por Alejandro A. Calabria
Licenciado en Economía
El tema de la deuda externa no es un tópico nuevo en la historia argentina: desde el fraudulento empréstito de la firma inglesa Baring Brothers en 1824, del que el país solo recibió la mitad del monto total por el cual se endeudó1, ya podemos hablar de deuda externa propia. A partir de allí y hasta que el general Juan Domingo Perón llega a la presidencia, la Argentina continuó endeudándose incesantemente. La mayoría de las veces a tasas usureras y/o en condiciones que ningún país serio que se jacte de serlo podía aceptar.
En 1946, Perón manifiesta que el desendeudamiento del país sería una de las banderas de su gobierno ya que, según su visión, teníamos que librarnos también de las ataduras económicas-financieras, pues por más que tuviéramos independencia política nunca seríamos verdaderamente libres si continuábamos siendo dependientes económicamente de las potencias centrales. Tan fue así que el 9 de julio de 1947, desde Tucumán, elabora el “Acta de independencia económica” y en 1952 logra pagar toda la deuda externa argentina. Por primera vez en más de un siglo de historia, la Argentina pasaba de ser un deudor a ser acreedor neto, es decir, no solo no le debíamos al mundo sino que el mundo nos debía a nosotros2.
Lamentablemente, tan deseada situación resultó efímera. Como es sabido, en 1955 en nombre de la “Revolución Libertadora” (100que de libertadora no tuvo nada sino más bien lo contrario), un grupo de militares tomó por la fuerza el poder, derrocando a Perón y obligándolo a exiliarse. No demoró mucho tiempo en verse cuáles eran sus verdaderos intereses: ese mismo año, a meses de asumir, tomaron varios préstamos con diversos países del mundo (100principalmente europeos), los cuales se comprometieron a devolver en menos de un año, a sabiendas de que era imposible. Obviamente, el plazo se cumplió, la Argentina no pudo pagar y prosiguió acumulando intereses punitorios a su deuda, cada día más impagable3. Al poco tiempo, la estrategia de entrega del gobierno militar quedó evidenciada cuando se firmó en 1956 la incorporación de la Argentina al Fondo Monetario Internacional (100FMI) y al Banco Mundial (100BM). A partir de entonces, la deuda externa argentina no paró de crecer y las intromisiones de los organismos internacionales en nuestros asuntos locales estuvieron a la orden del día. Las misiones del FMI fueron moneda frecuente ante cada medida económica de relevancia que se intentaba encarar, como si su visto bueno fuese garantía de correctos resultados cuando más bien era a la inversa.
Entre 1966 y 1973, la dictadura militar de Onganía, Levingston y Lanusse aumentó la deuda externa en un 46%. Sin embargo, los aun más nefastos Videla, Viola, Galtieri y Bignone los superaron pues incrementaron la deuda entre 1976 y 1983 en un…¡¡¡465%!!! Cuando derrocaron a Estela Martínez de Perón el país debía apenas 7.800 millones de dólares, pero cuando la dictadura dejó el gobierno se debían más de 45.000 millones. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín (1001983-1989) la deuda aumentó en un 44%. Carlos Menem asumió el país con una deuda de 62.200 millones de dólares y lo entregó, diez años más tarde, endeudado por 146.219 millones (100+123%). Evidentemente, Fernando de la Rúa no quiso ser menos que sus antecesores y en apenas dos años de gestión, blindaje y megacanje mediante, consiguió aumentarla a 180.000 millones de dólares (100+23%).
Más allá de que las cifras del párrafo anterior son contundentes y muestran a las claras el flagelo que la deuda externa ocasionó para la historia de nuestro país, es interesante poner estas cifras en términos relativos al Producto Bruto Interno (100PBI). El ratio deuda externa/PBI nos permite cuantificar la deuda en términos relativos a la producción de un país. Como consecuencia del creciente endeudamiento y de la caída del PBI producto de la crisis de 2001, en 2002 el ratio deuda externa/PBI alcanzó la histórica cifra del 166%. Por tanto, podríamos destinar absolutamente todos los productos y servicios producidos en nuestro país durante un año y medio a pagar la deuda y aun así no alcanzaríamos a saldarla.
A partir de 2003, con el modelo nacional y popular se izó bien alto la bandera del desendeudamiento externo tal como el Gral. Perón había hecho más de medio siglo atrás. Durante ambas gestiones el país honró sus deudas como corresponde, a pesar de que no habían sido ni Néstor ni Cristina quienes las habían contraído ni mucho menos quienes habían malgastado los fondos.
Una mención especial merece la cancelación total de la deuda con el FMI realizada en enero de 2006 durante la gestión de Néstor Kirchner. Por primera vez, y a más de 60 años de la afiliación de la Argentina a dicho organismo, no le debemos ni un solo dólar. Esto, además de las positivas consecuencias económicas, también las tuvo políticas porque nos permitió liberarnos de sus intromisiones, sus controles, sus opiniones, etc. Y ello por supuesto despertó el fastidio de los opinólogos del establishment internacional.
Como puede observarse en el gráfico 1, la relación deuda/PBI cayó aceleradamente producto no solo de los pagos realizados por el país sino también como consecuencia del enorme crecimiento del producto en la última década y, lo cual es aun igual o más relevante, gracias a las grandes quitas logradas en los canjes de deuda más exitosos de la historia del mundo. Estos canjes permitieron que el país acordara con la mayoría de sus acreedores que si querían cobrar necesitábamos que aceptaran una disminución en los montos porque de otra forma estábamos una vez más, como tantas veces en nuestra historia, destinados al más rotundo de los fracasos y, como el propio Néstor afirmó, “los muertos no pagan sus deudas”.
Estos canjes no solo fueron singulares por las enormes quitas conseguidas y por el alto porcentaje de adhesión de acreedores (10092%), sino incluso por la forma en que se pergeñó el pago. Gran parte se efectuó a través de un nuevo instrumento (100usualmente denominado bonos Cupón PBI) que convenía que la Argentina haría refuerzos en sus pagos siempre y cuando el crecimiento del año anterior hubiera sido superior al 3,22%. Es decir, se garantizaba que en momentos en los que la economía no transitaba años de holgura el dinero destinado al pago de esos bonos no habría que pagarlo lo cual liberaba fondos para continuar sosteniendo la economía (100por ejemplo, a través de aumentos en la demanda agregada). Este novedoso instrumento resultó tan conveniente que se utilizó como referencia en la mayoría de los canjes de deudas nacionales en distintos países del mundo.
Es cierto que la Argentina acordó con la mayoría de sus acreedores y no con la totalidad porque un pequeño sector, que representa menos del 8% de los tenedores de deuda argentina, no aceptó entrar a ninguno de los canjes que se les ofreció porque no están dispuestos a consentir ninguna quita. Una parte de ellos son los denominados “fondos buitres”, cuya dinámica es muy sencilla de entender: compran bonos de países en default a precios irrisorios, o dicho de otro modo, compran a precio casi cero bonos de países que dijeron que no pueden pagarlos, para luego intentar cobrar el 100% del valor original de la deuda. Poseen enormes estudios de abogados a su disposición y mucho lobby internacional.
En la mayoría de los casos la jugada les resulta mala y no pueden cobrar la totalidad demandada (100incluso muchas veces no cobran nada), pero en los pocos casos que tienen éxito obtienen rentabilidades enormes. Desde hace años estos inescrupulosos especuladores están litigando contra el país tratando de cobrar esa deuda usurera y, ante la postura firme e inclaudicable principalmente durante la gestión de Cristina, que es cuando aceleraron sus reclamos, empezaron a embargar algunos bienes argentinos en el mundo o a trabar cuentas del país en el exterior. El caso más emblemático fue el de la Fragata Libertad que retuvieron durante más de dos meses en el Puerto de Tema (100Ghana). El final de la historia es bien conocido por todos: las cortes internacionales dieron la razón a nuestro país, la Fragata volvió a casa libremente y los buitres se quedaron protestando.
En materia del conflicto con los buitres serán cruciales los próximos años (1002014 y 2015) porque deberían definirse las cuestiones de fondo del litigio. Afortunadamente, la Argentina no ha cedido ni un centímetro y no ha ofrecido ni un dólar más que la oferta que aceptó el resto de los acreedores que sí entraron al canje. En los últimos meses, diferentes organismos internaciones y varios países se han expresado en la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos a favor de nuestro país argumentando que es este un caso testigo y que si se falla a favor de los fondos buitres no solo habría consecuencias para la Argentina sino que sentaría pésimos precedentes y permitiría que continúen con esta operatoria contra otros países provocando así desastrosos efectos en aquellas economías que han podido reestructurar su deuda recientemente. Incluso hasta el propio Poder Ejecutivo de Estados Unidos se ha mostrado del lado argentino en esta disputa.
Notas
1. La Argentina, en ese entonces denominada Provincias Unidas del Río de la Plata, tomó un empréstito por 1.000.000 de libras esterlinas de las cuales al país solo ingresaron 560.000, el resto se “perdió” en comisiones, intereses descontados anticipadamente, fletes, seguros y garantías. La cancelación total de la deuda se produjo 80 años después de la fecha inicial del crédito.
2. Al respecto, es muy recomendable ver el video “Perón elimina la deuda externa”, en el que apenas cuatro minutos le bastan al Gral. Perón para explicar con una claridad inigualable lo que sucedía en aquellos años al respecto: http://www.youtube.com/watch?v=Bm0KEtHkmbo.
3. Cuando el país entró en default se creó el Club de Paris, foro informal de países acreedores cuya función es coordinar formas de pago y renegociación de deudas externas de los países e instituciones de préstamo.
Para ver el artículo completo descargá la Revista Gestar: