25 de octubre de 2016
Instituto Gestar

Entre la campaña del desierto y la máquina de hacer chorizos

La polémica que ha despertado desde el inicio el denominado operativo Aprender y que se ha extendido hasta estos días, luego de su implementación, viene de la mano de otra que el propio Ministro de Educación Esteban Bullrich ha instalado como producto de sus desafortunadas declaraciones.

En el marco de diferentes protestas y toma de colegios en varias escuelas del país, esta semana se llevó a cabo el operativo Aprender 2016, un plan de evaluación educativa, impulsado por el Gobierno para evaluar los niveles de aprendizaje de las primarias y secundarias de todo el país con el supuesto objetivo de “evaluar la calidad educativa”.

El debate que surge alrededor de esta evaluación nacional tiene varias aristas. Por un lado, los gremios docentes advirtieron que no fueron consultados para la realización de este operativo; además de denunciar la intencionalidad oficial de rankear a las escuelas con fines punitivos para establecimientos y cuerpo docente. Asimismo, consideraron que al ser una herramienta estandarizada, lejos está de poder evidenciar la realidad de escuelas y alumnos.

Por otro lado, la comunidad educativa en su conjunto se vio obligada a manifestarse en contra de la evaluación por considerar que se trata de un operativo elaborado bajo los lineamientos de una empresa líder en el negocio de la evaluación internacional que considera a los docentes como meros instrumentos aplicadores, negándoles toda posibilidad de opinar o colaborar en el procedimiento de evaluación. Además de propiciar un contexto con fuertes “indicaciones disciplinarias”.

Lejos de la pretendida cientificidad, las guías y cuestionarios de la evaluación toman como sujeto-objeto a un supuesto alumno universal, que es sometido a una situación de prueba artificial. El examen juega el rol de la “radiografía”. Pero la educación es un proceso que pocas veces tiene que ver con este instante en donde inciden numerosas variables. Difícilmente un “multiple-choice” refleje de manera objetiva la complejidad del desarrollo enseñanza-aprendizaje.

Frente a las numerosas protestas, el presidente Mauricio Macri debió salir a respaldar la iniciativa y señaló en Twitter que: "Evaluamos para mejorar. Para transformar la realidad, primero tenemos que conocerla tal cual es. No se trata de buscar culpables. Es una radiografía del sistema educativo nacional para diagnosticar y a partir de ahí avanzar".

Sin embargo, Bullrich no parece pensar lo mismo, ya que frente a la polémica declaró que (100el objetivo de la evaluación) "no es sacar la radiografía sino evaluar el resultado y devolverle a cada escuela, en forma personalizada, algo que le permita mejorar el trabajo que está haciendo".

Es que para el Ministro, la radiografía ya está hecha. Él mismo se ha encargado de sintetizar el diagnóstico refiriéndose al Sistema Educativo de la Argentina como “una máquina de hacer chorizos”, días atrás, en el Coloquio de IDEA. En esa misma declaración, Bullrich hizo referencia al desayuno que habían degustado los presentes con huevos revueltos y panceta. Entonces, sostuvo: “En ese desayuno la gallina se comprometió, puso huevos, pero el que verdaderamente se comprometió fue el cerdo. Nosotros queremos el compromiso del cerdo en la educación”.

Detrás de alusiones o metáforas desafortunadas como esta se esconde el pensamiento ultra conservador de quien hoy es el máximo responsable del Sistema Educativo nacional con todo lo que ello implica. El sacrificio animal al que hace referencia la fábula enunciada por el ministro propone nada menos que el “sacrificio” docente, prepara el terreno para lo que vendrá después, propicia las condiciones de “lo que necesitamos”; y planta la semilla neoliberal de la flexibilización laboral, avanzando sobre el derecho de los trabajadores.

Es por esto, entre otras cosas, que el operativo que se propuso alcanzar a más de un millón de alumnos del país se vio tan cuestionado. La sospecha de que se trata de una evaluación que apunta a encontrar a los culpables (100docentes) de que “los chicos no aprendan” y de promover la segmentación de un sistema en el que cada vez pisa más fuerte la privatización, encuentra asidero en los dichos del Ministro.

A la hora de defender el cambio de las pruebas del ONE (100Operativo Nacional de Evaluación) por las del Aprender, Bullrich consideró que el rechazo a la evaluación fue por prejuicio ideológico y sostuvo que "Macri va a liderar la revolución educativa". En esa línea evitó dar explicaciones acerca de una metodología de evaluación que considera a los docentes como aplicadores y a los alumnos como objetos de aplicación, en vez de ser, ambos, sujetos activos que transitan un mismo proceso.

Parece ser que para el Ministro PRO los alumnos son objetos –pasivos- de aprendizaje, son el sujeto pasible de dominación, son el espacio a conquistar, tal como ha manifestado hace un tiempo atrás al inaugurar una escuela en la Patagonia:“Hace muy poco cumplimos 200 años de nuestra independencia y planteábamos con el presidente Mauricio Macri, que no puede haber independencia sin educación, y tratando de pensar en el futuro, esta es la nueva campaña del desierto”. Estas palabras no fueron pronunciadas en la “década infame” por un político conservador o liberal, salieron de la boca de un ministro en pleno siglo XXI, cuando la investigación histórica ha establecido rigurosamente que se trató lisa y llanamente de un genocidio. Parece ser que al Ministro PRO, además de pedagogía, le falta Aprender un poco de historia.

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