Con el total de las obras terminadas se podrá transportar diez millones de toneladas de granos, hidrocarburos, minerales y otras cargas, que en la actualidad son movidas por camiones. La etapa inicial contemplada en la licitación supone la construcción de 457 kilómetros de vías por un monto de 3168 millones de pesos. Cabe recordar que el Belgrano Cargas opera a lo largo de una extensión de 10.841 kilómetros en un recorrido que abarca las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero, San Juan, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Chaco, Formosa, Salta y Jujuy. El proyecto del Gobierno supone recuperar la totalidad de la traza y, según lo anunciado ayer por la Presienta, se trata de la mayor inversión en materia ferroviaria de los últimos treinta años.
A partir de dicha noticia, podemos sacar un conjunto de primeras y rápidas conclusiones acerca del estado presente del sistema ferroviario que heredamos de los años del neoliberalismo.
En este sentido, podemos decir que el Belgrano Cargas llegó a transportar siete millones de toneladas de carga en los años ’80. En los ’90, el ramal sufrió tal grado de deterioro que hoy apenas transporta 600 mil toneladas. En pocas palabras, el neoliberalismo y su lógica del eterno ajuste y reducción del sector público, destruyó un bien social acumulado durante décadas. Lo que la Argentina había construido con el esfuerzo de varias generaciones, el neoliberalismo lo barrió en apenas un puñado de años. Miles de kilómetros de vías, centenares de estaciones, decenas de vagones, locomotoras y talleres, fueron destruidos, abandonados y olvidados. El paso del tiempo y las inclemencias del clima convirtieron uno de los sistemas ferroviarios más extensos del mundo en meras ruinas, en vías ocultas bajo las malezas. Destruir fue fácil, muy fácil. Y en eso el neoliberalismo no tuvo competidores. El problema es, y será siempre, construir, fundar, crear. Y los datos esbozados en el primer párrafo hablan a las claras de lo que le costará al conjunto de la sociedad argentina apenas reparar y poner nuevamente en marcha, lo que la perversa lógica neoliberal deshizo de un plumazo.
Por ello, hay que ser realistas. A numerosos argentinos, muchos de los cuales seguramente apoyaron y disfrutaron los “dorados años” del uno a uno, les fue agarrando con el paso del tiempo, y la evidencia de la destrucción ferroviaria, un insuperable ataque de nostalgia por el tren, por la estación de pueblo, por el lejano sonar de una bocina de locomotora. Después de aplaudir a mano alzada las privatizaciones y el fin del “Estado ineficiente y corrupto”, comenzaron a reclamar el retorno del tren, como si ello fuera tan fácil de hacer como fácil fue la destrucción neoliberal a la que muchos apoyaron. Hoy, aquel Estado que el neoliberalismo nos dijo que debía achicarse hasta su mínima expresión, es el único capaz de llevar adelante semejante inversión que supondrá, concretamente, recuperar un cuarto del sistema ferroviario que nuestro país supo tener. ¿Acaso el mercado y el capital privado, que nos fue presentado en los ’90 como el paraíso de la eficiencia y la productividad, serían capaces de desembolsar casi 6.000 millones de dólares para volver a hacer rodar trenes por el humilde norte argentino? ¿Cuánto han invertido y mejorado el servicio las empresas privadas que desde hace mas de quince años operan los trenes en el área metropolitana? Poco, muy poco, casi nada. La imagen actual del sistema ferroviario metropolitano dista muy poco de aquella que una década y media atrás la vieja Ferrocarriles Argentinos le cedió al supuestamente eficiente capital privado.
El estado presente del sistema ferroviario argentino, y sus enormes desafíos futuros, son un ejemplo inmejorable de las tantas mentiras con las que la sociedad argentina fue aleccionada durante los años ’90. Mentiras que se podrían resumir en una única y general falsedad: todo lo estatal es ineficiente y corrupto, todo lo privado es eficiente y honesto. Hoy, si queremos volver a ver trenes rodando a lo largo y ancho de nuestro extenso territorio, no hay otra alternativa que rehacer un Estado emprendedor, activo y fuertemente involucrado en el desarrollo económico y regional del país. Aquellos que creyeron la fábula neoliberal antiestatista y promercado, o aceptan el retorno del Estado y reconocen que reconstruir lo que el neoliberalismo destruyó supondrá un inmenso esfuerzo del conjunto de la sociedad, o se quedan mirando como el capital privado hace negocios allí donde tiene la ganancia asegurada, mientras las vías siguen ocultas bajo los pastizales y las regiones tan aisladas como hasta ahora.
El anuncio de la Presidenta viene así a mostrar una vez más la vocación del actual gobierno por dar vuelta la página neoliberal de nuestra historia, y asumir el enorme trabajo de reconstruir un Estado comprometido con el desarrollo del conjunto del país. El fracaso del sistema de AFJP, el vaciamiento de Aerolíneas Argentinas, la recurrente desinversión e incumplimiento en la prestación de servicios por parte de las privatizadas, son algunos de los ejemplos que los argentinos fuimos conociendo en los últimos años acerca de todas las falsedades de aquel credo neoliberal que nos prometía el paraíso de la eficiencia y la racionalidad económica del capital privado. Hoy, el largo esfuerzo que empieza a asumir el Estado para recuperar el sistema ferroviario se suma a esta larga lista de fracasos del dogma privatista, y pone en evidencia que sólo el sector público es capaz de llevar adelante grandes inversiones en áreas vitales para el desarrollo nacional, donde el capital privado nunca osaría invertir un peso.
Por último, no podemos dejar de mencionar que este gran esfuerzo que emprendió el gobierno de la Presidenta Cristina Fernández, nunca sería posible si no estuviera respaldado y acompañado por la notable recuperación económica que el país experimentó desde el 2003. Esa recuperación fue posible por la decisión de Néstor Kirchner y de la actual Presidente por salir de la nefasta lógica neoliberal. Y ello permitió recomponer las capacidades de un Estado que el neoliberalismo había dejado raquítico. Hoy, ese Estado activo y fortalecido es el que emprende la inmensa tarea de recuperar los ferrocarriles que el neoliberalismo destruyó.
Matías Rohmer y Arturo Trinelli
Politólogos UBA