En la elección más reñida de la historia democrática del Brasil, el 51,4% de los brasileños apostó por la continuidad del PT en el poder extendiendo su mandato 4 años más, dándole la posibilidad de gobernar el país por 16 años. En medio de una coyuntura difícil, con un país que crecerá menos de un punto porcentual este año y con una inflación que asoma por arriba de la meta autoimpuesta del 6,5%, poco más de la mitad de los brasileños dio una nueva oportunidad a Dilma y a su partido de sacarlo de la crisis en el que se halla envuelto por diversas razones de índole externa e interna.
En las regiones más pobres del país, en el norte y nordeste, donde el Estado brasileño incrementó su presencia gracias a las políticas iniciadas por Lula y continuadas por Dilma, la candidata del PT superó en el ballotage por más del 70% al candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (100PSDB), Aécio Neves. El programa más conocido en estas regiones es el llamado “Bolsa Familia”, que consiste en una transferencia de renta directa hacia las personas más humildes. En las ciudades del centro y sur, sociedades de clase media urbana, Aecio superó a Dilma por un porcentaje cercano al 60%.
El resultado de la elección deja al gobierno con un Congreso más fragmentado que antes y con 15 estados de los 27 en manos de la oposición. En la Cámara de Diputados el PT perdió 18 bancas quedando como mayor bancada con 70, mientras que su aliado, el Partido por el Movimiento Democrático (100PMD), perdió 5, logrando retener 66. El PSDB recuperó el tercer lugar con 54 diputados y el Partido Socialista Brasileño (100PSB), de Marina Silva, tendrá 34. Entre los 514 diputados, Dilma y aliados suman 304; Aecio y Marina, 181; mientras que 29 no se inclinan por ninguno. Por ende, con este mapa de poder, el PT deberá trabajar junto con sus aliados para seguir llevando adelante las reformas pendientes.
Dilma escuchó el resultado reñido de las urnas: pidió por un Brasil unido, convocó al diálogo a todos los brasileños y a todos los sectores y se comprometió a luchar con más fuerza contra la corrupción. La victoria ajustada es por un lado un llamado de atención de los centros urbanos y de la nueva clase media que reclama mejores servicios sociales, especialmente educación y salud, control de la inflación y de la corrupción, mientras que por otro lado representa un voto de confianza de las clases más postergadas que reconocen los logros sociales y económicos de los gobiernos del PT. Para dar un ejemplo, los niveles de empleo en el Brasil son de los más altos en las últimas décadas.
Sin embargo, los desafíos económicos en el horizonte son de magnitud. La baja de los precios de los commodities viene resintiendo el dinamismo de la economía sumado a un tipo de cambio sobrevaluado que quita competitividad a los sectores exportadores, favoreciendo la importación desde países asiáticos y una inflación que se siente cada vez más, especialmente en los sectores medios. Todos estos elementos configuran un escenario por demás complejo que pondrá a prueba la capacidad política del PT para sortear una nueva crisis como lo hizo satisfactoriamente en 2009.
Respecto de la relación bilateral, debido a las razones geopolíticas que nos unen, y que se plasman en proyectos como Mercosur y UNASUR, la victoria de Dilma debería brindarle un nuevo impulso que permita a ambas naciones sortear solidariamente los desafíos que impone un mundo cada vez más competitivo, capitalizando las oportunidades que ofrece en términos de una demanda creciente de los recursos que tenemos. En el siglo 21, el camino para lograr la independencia económica es la integración con los países de la región, especialmente, con nuestro socio principal, Brasil. La potenciación de los acuerdos en el sector industrial como en el sector agropecuario, generando cada vez más cadenas de valor mixtas, debería ser la base para un nuevo salto de calidad en la relación bilateral.
En definitiva, el ideario de Lula y Dilma de un Brasil más justo tiene una nueva oportunidad para afianzarse en los 4 años venideros. No parecen ser años fáciles, pero el PT cuenta con la experiencia ganada de gestión durante los últimos 12 años para demostrar que puede seguir construyendo un futuro de inclusión para todo el pueblo brasileño.
Gonzalo Santamarina
Instituto Gestar