Para 2003, las injusticias en nuestro país parecían ya haberse establecido y sentenciado. Se había puesto un punto final. Sin embargo, la llegada de ese presidente inesperado trajo esperanzas también en este plano.
La nueva Corte Suprema impulsada por el Presidente Néstor Kirchner permitió la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final que habían otorgado total impunidad a los mandos medios de las fuerzas armadas que habían sido responsables de delitos cometidos durante la dictadura militar. Cuando, ese primer 24 de marzo en ejercicio de la Presidencia, Néstor Kirchner pronunciara «vengo a pedir perdón de parte del Estado Nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia por tantas atrocidades» no sólo se hacía cargo como Jefe de Estado de esas circunstancias que lo avergonzaban, además, estaba dando paso a la apertura de la enorme cantidad de causas que habían sido paralizadas por esas leyes y por los indultos.
Desde entonces, los delitos más graves cometidos contra el pueblo argentino están siendo juzgados con las leyes y tribunales de la democracia en juicios orales y públicos a lo largo y ancho de nuestro país. Como resultado de estos juicios de la verdad, se ha condenado ya a más de 370 personas y se encuentran procesadas más de 900. Uno de los juicios más paradigmáticos fue la llamada Megacausa ESMA a través de la cual se juzgó 86 casos de delitos de lesa humanidad y se condenó a 16 represores, otorgando prisión perpetua a Alfredo Astiz y Jorge Tigre Acosta, dos de los máximos responsables del Grupo de Tareas que actuaba en ese lugar.
La firme determinación de llevar adelante la identificación de Centros Clandestinos de Detención, su recuperación y la instalación en ellos de espacios de memoria no son menores. A través de ellos se mantiene viva la presencia de los miles de compañeros y compañeras que por allí pasaron, dejando los sueños de un país más justo, más libre y soberano.
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