1 de diciembre de 2011
Instituto Gestar

Inclusión y promoción juvenil: un desafío para el Estado

 

En las últimas décadas, la juventud ha sido concebida como si se tratara solamente de un tránsito hacia la adultez. Esto generó descuido y falta de políticas de protección y de fomento. Las políticas públicas transcurrieron entre la indiferencia lisa y llana, y algunas veces solo con buenas intenciones pero sin una verdadera asignación de recursos que las hicieran efectivas. Transcurrieron los años noventa con un modelo de Estado que potenciaba las exclusiones del mercado y reforzaba las asimetrías sociales al punto de tener que saldar hoy, a principios del siglo XXI, las deudas pendientes de las últimas décadas. Claro que nunca es tarde, cuando el deseo transformador asume el desafío de revertir el estigma social de ser joven por oportunidades vitales de superación.

La Argentina ha entrado al siglo XXI en medio de la crisis más grave de toda su historia. La única alternativa que tenían los jóvenes era irse del país, la salida era Ezeiza o quedarse a sufrir las consecuencias de decisiones que los precedían y de las cuales no habían formado parte. Casi diez años después de los trágicos eventos de diciembre de 2001, la realidad es otra. Hay empleo juvenil, hay políticas de contención y estímulo educativo. Jóvenes científicos regresando al país sumando sus esfuerzos. Millones de jóvenes recibiendo netbooks para una mejor educación, millones de puestos de trabajo creados, miles y miles de jóvenes que vuelven a creer que la política democrática es la única herramienta de cambio transformador.

Aunque siempre sea mucho lo que reste por hacer, estamos transitando por un camino que solo puede ser dimensionado en perspectiva histórica, para saber de dónde venimos, qué estamos haciendo y hacia donde queremos ir.

El modelo de exclusión de la juventud en Argentina y la región

En la Argentina, a partir de la década del 90 se desarrollaron políticas económicas y sociales que tuvieron consecuencias nefastas sobre los niños y jóvenes del país. Las políticas neoliberales apuntaron a profundizar la descentralización de la prestación de los servicios sociales, especialmente los de salud y educación, cediéndole la responsabilidad a las  provincias, sin proveer las transferencias de recursos necesarios para su financiación.

Políticas tributarias y distributivas regresivas redundaron en que los sectores más vulnerables de la sociedad, recibieron menor apoyo por parte del Estado en los años de recesión y crisis, es decir, cuando más lo necesitaban. Las consecuencias en nuestra región han sido lamentables,

no solo por las oportunidades perdidas, sino también porque la situación ha empeorado. Analizaremos a continuación algunas de dichas consecuencias:

Trabajo: En esa década se produjo un aumento sostenido de la tasa de desempleo, que se triplicó pasando de representar 6,3% en 1992 a 18,3% en 2001, y superando el 21% en la eclosión de la crisis económica. Si a esto sumamos el porcentaje correspondiente a las personas subempleadas, en la cresta de la crisis, llegamos al 50%.

La creciente inseguridad laboral fue acompañada por un retroceso de la cobertura social y de precarización del trabajo. Esto fue especialmente negativo en los sectores infanto-juveniles. Por ejemplo el 60% de los niños no tuvieron acceso a los servicios de salud en 2001.

Educación: Sólo el 34.5% termina el colegio secundario. La situación cobra dramatismo ya que sin educación secundaria completa, es mucho más difícil conseguir empleo en la economía formal. Esto a su vez, tiene un efecto multiplicador: 8 de cada 10 hijos de padres que no completaron la primaria tampoco la finalizan.

Las tasas de desocupación juvenil en Latinoamérica superan holgadamente la tasa general. Las recetas económicas, que desde la ortodoxia aconsejan no intervenir en el mercado del trabajo para hacer frente a la oferta creciente de mano de obra joven que se incorpora, se fundan en modelos de laboratorio que nada tienen que ver con la realidad. Robert Solow, Premio Nobel de Economía en 1987, ha señalado con agudeza que cuando las personas intentan una, otra, y otra vez conseguir empleo y no lo logran, no se produce el tan pregonado equilibrio entre la oferta y la demanda a salarios más bajos; por el contrario, el desaliento tiene lugar con frecuencia en el ánimo de esas personas, las que humilladas, se retiran del mercado de trabajo para no sufrir más frustraciones.

Exclusión: El crecimiento de la exclusión ha sido exponencial en toda la región latinoamericana. Más de 50 millones de jóvenes están fuera de la educación y del trabajo. La situación es explosiva. Termina en múltiples oportunidades generando grupos de riesgo en los márgenes de nuestras sociedades. La sociedad expulsó a esos sujetos y articuló sus instituciones para disciplinarlos y mantenerlos alejados de los circuitos de desarrollo. Estas masas de jóvenes excluidos desbordan la economía informal. Son parte de todo un entramado de empleos de baja productividad: cuentapropistas, vendedores a comisión, empleadas de tareas hogareñas.

El trabajo infantil es un flagelo: hay más de 20 millones de niños menores de 14 años en situación de explotación laboral; a eso hay que sumarle casi 7 millones que son víctimas de redes delictivas organizadas que los reducen a la prostitución, el tráfico de drogas y la pornografía.

Tecnología: La brecha tecnológica es una realidad heredada que se perpetua en el tiempo, y que requiere enormes esfuerzos revertirla. La brecha digital genera mundos diversos. A pesar del crecimiento de Internet los usuarios en América latina y el Caribe no llegan al 5%.

Alimentación: América Latina produce alimentos que permitirían satisfacer las necesidades del triple de su población actual. Sin embargo, más de 50 millones de personas carecen de alimentos suficientes. El 16% de los niños tienen baja talla para su edad (100CEPAL, Programa de Alimentos 2007).

El retorno de las políticas inclusivas para la juventud y la niñez

Todas estas variables señalan hasta qué punto más de una década de políticas erradas han generado una autentica bomba de tiempo social, con grandes masas de jóvenes desocupados, sin perspectivas de futuro, excluidos del sistema educativo, e insertos en familias desestructuradas por la pobreza. A esa vulnerabilidad social, se le agrega en sus márgenes, un entramado de criminalidad organizada con el aumento de la tasa del delito, entre otras duras realidades. La respuesta ha sido atacar los efectos y no las causas: mano dura es un ejemplo de ello, cuya real eficacia es seriamente discutida, sirviendo más para aumentar la población carcelaria joven, sin reducir las tasas de delito. Nuestra visión es diferente. Confiamos más en el trabajo, la educación, y la contención a través de nuevas oportunidades. La juventud debe volver a ser una prioridad de la política a través de la restitución de derechos que muchos jóvenes han perdido.

Deben generarse políticas de largo plazo y sistémicas, fundadas en fuertes concertaciones sociales. Es necesario rescatar a los miles de jóvenes que han desertado del sistema educativo, promover la incorporación de jóvenes al trabajo, y mejorar los servicios de salud y la  promoción del voluntariado –en el que los jóvenes siempre han demostrado compromiso–, trabajando especialmente con los más excluidos. Se trata de crear puentes de inclusión. Hay buenas experiencias en el país y en la región. Ha llegado el momento de convertirlas en políticas de Estado, desmontar la bomba de tiempo y dar oportunidades reales a los jóvenes. Por ejemplo, a partir de mayo de 2003, y con la constatación de UNICEF, en la Argentina se inicia un proceso de acelerada recuperación de las principales variables macroeconómicas que, acompañada por políticas sociales destinadas a las familias más vulnerables, produjo una importante mejora de los indicadores sociales. El desempleo ha experimentado una sensible y sostenida reducción desde 2003 a la fecha.

Las políticas de Estado desarrolladas a partir de la asunción de Néstor Kirchner como Presidente, se orientaron a reducir la pobreza, generar mayor empleo y cobertura de salud, aumentar los ingresos reales, reducir la desigualdad. Todo ello a partir de un fuerte incremento de la inversión social, sustentada en un aumento de la recaudación impositiva por las mejoras de las condiciones económicas generales y una mayor presencia del Estado. Estos logros no han sido casuales, sino fruto de una planificación en múltiples áreas. Las políticas de promoción social han sido posibles porque previamente se adoptó la decisión estratégica de librar al país de las limitaciones al desarrollo que nos habían impuesto los organismos de crédito internacional. A partir de entonces se desplegó una estrategia de desarrollo interno con inclusión social, para generar un mercado interno capaz de impulsar la producción y el trabajo. Esto requirió de muchas y nuevas inversiones. La dotación de nueva infraestructura en el país no tiene precedentes. Baste ver lo que sucede en cada ciudad, en cada provincia. Baste ver la conclusión de la autopista Córdoba – Rosario, la culminación de Yacyretá, la concreción de Atucha 2, el aumento de un 45% de la producción de energía, la apertura de miles de nuevas empresas y fábricas, y millones de puestos de trabajo. El efecto es claro: millones de argentinos saliendo de la pobreza y un descenso abrupto del desempleo y de la economía informal.

Esta planificación y visión de país, permitió aplicar en forma conjunta, mientras el mundo entraba en la crisis financiera internacional que actualmente atraviesa, las políticas sociales de inclusión más relevantes de los últimos 50 años.

Asignación Universal por Hijo para la protección social

A fin de profundizar el modelo que ha venido revirtiendo la situación de deterioro ya reseñada, el gobierno ha puesto en vigencia la Asignación Universal por Hijo. Esta cobertura abarca no solo a los trabajadores registrados sino a quienes no lo están y a los desocupados. Reciben la asignación, los jóvenes menores de 18 años de edad, sean hijos matrimoniales, extramatrimoniales, adoptados o quienes estén bajo guarda o tutela a cargo de un pariente por consanguinidad hasta el 3º grado (100abuelo, tío o hermano).

La asignación protege también a los hijos con discapacidad, en este caso sin límite de edad. En ambos casos el 80% es percibido directamente en tanto que el 20% restante se deposita en una cuenta bancaria pudiendo ser retirado una vez al año, cuando se demuestre que el niño concurrió a la escuela durante el ciclo lectivo y cumplió con el plan de vacunación nacional.

Asignación por Embarazo para protección social

La protección del Estado Argentino se inicia desde el momento que la mujer queda embarazada, con el objetivo de disminuir la mortalidad materna e infantil. La Asignación por Embarazo, consiste en una prestación monetaria, no retributiva, que el Estado argentino abona mensualmente a toda mujer embarazada desde la semana 12 de gestación hasta el nacimiento o interrupción del embarazo.

La asignación impone la obligación de concurrir a cinco controles prenatales, la recepción de información sobre cuidados durante el embarazo, luego del parto y del recién nacido, examen odontológico, análisis de sangre y orina, dos dosis de vacuna doble (100tétano y difteria) en el embarazo y una dosis de vacuna doble viral (100sarampión y rubeola) luego del parto, dos ecografías y la obligación de aceptar las derivaciones en caso de ser necesario a médicos especialistas, nutricionistas asistentes sociales, psicólogo, etc. En este caso también se liquida el 80% de su valor. El 20% restante se hará efectivo una vez que se haya constatado el nacimiento o la interrupción del embarazo, previa verificación de todos los controles médico-sanitarios e inscripción del niño en el Plan Nacer.

Educación: achicando la brecha tecnológica

El Programa Conectar Igualdad es una iniciativa que busca recuperar y valorizar la educación pública con el fin de reducir las brechas digitales y sociales en toda la extensión de nuestro país. A través de esta política de inclusión digital de alcance federal, se entregarán tres millones de netbooks en el período 2010-2012, a cada alumno y docente de educación secundaria de escuela pública, educación especial y de institutos de formación docente. Paralelamente a ello se desarrollan contenidos digitales que se utilizan en propuestas didácticas y se trabaja en los procesos de formación docente para transformar paradigmas, modelos y procesos de aprendizaje y enseñanza. El programa prevé un fuerte impacto en la vida diaria de las familias de las más heterogéneas comunidades de la Argentina, mediante el uso de las netbooks tanto en el ámbito escolar como fuera de él. Ello así en la conciencia de que, se impone trabajar para lograr una sociedad alfabetizada en las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (100TIC), con la posibilidad de un acceso democrático a recursos tecnológicos e información sin distinción de grupo social, económico ni de densidades poblacionales ni de las más diversas geografías tanto rurales como urbanas.

Sucede que en las últimas décadas, las Tecnologías de la Información y la Comunicación han modificado sustancialmente las relaciones sociales en todos sus aspectos llegando a redefinir la manera de interactuar con el medio. Quien no pueda participar de esta nueva sociedad virtual con sus códigos, íconos y modelos de representación del conocimiento, se hallará excluido del mundo actual.

La escuela es el medio más apto para que el acceso al conocimiento pueda ser democratizado, sobre todo en sociedades en las que el neoliberalismo ha entronizado durante años las desigualdades. Esta situación le impone al Estado una nueva responsabilidad: la de preparar al sistema educativo para que forme a sus estudiantes en la utilización comprensiva y crítica de las nuevas tecnologías. No se trata solo del uso instrumental de nuevas tecnologías, sino de lograr la inserción del joven en el mundo global, del estímulo de su capacidad de innovación y actualización permanente. Se apunta a generar los medios necesarios para permitir en el joven la construcción del conocimiento, en función de un constante “aprender a aprender”, en un escenario en el que la magnitud del volumen y la dinámica de la información crean flujos de datos en continua y acelerada transformación.

Esa ansiada irreverencia

Todas estas políticas de inclusión han generado un impacto positivo en los jóvenes de nuestro país. Sobre todo en los estratos más postergados y desprotegidos. Son políticas pensadas y planificadas para mitigar en lo inmediato las necesidades más angustiantes, pero que buscan revertir en el mediano y largo plazo, la desigualdad estructural generada por una acumulación sostenida de políticas erróneas. Para lograr ello, ha sido necesaria mucha irreverencia, como la de Néstor y mucha fuerza, como la de Cristina para llevar adelante estas políticas. Esa irreverencia es el convencimiento y la convicción de que se podía luchar frente a un status quo nacional e internacional que, aún frente a los fracasos, tenía recetas preconcebidas y universales para todos.

La misma irreverencia que caracteriza a los jóvenes ha sido la que Néstor ha demostrado para enfrentarse a los históricos poderes estructurales que habían impedido el desarrollo de la Argentina, que la tenían atada de pies y manos, agobiada y sin esperanzas. Es esa misma fuerza de la juventud, la que ha demostrado Cristina para llevar adelante las políticas de inclusión social más importantes de las últimas décadas, pese a las criticas, el pesimismo y las dificultades. Trabajar por los jóvenes, implica sumarlos también a ellos al trabajo diario, al desafío de construir una sociedad que nos incluya a todos y a todas. Implica invitarlos a sumar su creatividad, su diversidad, su entusiasmo y sus ganas de construir algo nuevo. La primera demanda de un joven en la actualidad es la de sentirse parte, sentirse incluido. Creo que avanzamos en esa línea. Creo que gradualmente vamos incorporando a los jóvenes, estimulándolos y generando oportunidades. Son mojones que empezamos a colocar en la larga marcha hacia la igualdad y la inclusión social de todas las argentinas y argentinos, los grandes, los chicos, los adultos y los jóvenes. Pero cuando trabajamos por el futuro, el desafío es doble porque sabemos que tenemos que atender las demandas del hoy, pero siempre teniendo presente el deseo y la pasión por construir un mañana mejor.

Sean bienvenidos los jóvenes a un país mejor, sean bienvenidos a sumar los esfuerzos. Con su diversidad creativa, su pluralidad de pensamiento, su irreverencia transformadora, sus ganas de cambiar la realidad.

Sean bienvenidos y siéntanse parte porque esta Argentina es de todos y todas.

Diego Bossio

Director General de GESTAR

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