24 de octubre de 2016
Instituto Gestar

Manual del PRO ortodoxo: cómo ¿bajar? la inflación en cinco sencillos pasos

Todos los días leemos, vemos y escuchamos noticias sobre la inflación: opiniones de mediáticos, análisis de especialistas, informes periodísticos y discusiones acaloradas entre funcionarios, incluso del mismo signo político como los recientes desacuerdos y cruces entre el (100en palabras del FMI) “valiente y progresista” ministro Prat Gay y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Números para hacer dulce, comparaciones tendenciosas y la promesa de bajar, al costo que sea, la cifra maldita.

En esta breve nota no vamos a realizar una exhaustiva exposición numérica, que por supuesto invitamos a bucear en los distintos medios y organismos de difusión. Proponemos, por otra parte, una mirada de soslayo a la receta del gobierno macrista para bajar la inflación en el cortísimo plazo, más allá de lo que afirmaban humilde y tramposamente en su plataforma de gobierno: “Buscaremos reducir paulatinamente la inflación”Lo que queremos mostrar es que hay formas y formas para reducir este índice, y que la adoptada por el equipo económico PRO, basada en la teoría del shock y muy lejos de aquel “paulatinamente”, tiene un costo muy alto para la clase trabajadora argentina. A continuación, enumeramos cinco pasos que bien podrían ocupar un capítulo del Manual del Macrismo Ortodoxo.

Paso 1: Fortalecer al “monstruo”. Nadie niega que la inflación no sea un problema nuevo. El índice de un dígito es una película del pasado y nos enfrentamos a una cuestión estructural que requiere de habilidad económica y mirada social. Pero también debemos decir que desde la misma campaña, Cambiemos realizó un uso oportunista, especulador e hiperbólico del tema, llegando a comparar a la Argentina con países con cifras exorbitantes como Venezuela (100que tuvo durante 2015 un índice de tres dígitos, 278% según el FMI) o Zambia (100una nación con una estructura productiva y social muy diferente a la de nuestro país). El mecanismo es viejo y conocido: crear y magnificar la “epidemia” teniendo bajo la manga el antídoto, aunque en este caso esta especie de experimento medieval le estaría enmarañando las cosas al macrismo.

Paso 2: Devaluar abruptamente el peso nacional.  Desde diciembre de 2015, el PRO ha devaluado el valor relativo del peso en un 57% (100de $ 9,80 a $15,40). Las perspectivas conducen a que esta tendencia continúe durante los años siguientes, tal como señalan numerosas consultoras nacionales e internacionales: para el año próximo, el promedio es de $ 18,30, Ferreres lo estima en $ 19,98; la Fundación Capital e Itaú $ 19,50 y Ecolatina $ 19,21 (100según el informe del Latin Focus Consensus Forecast difundido hace solo unos días). Como vemos, la consigna no es solo económica sino también ideológica: la cotización del dólar la debe definir absolutamente el mercado y sin ninguna interferencia del Estado. La hipótesis de inicio era que si el Estado lograba estabilizar el tipo de cambio manejado por el mercado financiero, no subiría más la inflación luego de un shock inicial. Los últimos meses muestran una leve baja del índice pero no la esperada: según el IPC Congreso que elaboran legisladores opositores, en septiembre se ubicó en el 0,8% mensual. Con esta cifra, la inflación interanual se ubica en el 42%, mientras que el acumulado para los primeros nueve meses del año asciende al 31,8%, recordemos que la pauta de Prat Gay para 2016 era del 20 al 25%. Esta abrupta devaluación beneficia a determinados sectores concentrados y golpea a la industria, por las desventajas en la competitividad y porque una parte de la devaluación se traslada necesariamente a precios por el componente importado, aumentando así la desocupación y condicionando las negociaciones paritarias de los trabajadores, que en consecuencia se encuentran en desventaja relativa para mejorar el poder adquisitivo de sus salarios.

Paso 3: Elevar las tasas de interés. El equipo de economistas del BCRA comandados por Sturzenegger, artífice del blindaje y del megacanje en la crisis del 2001-2002, implementó un plan que consiste básicamente en subir (100y luego regular) las tasas de interés para absorber pesos. Las tasas se mantienen altas en la medida que la inflación no afloje. Sin embargo, por cada $100 pesos que absorben con Lebac se están comprometiendo a reponer en circulación, en un año, ese monto más el porcentaje de interés. Además, el contexto no colabora y se generan algunos problemas serios: no hay inversión real directa y que genere empleo genuino, el mercado interno está planchado y la salida exportadora condicionada por el escenario internacional; de esta manera, las altas tasas de interés alientan la especulación financiera en detrimento de la actividad productiva, golpeando sobre todo a la columna vertebral de la economía: las pequeñas y medianas empresas. Con este panorama, estamos bastante seguros de que Sturzenegger preferiría seguir los consejos enseñados por el consultor estrella del PRO, Jaime Durán Barba. Recordemos aquellas palabras del presidente del BCRA, quien entre sonrisas, dijo en una conferencia realizada en la Universidad de Columbia (100EE.UU): “No expliques nada” – dijo Sturzenegger que le aconsejó Durán Barba – “Si vos explicas qué es la inflación, vas a tener que explicar que la emisión monetaria genera inflación, que entonces debería reducirse la emisión, y que si entonces haces eso tendrías que hacer un ajuste fiscal, y que si haces un ajuste fiscal entonces la gente va a perder su trabajo y eso es lo que no queremos que digas. Cuando seas gobierno hacé lo que vos creas, pero no lo digas ahora en medio de la campaña” – “¿Qué digo entonces?” – Preguntó sorprendido Federico – “Solo di que están mintiendo con la inflación. O decí cualquier cosa, habla de tus hijos…”. Sin comentarios.

Paso 4: Depreciar los salarios y los ingresos. Uno de los objetivos del macrismo, expresado sin inhibiciones por sus principales referentes (100Por ejemplo Carlos Melconian, hoy al frente del Banco Nación), era disminuir los salarios en dólares, forma elegante de proponer una transferencia de recursos de abajo hacia arriba y una regresiva distribución de la riqueza. Este año, el salario real viene en caída libre y la recomposición en paritarias, también increíblemente obstaculizada por Cambiemos, no alcanzará a cubrir el salto inflacionario. La situación es por supuesto todavía peor para los trabajadores no registrados y los desocupados. La inflación acumulada está destruyendo los ingresos reales y genera una contracción de la demanda de consumo privado, el principal componente de la demanda agregada. Hace algunos meses, Miguel Kiguel, asesor del macrismo, señalaba: “Se bajan salarios o se devalúa, otra no queda", suponemos que la respuesta de Macri y compañía puede haber sido: “¿Y si vamos con las dos?”. El deterioro de los ingresos tiene como correlato inexorable el paso final: la caída del consumo.

Paso 5: Congelar el consumo interno. Hay mucho que decir sobre este punto, pero mejor es dejar que la realidad se explique sola. Simplemente hay que apelar a la percepción de la calle, del comercio del barrio o de la charla que tenemos con el taxista o el vecino, así de simple parece ser. El shock inflacionario derrumba el poder adquisitivo de los trabajadores y jubilados, con un impacto más regresivo sobre los grupos sociales vulnerables. Prácticamente todos los sectores advierten sobre las caídas de las ventas: el ejemplo de esta semana es el de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes, que señala una caída acumulada de 8,7% en lo que va del año. Esto se replica en electrodomésticos, indumentaria, artículos de limpieza y otros.

Macri auguró que en el segundo semestre la inflación iba a bajar de forma drástica y que no iba a parar a bajar, pero todo parece apuntar que el mes de octubre le dará otro revés. También el ministro Prat Gay ya se muestra victorioso en sus apariciones públicas. Pero ¿hay tantos motivos para esta minirevolución de la alegría? Pareciera que en realidad no. No alcanza la ortodoxia, que ahora tengamos “números verdaderos” ni las promesas sin sentido con globitos (100nuevos espejitos) de colores. Una política que busque reducir la inflación será exitosa si está planteada desde una mirada estratégica y si tiene sensibilidad social, si es progresista, de largo plazo y gradualista. Hay que trabajar para eliminar los factores estructurales que llevan a la emisión desenfrenada de dinero, disminuyendo el déficit fiscal y descartando movimientos bruscos que afecten a los que menos tienen. Es necesario generar un crecimiento genuino, integrando a las familias a una distribución más equitativa de los ingresos, dinamizar la inversión e incrementar la productividad sostenible. En este contexto, la inversión en infraestructura (100aún detenida) y la innovación tecnológica (100que se enfrenta a un nuevo recorte presupuestario) deben jugar un papel primordial. Todo lo demás, es solo de manual.

por Alejandro Olivera

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