10 de mayo de 2016
Instituto Gestar

EL MUNDO EN EL SIGLO XXI ¿LA HORA UNIVERSAL DE LOS PUEBLOS?

por Humberto Podetti

 

Cuando contemplo el espectáculo de tantas repúblicas florecientes, las veo como una gran cuadrilla de gentes ricas y aprovechadas que, a la sombra y en nombre de la república, trafica en su propio provecho. Su objetivo es inventar todos los procedimientos imaginables para seguir en posesión de lo que por malas artes consiguieron y dedicarse a sacar nueva tajada del trabajo y esfuerzo de los trabajadores, a quienes desprecian y explotan sin riesgo alguno. Cuando los ricos consiguen que todas esas trampas sean puestas en práctica en nombre de todos, es decir en nombre suyo y de los pobres, pasan a ser leyes respetables. 

Tomás Moro, Utopía1

  

 

 -

 

 

El mundo sufre una grave crisis humanitaria y antropológica, tal vez la más grave de la historia. Sus causas son múltiples, pero la principal es el sistema de poder mundial, estructurado en torno al mercado global, sostenido por algunos grandes Estados y por corporaciones privadas de envergadura y poder semejante o mayor a los Estados. Este sistema ha concentrado el conocimiento y los bienes en una pequeña parte de la población mundial, degradando y extinguiendo paulatinamente el trabajo humano y provocando la mayor exclusión de la sociedad –verdadera “muerte civil” en masa– que haya registrado la historia humana.

 

También ha impuesto globalmente el uso de la violencia, económica o militar, casi como único fundamento del poder. Para ello ha desarrollado nuevas formas de violencia económica, convirtiendo el trabajo de millones de personas en trabajo esclavo, agrediendo irracionalmente la naturaleza e imponiendo condiciones abusivas en el comercio interno e internacional encubiertas como “libre comercio”,2  mediante las cuales, además, destruye las posibilidades de producir mediante trabajo digno. También nuevas formas de la guerra, transformando en actor y víctima a la población civil y creando ejércitos privados, ampliando los escenarios a todos los rincones de la tierra y al espacio y el ciberespacio, e incrementando la letalidad de las armas de toda naturaleza. 

Ban Ki-moon, en el discurso de apertura de la 69° Asamblea General de Naciones Unidas, describió crudamente la crisis mundial: 

 

 -

 

 

El horizonte de la esperanza se ha oscurecido. Los actos indecibles y las muertes de inocentes nos encogen el corazón. Los fantasmas de la Guerra Fría han regresado… Nunca hubo tantos refugiados y desplazados desde la Segunda Guerra Mundial… Nunca Naciones Unidas había recibido tantos pedidos de ayuda de emergencia para salvar vidas… La diplomacia está a la defensiva, socavada por quienes creen en la violencia. La diversidad se encuentra asediada por extremistas que insisten en que su vía es la única vía. El desarme se ve como un sueño distante… Mientras las crisis se amontonan y las enfermedades se extienden, parece que el mundo se derrumba… Ha sido un año terrible para los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas…3

 

Más elocuente aún fue el papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio,4 en la que además de presentar crudamente la situación del mundo, también describió con precisión las causas de los graves males de nuestro tiempo: 

 

No a una economía de la exclusión 53. Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”… No a la nueva idolatría del dinero 55. Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano!… 56. Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites… No a la inequidad que genera violencia. 59. Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad… Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. 60. Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social. Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos. Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una “educación” que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países –en sus gobiernos, empresarios e instituciones– cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes.

 

La respuesta de los pueblos, desde comienzos del siglo XXI, ha sido clara: éste es el siglo de las movilizaciones de millones de personas en todos los rincones de la tierra, alzándose contra el sistema global. Las protestas le han dado un nuevo sentido a la red informática global, como fuente de conocimiento de la situación del mundo y como asamblea virtual en la que debaten acerca del presente y del futuro millones de personas de todas las culturas y de todas las geografías. 

 

Esta respuesta, multitudinaria y caótica pero esperanzada, plena de sentidos en un mundo sin sentido,5  ha conferido carácter terminal a la crisis e iniciado la degradación del poder sobre el que está construido el sistema mundial del mercado, y por ende de los liderazgos de toda naturaleza que directa o indirectamente se fundan en él. 

 

Casi todos los esfuerzos de analistas y politólogos de todas las tendencias para establecer las causas de la situación y para proponer cómo salir de ella son insuficientes y ocultan o ignoran la naturaleza y direccionalidad del proceso. La causa principal de esa falencia se origina en que piensan con las categorías y los métodos del sistema que agoniza.6 Porque es un proceso que tiene actores inexistentes o invisibles para esas categorías y métodos: los pueblos del mundo, cada uno con su cultura. Es decir, millones de personas, que habitan geografías determinadas y comparten culturas que se expresan en el tiempo reunidas en el proceso de transculturación. Sin exclusiones, desde que también participan los pueblos de las naciones del centro del sistema global, cada vez más próximos a los restantes pueblos del mundo. Porque en el seno de todas las naciones, la sociedad global del mercado ha creado extensas periferias: los excluidos o descartados, los postergados, los sometidos a la violencia económica de la pobreza y el hambre o lisa y llanamente a la violencia de la guerra, las mujeres negadas en sus derechos, los niños hambreados y vejados, los excluidos de las decisiones por las democracias de representantes, los migrantes que no pueden vivir en sus patrias de origen pero llevan su cultura con ellos adonde migran, las víctimas del consumismo y el abandono de sí mismos, en fin, todos aquellos cuya vida no tiene sentido para la sociedad global del mercado o los que han perdido el sentido de la vida por participar de ella. 

 

La comprensión cabal de lo que ocurre sólo puede hacerse desde “el fin del mundo”, desde las periferias, desde la mirada y la perspectiva de los pueblos. También es desde allí donde puede proponerse y construirse un nuevo mundo, incluyendo los caminos que deben seguirse para alcanzarlo. Sin complicidades con el pensamiento del sistema global en cualquiera de sus tendencias, aun las que se pretenden “progresistas” y sólo son las “izquierdas” del poder global. Eludiendo todas las formas de violencia que propone el mundo que agoniza y recuperando el valor de la política –sin corrupciones de ninguna naturaleza– como instrumento de transformación y como acción dadora de sentido de la vida personal y social.7  

 

El inicio de esta respuesta de los pueblos puede situarse en diciembre de 1979, en Polonia, con la fundación del sindicato Solidaridad de trabajadores de los astilleros de Gdansk. En poco tiempo el sindicato logró nuclear y organizar a todos los trabajadores, y se convirtió, además, en la expresión política del pueblo polaco. El modo y la naturaleza de la organización, así como sus medios y fines, recordaban mucho la organización sindical latinoamericana y particularmente la argentina: gobierno mediante asambleas, negativa al empleo de la violencia, proposición de mejora de las condiciones y la remuneración del trabajo, participación popular en las decisiones, democracia económica y construcción de una comunidad organizada. Es decir, trabajadores organizados en defensa del trabajo y participando activamente del poder político.8 Su primer proyecto de Constitución para Polonia se asemeja mucho a las Constituciones argentinas de 1949 (100nacional) y de 1954 (100provincias del Chaco y La Pampa). Su desarrollo posterior –y particularmente el ejemplo de las posibilidades del humanismo popular, sin guillotinas ni lucha de clases, como lo es el de los grandes movimientos populares latinoamericanos– culminó en la demolición del muro de Berlín por el pueblo alemán en 1989, derrumbando pacíficamente una de las cabezas del sistema bipolar emergente del reparto de Yalta. Y, por cierto, no para incorporarse al capitalismo global y a la simulación de la democracia en Europa y Estados Unidos, sino para construir un mundo nuevo. Para entonces, procesos similares habían comenzado en distintos lugares del mundo, como las movilizaciones multitudinarias en la plaza Tiananmén de Beijing, también en 1989, o el encabezado en Sudáfrica por el Movimiento del Congreso Nacional Africano, liderado por Nelson Mandela, que culminó con su asunción como presidente en 1994. 

 

Sin embargo, el sistema del mercado global reaccionó, proclamó que en realidad lo que estaba ocurriendo era el triunfo de la “economía de mercado” y la “democracia representativa”,9  y logró imponer el “Consenso” de Washington y retrasar la transformación del sistema mundial que emergía como propuesta de esos movimientos. El pretendido “Consenso” sólo pudo construir la culminación del siglo XX como el siglo de la maldad insolente: el de las mayores declaraciones de derechos de las personas y el de las mayores violaciones de esos derechos en la historia de la humanidad, incluyendo horrorosos genocidios; también el de mayor abundancia de bienes y peor distribución de esos bienes. Simultáneamente, alcanzó la cumbre de la estupidez humana: las elites del sistema mundial creyeron que podrían detener la historia simplemente declarando su fin en ese momento de aparente apogeo del poder de su sistema.10 Por cierto, los pueblos prosiguieron en su empeño y la historia continuó su marcha, teniéndolos cada vez más como sus actores principales.

 

Casi al mismo tiempo en que se proclamaba el “Consenso” de Washington, nació la red. En pocos años fue muy claro para todas las personas, en todos los rincones, que el mundo disponía de bienes, conocimientos y servicios más que suficientes para todos y que la grave situación del mundo tenía como único fundamento la avaricia desenfrenada de unos pocos dispuestos a todo para concentrar el poder, la riqueza y los bienes. También fue claro para todos que había posibilidades de construir un sistema mundial más justo y más humano. 

 

Las consecuencias, como hemos anticipado, son claramente visibles: los pueblos se alzan en todo el mundo y deliberan no sólo cuestionando el sistema que los condena sino también proponiendo un nuevo mundo. 

Visto desde América y en la perspectiva de los pueblos movilizados, el proceso tiene una dirección y un sentido claros: es un 17 de octubre11 universal y prolongado, probable preludio de una hora también universal de los pueblos. Es el subsuelo del mundo sublevado, como hubiera dicho Raúl Scalabrini Ortiz12  o lo invisible haciéndose visible, como dijo Susan Gzesh,13 conmovida ante los cientos de miles de “hispanos” que el 1 de mayo de 2006 ocuparon la plaza Federal de Chicago “y la convirtieron en el Zócalo”.

 

La asamblea universal en las calles y en la red ejercita precisamente uno de los reclamos comunes a todas las movilizaciones, expresado en todas las lenguas y en la mirada de todas las culturas: participar en las decisiones acerca del presente y del futuro. Lo hace de modo directo, sin “representantes” ni “vanguardias esclarecidas”, a través de textos breves escritos en pancartas. Leyéndolos14  surgen nítidamente al menos otros tres reclamos universales: pertenencia a una comunidad organizada, acceso universal a los bienes y al conocimiento y sujeción del mercado a un poder político que exprese las decisiones de los pueblos. Estos reclamos están presentes como objetivos a alcanzar por la sociedad humana en el pensamiento latinoamericano desde sus inicios, hace ya más de cinco siglos.

 

En cada movilización popular el eje central responde a la preocupación principal que ha originado el pronunciamiento, aunque también están presentes los restantes reclamos. Así, en las movilizaciones del pueblo norteamericano, el reclamo del derecho a pertenecer a una comunidad organizada es mayoritario en las puebladas del movimiento “hispano”;15  en tanto que la sujeción del mercado al poder político es el tema principal en las del movimiento occupy wall street.16 Y ambos interactúan antes, durante y después de las movilizaciones. En el caso de China, los pronunciamientos populares han tenido como ejes centrales la participación popular en el poder y la justicia social, aunque también han estado presentes la exigencia de que la actividad económica respete la naturaleza y la sujeción del mercado a un poder que exprese las decisiones de todas las personas. Esta última cuestión es también el reclamo principal en las movilizaciones de los indignados alemanes y suizos,17 en tanto que en el resto de los indignados europeos el reclamo principal es la democracia, es decir la participación popular en las decisiones,18 aunque también es muy fuerte el reclamo de acabar con la corrupción, como se advierte en las movilizaciones en París o en Budapest.19 En las movilizaciones en la plaza Taksim en Estambul, el eje es el acceso universal al conocimiento, objetivo también de las movilizaciones en Brasil,20 aunque asociado estrechamente con el del acceso universal a los bienes. 

De este modo los pueblos movilizados no sólo condenan lo que sienten más grave de la sociedad global del mercado, sino que proponen los ejes básicos sobre los cuales construir una nueva sociedad humana.

Los poderes del sistema que agoniza,21 sin embargo, aún son inmensos. Si bien es notoria la crisis de liderazgos y el crecimiento de los conflictos internos entre varias de las partes que lo conforman,22 también son visibles algunos esfuerzos por prolongar la agonía e impedir el nacimiento de un nuevo sistema mundial. La alianza de Estados Unidos y las grandes corporaciones y la división del mundo en “zonas de influencia” pueden augurar aún tiempos peores que los que vivimos.

 

Sin embargo, algo del futuro depende de cada uno de nosotros. Podemos optar entre la resignación y la sublevación, entre el abandono o el sentido de la vida.

 

Hay sobrados estímulos para elegir la sublevación y el sentido, para abrazar la causa de los pueblos. Y no sólo en nuestra historia latinoamericana, en nuestro pensamiento y en nuestros grandes movimientos políticos que varias veces en la historia de los últimos cinco siglos propusieron al mundo otros mundos posibles, hasta ahora desechados, sino en algunos signos del presente que muestran que los alzamientos populares tienen posibilidades concretas de iniciar la transformación del sistema mundial en este siglo.

 

Los indignados españoles y los griegos han creado movimientos políticos, Podemos y Syriza, y los han formado no sólo a partir de las movilizaciones de sus pueblos, sino inspirándose en el pensamiento y la acción política latinoamericana. Sus propuestas y planteos son revolucionarios, como expresa Alexis Tsipras,23 líder de Syriza. Abren nuevas posibilidades para una Europa que abandonó los principios que le permitieron en 1950 remover algunas de las causas de la guerra e iniciar la formación de la Unión Europea, y tener por primera vez en siglos sesenta años de paz. Podemos y Syriza traen nuevamente a la escena política europea los propósitos que originaron Solidaridad. 

 

La creciente presencia de los migrantes africanos, asiáticos y latinoamericanos permite prever cambios decisivos de la conducción en Estados Unidos y Europa. Es que el vergonzoso muro Sensembrener en la frontera entre Estados Unidos y México y el muro líquido del Mediterráneo, pese a que se cobran innumerables víctimas entre los migrantes, no logran detener a quienes buscan posibilidades para una vida digna, imposible en sus patrias de origen por la depredación de la sociedad global del mercado. Pero, además, las elites dirigentes norteamericanas y europeas han abandonado la paternidad y la maternidad, renunciando a participar en la conservación de la especie, probablemente porque los ha alcanzado el sinsentido de la vida en el sistema que crearon. Y los migrantes tienen muchos hijos, más que sus patrias de origen. Por eso el castellano será la lengua más hablada en Estados Unidos en 2030 y es probable que antes de ese año haya un presidente norteamericano de origen latinoamericano. Y que alemanes de origen turco o franceses de religión musulmana gobiernen Alemania y Francia e indignados españoles, griegos, italianos, irlandeses, portugueses gobiernen sus países en pocos años. 

 

Por último, también ha significado un cambio trascendente en la situación mundial la designación como papa de Francisco. Su gesto inicial, al salir al balcón e inclinarse ante el pueblo reunido en la plaza y sus primeras palabras: “Me fueron a buscar casi al fin del mundo”, señalaron simultáneamente de dónde venía y hacia dónde iría. Desde entonces, ha salido al encuentro de los pueblos movilizados y ha expresado que ellos son los únicos que pueden construir una nueva sociedad humana.24 Su testimonio demuestra que desde el fin del mundo, desde las periferias de los pueblos, desde el subsuelo del universo, se comprende lo que está ocurriendo y se ve más claro cómo salir de este tiempo oscuro para la humanidad.

 

Esto explica por qué en un tiempo en el que todos los liderazgos en el mundo están en crisis, crece el liderazgo espiritual de Francisco, cuya acción, a un mismo tiempo pensamiento y testimonio, expresa la singular catolicidad latinoamericana.25

 

La propuesta de los pueblos en sus movilizaciones, la aparición de nuevos movimientos políticos en la periferia de Europa, la expansión del castellano para convertirse en la lengua de América de polo a polo y las acciones del papado de Francisco tienen raíces antiguas en la historia y el pensamiento latinoamericanos. Y raíces cercanas en los grandes movimientos populares de nuestro continente. Es probable entonces que América tenga un papel significativo en la configuración de ese mundo nuevo que proponen los pueblos, un mundo poliédrico, de tantas caras como culturas existen en la tierra. Y que nuestro pensamiento sea un actor protagónico en el diálogo entre todas las culturas. 

 

 

NOTAS

 

1.  Tomás Moro, Utopía, Buenos Aires, Gradifco, 2003, p. 122. Escrita en 1516 y ubicada en el Nuevo Mundo que América convertía por primera vez en universal, La República de Utopía es simultáneamente crítica originaria de las instituciones contemporáneas y programa pendiente de realización.  

 

2.  El ejercicio abusivo de las mayores capacidades de negociación en el mercado –tanto en el comercio interno como en el comercio internacional– no puede considerarse “comercio libre”, como ya enseñaba hace más de cuatro siglos Tomás de Mercado, profesor de la Universidad de México, en su obra Tratos y contratos. De mercaderes y tratantes, publicada en 1569.

 

3.  Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas, discurso de apertura del 69° período de sesiones de la Asamblea General, 25 de septiembre de 2014, http://www.un.org/es/ga/meetings/

 

4.  S.S. Francisco, exhortación apostólica Evangelii Gaudium sobre el anuncio del Evangelio, Roma, 24 de noviembre de 2013, http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html

 

5.  Desarrollé la cuestión de la pérdida de sentido en la crisis contemporánea en Crisis global, derecho e integración regional. “La integración sudamericana como creación de derecho fundado en la reconstrucción de espacios y tiempos de sentido”, en Luiz Ernani y Humberto Podetti, Integración y derecho, Buenos Aires, EDIAR, 2007.

 

6.  Zbigniew Brzezinski, Strategic Vision. America and the Crisis of Global Power, Nueva York, Basic Books, 2012; Moisés Naím, El fin del poder, Buenos Aires, Debate, 2013; Henry Kissinger, Orden mundial: reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia, Penguin Press, 2014; Ji Jinping, “Discurso en conmemoración del 50 aniversario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Francia”, 27 de marzo de 2014.

 

7.  Juan Domingo Perón, La comunidad organizada y Hannah Arendt, La promesa de la política, Paidos, Barcelona, 2008, pp. 132 y siguientes, y Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Alianza, 1997, pp. 385 y siguientes. La similitud de muchas de las afirmaciones acerca de la política como instrumento de esperanza y construcción formuladas contemporáneamente por Perón y Arendt es notable. El vínculo entre ellos tal vez sea el africano San Agustín, que inspiró a Perón en buena parte de su pensamiento político y que fue el objeto de la tesis doctoral de Arendt, dirigida por su maestro Karl Jaspers, participante con su trabajo “Situación actual de la filosofía” en el Primer Congreso Nacional de Filosofía, celebrado en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza en 1949 (100Actas del Congreso, UNCuyo, sesión del 8 de abril, t. II, p. 929), en el que Perón dio su conferencia “La comunidad organizada”.

 

8.  Lula da Silva hizo una magnífica síntesis de este pensamiento de los trabajadores latinoamericanos en un discurso en febrero de 2013 en el sindicato de trabajadores automotores norteamericanos (100Union Auto Worker, UAW) en Washington: “Si quieren defender cabalmente los derechos de los trabajadores, además de organizarse sindicalmente, deben hacer política”.

 

9.  Jorge Mario Bergoglio, Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro, Buenos Aires, Ciudad Argentina, 1998, pp. 48 y 49: “No se pueden admitir los postulados del neoliberalismo y considerarse cristiano… El neoliberalismo corrompe la democracia, alejando de ella los valores de igualdad y justicia social”.

 

10.  Vale la pena volver a leer el libro de Francis Fukuyama El fin de la historia y el último hombre. La interpretación más audaz y brillante de la historia presente y futura de la humanidad, Buenos Aires, Planeta, 1992. La tesis central de la obra sostenía que en el curso de los tiempos la lógica económica de la ciencia moderna, junto con la lucha por el reconocimiento, llevaba a un derrumbe final de las tiranías, tanto de derechas como de izquierdas. Estas fuerzas empujaban, incluso a sociedades socialmente diversas, hacia la creación de democracias capitalistas liberales como último estadio del proceso histórico.

 

11.  El 17 de octubre de 1945 un pronunciamiento popular multitudinario y pacífico en Buenos Aires obtuvo la libertad de Perón y la posibilidad de que se presentase a elecciones e iniciase un gobierno de dos períodos, a cuya finalización por un golpe militar la Argentina había alcanzado porcentajes de propietarios, personas con acceso al trabajo, a la salud y a la educación en relación con la población total que aún no han sido igualados en ningún lugar del mundo. 

 

12.  Raúl Scalabrini Ortiz, Tierra sin nada, tierra de profetas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1973, p. 55. La frase de Scalabrini “fue el subsuelo de la patria sublevado” describe lo imprevisible del pronunciamiento popular del 17 de octubre.

 

13.  Susan Gzesh es abogada. Dirige el Programa de Derechos Humanos de la Universidad de Chicago y es defensora de inmigrantes “ilegales”. Véase su ensayo Una redefinición de la migración forzosa con base en los derechos humanos, www.scielo.org.mx/pdf/myd/n10/n10a5.pdf

 

14.  En la red pueden leerse los textos de las pancartas de todas las movilizaciones populares desde comienzos de siglo directamente de las fotografías y filmaciones. 

 

15.  Por ejemplo: “Si porque soy mexicano dices que soy «ilegal», revisa la historia real pues estoy en mi tierra NATAL”; “Nosotros no cruzamos la frontera, la frontera nos cruzó a nosotros”; “Nuestros derechos civiles y humanos están bajo ataque”; “Ningún ser humano es ilegal”; “Nosotros somos América”.

 

16.  Por ejemplo: “Los jefes y los bancos aman nuestras guerras sin fin”; “El mundo tiene suficiente para las necesidades de todos, pero no lo suficiente para la avaricia de todos”; “Yo soy un ser humano no una mercancía”; “El gobierno hizo esto”; “Ayudar a los que no tienen casa y no tienen trabajo”; “Tierra de honorarios, hogar de esclavos”; “La codicia no es buena”; “Volver a la «Glass Steagall» [en alusión a la norma regulatoria del sistema financiero del gobierno de Roosevelt]”; “Somos los vientos de cambio”.

 

17.  Por ejemplo: “Los bancos son la barrera para el futuro”; “Liquidar los grandes bancos para distribuir la riqueza”.

 

18.  Por ejemplo: “Democracia real ya”; “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”; “Sin indignación no hay transformación”; “No es una crisis, es el sistema”; “Libertad constituyente ya”; “Los políticos prometen y prometen hasta que nos la meten, una vez metido, se acabó lo prometido”; “La llaman democracia y no lo es”; “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”; “Sin violencia somos más”.

 

19.  Por ejemplo: “No a la corrupción”; “La corrupción es el cáncer de la democracia”.

 

20.  Por ejemplo: “Nuestra lucha no acabó. Júntese con nosotros, compañera”, manuscrito al lado de una foto de Dilma presa de la dictadura militar.

 

21.  Acerca de la naturaleza agónica de la crisis puede verse el libro de George Packer El desmoronamiento, Barcelona, Debate, 2015, un crudo relato de la desintegración de la sociedad norteamericana. Packer omite toda referencia a la población latinoamericana de Estados Unidos, que hoy asciende a cincuenta millones, seguramente porque ella no forma parte de las ruinas del sistema mundial que agoniza sino del mundo nuevo que nace. También es interesante el libro de Joseph Stiglitz El precio de la desigualdad. El 1% tiene lo que el 99% necesita, Buenos Aires, Taurus, 2012, y el más reciente de Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, Madrid, FCE, 2014.

 

22.  Henri Kissinger sostiene, por ejemplo que “el sistema internacional de Westfalia está quebrado y en caos, con una interdependencia sin precedentes. Hay un vacío de poder y surge un mundo multipolar de áreas de influencia con crecientes contradicciones. Se ha roto la alianza del mundo occidental” (100Orden mundial. Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia, cit.). Martín Schulz, secretario general de la socialdemocracia alemana y presidente del Parlamento Europeo 2012-2014 y 2014-2016, declaró en un reportaje del diario El País del 27 de abril de 2012: “Para comprender esta terrible crisis no recomiendo un ensayo económico, sino un libro de historia, El último verano de Europa, de David Fromkin, sobre las vísperas de la Primera Guerra Mundial. Todos los gobiernos europeos coincidían entonces en las medidas a adoptar, pero al final todos pensaron sólo en sus intereses nacionales. Tomaron las decisiones incorrectas y no evitaron la catástrofe”. 

 

23.  Alexis Tsipras, “El cambio en Europa comienza por el sur”, El País, Madrid, 16 de enero de 2015, p. 27.

 

24. Así lo pidió Francisco expresamente para América en su homilía en San Pedro el día de Nuestra Señora de Guadalupe: “Nos sentimos movidos a pedir que el futuro de América Latina sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia, por los compasivos, por los de corazón limpio, por los que trabajan por la paz… hacemos esta petición porque América Latina es el ¡«continente de la esperanza»!, porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora”. La cuarta petición precedente a la homilía había sido hecha en náhuatl, la lengua de los toltecas y los aztecas, hablada por Juan Diego y alfabetizada por Bernardino de Sahagún.

 

25. Jorge Mario Bergoglio, Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro, cit., p. 59: “La Iglesia en Latinoamérica tiene una identidad que ha sabido asimilar los valores universales del Evangelio y de la catolicidad, otorgando a su ser propio y al ejercicio de su misión una fisonomía particular y una encarnación histórica determinada”.

 

© 2010 - 2024 Gestar. Todos los derechos reservados.