15 de septiembre de 2016
Instituto Gestar

Entrevista a Martín Guzman, parte II

El joven economista Martín Guzmán fue entrevistado por Gestar. Es investigador de la Universidad de Columbia, EE.UU., del IIEP-BAIRES (100UBA-CONICET) y profesor adjunto de la UNLP. Un año antes de finalizar su doctorado en Brown University, en el año 2012, fue convocado por la Asociación Internacional de Economía para comentar una investigación de Joseph Stiglitz. A partir de ese momento, Guzmán y Stiglitz mantuvieron el contacto hasta que el ganador del Premio Nobel lo convocó unos meses después a sumarse a su equipo en la escuela de negocios de la Universidad de Columbia. Desde entonces trabajan juntos en temas de macroeconomía y desarrollo. Martín también es Senior Fellow no residente del programa de Economía Global del Centre for International Governance Innovation, una institución canadiense independiente que recibe apoyo público y privado cuya misión es generar una base de ideas y debate para mejorar el funcionamiento de las instituciones de gobierno global. Ha asesorado a la Asamblea General de las Naciones Unidas en temas de deuda y desarrollo. A sus 33 años, es uno de los economistas más influyentes de su generación en temas de economía financiera global. Lidera el grupo académico que apoya a las Naciones Unidas en temas de reforma de los marcos para reestructuración de deuda soberana. Ha dictado conferencias en las instituciones académicas más prestigiosas del mundo, en más de 25 países. Martín confiesa que la economía argentina, a la que sigue a diario, es su mayor pasión y principal fuente de ideas para sus investigaciones. En esta entrevista con Gestar nos explica su visión de la coyuntura económica argentina, se adentra en una posible agenda para el desarrollo de nuestro país y analiza la gestión económica del último gobierno peronista.

PARTE II

Hacia una Agenda del Desarrollo
 

Gestar: ¿Cuál sería la agenda del desarrollo hoy para nuestro país?

Martín Guzmán: Cuando pensamos en desarrollo, lo primero es una elección política: definir cuáles van a ser nuestros objetivos. Nosotros queremos que el desarrollo sea inclusivo. Entonces, dado que estamos de acuerdo en eso, tenemos tres condiciones para una estrategia de desarrollo. La primera es que sea consistente desde el punto de vista macro; no se puede tener una estrategia de desarrollo sostenible y efectiva si se tienen crisis de balanza de pagos recurrentes, el famoso stop and go. La segunda es que la estructura productiva genere pleno empleo. Y la estructura productiva que genere pleno empleo va a depender de cómo es la estructura demográfica. Si tenés mucha gente sin entrenamiento específico, necesitarás una estructura productiva que cree empleo para ese grupo. Y la tercera es que genere cambio tecnológico: si no generás progreso tecnológico, la economía se termina estancando cuando tus recursos ya están siendo plenamente utilizados. Tenés que tener esas tres cosas. Y acá me parece esencial el tema de definir qué mensaje construimos. En Argentina veo un vacío desde los partidos políticos en cuanto a lo que es un mensaje del desarrollo dinámico e inclusivo que funcione en el mundo actual. La visión del actual gobierno no nos va a conducir a este tipo de desarrollo. Y durante los últimos años del kirchnerismo se transmitió un mensaje que tampoco se basa en un entendimiento correcto de estos procesos en el mundo actual. ¿Por qué digo esto? Lo que se sostenía es que la industrialización es el camino al desarrollo. Y es mucho más complicado que eso. La Argentina no puede de ningún modo prescindir de la industria, es fundamental para generar empleo dada la estructura demográfica que tenemos. Pero no va a haber manera de que podamos competir en el mundo con la industria que crea empleo no calificado en las condiciones del mundo actual. La industrialización es un mecanismo de defensa, pero no es lo que nos va a dar progreso tecnológico. Hay que entender que la necesitamos profundamente, pero no creer que va a resolver todos los problemas del desarrollo en nuestro país.

G: Entonces, ¿no alcanza con el desarrollo industrial?

MG: Ya no. El mundo hoy es muy diferente al mundo en el que se desarrollaron países como Corea o Taiwán. Acabamos de definir tres condiciones, recordémoslas porque son clave: consistencia macro, pleno empleo y cambio tecnológico. Cuando Corea se desarrolló, con el mismo sector vos podías tener las 3 cosas. Un país podía producir manufacturas y exportarlas al mundo y eso te garantizaba la consistencia macro. Te generaban divisas. Eran intensivas en trabajo, de modo que te generaban empleo. Y, a la vez, tenían complementariedades con otros sectores, derrames y cercanías que se ataban en la cadena productiva a cosas de mayor valor agregado, o sea, te generaban cambio tecnológico. Algunos ejemplos: en 1964 en Corea se desarrolla una planta de cemento que requería las mismas capacidades de organización que una empresa como Hyundai Motors, que emerge tres años después. Lo mismo pasa con POSCO, que se vuelve un gigante de la siderurgia, y que estimula a muchas industrias. Corea, que producía principalmente arroz, luego de este proceso termina transitando desde la producción de manufacturas a exportar microchips. Claro que en esos casos el Estado tuvo un rol activo. Tanto en Corea como en Taiwán se logró pasar de ratios de inversión sobre producto de 10% en 1950 a 30% en 1980. La inversión pública y las políticas de crédito fueron fundamentales. La inversión privada también creció, ya que en este esquema aumentó su rentabilidad. Hubo una política industrial muy activa. El caso de POSCO es un ejemplo notable de política industrial. En los 70, el gobierno coreano consideró que la siderurgia tenía un rol fundamental en este proceso, y solicitó al Banco Mundial un préstamo orientado a construir una planta. El Banco Mundial se lo denegó, argumentando que Corea no tenía ventaja comparativa en acero. Pero el gobierno lo hizo igual, y generó las condiciones para aprender a producir. Unos años después, POSCO ya era el productor más eficiente de acero del mundo, y le proveía trituradoras y acero a empresas coreanas a precios por debajo de los precios internacionales. Entre 1977 y 1984, el contenido local de la producción de POSCO creció de 44% a 75%.

Todo esto nos enseña sobre el rol en general que puede jugar el Estado para encaminar procesos de desarrollo. Pero la forma que esos procesos tomen, para ser viable, hoy en día debe ser distinta. El mundo cambió. Estamos viviendo una revolución digital que está modificando los modos de producción, y ya no es posible tener industrias competitivas que sean intensivas en trabajo de poco entrenamiento, del que la Argentina tiene mucho. Esto es un problema que se le presenta no solo a nuestro país. Hay muchos que enfrentan el desafío de desarrollarse en un mundo en el que es más difícil competir internacionalmente generando empleo no calificado. Les doy un ejemplo: Adidas anunció que empezará a trasladar fábricas de China a Alemania, la primera en 2017 se radicará en Baviera. Resulta que ya se pueden producir zapatillas sin usar a una sola persona, ni siquiera para coserlas. Todo lo pueden hacer robots o máquinas. ¿Creen que una industria intensiva en empleo va a poder competir con la industria que usa robots alemanes? No va a haber chance de esto.

Pero insisto, no quiere decir que tengamos que dejar de proteger a la industria. Si se hace eso, se genera un problema de desempleo fenomenal. Por tanto, Va a ser necesario mantener a la industria, produciendo cosas que solo se venderán en mercados locales o regionales gracias a cierta protección y acuerdos, pero aceptando que necesitamos buscar otras formas de generar cambio tecnológico. Y ahí hay que mirar cuáles son los espacios que nos da el mundo hoy en día, dentro de este fenómeno de revolución tecnológica que estamos viviendo.

G: ¿Hay esquemas de desarrollo posibles sin acceso a los mercados internacionales?

MG: Una estrategia de transformación productiva requiere de insumos que no tenés, que necesitás importar. Y para poder importar más, vas a necesitar poder exportar más. Corea es otro buen ejemplo: para poder estar en la frontera productiva necesitaba un aumento del coeficiente de importaciones. ¿Lo hizo endeudándose? No. Lo logró porque aumentaron las exportaciones. Lo que tiene Corea es que mantiene la balanza comercial en equilibrio, mientras importaba mucho más. Pasan de un ratio exportaciones sobre el PBI de casi 0% en los 50 a arriba del 30% en los 80. Lo mismo ocurrió con Taiwan, que pasa de 10% a más de 40% en el mismo período.

G: ¿Que enseñanzas tiene esto para la Argentina?

MG: Veamos la situación hoy en Argentina: ¿Qué sector te genera divisas? Principalmente la soja. Te genera divisas, pero no te genera empleo en sectores fundamentales de nuestra estructura demográfica, como los conurbanos. Por más dinámico que el sector se pueda volver, no habrá manera de que te resuelva el problema del empleo. Por supuesto que es un sector que querés tener, pero de ninguna manera te va a resolver el problema del desarrollo.

¿Qué sector te genera empleo? Bueno, depende de qué parte de la estructura demográfica estés viendo. Para los sectores no calificados, tenés industria y servicios. Buena parte del empleo no calificado que genera el sector servicios es derivado de la demanda de los asalariados de la industria. Pero esos sectores no van a ser los que te generen el cambio tecnológico, y además son consumidores más que generadores de divisas.

O sea que la estrategia de desarrollo de la Argentina necesita de múltiples sectores.

G: Sin embargo, el Gobierno Nacional dice que se puede prescindir de la industria y generar empleo con el sector servicios. ¿Qué pensás de esas afirmaciones?

MG: No estoy de acuerdo. Creo que es una lectura miope de dos fenómenos: primero, que el sector servicios es un generador de empleo importante en la Argentina hoy. Segundo, que en el mundo desarrollado está habiendo una destrucción de empleo industrial y cierta creación de empleo en sectores de servicios, que ni siquiera compensa la destrucción de empleo en el otro sector. Conectemos esos dos fenómenos a esta idea que mencionan, y veamos en donde residen las falacias de ese razonamiento lineal.

Primero, que en la Argentina buena parte del empleo no calificado resida en el sector servicios es un fenómeno de lo que los economistas llamamos “equilibrio general”. Lo que quiere decir en este contexto es que ese nivel de empleo en el sector servicios tiene que ver con la existencia de la actividad industrial, y que si no hubiese actividad industrial destruirías empleo en el sector servicios. No se puede tomar el empleo en el sector sevicios como dado, como si las cosas fuesen iguales si no se hubiese producido la reindustrialización que se dio durante los primeros años del kirchnerismo.

Veámoslo de esta manera: cada barrio es como una pequeña economía que está abierta al mundo donde el mundo es el país. En cada barrio, la demanda por servicios es la consecuencia de que hay un asalariado en el sector industrial que va y compra en el kiosco y el kiosquero le compra al panadero, etc. Y cada una de esas pequeñas economías tienen relaciones comerciales con las demás. O sea, hay un multiplicador derivado del empleo en el sector industrial. En los noventa, hubo un proceso de desindustrialización, y esto afectó negativamente a la demanda por servicios.

Segundo, el hecho de que en el mundo desarrollado se está destruyendo empleo industrial y creándose empleo en el sector servicios no es una extrapolación que tenga sentido para la economía argentina. Hay que mirar con cuidado lo que pasa en el mundo. Por ejemplo, muchos miran a Australia como un ejemplo a seguir, que por su estructura demográfica puede satisfacer la condición de pleno empleo prescindiendo de la industrialización, a partir de una demanda de servicios derivada de los ingresos por la venta de recursos naturales, que valga la aclaración, se da así porque la renta que proviene de los recursos naturales se reparte más entre la sociedad. Pero es una comparación que no tiene ningún sentido. Australia es mucho más rica que nosotros en recursos naturales. El país exporta principalmente commodities, y el valor de las exportaciones per cápita es de U$S 10.000 por año, cuando para nosotros es de U$S 1500. Son 22 millones de personas y nosotros somos 40 millones, y tenemos un montón de trabajo no entrenado. Las diferencias son profundas en otros ejemplos que también se usan, como Chile, o mismo Estados Unidos, que aún con sus enormes diferencias también está teniendo un problema enorme con la transición de una sociedad basada en manufacturas a otra con mayor prevalencia de servicios.

Nosotros, como sociedad, con las políticas de liberalización comercial del Consenso de Washington creamos un problema de exclusión enorme que tenemos que resolver. Y va a salir caro resolverlo, pero si queremos una sociedad en la que podamos convivir bien, en la que todos estén incluidos, no va a quedar otra que pagar el costo. Los sectores en donde haya empleo taylorista intensivo no van a competir con el mundo, y nos cuesta recursos mantenerlos, pero es fundamental tenerlos si queremos resolver ese problema dinámicamente. Vas a producir cosas que sería más barato importar de Bangladesh, pero le vas a dar trabajo a gente que de otro modo no lo tendría, y vas a generar condiciones para que las hijas e hijos y nietas y nietos de esos hogares vivan en un ambiente en el que tengan muchas más chances de desarrollar sus capacidades humanas en plenitud. Lo veo como un impuesto que como sociedad tenemos que pagar para resolver la tragedia social que nos dejaron períodos como la última dictadura y los noventa. Para que la sociedad argentina tenga una estructura social más sana este elemento de redistribución vía creación de empleo no competitivo es necesario.

Y claro que las políticas de inclusión también requieren la profundización de políticas de vivienda, más inversión en educación, en salud, todos temas que precisan un continuo replanteamiento de cómo se asigna el presupuesto con el que contamos. Hablar de meritocracia en un mundo en el que las condiciones iniciales son tan distintas es un sin sentido, una obscenidad.

G: ¿Cuál es entonces un esquema factible para las condiciones que enfrenta la Argentina?

MG: Lo que necesitamos es una estrategia de desarrollo, que en esta estructura socio demográfica tiene que ser multidimensional, no se puede  atender a un solo sector. Lo que yo veo acá es que tenemos que hacer un trabajo profundo, es como que tenemos una grilla: A, B, C, consistencia macro, pleno empleo y cambio tecnológico, y de cada actividad, cada sector, decir que me está dando A, B, C y que me está quitando, y poder así desarrollar un sistema que cierre. Por lo tanto, un ejercicio que vamos a tener que hacer es pensar bien cómo afectar a los incentivos para promover sectores que te ayuden a encaminarte en un sendero sostenible de desarrollo inclusivo y dinámico. Generar cambio tecnológico será uno de los grandes desafíos en este esquema.

Hoy en día, cuando mirás los grandes avances en el mundo en el contexto de esto que se llama la revolución digital, ves que se concentran en biotecnología, nanotecnología, tecnologías de manufacturas como la robótica y los procesos de automatización, tecnologías de información, y algunas otras. Tenemos entonces que ver en donde podemos encontrar oportunidades en este nuevo orden. Y se me ocurre que nuestra biología nos puede dar una oportunidad. El Estado argentino en la última década ha hecho mucho por el desarrollo de la biotecnología, y sigue habiendo mucho por hacer. Esto requiere de más gasto en investigación y desarrollo en ciencia. El agro tiene por definición un rol importante en este proceso. Es un sector dinámico, en donde considerando esta evolución de las tecnologías globales hay espacio para más ganancias de productividad. Pero ahí se nos presenta el desafío de siempre: ¿cómo hacer para distribuir la mayor renta entre toda la sociedad? Si el Estado ayuda a que los sectores intensivos en biología se vuelvan más productivos, la ganancia que ello implique hay que repartirla. Si no, el esquema no anda.

En este esquema se presentan disyuntivas. No hay infinitos recursos para políticas productivas, y ya concluimos que nuestra estrategia tiene que ser multisectorial para ser inclusiva y dinámica. Así que habrá situaciones en las cuales gastar un peso más en fomentar la producción de los sectores más dinámicos no justifique gastar un peso menos en sectores sin dinamismo pero que generen más empleo para quienes viven en situaciones más vulnerables. Necesitamos dinamismo, necesitamos hacer uso de las oportunidades que los modos de producción actuales y los cambios tecnológicos nos presentan, pero para que el sendero sea inclusivo habrá ocasiones en las que será necesario sacrificar parte de los potenciales aumentos de productividad.

Y nos queda el elemento de qué tipo de integración internacional en lo comercial y lo financiero debe acompañar a este proceso, un tema grande que requiere una entrevista entera para tratarlo con el detalle que merece. Pero de forma general, hay que integrarse no exponiéndose a marcos que dañen nuestra autonomía y nuestras posibilidades. Integrarse financieramente endeudándose bajo los marcos de la legislación de Nueva York, escrita por buitres y para buitres, no le hace bien al desarrollo. Integrarse comercialmente en un marco como el TPP, escrito en negociaciones secretas y con enorme influencia de corporaciones multinacionales, tampoco es sano. La integración es fundamental, pero hay que hacerla de una forma que respete nuestra soberanía.

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