales factores a considerar sobre la creciente importancia que China reviste –y tendrá– para la Argentina, la formación del imaginario nacional sobre el país asiático del presente y la del futuro, así como su influencia en la toma de decisiones sobre políticas públicas, planificación, diseño e implementación de estrategias externas de inserción, caben destacar los siguientes puntos: 

 

a) China, como actor global, amplifica opciones autonómicas para los países latinoamericanos. La postura internacional de China, su posicionamiento crítico frente al eje atlántico (100Estados Unidos-Europa) y su proactiva diplomacia cooperativa sur-sur amplifican espacios para el ejercicio de una diplomacia nacional de más alto perfil internacional y posibilitan la diversificación de vínculos externos, en un escenario global caracterizado por el policentrismo del poder económico.

 

b) Las proyecciones económicas estipulan que en 2020 el PBI de China será superior al de todas las economías occidentales individualmente consideradas (100con excepción de Estados Unidos) y en 2030 acaparará el 28% de la riqueza mundial (100ver gráfico 1). Ya en 2014 China superó a Estados Unidos en PBI medido por la paridad de compra (100PPP) y en la actualidad con 9,02 billones de dólares representa el 12% de la riqueza mundial (100ALC: 5%). Desde esta perspectiva, para la Argentina sostener “preferentes relaciones” con China encuadradas, por ejemplo, en una “asociación estratégica integral”, constituye y será uno de los principales ejes del accionar externo nacional, apuntando siempre al logro de mejoras económicas que puedan ser trasladables (100por medios directos y/o indirectos) al bienestar general.

 

En tal sentido, vale citar como ejemplo que parte de los excedentes generados por exportaciones del complejo agroindustrial a China han servido para sostener políticas sociales activas que permitieron mejorar la situación de pobreza e indigencia de millones de argentinos.

 

c)Generación de nuevas oportunidades económicas en vistas de una acelerada transición hacia una sociedad urbano-industrial. China es una sociedad caracterizada por el aumento de su clase media, residente en especial en áreas costeras y con patrones de consumo alimentario determinantes para economías como la Argentina, dadas sus capacidades de expandir la frontera agrícola, incrementar niveles internos de producción, invertir en mejoras logísticas y provocar una reingeniería de negocios que permita un mayor control por parte de firmas nacionales del comercio exterior agroalimentario. Los planes quinquenales chinos inducen un mayor consumo interno para las próximas décadas, por lo que esta variable funciona como aliciente para la planificación futura de acciones comerciales y promoción de alianzas entre las partes.

 

El plan prevé que estos sectores representen un 8% del PBI (1005% en la actualidad) al finalizar el período.

Los planes gubernamentales chinos estiman que, hasta el año 2030, trescientos millones de personas serán trasladadas a centros urbanos y en 2050 el país contará con doscientas nuevas urbes de más de un millón de habitantes. Ecociudades albergarán millones de personas, en su mayoría consumidores de clase media. Un dinámico mercado interno ubicará a China como el tercer mayor mercado de consumo del mundo en el año 2025. 

 

d) Positivas proyecciones sobre aumento de importaciones alimentarias y energéticas por parte de China presuponen la apertura de nichos de mercado, posibles de ser aprovechados por productores como la Argentina. Asimismo, la combinación entre mayor demanda alimentaria de calidad, segura provisión energética y consumo de minerales para ser utilizados como insumos en procesos industriales complejos y sectores tecnológicamente avanzados requerirán vínculos asociativos estables entre China y sus proveedores. Sirve un ejemplo para mostrar opciones sobre el particular el hecho de que en 2014 China y Australia (100país de similar dotación de factores que la Argentina) acordaron convertir a Australia en uno de los grandes proveedores de materias primas de China.

 

e) El aumento de la integración económica china en el mundo y en ALC facilita una mayor integración de las economías regionales en sistemas globales de producción y redes de ciencia y tecnología (100C&T). Las empresas transnacionales industriales y tecnológicas chinas han ganado competitividad global y lideran amplios segmentos de alta tecnología frente a pares asiáticas, europeas y estadounidenses. Firmas manufactureras chinas (100automotrices, electrónicas) y/o tecnológicas (100telecomunicaciones, nuevos materiales, óptica, microelectrónica o TIC) se destacan en la obtención de patentes y marcas en el mercado mundial, compañías chinas ocupan los primeros puestos en sectores tecnológicos de punta como el aeroespacial, nuclear, energías renovables y plataformas de e-commerce, entre otros. 

 

Este nuevo escenario de reconfiguración competitiva mundial y multiplicación de actores económicos (100no solamente concentrados en Europa, Estados Unidos o Asia), con su componente de dispersión y difuminación de operaciones de I+D más fomento de innovación, atrae la atención de planificadores de política en ALC y bien puede ser aprovechado por la Argentina considerando sus reconocidas capacidades tecnológicas en sectores como el agrotecnológico, farmacológico, nuclear, biotecnológico (100semillas), agricultura ecosustentable y tecnologías de información (100TIC, diseño y exportación de software). Sobre este punto, la creación del Centro Argentino-Chino en Ciencia y Tecnología de Agroalimentos (1002008) es sólo un ejemplo de las interfases que en C&T ambos países han establecido a nivel del sector público.3 

 

f) China como poder tecnológico y su posición como cooperante en esquemas sur-sur de vinculación. Las capacidades tecnológicas chinas quedan en evidencia en sectores como telecomunicaciones, aeroespacial, óptica, microelectrónica, nuevos materiales, ingeniería genética, tecnologías de comunicación, generación energética, en materia nuclear y aeroespacial, entre otros. Pero aún más importante es el hecho de que China se presenta como un activo proveedor de know how a países sudamericanos; en tal sentido, es percibida como un poder capaz de proveer “autonomía tecnológica” en sectores en los que, tradicionalmente, las potencias desarrolladas han sido reluctantes a transferir conocimientos. 

 

Al respecto, cabe destacar que en 2014 China confirmó sus pretensiones de implementar hasta el 2020 una “agenda tecnológica conjunta” con ALC. Los principales objetivos y fines fueron expuestos por el presidente Xi Jingping en oportunidad de celebrarse el Encuentro de Líderes de China, América Latina y el Caribe. Durante las sesiones, el mandatario chino propuso crear un nuevo marco de cooperación sino-latinoamericano denominado “1+3+6”, un Programa de Cooperación China-América Latina y el Caribe para el período 2015-2019 bajo la perspectiva general de un crecimiento inclusivo y desarrollo sostenible sobre la base de “tres grandes motores” del desarrollo integral y la cooperación “pragmática”: comercio, inversiones y cooperación financiera. Focalizar en “seis” (100“éxito”, en el código numerario chino) áreas su concreción: energía y recursos naturales, desarrollo de infraestructura, agricultura, manufacturas, innovación científica y tecnológica.4 Este campo abre nuevas futuras oportunidades que afianzarán la cooperación público-privada en C&T entre ambos países.

g) La liquidez y disposición de capitales (100bancarios, fondo soberano, reservas internacionales) proyectan aumentos en la radicación de inversiones chinas y otorgamiento de créditos a países de la región, destinados en gran parte a mejorar condiciones de competitividad mediante proyectos de infraestructura vial, marítima y energética. De esta forma, China aporta a la generación de valor local en actividades productivas y mejora indicadores de conectividad a fin de satisfacer sus propias demandas de insumos críticos y recursos.

 

En el campo financiero, mediante la intervención de instituciones financieras públicas como el Banco Chino de Desarrollo (100CDB) o el Eximbank, China provee créditos y apoya proyectos nacionales y/o regionales mediante acuerdos bilaterales o multilaterales dado su rol como socio extrarregional del BID. A estas opciones se ha sumado en 2014 la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (100NDB) surgido a instancias de las decisiones asumidas por los líderes políticos en el seno del Foro BRIC reunidos en Fortaleza, Brasil. Si bien no directamente, aportaría fondos a países extraforo. 

 

Como resultado del mayor compromiso financiero chino, se estima que entre 2005 y 2013 los aportes sumaron 102.000 millones de dólares, cifra que supera ampliamente el monto de desembolsos con destino a la región efectuados por organismos como el BID, Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional  combinados. Hasta el presente, los principales destinatarios de préstamos y créditos han sido Venezuela con 55.000 millones de dólares, Ecuador (1009.000 millones) y la Argentina que, mediante la implementación de un acuerdo de swaps, ha logrado captar aportes por 11.000 millones para aumentar sus reservas externas. En síntesis, la Argentina (100al igual que Brasil y Perú) es destinataria de préstamos y créditos chinos usualmente atados a compras de bienes chinos sí, pero también aplicables a la estabilización financiera y/o a la concreción de proyectos útiles para el desarrollo nacional.

 

Reflexiones finales

 

A lo largo de las últimas cuatro décadas, el entretejido de vínculos bilaterales se ha cimentado sobre similares intereses plasmados por medio de diversos acuerdos relativos a comercio, cooperación política, intercambios culturales, procedimientos aduaneros, protocolos fitosanitarios, administración de flujos migratorios, instrumentos facilitadores de inversiones, alianzas tecnológicas y cooperación financiera. Todos han servido y sirven para confirmar la entidad que China reviste para la estrategia externa argentina de inserción, así como la importancia que nuestro país tiene para China como actor y parte de una estrategia global, regional y subregional de “ascenso pacífico”, tendiente a convalidar su estatus como potencia emergente en el siglo XXI. 

Desde la perspectiva expuesta, y en particular desde comienzos del siglo XXI, la evolución de las relaciones entre la Argentina y China muestra un crecimiento sostenido plasmado a través de visitas de alto nivel político, como las del ex presidente chino Hu Jintao (1002004) que diera lugar a la firma de diversos acuerdos bilaterales de cooperación, promoción del comercio y menorándums de entendimiento que planteaban la pronta canalización de capitales chinos de inversión hacia la Argentina (100luego concretados en inversiones de firmas chinas en el sector hidrocarburífero y minero, entre los principales), así como la apoyatura técnico-financiera china para mejorar la red ferroviaria nacional (100Belgrano Cargas) y de telecomunicaciones, entre los principales. A esta visita siguió, en 2014, la efectuada por el actual mandatario Xi Jingping, correspondida recientemente por la de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. 

 

De estos contactos han surgido compromisos de largo plazo que han de impulsar una nueva senda de vínculos bilaterales mediante, por ejemplo, explícitas facilidades para el acceso de inversiones chinas hacia sectores de interés para la economía nacional como el agroalimentario, minero y energético, además del aporte crediticio chino para el desarrollo de obras de infraestructura que el país necesita para dotar de mayor eficiencia a circuitos logísticos internos y subregionales de vinculación Atlántico-Pacífico. 

 

Por otra parte, China ha pasado a ser para la Argentina un actor clave en el sostén de su ecuación financiera mediante la activación del mecanismo de swaps entre los correspondientes bancos centrales (100firmado en 2010), en una etapa en la que nuestro país ve obturadas sus opciones de financiamiento externo. En este sentido, y como fuera expuesto en el punto anterior, la Argentina no es un caso excepcional o representa una “excepción negativa” en la región, sino que, por el contrario, integra un amplio espectro de economías sudamericanas (100Venezuela, Ecuador, Perú, Brasil, Uruguay) receptoras de inversiones chinas y beneficiarias de créditos y financiamiento provistas por entidades estatales del gigante asiático. La Argentina integra también una amplia red de economías que en Asia, ALC, Europa y África viabilizan mediante acuerdos sobre swaps uno de los más importantes objetivos chinos en su puja por ganar espacios mundiales de poder: la internacionalización de su moneda, el yuan, frente al dólar estadounidense.

 

Asimismo, los acuerdos confirman un patrón preexistente de acciones bilaterales. Por ejemplo, las preferencias chinas por un formato de relaciones Estado-Estado para garantizar el cumplimiento de los objetivos pautados, la internalización de los compromisos asumidos mediante normas específicas, superadoras de la prevista alternancia de fuerzas políticas en el gobierno (100por ejemplo, el Tratado sobre Protección Recíproca de Inversiones, 1991) y, finalmente, las aspiraciones chinas de garantizar oportunidades de negocios para sus corporaciones, tanto a nivel nacional como en el seno del Mercosur y éstas, incluso, en sincronía con procesos de articulación con la Alianza del Pacífico.

 

Finalmente, no hay que olvidar el cuadro de situación que presentan las inversiones chinas en infraestructura a nivel intrarregional sudamericano; desde Venezuela (100redes ferroviarias), Colombia, Perú (100caminos y carreteras, puertos), Uruguay (100puertos), Brasil (100puertos, construcción de represas y plantas generadoras de electricidad), Bolivia (100rutas que integran corredores bioceánicos), todas conllevan apetencias chinas por acceder a fuentes de materias primas y recursos naturales. Tal como se evidencia en la región, firmas chinas invierten en sectores extractivos considerando la amplia dotación de recursos naturales y las facilidades de accesibilidad que brindan países fronterizos. En este marco, una privilegiada economía por sus activos naturales y eficiente productor mundial de alimentos como la Argentina (100junto con Brasil y Uruguay) no puede estar fuera del radio de intereses primarios chinos en América del Sur. Prueba de ello ha sido la compra del 51% del paquete accionario de la firma Nidera en 2013 por parte de la estatal COFCO.

 

En síntesis, la Argentina, mediante los acuerdos firmados, convalida una senda de profundización de vínculos con la segunda economía mundial y un actor extrarregional en América del Sur, activo en términos comerciales, financieros y de inversión. Nuestro país confirma así que forma parte de un planificado proyecto de largo plazo que China ha de sostener en una región que, interconectada gracias al aporte de infraestructura crítica financiada por capitales chinos, ha de seguir siendo clave como proveedora de materias primas y mercado de exportación para productos y servicios chinos. No obstante los objetivos exógenos, no debemos olvidar que mantenemos grados soberanos de libertad para definir nuestro propio horizonte de desarrollo, sin injerencias ni condicionamientos externos. 

 

China y el largo plazo

El gobierno chino ha seleccionado siete industrias (100SEIS, por su sigla en inglés, seven strategic emerging industries) a las que considera “motores de la economía nacional” durante las siguientes décadas: 

 

1) tecnologías de energías limpias; 

2) tecnologías industriales de nueva generación;

3) biotecnología;

4) equipamiento de alta complejidad tecnológica; 

5) energías alternativas;

6) nuevos materiales, y

7) vehículos propulsados por energías alternativas. 

 

 

NOTAS

1. El autor agradece especialmente la colaboración brindada por el licenciado Jorge Berciano en la elaboración del anexo estadístico. 

2.  Refiere a las diez economías que componen la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (100ASEAN).

3.  El mismo fue impulsado por iniciativa del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y le han seguido proyectos privados de inversión en el sector farmacológico, por ejemplo, los del Grupo Chemo.

4.  Otro de los resultados del evento fue la creación del Foro China-CELAC (100Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe) con el objeto de integrar esfuerzos y consensuar iniciativas que comprendan a la casi totalidad de actores hemisféricos, a excepción de Estados Unidos y Canadá.

 

 

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