“Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio”
(100Papa Francisco, 19 de marzo de 2013).
En la noche del 13 de marzo del 2013 -en un gesto tan inédito y sorprendente como revelador de su programa y de su concepción del liderazgo- Jorge Bergoglio, recién convertido en el Papa Francisco, se inclinó ante el pueblo reunido en la Plaza de San Pedro, pidiéndole que rezara por él y por su ministerio.
Ese gesto fue el primero de una larga lista. Desde el día de su elección, el Papa ha sacudido -mediante la palabra y el ejemplo- la conciencia de millones de hombres. Lo ha hecho con un mensaje profundo, pero simple y cargado de sentido común. Ese sentido común se manifiesta de manera muy clara en su primera Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, que en su capítulo cuarto se extiende sobre la dimensión social de la evangelización. Allí Francisco habla de la política y de los políticos. Y nos habla a los políticos, a quienes tenemos vocación pública.
El pronunciamiento del Papa contiene un mensaje que vale la pena escuchar por varias razones: en primer lugar, y por sobre todo, por su valor intrínseco. Pero además por el lugar que Francisco ocupa como líder religioso a escala mundial; por su condición de argentino y de latinoamericano; por su prestigio personal y autoridad moral. Para los peronistas, se agrega significativamente otra razón: el aporte del pensamiento cristiano y especialmente de la doctrina social de la Iglesia a la conformación de la doctrina Justicialista desarrollada por Juan Perón.
En su discurso del 14 de diciembre de 1945, Perón señalaba el aporte de las encíclicas sociales a la construcción de su ideario: “Nuestra doctrina social ha salido en gran parte de las encíclicas papales y nuestra doctrina es la doctrina social cristiana”. Casi treinta años más tarde, en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Perón afirmaba que “El Justicialismo…es como el pueblo: nacional, social y cristiano”. Las referencias valen para señalar el hecho de que -sin renunciar a su originalidad, que se constituye a partir de aportes muy variados- el Justicialismo ha tenido siempre una fuerte vinculación con el pensamiento social cristiano.
Los puntos de contacto entre Justicialismo y doctrina social son claros y se refieren a cuestiones centrales. Destaquemos algunos: el acento en la justicia social, que debe ser lograda por medios pacíficos y que sirve a su vez como sustento de la paz (100en otras palabras, la idea de que la paz verdadera sólo puede basarse en la justicia); el equilibrio y la complementariedad entre persona y comunidad –alejándose de los extremos del individualismo liberal y del colectivismo marxista; y el rol de las entidades intermedias en la promoción del Bien Común.
Las coincidencias no han sido sólo teóricas: a lo largo de la historia argentina, el aporte del Peronismo a la justicia social -desde la expansión del sistema jubilatorio hasta la Asignación Universal por Hijo, pasando por las vacaciones pagas, la instauración de la justicia laboral y la creación del movimiento sindical más fuerte de América Latina, entre otros logros- ha sido enorme y reconocida por el pueblo argentino. Con aciertos y errores, el Justicialismo ha sido una fuerza igualadora y humanizante en la política argentina, creando nuevos derechos y yendo al encuentro de los más necesitados.
Mensajes a la política: virtud, opción por los pobres, diálogo
En ese marco, desde esa historia, podemos destacar al menos tres puntos fundamentales en el mensaje del Papa, sobre los que vale la pena reflexionar, como políticos y como Justicialistas: la importancia de la virtud moral en la política, la opción preferencial por los pobres y la apuesta por el diálogo y el encuentro.
Lo que Francisco nos recuerda es algo que para el hombre de a pie es evidente, pero que para una dirigencia que a veces cae en la autorreferencialidad, no lo es tanto: que la virtud moral es una parte importante (100la más importante) de la virtud política. Para decirlo en criollo: que ser un buen tipo -preocuparse por los demás, por sus necesidades, ser capaz de compartir sus alegrías y pesares, estar, en fin, dispuesto a servir- es una condición necesaria y decisiva para ser un buen dirigente. Por eso el Papa está pidiendo por dirigentes a quienes “les duela” la sociedad. Sin dolor no hay compromiso, y sin compromiso no hay acción verdaderamente transformadora.
Ese compromiso debe manifestarse en la preocupación por los más necesitados. En esa línea, la Exhortación reafirma la opción preferencial por los pobres, para quienes reclama la atención debida a su dignidad, implementando políticas que trasciendan la asistencia frente a las necesidades urgentes y se enfoquen en la promoción de las personas. Francisco rechaza explícitamente la llamada “teoría del derrame”, defendida por el neoliberalismo, y llama a construir una economía centrada en la persona, evitando que el dinero se convierta en el fin de la actividad económica y en el verdadero gobernante de las naciones.
Esa acción política, en fin, debe darse en el marco de un diálogo social y político -sobre el que el Papa insiste- como instrumento de encuentro con el otro, especialmente con aquél con quien no compartimos una misma visión de la sociedad. No se trata de negar el conflicto, sino de reconocerlo y hacer los esfuerzos posibles por desarrollar propuestas superadoras, en un marco de búsqueda de justicia y solidaridad.
Hacia el futuro, desde nuestras raíces
Como movimiento político, hemos contribuido decisivamente a mejorar la vida del pueblo argentino, aunque falte mucho todavía. Pero no hay que detenerse, sino apostar al largo plazo, a la construcción colectiva, por sobre las inevitables preocupaciones cotidianas y las disputas de poder que son parte de la vida pública: “Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios” (100Evangelii Gaudium, 223).
Las palabras del Papa nos interpelan en el presente y nos ayudan a reflexionar sobre el futuro. A quienes nos sentimos llamados a la vida pública nos permite mirarnos interiormente, revisando críticamente nuestras intenciones y renovando nuestra vocación de servicio. Sabiendo que somos parte del algo más grande que nosotros mismos: el Justicialismo, la Argentina, América Latina, la Humanidad. Y sin olvidarnos del hermano, de su rostro y de sus sufrimientos concretos; sin olvidarnos, en fin, de ese pueblo al que pertenecemos y es el motivo y motor principal de nuestra acción política.
Tomás Múgica
Instituto Gestar