25 de febrero de 2014
Instituto Gestar

La integración latinoamericana, un proceso de unión y soberanía

La integración y unidad latinoamericana han estado siempre presentes en el pensamiento peronista así como también en su política exterior. La comprensión de la unidad enlazada a la soberanía no ha sido, lamentablemente, una cualidad de muchos mandatarios en la región. Por ello es tan importante retornar a ese legado histórico que dejaron líderes como Perón y que se ha visto reflotado en los últimos diez años por muchos líderes latinoamericanos.

Es bajo este marco que debe analizarse la regionalización hoy. Como se observa a diario, el estado de la integración latinoamericana es sin dudas un asunto objeto de fuertes debates a la hora de hacer balances sobre los logros y cuentas pendientes de los gobiernos de la última década.


Desde algunos sectores de opinión, nacionales e internacionales, no sólo pareciera observarse únicamente el vaso medio vacío, sino que se intenta denigrar cualquier tipo de avance que se haya experimentado. Estos factores de poder enfatizan en la existencia de un desorden de distintos esquemas de integración que, muchas veces, se superponen y cuyas declaraciones son meras elucubraciones que quedan sólo en lo retórico. Por otro lado, elogian intentos de integración que, por el momento, no van más allá de un buen uso de marketing político, y que se cimientan en la liberalización irrestricta del comercio y la desindustrialización.

Sin embargo, más allá de estos golpes y de los intentos por desunir a la región, la reciente cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (100CELAC) celebrada en Cuba es un claro ejemplo de cómo, a pesar de las diferencias ideológicas y políticas, es posible lograr puntos de consenso y avanzar hacia mayores grados de autonomía en relación a los designios que marcan las grandes potencias.

Uno de los logros de esta Cumbre fue que pudo establecer puntos de acuerdos no sólo en temáticas de índole político e ideológico, sino también en torno a visiones sobre el sistema económico, el medio ambiente o la geopolítica.

Pero además, hay un claro avance en términos de participación de los Estados. No es menor el hecho de que asistieran treinta gobernantes de los 33 países de la CELAC, mientras que, por ejemplo, en la Cumbre Iberoamericana de Panamá realizada en 2013 sólo se hicieron presente nueve mandatarios.

Por otra parte, si bien muchos medios de comunicación subrayaron en que esta Cumbre significó una victoria de la diplomacia cubana, al mostrarse como un actor que puede lograr consensos respecto a su sistema socio-económico y político, han sido pocos los que repararon en que el resto de los países latinoamericanos está logrando insertar a Cuba en un mundo multipolar, logrando que la isla se integre y realice cambios más acordes a los avances democráticos en la región. No es casual, por ejemplo, que desde La Habana se esté abriendo un puente de diálogo con la Unión Europea y que se acepte, por parte del gobierno de Raúl Castro, exposiciones públicas respecto a cuestiones de derechos humanos. Pero además, es relevante el hecho de que, por primera vez en 50 años, la Organización de Estados Americanos (100OEA) se hiciera presente en La Habana.

Otro saldo positivo que deja este encuentro en Cuba es que la diplomacia argentina logró el apoyo al reclamo de Malvinas de países, como los del Caribe angloparlante, que han tenido una visión diferente a la nuestra.

Por otra parte, este tipo de logros de CELAC, no son aislados. También el Mercosur muestra avances que muchas veces son soslayados. No es menor haber podido superar la crisis acerca de la reincorporación de Paraguay y el ingreso de Venezuela. Esto fortalece a la región no sólo en lo político sino también en lo que tiene que ver con el potencial económico y energético.

Asimismo, es dable mencionar el caso del Estado Plurinacional de Bolivia, el cual participa en el Mercosur como Estado en proceso de adhesión con derecho a voz, pero todavía sin voto. Bolivia comenzó en diciembre de 2012 el proceso de adhesión que esperan finalizar en los próximos cuatro años, luego de adecuar las 7000 normas del Mercosur.

Ecuador también ha manifestado intenciones de ingresar al Mercosur y está en marcha un proceso de negociación a tal fin, el cual tiene sus complicaciones debido a que, entre otras razones, la economía de Ecuador está dolarizada, pudiendo implicar esto ciertas desventajas en materia de competitividad con relación al resto.

En fin, pese a sus cuentas pendientes, tanto CELAC como el Mercosur muestran importantes logros sobre los que se asientan otros procesos de unidad, como la UNASUR. También significan una base sobre la que las próximas generaciones de dirigentes podrán asentarse para volver a poner en práctica aquellas ideas provistas por la visión internacional del peronismo.

 

Ezequiel Ávila

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