25 de julio de 2014
Instituto Gestar

El exilio de Perón y el tablero de poder internacional

por Federico Giordano

Integrante del equipo de Estudios Políticos y Sociales de Gestar

El capítulo latinoamericano

Hace un tiempo se estrenó la película Puerta de Hierro-el exilio de Perón, protagonizada por Víctor Laplace. Como todo intento de recrear a personajes ligados a la historia argentina, aparecen opiniones diversas y sobre todo muy apasionadas; lejos de querer involucrarnos en ese debate valoramos la voluntad del film de encarar la investigación del período menos documentado del líder de nuestro movimiento, su exilio.

Nos parece importante hacer nuestro aporte a ese esfuerzo con este artículo que centraremos en el peregrinaje de Perón por los países latinoamericanos que le brindaron asilo político. Una etapa que abarca apenas cinco años (100de 1955 a 1960) pero que lo obligó a radicarse en cinco países distintos escapando de las presiones del gobierno dictatorial argentino pero, sobre todo, de los EE. UU., que consolidarán su control en la región.

 

La doctrina Monroe y la guerra fría

La doctrina Monroe fue acuñada por el secretario de Estado de EE.UU. John Quincy Adams y presentada el 2 de diciembre de 1823 durante la presidencia de James Monroe. Estipulaba que Estados Unidos evitaría cualquier intervención extracontinental en América. Ello, en el contexto de la época, implicaba una advertencia a Europa donde, luego de finalizadas las guerras napoleónicas, surgía un poder victorioso formado por Prusia, Austria y Rusia denominado la “Santa Alianza” y que tenía como misión restaurar el poder monárquico en el viejo continente con la consecuente posibilidad de recupero de sus colonias, independizadas o a punto de hacerlo.

Esta amenaza no hubiera sido tomada en serio si no fuera porque contaba con el respaldo de Gran Bretaña que aportaba su armada para hacer valer la idea, fiel al estilo inglés de impulsar la “neutralidad de los mares” de modo de usar su poderío naval para penetrar mercados.

Esta doctrina, inicialmente bien vista por las jóvenes naciones latinoamericanas, instaló ideas como la de pensar Latinoamérica como “backyard” o patio trasero de Estados Unidos y el rol tutor de este en la región, y muchos la señalan como el puntapié inicial de la particular sociedad entre los estadounidenses y los británicos posterior a la independencia, todos elementos que serían fuertemente gravitantes en el porvenir de la región.

En el mapa de poder surgido después de la Segunda Guerra Mundial, con dos bloques definidos liderados por EE.UU. y la Unión Soviética, la doctrina Monroe se transformó en una herramienta utilizada por el primero en la llamada Guerra Fría.

Con el argumento de la posibilidad de infiltración comunista en la región, EE.UU. ejerció presión sobre los pueblos y gobiernos que no se sometieran a sus directivas políticas, los que fueron sucumbiendo uno a uno; una muestra de hasta dónde llegó este alineamiento lo constituye la actitud ante la guerra de Corea (1001950-1953) cuando la OEA emitió resoluciones unánimes de solidaridad con EE.UU., además de una serie de tratados1 de defensa mutua que lograron darle mayor injerencia, promover la venta de material bélico remanente de la guerra a las naciones menos desarrolladas y garantizar el aprovisionamiento estadounidense de materias primas abundantes y baratas.

La formalización de la política de ayuda al desarrollo por parte de Estados Unidos ocurrió en enero de 1949, en ocasión del discurso de inauguración de las sesiones del Congreso en el que el presidente Truman destacó los cuatro aspectos que consideraba prioritarios en su política externa: el apoyo a las Naciones Unidas, la reconstrucción de la economía mundial, la lucha contra el comunismo y la ayuda a los países en desarrollo. El punto IV, nombre que quedó como referencia al último aspecto, fue explicitado de la siguiente manera:

“Los Estados Unidos son la primera nación en desarrollo industrial y técnicas científicas. Los recursos materiales de que disponemos para la asistencia a otros pueblos son limitados. Pero nuestros imponderables recursos en conocimientos técnicos crecen constantemente y son ilimitados. Deberíamos ayudar a los pueblos libres del mundo para que mediante su propio esfuerzo produzcan más […]. Con la cooperación de las empresas, el capital privado, la agricultura y el trabajo de este país, este programa puede elevar sustancialmente su nivel de vida”2.

 

Paraguay

En ese marco, en septiembre de 1955 se orquesta el golpe de Estado que derrocaría a Perón. El día 20 el presidente se dirigió a la embajada paraguaya ubicada en la calle Viamonte 1851, donde fue recibido por el primer secretario Dr. Rubén Stanley y el agregado militar general Cardozo. Allí presentó formalmente el pedido de asilo, comunicándose vía telefónica con el embajador Juan Ramón Chaves, quien lo condujo a su residencia.

Chaves le propuso que, para evitar ataques a la sede de la embajada, se trasladara a la cañonera Paraguay que estaba anclada en el puerto para su reparación. Según afirmaba, al ser una nave de guerra ofrecía mayor seguridad, puesto que, como en los bombardeos previos a Plaza de Mayo y como se demostraría con los atentados posteriores, el objetivo de los golpistas incluía matar a Perón.3

Perón aceptó y el embajador paraguayo junto con el general Demetrio Cardozo confiaron al asilado al comandante teniente de navío César Cortese, que dispuso su alojamiento. Pronto aquella zona portuaria comenzó a ser custodiada y bloqueada con tropas del Ejército y agentes de la policía.4

Cardozo y Chaves concurrieron al Ministerio de Guerra para entrevistarse con el presidente de la Junta Militar, general José D. Molina. Además, llevaron a la Cancillería la comunicación de los casi cuarenta asilos concedidos a ex funcionarios peronistas, recibidos también en la sede diplomática, la residencia del embajador y un departamento habilitado como anexo.

Chaves fue pronto informado por el general Tanco que la partida de la cañonera sería difícil y este le sugirió, como amigo de Perón, que buscase otro medio. No obstante, desde Asunción se ordenó la salida de la cañonera hacia Carmelo pero no fue posible poner en funcionamiento la caldera.

Había quienes pretendían impedir que Perón abandonara el país y se asilara en el Paraguay, temiendo que desde allí se articulara la resistencia obrera.

El 24, el vicepresidente contraalmirante Isaac Rojas envió un emisario al comandante Cortese con la amenaza de apresar al ex mandatario, aduciendo que estaba haciendo declaraciones políticas desde la cañonera.5

Posteriormente, el gobierno de facto argentino autorizó la salida de Perón rumbo a Asunción aunque por vía aérea utilizando un hidroavión, pero ya desde ese momento se hizo el pedido de que la permanencia en Paraguay no fuese indefinida y que se propiciara el alejamiento a cualquier país extracontinental.

A su llegada a Paraguay, Perón se alojó en la casa del comerciante argentino, radicado en Asunción, Ricardo Gayol, quien en el prolongado período de la resistencia peronista albergará a Américo Barrios, John William Cooke, Augusto Vandor, Andrés Framini, Iturbe, Delia Parodi y a muchos otros militantes peronistas.6

Stroessner aspiraba a que Perón estuviera poco tiempo en el país pues, además del pedido expreso del gobierno argentino, su figura despertaba prevenciones en diversos sectores políticos del Cono Sur. Pero estaba dispuesto a que permaneciera lo suficiente como para demostrar que el Paraguay cumplía con las obligaciones de la doctrina del derecho de asilo, que históricamente la Argentina había concedido al pueblo y a los dirigentes paraguayos de todos los signos políticos.

Además, el mandatario paraguayo temía que la presencia de Perón deteriorara sus relaciones con el nuevo gobierno argentino. Esto se confirmó muy pronto en una conferencia de prensa realizada en Asunción los primeros días de octubre y difundida por las agencias internacionales. Allí el ex presidente respondía así las preguntas sobre las causas del estallido revolucionario: “Las causas son solamente políticas. El móvil: la reacción oligárquico-clerical para entronizar al conservadorismo caduco. El medio: la fuerza movida por la ambición y el dinero. El contrato petrolero es un pretexto de los que trabajan de ultranacionalistas sui generis”.

Con respecto al futuro y a las posibilidades de su movimiento, manifestaba: “El Partido Peronista tiene grandes dirigentes y una juventud pujante y emprendedora, ya sea entre sus hombres como entre sus mujeres. Han ‘desensillado hasta que aclare’. Tengo profunda fe en su destino y deseo que ellos actúen. Ya tienen mayoría de edad. Les dejé una doctrina, una mística y una organización; ellos las emplearán a su hora. Hoy imperan la dictadura y la fuerza; no es nuestra hora. Cuando llegue la contienda de opinión, la fuerza bruta habrá muerto y allí será la ocasión de jugar la partida política. Si se nos niega el derecho a intervenir, habrán perdido la batalla definitivamente. Si actuamos, ganaremos como siempre por el 70% de los votos”.7

Ante estas declaraciones, el gobierno provisional argentino presentó una reclamación al Paraguay y el 8 de octubre el presidente Stroessner respondió lamentando que las declaraciones del asilado hubieran alcanzado semejante difusión e injuriado al “país hermano”. También anticipaba que Perón sería internado en otro punto del Paraguay.

Aunque Perón fue entonces trasladado a Villarrica, esto no colmó las expectativas del gobierno de Aramburu, quien mediante tratativas secretas convino en que no se protegería a los grupos liberales paraguayos a cambio de que se preparara “algo” que obligara al ex presidente a salir de ese país. En efecto, durante la madrugada del 2 de noviembre de 1955 se producía en las cercanías de la residencia de Perón un prolongado intercambio de disparos que en principio le causó gran sorpresa, pero luego le permitió comprender la situación. Inmediatamente, Perón anunció su partida a “Nicaragua, vía Pacífico”.8

Sin embargo, los problemas continuarían debido a que muchos dirigentes peronistas harían de Paraguay una suerte de base de operaciones para gestar el retorno de su líder, a la vez que los exiliados paraguayos en la Argentina creyeron llegada la ocasión para exigir la democratización de su país y el libre juego de los partidos políticos.

Brezzo y Figallo refieren “que a comienzos de 1956 el gobierno de Stroessner debió buscar aviones en Brasil y en los Estados Unidos para defenderse de un posible ataque argentino contra esas fuerzas peronistas asiladas, pero que en cierta forma sobrevino a finales de los 50 y principios de los 60 en forma de incursiones de paraguayos con armas proveídas por las Fuerzas Armadas argentinas”. Estas principiaron con la conspiración liberal preparada y organizada desde la Argentina en noviembre de 1956, que fue violentamente abortada. Tiempo antes había sido creada en Buenos Aires la Junta de Liberación Nacional Paraguaya que afirmaba representar la voluntad de cuatrocientos mil perseguidos y deseaba para la nación guaraní una revolución similar a la que había derrocado a Perón a fin de desplazar a una dirigencia que consideraba los “últimos de una larga serie de dictadores y usurpadores”.9

 

Panamá y Nicaragua

Evidentemente, Perón conocía los esfuerzos que el gobierno de la llamada Revolución Libertadora desplegaba no solo para alejarlo de la Argentina, sino para expulsarlo del continente, y tomaba previsiones al respecto. Al salir de Paraguay rumbo a Managua, el avión que lo conducía hizo escala en diversos aeropuertos latinoamericanos sin anuncio previo y recaló el 6 de noviembre de 1955 en Panamá. Allí visitó a las autoridades del gobierno10, participó de diversos actos públicos y tres días después anunciaba su instalación en la ciudad de Colón.

Como en otras partes de América Latina, Perón era popular, entre otras cosas, gracias a la promoción de su imagen y gobierno, así como al envío de ayuda social y fomento del deporte que se realizaba a través de las embajadas, empleando el aceitado mecanismo publicitario organizado durante su gestión pero fundamentalmente era conocido por su tarea de mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores argentinos.

Aprovechando esta situación, el ex presidente hacía declaraciones políticas en las que analizaba la situación de su país. Con motivo de la renuncia de Eduardo Lonardi y la asunción de Pedro E. Aramburu, comentaba que “Aramburu es tan incompetente o peor que Lonardi. Es sólo un militar, y aun como tal no es bueno”. Respecto a Isaac Rojas estimaba que era tan impetuoso “que acelerará el proceso de descomposición”.11

Una buena crónica de cómo fueron aquellos días la brinda el abogado panameño Harry Castro Zachrisson12: “Durante el período que estuvo en Panamá, José Dominador Bazán, alcalde simpatizante de la doctrina peronista, le brindó amistad y protección, declarándolo huésped ilustre de la ciudad de Colón. Además de Bazán, integraban el círculo de amigos que lo frecuentaban en Colón Jaime Ford y Arnoldo Parra, comerciante de origen cubano, quien logra verlo en Buenos Aires concluido el exilio y nuevamente presidente. Se alojó en el edificio Lincoln en Panamá, y en el Hotel Washington en Colón, donde ocupó una suite de dos habitaciones, descuidadas y despintadas. De sus hábitos se recuerda que leía de todo, hasta altas horas de la madrugada, sobre todo de medicina; dormía siesta, se cocinaba con delantal, planchaba su ropa y escuchaba música, no bebía vino, solo soda y algún vaso de whisky por la circulación; era un gran deportista sobresaliendo en el boxeo, por ello solía asistir a veladas boxísticas en la Arena de Colón; iba cada tanto a paseos al balneario de María Chiquita, siempre muy bien acompañado, entre las que estuvo María Estela Martínez, ‘Isabelita’, rubia tímida y callada, a quien Perón le delegó el mando antes de morir y ocupó su tercera presidencia en la Argentina. Perón e Isabel residieron juntos en Colón. La conoció en una fiesta privada, él tenía 61 años, ella 25; a Isabel la protegía un empresario artístico cubano, llamado Joe Herald, cuyo elenco se presentaba en The Happy Land. Isabelita se convirtió en su secretaria privada y amante. Solían cenar en el Hancoks Bar, cerca del Teatro Central y jugaban cartas en la noche. A su disposición contó con un Cadillac negro.

La Guardia Nacional asignó a Omar Torrijos como su custodio durante su estadía en nuestro país.

Pasó penurias económicas, pues, el dinero que debía traerle el mayor Ignacio Cialcetta demoró en arribar. En su entorno íntimo que lo acompañó en su exilio se mencionan a Isaac Gilaberte, su mayordomo leal; Flora, su cocinera; el Dr. Pascali, embajador peronista en Panamá; Vittorio Radeccia, agente de los Servicios Argentinos; Rodolfo Martínez ‘Martinchio’, organizador en Venezuela de un Comando de Exiliados Peronistas y su secretario privado de relaciones públicas de origen peruano, Heliodoro Ventocilla, radicado en San Francisco de la Caleta cerca al actual Club Español. Con motivo de la reunión de presidentes de la OEA en Panamá en 1956, el presidente argentino de facto, Aramburu, amenazó con no concurrir si Perón continuaba en territorio panameño. El presidente Dicky Arias cedió a las presiones y, por conducto del canciller Alberto Boyd, designa a un pariente cercano que lo persuade para que se ausente unos días a Costa Rica, bajo la garantía de retornar al país, concluida la cumbre. Días después Perón retornó a Panamá y esta vez fija residencia en esta ciudad. Desde Colón grabó discursos que entregaba a mensajeros que viajaban a Argentina, planificando retornar a su país y conducir personalmente su retorno al poder”.

Al mismo tiempo continuaba la campaña emprendida por el gobierno de facto argentino con el fin de desprestigiar al partido peronista y lograr la expulsión de su líder del continente, lo que no excluía la posibilidad de un atentado.

Mientras tanto, se comenzaba a organizar en la Argentina y países limítrofes la “resistencia” y Perón trataba de apoyar su articulación. Para ello mantenía correspondencia con exiliados en varios países, grababa cintas que luego se distribuían como medio de comunicación con el pueblo y en las pocas entrevistas que mantenía con aquellos simpatizantes que se le acercaban ponía énfasis en la imperiosa necesidad de organizarse.

A fines de 1955 aparece el libro La fuerza es el derecho de las bestias, que, según él mismo declara, es un estudio crítico de la situación política del país, un trabajo de carácter periodístico, como los artículos que había elaborado con el seudónimo Descartes en el diario Democracia. Este trabajo circuló profusamente durante los años siguientes, en ediciones muchas veces clandestinas, entre los protagonistas de la resistencia.

El día 9 de junio estallaba el “Movimiento de Recuperación Nacional”, encabezado por los generales Valle y Tanco, al que se sumaron numerosos civiles. La estructura del plan era insurreccional e incluso apto para dar inicio a una guerra civil. El gobierno argentino conocía este movimiento y esperó su comienzo para desatar un castigo ejemplarizador con una serie de fusilamientos entre los días 10 al 12 de junio.13

Perón deploró las persecuciones y asesinatos, pero al realizar un análisis crítico de lo sucedido es posible apreciar su desconfianza sobre las posibilidades de acción de sus camaradas de armas, su posición contraria a toda rebelión que desatara una guerra civil y la idea de que la insurrección era prematura. Él creía en la voluntad del pueblo, en sus operaciones de resistencia, como el método correcto para revertir la situación por la que estaba atravesando. Así lo expresó en una carta que dirigió a John W. Cooke, designado en noviembre de 1956, desde Caracas, como su vocero: “El Tiempo trabaja para nosotros […]. Nuestro camino es simple: organizarnos concienzudamente en la clandestinidad […]. Instruir y preparar a nuestra gente, con todo el tiempo que sea necesario para los fines que nos proponemos; agruparnos en organizaciones disciplinadas y bien encuadradas por dirigentes capaces, audaces y decididos, que sean respetados y obedecidos por la masa; planificar minuciosamente la acción y preparar adecuadamente la ejecución”.14

No solo el gobierno argentino seguía de cerca los pasos de Perón; también la administración estadounidense que, invocando su cruzada anticomunista y la actitud conspirativa del ex presidente, llevaba a cabo actos de hostilidad, como la apropiación de uno de los manuscritos de su libro y la presión para que abandonara su residencia en la zona panameña de su jurisdicción.

En julio de 1956 se efectuó la ya mencionada reunión de presidentes americanos, en la que participaba Eisenhower, para celebrar los 130 años del Congreso de Panamá, convocado por Simón Bolívar en 1826. Entonces, el gobierno argentino puso como condición para asistir que Perón dejara territorio panameño. Así lo hizo él y se dirigió a Nicaragua, donde permaneció entre el 20 y el 29 de julio de 1956.

Panamá, que había elegido como nuevo presidente a Ernesto de la Guardia, era un país prácticamente dominado por Estados Unidos, cuya administración observaba atentamente los pasos de Perón. A ello se sumaba la orden de captura contra él y algunos de sus colaboradores dictada por el gobierno argentino y la actitud de Aramburu en la reciente reunión de presidentes para advertir que la situación del ex presidente había cambiado, por lo que su permanencia allí encontraría dificultades.

Finalmente, se decidió pedir asilo político en Venezuela, gobernada por Marcos Pérez Jiménez, donde ya se encontraban refugiados conspicuos miembros del partido peronista.

 

 

Venezuela y República Dominicana

El 9 de agosto de 1956 Juan Domingo Perón arribaba a Maiquetía. Ya le había escrito a Pérez Jiménez: “Mis enemigos han pretendido asesinarme hasta en mis habitaciones del hotel Washington en Colón”. Al descender del avión eludió las declaraciones con una frase irónica: “La política, la guerra y las mujeres no son cosas para viejos”. Los meses en Caracas le servirían para la organización de la resistencia. Trabaja afanosamente en su departamento del séptimo piso del edificio Jos Mary de la avenida Andrés Bello. Por esos días terminó el libro La fuerza es el derecho de las bestias, título de una frase de Cicerón y en el que da cuenta de su gestión de gobierno.

Perón no mantuvo una relación estrecha con Pérez Jiménez. En las conversaciones con sus compañeros de exilio era más bien crítico de la obra del dictador porque consideraba que ella carecía de proyección social. En una oportunidad comentó: “Me gustaría advertirle al propio Pérez Jiménez estas cosas pero desde que estoy aquí no lo he visto. Sin embargo, me ha ofrecido una hospitalidad generosísima que compromete para siempre mi gratitud”.

Sus contactos frecuentes eran con Pedro Estrada, quien había colocado la SN al servicio de su protección. Para el otro factótum del régimen, Laureano Vallenilla Lanz (100que había celebrado su derrocamiento en septiembre de 1955), “Perón era un adeco uniformado”.

Ahora, desde la quinta Mema en El Rosal sigue día a día la política de su país, recibe visitantes y apuesta a un pronto retorno. El periodista Américo Barrios recuerda que “la casa que habitaba Perón era modesta, tenía un vestíbulo no muy amplio. Sobre una repisa había un retrato de Eva Perón realizado en delicada acuarela; en un rincón un hermoso piano de caoba claro de gran marca que Don Fortunato Herrera, un venezolano amigo del general, había obsequiado a Isabelita. Sillones comunes y sillas rodeando una mesa para comer convertían a esta sala en un living, eso y dos dormitorios eran toda la casa”.

Sin embargo, estaba consciente de que pesaba sobre él la sentencia de muerte de los “gorilas”.

Ante la presencia de Perón en Venezuela, la presión del gobierno argentino no se hizo esperar. Así el 27 de enero de 1957 anunciaba el descubrimiento de “otro plan peronista más”, orientado desde Caracas y ejecutado por elementos que atravesarían las fronteras de Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay para establecer el “caos interno” y provocar la guerra civil en la Argentina. El plan era idéntico al que hacía algún tiempo se había difundido desde Montevideo, y denunciaba además la alianza del peronismo con el comunismo y una facción nacionalista del Ejército. Estas afirmaciones tenían las características de una estratagema, cuyo objetivo consistiría en justificar las presiones sobre Venezuela para que expulsase a Perón de su territorio. De todos modos, con o sin fundamento, el gobierno de facto intensificó las actividades de inteligencia y prosiguió con la campaña contra el peronismo en los demás países del continente. Poco tiempo después de divulgar la noticia sobre el complot que Perón articularía desde Caracas, anunció la existencia de “comandos peronistas” en Brasil. El subsecretario de Relaciones Exteriores, García Arias, y el mayor Roberto Shaw, jefe del Servicio de Coordinación y Enlace de la cancillería argentina (100servicio encargado de las cuestiones de seguridad), entregaron al embajador João Carlos Muniz una serie de documentos, que no solo vinculaban a los asilados en Brasil con la práctica de ilícitos penales (100falsificación de moneda), sino que comprometían a personalidades y gobiernos de algunos países de América del Sur.15

Al difundir estas revelaciones, el gobierno de Aramburu logró en cierta medida inducir a Brasil para que truncara cualquier actividad política que pudieran desarrollar los refugiados en su territorio.

Con respecto a Venezuela, las presiones no tuvieron resultado sino que, por el contrario, generaron tensiones entre los dos países. El embajador de la Argentina, general Carlos S. Toranzo Montero, solicitó audiencia a Marcos Pérez Jiménez a fin de mostrarle copias de las cartas y otros documentos atribuidos a Perón, que probaban que él se ufanaba de contar con el apoyo de las autoridades de Venezuela al tiempo que daba instrucciones a su “jefe de comando” en Paraguay para que se entendiese con el presidente Stroessner.16 Alegó que las actividades políticas de Perón aumentaban con miras a impedir las próximas elecciones en la Argentina mediante huelgas, atentados, desórdenes, etcétera, y por esto pretendía que el gobierno de Venezuela, como si fuese por su propia iniciativa, lo expulsase de su territorio. En caso de que no lo hiciese con urgencia, la Argentina presentaría una nota de protesta y se romperían relaciones diplomáticas.

Pérez Jiménez, que no mantenía contactos personales con Perón, se negó rotundamente a aceptar las exigencias del gobierno de la Revolución Libertadora, porque las consideró lisa y llanamente una violación de soberanía, no recibió a Toranzo Montero, lo declaró persona no grata e interrumpió relaciones con la Argentina.

No obstante la exageración de las informaciones sobre el complot y la sospecha de que los documentos, cuyas copias fotostáticas Toranzo Montero poseía, fuesen falsificados, no cabía duda de que Perón seguía dirigiendo el movimiento justicialista desde Caracas y la resistencia a las políticas de la llamada Revolución Libertadora. Pero era igual de posible que el gobierno provisional de la Argentina hiciese de todo para eliminarlo físicamente por medio de atentados que organizaba su servicio secreto, según la acusación de Venezuela.

Laureano Vallenilla Lanz (100h), ministro del Interior de Pérez Jiménez, refiere en sus memorias las permanentes presiones que afrontó el gobierno tanto de la Argentina como de Estados Unidos.17

Así, el 25 de mayo de 1957, casi un mes antes del agravamiento de las tensiones entre los gobiernos de Caracas y Buenos Aires, la explosión de una bomba destruyó completamente el automóvil de Perón,18 cuyo prestigio volvía a crecer como consecuencia de las vicisitudes con que se enfrentaba la clase trabajadora, lo cual inevitablemente influía sobre la marcha y el resultado del proceso electoral en la Argentina. En aquel tiempo, la candidatura de Arturo Frondizi a la presidencia de la nación estaba surgiendo con el apoyo de la poderosa fracción intransigente de la Unión Cívica Radical (100UCR). Entretanto, en diciembre de 1957 se encontraron en Caracas conspicuas figuras del peronismo: el tema de la reunión era la definición de cómo votar en febrero de 1958.

En enero de ese año fue derrocado Pérez Jiménez19 y asumió el contraalmirante Wolfgang Larrazábal.20 La hostilidad contra el régimen derrocado se hizo extensiva a los peronistas residentes en Caracas de modo que la situación política se revirtió y Perón debió prácticamente huir de Venezuela y asilarse en la República Dominicana, gobernada por Rafael Leónidas Trujillo.

 

 

El fin del recorrido latinoamericano

A fines de 1959, el gobierno español concedió las visas para la radicación de Perón y sus allegados que se instalaron en España en 1960 dando fin a su exilio en el continente americano. Allí Perón permanecerá casi una década y media. ¿Qué nos deja esta etapa? Sin dudas, este período marcará a fuego la voluntad del proyecto continentalista de emancipación que anidaba en Perón pues vivió en carne propia cuán ligados están los destinos de los pueblos latinoamericanos, pero en especial todo nos da la certeza de que el derrocamiento de Perón respondió no solo a cuestiones domésticas sino a un proceso por el cual aquellos que no se alineaban incondicionalmente con la nueva potencia emergente eran derrocados y sustituidos por dictaduras adictas a Washington.

Perón fue resistido por los EE.UU. desde un principio. La consigna Braden o Perón respondió a que el embajador yanqui se había convertido en una especie de jefe de la oposición y el líder de los trabajadores le propinó una importante derrota a través de las urnas. Pero la venganza llegaría luego pues los norteamericanos, además de apoyar su derrocamiento, constituyeron una fuerza principal a la hora de expulsar al general del continente.

Sin embargo habría nuevas batallas y, como sabemos, luchó y volvió, una fórmula que repetiremos siempre porque ni la desaparición física es un enemigo invencible para un pueblo que aun contra los imperios más poderosos se empecina en hacer volver y volver a aquella alegría que supimos conseguir.

Notas

1. El Sistema Interamericano se completó en la IX Conferencia Internacional de Estados Americanos efectuada en Bogotá, Colombia, entre el 30 de marzo y el 2 de mayo de 1948. Esta concluyó con la aprobación de la Resolución sobre la Preservación y Defensa de la Democracia en América, la creación de la Organización de Estados Americanos (100OEA) y la ratificación —luego de algunos escarceos diplomáticos— de su instrumento militar: la Junta Interamericana de Defensa (100JID).

2. Citado por Eyerbe, Luis Fernando. Estados Unidos y América Latina: la construcción de la hegemonía, La Habana, Casa de las Américas, 2001, p. 83.

3. Ver declaraciones de Antonio Cafiero, edición de ABC de Paraguay del 25 de septiembre del 2005.

4. Perón, Juan Domingo. Del poder al exilio. Cómo y quiénes me derrocaron, 1958, s/ed., pp. 37-45.

5. Juan R. Chaves a Hipólito Sánchez Quell, Buenos Aires, 26-9-1955. Archivo Ministerio de Relaciones Exteriores de Paraguay-Sección Departamento Política Internacional. En Brezzo, Liliana y Figallo, Beatriz. La Argentina y el Paraguay, de la guerra a la integración. Rosario, Instituto de Historia PUCA, 1999, p. 441. Ver también: Perón J. D. op. cit., donde relata diversos actos intimidatorios.

6. Pavón Pereyra, Enrique et al. Perón. El hombre del destino. Buenos Aires, Editorial Abril, 1973, vol. III, p. 24.

7. Pavón Pereyra, Enrique et al. op. cit., pp. 25-27.

8. Ross, César. Perón: el comienzo del exilio. En Todo es Historia, Nº 69, Buenos Aires, enero de 1973, p. 14.

9. Brezzo, Liliana y Figallo, Beatriz. La Argentina y el Paraguay, de la guerra a la integración. Rosario, Instituto de Historia PUCA, 1999, p. 443

10. El presidente, Ricardo Arias Cisneros, reemplazó a José Antonio Remón, asesinado ese mismo año, hasta que fue elegido Ernesto de la Guardia.

11. Diario La Hora. Panamá, 15-11-1955.

12. www.laestrella.com.pa/online/impreso/2012/11/25/el-exilio-de-peron.asp

13. Cfr. Ferla, Salvador. Mártires y verdugos. Buenos Aires, Ed. Revelación, 1972.

14. Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Gránica Editor, tomo I, 1973, pp. 7-12.

15. Oficio Nº 277/600 (10041), secreto, Embajador João Carlos Muñiz al Canciller José Carlos de Delia Pilar Otero.

16. Oficio Nº 277/600 (10041), secreto, Embajador Oscar Pires do Rio al Canciller José Carlos de Macedo Soares. Caracas, 8-7-1957. Ofícios recibidos 1950/1957. Citado por Moniz Bandeira, Luiz. Ibíd. p. 242.

17. Vallenilla Lanz, Laureano. Escritos de memoria. Caracas, Ediciones Garrido, 1963, pp. 432-433.

18. Diario El Nacional, Caracas, 28-5-1957.

19. El general Rómulo Fernández, jefe del Estado Mayor General del gobierno de Pérez Jiménez, le entregó un memorando, con fecha del 8 de enero de 1958, en el cual analizaba la situación interna del país y criticaba no el asilo dado a Perón y a otros peronistas y también la ruptura de relaciones con la Argentina y Chile, así como las tensiones con Uruguay y Costa Rica México, Perú y Canadá.

20. El almirante Isaac Rojas, vicepresidente de la Argentina, envió un telegrama de felicitaciones a su “viejo amigo”, el contraalmirante Wolfgang Larrazábal, que había residido en Buenos Aires como agregado naval y que asumió la presidencia de la Junta de Gobierno en Caracas.

© 2010 - 2024 Gestar. Todos los derechos reservados.