13 de septiembre de 2016
Instituto Gestar

Entrevista a Martín Guzmán, colaborador del Nobel Joseph Stiglitz

El joven economista Martín Guzmán fue entrevistado por Gestar. Es investigador de la Universidad de Columbia, EE.UU., del IIEP-BAIRES (100UBA-CONICET) y profesor adjunto de la UNLP. Un año antes de finalizar su doctorado en Brown University, en el año 2012, fue convocado por la Asociación Internacional de Economía para comentar una investigación de Joseph Stiglitz. A partir de ese momento, Guzmán y Stiglitz mantuvieron el contacto hasta que el ganador del Premio Nobel lo convocó unos meses después a sumarse a su equipo en la escuela de negocios de la Universidad de Columbia. Desde entonces trabajan juntos en temas de macroeconomía y desarrollo. Martín también es Senior Fellow no residente del programa de Economía Global del Centre for International Governance Innovation, una institución canadiense independiente que recibe apoyo público y privado cuya misión es generar una base de ideas y debate para mejorar el funcionamiento de las instituciones de gobierno global. Ha asesorado a la Asamblea General de las Naciones Unidas en temas de deuda y desarrollo. A sus 33 años, es uno de los economistas más influyentes de su generación en temas de economía financiera global. Lidera el grupo académico que apoya a las Naciones Unidas en temas de reforma de los marcos para reestructuración de deuda soberana. Ha dictado conferencias en las instituciones académicas más prestigiosas del mundo, en más de 25 países. Martín confiesa que la economía argentina, a la que sigue a diario, es su mayor pasión y principal fuente de ideas para sus investigaciones. En esta entrevista con Gestar nos explica su visión de la coyuntura económica argentina, se adentra en una posible agenda para el desarrollo de nuestro país y analiza la gestión económica del último gobierno peronista.

PARTE I

La Coyuntura Económica Actual

Gestar: ¿Como ves la política económica que está implementando el Gobierno Nacional?

Martín Guzmán: la devaluación llevada a cabo era un proceso inevitable. Las políticas macroeconómicas aplicadas durante los últimos cuatro años conducían inevitablemente a una crisis en la balanza de pagos. No hacer nada no era una opción. Lo relevante desde el análisis no es si estuvo bien o mal devaluar, sino como se hizo política macro para contener los efectos de la devaluación.

Y lamentablemente la salida del cepo cambiario no fue bien manejada por el gobierno. Lo que se enfrentaba en ese momento era una transición. Y el mercado no hace un gran trabajo en manejar transiciones, por lo que se necesita a un Estado capaz que ayude a coordinar. En este contexto, una buena coordinación implicaba que el traspaso de la devaluación a precios fuese el mínimo posible, circunscribiéndose a los bienes transables. O de forma equivalente, el objetivo debiera haber sido que la capacidad de compra de los trabajadores no cayese de forma significativa, tanto por temas distributivos per se, como por el efecto negativo sobre la actividad económica que ello tendría.

El actual gobierno se basó en una premisa para determinar el curso de acción de la política macro que implementaría:"no va a haber un traspaso grande de la devaluación a los precios", y sostuvo que todo aquello que se puede comerciar internacionalmente ya reflejaba el valor del tipo de cambio blue, y que lo que no se comercia internacionalmente no sería afectado por la devaluación.

No fue así. Pareciese que hay una falta de entendimiento de cómo funciona la economía argentina. En nuestro país el dólar es una referencia para la fijación de precios. Cuando el dólar se dispara, tiende a subir el precio de todo, lo comerciable internacionalmente y lo no comerciable internacionalmente también. Fíjense que los precios subieron, los costos de lo que es importado también subieron, pero el salario no había subido antes de las paritarias. Entonces, los márgenes de ganancia por unidad vendida no cayeron. Subió el costo de insumos importados, pero no subieron los salarios hasta las paritarias. Entonces, todo el ajuste de precios relativos, que es la devaluación, lo pagó el trabajador asalariado. Eso generó una caída en la demanda en los sectores urbanos, que es lo que explica el menor nivel de actividad durante este año. El gobierno además sostenía que habría una expansión grande en el sector transable y una lluvia de inversiones, cosa que aún no sucedió.

G: ¿Qué podría haber hecho el gobierno para manejar la transición?

MG. Había dos instrumentos: política de ingresos y de precios. De lo primero se hizo un poco. De lo segundo no se hizo nada. En la Argentina hay cierto estigma con la política de precios, que es entendible porque un sector del gobierno anterior actuó como si se pudiese manejar una economía controlando los precios todo el tiempo. Eso no funciona, pero hay momentos, sobre todo en las transiciones, en que la política de precios ayuda a que la coordinación del mercado sea la más favorable para la mayoría de la sociedad, especialmente para los trabajadores, y para el funcionamiento de la economía en general.

Implementar una política de precios hubiera evitado que estos, luego de la devaluación, subiesen más allá que lo que corresponde al componente transable de la producción, y la caída del salario real habría sido más baja y entonces la recesión en el sector urbano hubiese sido menor.

G: Aún con la gran devaluación, tampoco bajaron las importaciones ¿A qué se debe eso?

MG: En todo el mundo está ocurriendo que hay una mayor fragmentación productiva, con procesos de producción más complejos en los que el coeficiente de importaciones fue creciendo. Es difícil poder reducir el coeficiente de importaciones y mantenerse en la frontera productiva con los modos de producción actuales.

G: ¿Cómo se debería resolver entonces la restricción externa?

MG: Como no vamos a poder reducir el coeficiente de importaciones sobre generación de valor si queremos estar en la frontera, necesitamos poder exportar más valor para tener consistencia macroeconómica, para poder crecer sin tener crisis de balanza de pagos. Si no tenés una política clara de aumentar el valor agregado de las exportaciones, vas a alejarte de la frontera productiva. Hacia el futuro tenemos un desafío muy grande que es cómo aumentar la frontera productiva y a la vez cuidar el empleo. Eso es parte de lo que vamos a estar discutiendo acá como estrategia de desarrollo. Hoy, con las cadenas de producción global, que se están volviendo cada vez menos intensivas en trabajo, es un gran desafío el crecimiento de la producción de valor junto a la generación de empleo, y consecuentemente junto a una distribución del ingreso más equitativa.

G: ¿Que balance hacés entonces de estos primeros meses de la política económica del Gobierno Nacional?

MG: El primer semestre muestra poca capacidad del gobierno para implementar políticas macro que corrijan desequilibrios heredados sin dañar al empleo y al poder adquisitivo de los trabajadores, sobre todo de los informales. El gobierno esperaba que llegara este segundo semestre con mejores condiciones y no ocurrió, porque lo que hubo fue una falta de comprensión de lo que es manejar la transición. Una creencia en que el mercado lo iba a hacer bien, y un desprecio del rol del Estado para ayudar al mercado, y así llegamos: el segundo semestre sigue siendo anémico. Recientemente desde el gobierno se ha declarado que se espera que el año próximo sea bueno. Pero queda por ver cómo administrarán la siguiente etapa de la transición. Lo que dan a entender es que no va a haber traspaso de las paritarias a los precios, y que entonces recuperaremos una situación de “equilibrio macroeconómico”. Si bien es cierto que la caída en las ventas hace que el sistema en algún momento vuelva a una situación “equilibrada”, hay que tener cuidado pues el equilibrio en esa concepción no está refiriéndose a equilibrio social. La caída en las ventas pone un límite a cuál es la respuesta que puedan dar de precios al aumento salarial, pero ese enfoque macro no es razonable: dejar que la recesión haga el trabajo de equilibrar al sistema no es lo deseable para la sociedad.

Y en cualquier caso, ese proceso lleva tiempo. Sigue habiendo espacio para aumentos de precios como respuesta a las paritarias. Si el gobierno no hace nada, es posible que eso ocurra, y que bajar la inflación se vuelva más difícil de lo que los funcionarios en posiciones clave del manejo de la economía argumentan.

En general, lo que veo es un esquema de políticas que busca dar certidumbre al capital, para que se dé el shock de confianza tan mentado que atraería inversiones, y se le está trasladando la incertidumbre al asalariado. Recientemente ha habido comentarios de que se intentaría cerrar paritarias usando como referencia a la inflación esperada. Eso es ridículo. Primero, ¿quién te garantiza que la inflación esperada coincida con la real? Hacer eso es, como decía, trasladarle la incertidumbre macro al trabajador. Segundo, ¿quién le va a pagar al trabajador la pérdida de poder adquisitivo resultante de la inflación pasada si su salario se actualiza solamente por la inflación esperada, y no por la que le “come” parte del salario durante este año? Un esquema así, de tanta incertidumbre para el trabajador o trabajadora, es un esquema en donde las condiciones para vivir tranquila o tranquilo y desarrollar las capacidades humanas en su plenitud están lejos de ser las adecuadas. Un política económica de esa naturaleza no conduce al desarrollo inclusivo.

G: ¿Cómo ves la política fiscal y monetaria en esta transición?

MG: Veo una situación fiscal más complicada que la que el Gobierno pronosticaba. Exactamente por esto de la recesión que duró más de lo que pensaban, lo que genera un escenario más negativo que el esperado sobre los ingresos fiscales.

Desde el lado de la política monetaria, se ha seguido una política de contracción monetaria con la idea subyacente de que el programa resultará suficiente para deshacer el proceso inflacionario. Pero reducir la inflación no será tan simple ni tan mecánico.

En principio, no es simple por las cuestiones de coordinación social que comentábamos antes, que el gobierno subestimó, que consistió en un alto traspaso de la devaluación a precios. Luego, hay una inconsistencia entre el programa monetario y lo que se manifiesta sobre cómo éste reducirá las expectativas inflacionarias de plazos más largos. Para poder hacer una política monetaria contractiva y que al mismo tiempo pueda contribuir al financiamiento de la política fiscal, el BCRA recurre a la emisión de LEBACS a tasas altas, que durante la mayor parte de este período estuvieron arriba del 30%. El tema es cómo se planea rescatar a esas letras. Si se planea hacerlo emitiendo pesos, entonces no veo por qué la política actual sería efectiva para disminuir de forma permanente las expectativas inflacionarias. Si se espera que el rescate de esas letras lo resuelva el Tesoro vía nuevo endeudamiento, entonces el efecto sobre las expectativas inflacionarias dependerá de cómo se perciba que se va a resolver ese desequilibrio. En este contexto, reducir las expectativas inflacionarias no es trivial.

De modo general, el Banco Central busca converger a un esquema de metas de inflación (100o sea, la inflación como único objetivo de la política monetaria) con independencia del Banco Central. Es un camino peligroso, que ha generado grandes problemas en varios de los países que lo implementaron. Abocar la política monetaria solamente a contener la inflación puede conducir a políticas contractivas que resulten en altos niveles de desempleo. El presidente del BCRA recientemente en una conferencia en la UNLP citaba a Mario Draghi (100presidente del Banco Central Europeo) como el héroe de los bancos centrales, como el modelo a seguir. Como si los problemas de la economía se resolvieran simplemente con un banco central independiente que genere credibilidad en que hará todo lo que sea necesario en todo momento y circunstancia para contener la inflación. Lo curioso es que a Europa no le va demasiado bien, por decirlo de un modo suave. Las políticas del Banco Central Europeo son una de las causas del desastre macroeconómico que está experimentando Europa. A Estados Unidos, sin irle tan bien le ha ido mejor que a Europa. Pero en Estados Unidos el mandato de la Reserva Federal no es enfocarse en la estabilidad de precios como único objetivo, sino que también tiene como objetivo el nivel de actividad económica.

A mí me preocupa la inflación, y efectivamente pienso que tiene que ser un objetivo de la política macro. Pero no el único. Lo que se necesita no es un régimen de metas de inflación, sino una estrategia macro integral que lidie con la inflación, dándole importancia fundamental al empleo, con la política monetaria como un instrumento más de la estrategia macro integral, que debe actuar en coordinación con las otras políticas.

Otro problema del esquema actual de la política macro es el riesgo a caer en la apreciación real. Y la apreciación real empieza a lastimar a una parte de tu economía que es fundamental en la estructura demográfica Argentina. Este esquema macro empieza a dañar al desarrollo. Y acá nos queda empezar a discutir cuál es el esquema de desarrollo que, dada la estructura demográfica, social y económica argentina puede ser viable, en el sentido de generar dinamismo e inclusión.

G: ¿Ves posible un escenario de baja inflación o controlada el año que viene por la recesión que hay ahora, con un rebote de crecimiento cercano al 3%?

MG: Yo creo que a principio del año próximo todavía va a costar. Pero en algún momento la economía va a repuntar, ya que es un año eleccionario y la política macro va a estar orientada a que se crezca más. Estimo que se hará un fuerte uso del crédito público. Ese camino también es riesgoso, porque nos puede conducir a un sendero de endeudamiento, y en la Argentina eso lleva a problemas que terminan pagando los más vulnerables.

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