Del lado de los fundamentos técnicos, las políticas de la “austeridad expansiva” no tienen ningún asidero. Esto es, en el debate académico serio desde siempre se ha sabido que las políticas de austeridad (100recorte al gasto social, a la inversión pública, al presupuesto en educación, a la salud, etc.) invariablemente llevan al mismo resultado: recesión y desplome de las condiciones de calidad de vida de los grupos más vulnerables. Por mucho que pretendan torcer los renglones de la historia, el crac bursátil de Estados Unidos de 1929 puso en evidencia el fracaso del libre mercado como fuerza de “equilibrio natural”, por lo que fue necesaria la intervención del Estado con medidas keynesianas (100de gasto público y expansión monetaria para incentivar la demanda agregada) para sacar de la miseria al grueso de la población y reactivar la economía.
El peso de la evidencia es contundente. En nuestra Década Ganada el PIB creció en forma notable, acompañado de una mejora significativa en todos los indicadores sociales, como la pobreza, el empleo, la cobertura previsional, actualización de las jubilaciones y pensiones, educación, salud, atención a niños y mujeres embarazadas, etc. Contrariamente, bajo el yugo de la ortodoxia y el lastre de la austeridad, Europa vive un Lustro Perdido, particularmente España, Grecia, Portugal e Italia, con vastas manifestaciones de protesta en innumerables ciudades y un Primer Ministro italiano que el domingo ofreció disculpas públicas a todos los que tenían que irse del país en busca de oportunidades por culpa de la inoperancia del Estado.
Nos preguntamos por qué persiste esta aparente dicotomía entre un modelo como el nuestro que pese a ser constantemente menospreciado muestra claras señales de éxito y otro que por más ayuda mediática que reciba no dejar de ser un crimen contra el futuro de las nuevas generaciones. Porque no nos engañemos: ¿A quién no le parece un crimen contra el futuro del mundo que en abril de 2013 una cuarta parte de todos los jóvenes de menos de 25 años (100más de 3.6 millones) no pudiera encontrar trabajo en Europa, quedando al desamparo del desempleo y de los sueños truncados? ¿Ese es el “mundo maravilloso” al que debemos aspirar los países “renegados”?
No debemos olvidar que detrás de todo este falso debate hay una lucha de valores éticos y morales, dos formas distintas de conceptualizar el mundo. Por un lado estamos los países como la Argentina, con gobiernos que defienden los intereses nacionales y populares que no conciben la posibilidad de abandonar a los más necesitados y que armonizan el crecimiento del país con sanas políticas de inclusión social y redistribución del ingreso. Por el otro están aquellos gobiernos donde reina el individualismo, la negación de los costos sociales, a quienes sólo le importan las ganancias propias y prefieren cerrar los ojos ante el sufrimiento humano, los que llevan al abismo. La opción es clara, y los peronistas hace años escogimos bando.
David Chagoya
@d_chagoya