10 de julio de 2012
Instituto Gestar

El caso Paraguay… al fondo, a la derecha

Un interventor del gobierno interino se presenta en la TV Pública y exige la grilla de programación en nombre del recién asumido Jefe de Estado. Las facciones tradicionalistas, ligadas al terror y al eco del Stronato, montan una ópera para borrar de un plumazo la posibilidad del cambio en Paraguay. Entre otras cosas graves, salen a la superficie agrupaciones de origen conservador y militarista como la Unión Nacional de Ciudadanos Éticos, creada por el militar golpista Lino Oviedo. No, no es 1970. Es viernes 22 de junio de 2012. Es ahora. Pero retrocedamos un poco en el tiempo.

Fernando Armindo Lugo Méndez, es un obispo católico suspendido, ligado a la Teología de la Liberación. También es político y estudioso de las ciencias sociales. Nació en San Pedro del Paraná en 1951 e inició su formación académica en las ciudades de Encarnación y Asunción. Su padre, su tío, alguno de sus hermanos y él, fueron perseguidos, encarcelados y luego exiliados por el régimen dictatorial del general Alfredo Stroessner. Esos sucesos lo condujeron a Roma para concluir sus estudios de Sociología en el Vaticano y retornó al Paraguay en 1987.

En el corazón de los movimientos sociales, comenzó su carrera política en oposición al dominio del Partido Colorado. Cosechó su legitimidad entre campesinos, jóvenes militantes y organizaciones comunitarias, y con el tiempo llegó a ser llamado el “Obispo de los Pobres”. Luego de solicitar al Vaticano su desvinculación del oficio religioso para dedicarse a la política, y como líder de la Alianza Patriótica para el Cambio, fue elegido democráticamente como presidente el 20 de abril de 2008 y asumió el 15 de agosto de ese mismo año.

No sólo rompió con la hegemonía tradicional de derecha de los colorados, sino que en su agenda gubernamental figuraban temas calientes como una reforma agraria, que lo enfrentó a los poderosos latifundistas; la consolidación del régimen democrático, en un Paraguay en que las prácticas inconstitucionales se han amalgamado a la cultura política; y la renegociación de los acuerdos sobre la represa hidroeléctrica de Itaipú, para conquistar la soberanía energética (100la cual aporta a un 15 por ciento del consumo energético de Argentina). En esa dirección, el pueblo paraguayo celebró el Bicentenario en 2011, al igual que en el 2010 lo hicimos los argentinos. Lo celebró pronunciando la consigna de cambio, de renovación política, de recuperación de la soberanía y la dignidad paraguaya. Lo celebró porque tenía la intención clara de legitimar ese proyecto político.

Lamentablemente, la elite oligárquica tradicional, con auxilio de los inversionistas del narcotráfico y el comercio ilegal (100Lugo es uno de los pocos presidentes en la historia del Paraguay sin vínculos con estos sectores), han quebrado nuevamente el proceso democrático y la expectativa paraguaya de cambio. Es que la derecha golpista tenía mayoría parlamentaria y trató de destituirlo más de 20 veces entre el montaje de farsas, corridas mediáticas, presiones y chantajes. Lugo es un hombre de andar los barrios, villas y calles. Así como lo hacía Néstor Kirchner. Ambos políticos de construcción territorial, de proximidad con el pueblo. Lugo sufrió la embestida parlamentaria de una asociación ilícita entre los poderes de la corporación agraria, el Partido Liberal, el Partido Colorado y sectores conservadores ligados a las Fuerzas Armadas. Lo ataron de pies y manos.

La embestida se materializó cuando la oligarquía terrateniente y el poder económico, en una manifestación de campesinos, promovieron una situación de tensión que derivó en una masacre  acusando al gobierno de Lugo de ser cómplice. Los hechos se desataron en la finca del terrateniente Blas Riquelme, miembro del Partido Colorado, en Caraguaty, a solo 250 km de Asunción, en donde se enfrentaron campesinos y policías, resultando de ello 17 muertos y varios heridos. Estos sucesos fueron el resultado de un incasable asedio a la gobernabilidad de Fernando Lugo que por fin dio sus frutos.

Fue así como durante la tarde del viernes 22 de junio, el presidente Fernando Lugo, elegido democráticamente por la mayoría del pueblo paraguayo, fue destituido por el Congreso por 39 votos condenatorios contra 6 absolutorios. Articularon demanda y sentencia en tiempo record y lo acusaron por “complacencia con la agitación agrícola y fomentar la lucha de clases”. En menos de 36 horas fue derrocado y sustituido por su compañero de fórmula Federico Franco del Partido Liberal. Luego, la Corte Suprema rechazó un recurso de inconstitucionalidad presentado por el abogado defensor del destituido. El Tribunal Superior de Justica Electoral resolvió que Franco deberá concluir el mandato otorgado hasta las elecciones de agosto de 2013, prohibiendo toda posibilidad de adelantarlas.

El problema no sólo reside en la destitución de un presidente legítimo (100además de legal), sino también en que esta vez los golpistas utilizaron los mecanismos constitucionales para consumar su obra. En los países vecinos de América Latina hay conmoción. La cumbre del Mercosur, próxima a realizarse en Mendoza, tendrá un invitado menos, debido a que se le ha retirado la invitación a la delegación del Paraguay por considerar este hecho como una interrupción del orden democrático. En su compromiso con la democracia y la paz, Cristina Fernández de Kirchner, anfitriona de la cumbre, dobló la apuesta y trasladó esta problemática al núcleo de la Unasur y de la OEA, denunciando el acontecimiento ante el mundo como “un golpe de Estado que de ninguna manera vamos a convalidar”. El Congreso Nacional, aprobó por unanimidad un proyecto de resolución basado en un documento elaborado por Daniel Filmus, en el que se afianza el “compromiso del Parlamento argentino en favor de la vigencia y consolidación de la democracia en Paraguay”.

En cumplimiento de las cláusulas de compromiso democrático del Mercosur, Unasur y OEA, los líderes políticos de América del Sur deberán pronunciarse en contra de la fatalidad ocurrida en Asunción e iniciar un mecanismo de acción política para contenerla. Si esto no llegara a suceder, difícil será el avance hacia la consolidación de la región arrastrando aún hoy fantasmas de esta índole.

Leonardo Zara

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