La exigencia es clara: si España quiere acceder a una línea de crédito por hasta 100.000 millones de euros, debe ceder soberanía y someterse a nada más y nada menos que a 32 condiciones plasmadas en 20 páginas plagadas de sufrimiento, con un ultimátum de tres meses para aprobar las dolorosas medidas, todo en un marco de extrema recesión y una tasa de desempleo superior al 25%.
La terapia de choque recetada no tiene nada de novedosa. Pan y circo, como en los tiempos romanos. Reformas al sistema financiero, recrudecimiento de la política fiscal y una nueva tanda de recortes bajo la debida supervisión de “hombres sabios” que periódicamente caerán como buitres sobre Madrid para vigilar los intereses de sus amos. Pero en este caso el tutelaje es más avasallador, puesto que la troika podrá acceder a todos los datos del sistema financiero español e inspeccionar in situ para examinar el cumplimiento del programa. Por si fuera poco, España se compromete a consultar previamente cualquier medida que no esté incluida en el memorándum.
Y así, contrariamente a sus promesas de campaña, el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, anunció inmediatamente el programa de austeridad más severo desde el Plan de Estabilización de 1959 con el objetivo de ahorrar 65.000 millones de euros en los próximos dos años. Se trata de una catarata de medidas recesivas que atentan contra el bienestar de millones de personas y que, entre otras cosas, contemplan subir el IVA de 18 a 21%, recortar el seguro de desempleo del 60 al 50% de la base reguladora, reducir el número de empresas públicas locales, disminuir el salario de los funcionarios, congelar las pensiones y retrasar la edad jubilatoria. Y tampoco podía faltar otro clásico: “se llevará a cabo un proceso de liberalización y, en su caso, privatización de los servicios asociados al transporte ferroviario, portuario y aeroportuario”, dijo Rajoy.
Aunque las autoridades españolas afirmaron que el rescate debía sanear al máximo el sistema bancario, el capital financiero es cruel y no se dejó engañar por la retórica. Las bolsas europeas, paradójicamente cada vez más convencidas de la falsedad de la austeridad, reaccionaron a la baja mientras que la prima de riesgo de España (100el diferencial del bono español a 10 años respecto al alemán) volvió a subir con fuerza y el euro siguió en caída libre, alcanzado su posición más baja respecto al dólar de los últimos dos años. La respuesta de los trabajadores no se hizo esperar. En un ambiente de gran crispación, cientos de miles de funcionarios públicos se movilizaron espontáneamente y bloquearon las calles de Madrid para manifestarse contra los recortes.
Ante este escenario, cabe plantearse lo siguiente: si la evidencia ha demostrado que las medidas restrictivas son efectivamente recesivas, como lo ha dicho una y otra vez el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, ¿cuál es su propósito? ¿Por qué imponer a España una austeridad que sólo aumentará el desempleo sin mejorar sus perspectivas fiscales o competitividad? Normalmente se dice que las circunstancias condicionan los hechos y que éstos transforman la realidad. Entonces, la realidad es que basta que una mentira se repita muchas veces para que tenga consecuencias verdaderas, y esa es precisamente la falacia de la austeridad expansiva; pretende ocultar el camino alternativo marcado por la Argentina.
Tal como lo recordó recientemente la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la Argentina, luego del default más grande del mundo, sin acceso al mercado de capitales, sufriendo intenso bombardeo interno y externo, haciendo todo a pulmón, actualmente tiene una relación deuda/PBI de apenas 14% (100la de España supera el 90%), con reservas internacionales más que suficientes para pagar todos los depósitos en el país en plazo fijo y con sólidas perspectivas futuras en el marco de un modelo nacional, popular y democrático con inusitada libertad de expresión.
Ante ello, efectivamente es importante que los argentinos hagamos honor a quien honor merece y valoremos los esfuerzos que ha hecho el Gobierno Nacional en materia de inversión para sostener la demanda agregada y el consumo interno, discutiendo convenciones colectivas de trabajo con salarios siempre a la suba para mantener el poder adquisitivo de los trabajadores, con una política industrial que generó millones de puestos de trabajo y que permitió que el año pasado la Argentina creciera a un ritmo de 8,9%, el más alto de Latinoamérica.
David Chagoya