20 de diciembre de 2013
Instituto Gestar

La Opción Peronista por los Pobres

A 30 años del retorno democrático mucho se ha logrado en el país. El respeto por la voluntad del pueblo, la erradicación de la violencia política, la justicia con los genocidas, la universalización de asignaciones y jubilaciones. Sin embargo, la sociedad argentina, particularmente aquellos excluidos y marginados, continúa esperando respuestas de sus líderes sociales, religiosos y políticos. El peronismo siempre supo ubicar su preferencia en torno a los desposeídos.


El Papa Francisco, en su reciente carta apostólica “Evangelii Gaudium”, vuelve a conminar y llama a decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. “No puede ser que no sea noticia un anciano muerto de frío en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa”…“eso es exclusión” continúa el Sumo Pontífice. Este documento emitido a nivel global tiene particular relevancia a nivel local.
La economía del descarte y el consumismo no tiene lugar para los excluidos. La pobreza, el hambre y el abandono no pueden dejar de interpelar al justicialismo. Toda decisión política implica arbitrar entre demandas de poderosos y débiles. Hoy más que nunca el Estado debe estar al servicio de los pobres. La inversión en educación, salud, promoción social, servicios básicos, transporte y vivienda debe llegar “íntegramente” a sus destinatarios. La provisión de bienes públicos debe acentuar hoy más que nunca un sesgo irrefrenable hacia los marginados. Las conquistas sociales de la última década, debe dar lugar a nuevos desafíos.
Como lo expresa Francisco, son erróneas “las teorías del derrame (100que) suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo”. El Estado debe dar respuestas a las demandas de quienes se quedaron sin voz fuera del mercado. En ese sentido, el manejo del dinero público en el combate contra la pobreza debe transformarse en un imperativo ético. Cada centavo perdido por desidia, corrupción o impericia se transforma en una herida social abierta.
El creciente reclamo de mayor seguridad no debe olvidar como sostiene el Papa que “hasta no revertir la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia”. La falta de igualdad de oportunidades y el abandono en la periferia son caldos de cultivo de la violencia. Las nuevas formas de integración social surgidas de estos tiempos ponen en cabeza del Estado muchos problemas “privados” que eran resueltos por las familias. El Estado de hoy debe responder a demandas crecientes. Los jóvenes que abandonaron sus estudios, las jóvenes con embarazos adolescentes… además de combatir al narcotráfico, la trata de personas, el trabajo esclavo o informal y la explotación de los indocumentados.
Los tiempos que se viven son un verdadero desafío para militantes y dirigentes. La responsabilidad social y política adquiere otra dimensión cuando el esfuerzo y la inteligencia colectiva se emplean a favor de los “periféricos”. Frente a las crisis financieras no se “debe olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía” concluye el Papa. El peronismo hoy más que nunca debe mirar hacia sus raíces, y luchar por una Patria con justicia social.
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