por Martín Raposo, Integrante del Área de Estudios Políticos y Sociales de Gestar
En su discurso de asunción a la máxima magistratura nacional, en mayo de 2003, Néstor Kirchner planteaba en estos términos la necesitad de industrializar el país:
En nuestro proyecto ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente. No se trata de cerrarse al mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia, observación y compromiso con la Nación. Basta ver cómo los países más desarrollados protegen a sus trabajadores, a sus industrias y a sus productores. Se trata, entonces, de hacer nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que su padres, sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo.
En ese momento era muy difícil imaginar cómo haríamos para cambiar una matriz industrial absolutamente desmantelada por otra que integrara la mayor cantidad de trabajo y conocimiento nacional. Si a eso le agregábamos el condimento de la alta participación del capital extranjero en casi todos los sectores de la economía, era prácticamente imposible vislumbrar algún tipo de estrategia para alcanzar el objetivo de una industria nacional.
Tras doce años de gobierno, si bien no podemos hablar de nuestro país en términos de potencia industrial, sí podemos decir que se ha avanzado mucho en la reindustralización, y que la misma ha sido realizada retomando el camino de confluencia entre el Estado, las empresas y la academia.
Podemos afirmar con seguridad que el proyecto de industrializar está presente desde el inicio de este gobierno. Permanentemente se han tomado medidas necesarias para consolidarlo y para hacer frente, tanto a nivel local como a nivel global, a la batalla económica y cultural que significa la presión que ejercen las empresas multinacionales, que pretenden mantener el statu quo sobre la división internacional del trabajo.
La puesta en órbita del satélite de telecomunicaciones ARSAT 1 fue posible debido a que existió un satélite anterior de menor complejidad que se produjo localmente. Porque se tomó la decisión política de apostar al desarrollo local de toda la cadena de valor en lugar de realizar una compra llave en mano. De esa manera, se crearon empresas pymes especializadas en el tema y se generaron puestos de trabajo de calidad para trabajadores especializados formados localmente y alguno de ellos especializados en el extranjero.
En el caso de la minería ocurre exactamente lo mismo: o nos aferramos al modelo imperante desde hace por lo menos cinco siglos, de explorar, explotar y exportar commodities con escaso o nulo valor agregado, o bien como Nación soberana nos decidimos por un modelo minero para el desarrollo, que contemple en su cadena de valor la industrialización de los productos extraídos en un esquema de desarrollo sustentable.
El caso del litio es un claro ejemplo en este sentido. Mientras que por años se exportó mineral de litio a granel para que fuera usado en las distintas manufacturas en otros países, dándoles a éstos la posibilidad de agregar valor, conocimiento y en consecuencia trabajo de mayor calidad y mejor remunerado a su pueblo, recientemente se comenzó a construir la posibilidad de agregar ese valor localmente.
Con la participación del gobierno de Jujuy, la Universidad Nacional de Jujuy, Y-TEC –empresa de tecnología formada por YPF y el Conicet–, la empresa provincial Jujuy Energía y Minería Sociedad de Estado (100JEMSE) y empresas extranjeras se elaboró un proyecto de explotación y agregado de valor de uno de los yacimientos más ricos del mundo en litio.
Riquezas naturales
Si bien no existe acuerdo a nivel mundial sobre la cantidad de reservas que tendría nuestro planeta, distintos especialistas, tanto públicos como privados, dan por descontado el lugar de preeminencia que ocupa nuestro país, junto a Bolivia y a Chile, en el reparto de recursos. Tan es así que estos tres países conforman el denominado triángulo ABC o triángulo del litio, una zona que concentra aproximadamente el 65% de los recursos identificados. Las reservas más importantes de litio en la Argentina se concentran en el NOA, en los salares de Catamarca (100del Hombre Muerto), Salta (100del Rincón, Pocitos, Arizaro) y Jujuy (100Olaroz, Caucharí). Actualmente, el único que se encuentra en producción comercial es el Salar del Hombre Muerto, a cargo de la empresa estadounidense FMC Lithium, que desarrolla sus actividades productivas a través de Minera del Altiplano SA.
Cuando hablamos de minería debemos recordar que nos referimos a recursos naturales que no son renovables. Es decir, su explotación debe contemplar el impacto que tendrá para las generaciones futuras y enmarcarla en un esquema de participación del Estado, los pueblos originarios, las empresas nacionales y las extranjeras, y la comunidad en general. De esta manera se construye el marco de compromiso y de consenso que son necesarios para introducir la minería dentro de un plan de desarrollo más general.
La decisión política de transformar a Jujuy en una provincia productiva fue clave en la dirección que tomó el tratamiento de estos yacimientos. La elaboración del marco jurídico que le dio al mineral la característica de recurso estratégico y las innumerables reuniones y gestiones con empresas, emprendedores y hombres de ciencia permitieron elaborar un proyecto que, independientemente del resultado que arroje, constituye un excelente ejemplo del cambio de paradigma en la forma de apropiarse de los recursos propios para países como el nuestro, que tienen un grado de desarrollo medio.
El uso de una tecnología para la extracción del metal que fue desarrollada por un científico nacional forma parte de la estrategia de poner la ciencia al servicio de la producción y ésta al servicio del pueblo.
Demanda y usos
Si bien el litio es utilizado como materia prima para distintas industrias, la importancia de éstas en la demanda del mineral ha ido variando a lo largo del tiempo. Mientras que en 1998 la demanda de litio para baterías representaba el 7%, vidrios y cerámicas era del 47%, grasas lubricantes el 17%, en la actualidad representan el 29%, 20% y 9% respectivamente. Este cambio se produjo de la mano de un aumento de la demanda del mineral que prácticamente se ha duplicado, hasta alcanzar las 150.000 toneladas LCE1 para 2012.
Desde este punto de vista, ha habido un viraje hacia el consumo de litio para la fabricación de baterías para celulares, computadoras, etc., con una perspectiva muy fuerte de crecimiento de la mano de la demanda de baterías para vehículos eléctricos (100EV) e híbridos (100HEV).
La influencia de estas últimas habla de una potencial duplicación de la demanda actual de cara a 2020. Según estimaciones de especialistas del sector, para el año 2020 se podría esperar una demanda de entre 225 y 305 mil toneladas de LCE, dependiendo principalmente de la evolución que consiga tener el mercado de los automóviles eléctricos. Esto último se encuentra íntimamente ligado a la evolución del precio del petróleo y a la presión real que se ejerza sobre los países para hacer efectiva la disminución de las emisiones de gases tóxicos.
Otro de los usos que posee este mineral está relacionado con la energía nuclear, motivo por el cual Chile tiene un régimen jurídico único que establece que el mineral no es susceptible de concesión minera.
Los flujos de comercio internacional han mantenido los patrones definidos en el modelo de división internacional del trabajo, de forma que el mineral viaja desde su lugar de extracción, en su estado más natural, hacia los centros industriales. Lo único que ha cambiado es el destino, que en lugar de ser principalmente el Atlántico Norte ha pasado a ser Asia, donde los principales consumidores, China, Japón y Corea del Sur, consumen más del 50% de la demanda mundial.
Industrializar nuestros recursos
Existe una dificultad en la región para integrar cadenas de valor en las industrias más dinámicas. Tal dificultad termina conformando un círculo vicioso difícil de romper, donde la falta de relación entre la oferta y la demanda local de tecnología nos transforma en importadores crónicos de la misma y nos condena a permanecer en el subdesarrollo.
En el caso del litio, pareciera que hemos logrado tomar nota de esta problemática.
La política de compras de bienes y servicios del sector público es una invalorable herramienta de promoción que estimula el desarrollo científico y tecnológico.
Si bien un aumento de la demanda de vehículos electrónicos podría representar un incremento en la demanda de litio, el monto en divisas no sería tan representativo como podría ser la concreción de los proyectos de desarrollo local de baterías. Tanto desde el punto de vista estratégico como desde el llenado de más casilleros en la matriz industrial, alcanzar este objetivo de manera exitosa nos permitirá mucho más que la generación y el ahorro de divisas generadas por la sustitución de importaciones y por la exportación de productos.
Ello nos permitirá incrementar la cantidad de pymes dedicadas a la tecnología, mejorar la cantidad y la calidad de los puestos de trabajo, poner en valor la inversión que realiza el Estado en educación, ciencia y tecnología, y por sobre todas las cosas reforzar la confianza en nosotros mismos. Nos permitirá darnos cuenta de que somos un país con capacidad para producir lo que necesita y lo que necesita el mundo. Tal como ocurrió con el desarrollo local del satélite ARSAT 1, con relación a la industrialización de nuestros recursos naturales vuelve a ponerse de manifiesto la importancia de atender al concepto del “triángulo de Sabato”: “Enfocada como un proceso político consciente, la acción de insertar la ciencia y la tecnología en la trama misma del desarrollo significa saber dónde y cómo innovar. La experiencia histórica demuestra que este proceso político constituye el resultado de la acción múltiple y coordinada de tres elementos fundamentales en el desarrollo de las sociedades contemporáneas: el gobierno, la estructura productiva y la infraestructura científico-tecnológica. Podemos imaginar que entre estos tres elementos se establece un sistema de relaciones que se representaría por la figura geométrica de un triángulo, en donde cada uno de ellos ocuparía sus vértices respectivos”.
Patria Grande
Viendo las riquezas naturales que involucran a los países que conforman el triángulo del litio y sus distintas maneras de encarar la explotación y posterior tratamiento del mineral, y la importante participación de empresas extranjeras, se hace palpable que uno de los mayores desafíos para esta industria y para la región será acordar políticas de exploración, explotación, industrialización y exportación conjunta.
Según un informe de la empresa minera chilena Cochilco, Chile debería revisar el concepto de mineral estratégico con el cual cuenta hoy el litio, debido a que su incidencia en la generación de energía nuclear es marginal. Desde nuestro punto de vista, se debería hacer todo lo contrario, es decir, trabajar de manera mancomunada con Chile y con Bolivia en la creación de una empresa trinacional que acompañe la política de desarrollo regional elegida por nuestros pueblos y encarada por sus gobiernos democráticos.
Conclusión
La concepción y concreción de este proyecto, para un producto que tan sólo representa el 1,4% del valor de la producción minera nacional, permite imaginar que otro destino es posible para la explotación de piedras, un destino superior a la simple exportación sin ningún tipo de valor agregado. Integrar cadenas de valor regionales para de este modo generar condiciones adecuadas que aumenten el valor agregado de la mano de obra y producción local es un objetivo deseable y posible. Es el objetivo de transformar el concepto de industrializar la ruralidad en una realidad efectiva como las que nos gusta a los peronistas.