25 de julio de 2011
Instituto Gestar

Más que una cuestión metodológica

 

Hace tiempo que se inició en los medios periodísticos y en los círculos académicos una separación dentro de Latinoamérica. Así, se aísla a Brasil y a Chile, como economías ejemplo a seguir en la región. Es más, no se duda en incluir a Brasil dentro del BRIC, inexplicable unión de países muy diferentes, como sólo pueden serlo Brasil, Rusia, India y China. ¿Qué condición comparten estos países? Comparten la condición de ser economías aun no desarrolladas en crecimiento, característica compartida por la mayor parte de las naciones del mundo. Si bien participan en buena parte del producto mundial (100las estimaciones pueden ir desde el 15% de lo producido globalmente hasta el 25%, según cómo mida), esta categorización es irrelevante, dado que no se centra en las características comunes que tendrían estos países. ¿Cuál es la similitud de la economía india, con una población de 1.192 millones de personas, fundamentalmente rural, y con una estructura demográfica bien piramidal, respecto a la economía brasilera, con 193 millones de habitantes, predominantemente urbanos y una estructura demográfica que muestra una pirámide poblacional que comienza a ensancharse? ¿En qué se asemeja la economía rusa, de una larga tradición industrialista respecto a la economía china, donde el crecimiento se ha centrado en los últimos quince años? Evidentemente podríamos enrocar a Brasil o a Rusia por Turquía, Indonesia o Corea por ejemplo, y la participación en el producto mundial no sería tan diferente, dado que el país que marca la diferencia en este grupo es China.

En resumen, retomar a AL como universo de análisis implica una ruptura con la tradición reciente, e implica volver a centrarse en las particularidades de la región, específicas y compartidas por los países miembros. Disociar el crecimiento brasilero del crecimiento argentino o del desempeño peruano es olvidar la historia en común de esta zona del mundo: su condición particular de inserción internacional a principios de siglo como apéndice del desarrollo de las naciones avanzadas, la implementación de políticas industriales a mediados de siglo, la presencia recurrente de gobiernos autoritarios, la crisis de deuda de los ochenta y las políticas neoliberales de ajuste estructural, son algunos ejemplos que marcan la necesidad de considerar a AL como un todo, más allá de las particularidad de cada país.

Así, al centrarnos nuevamente en AL como un conjunto relativamente homogéneo observamos que, a pesar del crecimiento sostenido en la última década, la región continúa especializándose en la producción de materias primas. Poco más de la mitad de las exportaciones de Brasil son productos con escaso valor agregado, como ser hierro y desechos de metales, petróleo, carne de pollo, soja, azúcar, café y alimentos para animales. Chile por su parte, concentra más de la mitad de sus exportaciones en cobre y derivados. En Colombia sucede lo mismo pero con los combustibles, que acaparan prácticamente el 50% de sus ventas al exterior. En Perú se continúa extrayendo oro, metales no ferrosos y desechos de metales, representando estos productos más del 60% de sus exportaciones.

A su vez, siguiendo los datos de Palma (1002010) observamos que la productividad total de los factores (100es decir, una medida de la tecnologización de la economía) en AL para el período 1990-2004 cae levemente, después de haber crecido entre 1960 y 1980. En contraposición, los países asiáticos muestran una tasa de crecimiento en la productividad para el período reciente. Las excepciones relevantes para AL son Chile y Argentina, en donde la productividad crece. En Venezuela, Paraguay, Colombia y México la productividad cae, mientras que en Brasil se mantiene constante.

La evolución mencionada se relaciona con la tasa de inversión en la economía. AL en su conjunto ha evidenciado desde la década del ochenta un aletargamiento en la inversión respecto a los países asiáticos, y en particular AL muestra una caída en la inversión del sector público (100sólo México y Argentina, y parcialmente Brasil, han recompuesto la tasa de inversión pública en los años recientes).

En efecto, Palma también muestra un dato clave, la tasa de inversión privada en relación a los ingresos del 10% más rico de la población: en AL promedia sólo el 35%, mientras que en países del este asiático supera el 80%.

Se observa entonces, que las coincidencias en AL continúan siendo relevantes, más allá de que países como Brasil y Chile hayan adoptado nuevamente las recomendaciones internacionales, como la política monetaria de metas de inflación, y la apertura externa respecto los capitales internacionales, hechos que les impiden un libre manejo del tipo de cambio a fin de asegurar un contexto competitivo para sus economías, pero que tienen el ansiado aval del primer mundo. En contraposición, la Argentina del siglo XXI ha iniciado un proceso de crecimiento sin atender a las “recetas internacionales”, administrando el tipo de cambio, defendiendo el mercado interno pero atendiendo a su vez a las oportunidades del comercio exterior, desarrollando sectores competitivos (100como la industria automotriz o la elaboración de productos químicos), y nichos con alto valor agregado en Investigación y Desarrollo (100I&D) como ser la industria del software, a la par que encara un proceso de repatriación de científicos y una clara política de inversión en ciencia y tecnología. Así, es destacable observar que en el comercio exterior, aun con precios internacionales de commodities por las nubes, el valor de las MOI (100Manufacturas de Origen Industrial) es mayor que el correspondiente a las MOA (100Manufacturas de Origen Agropecuario).

Centrándonos nuevamente en AL, observamos que los mecanismos de integración regionales (100la creación del banco de UNASUR en este aspecto resulta fundamental, como así también la profundización de corredores comerciales Atlántico-Pacífico) deben tomar mayor relevancia. Sin embargo, el mayor desafío que se presenta para AL (100al margen de la mejora en la distribución del ingreso) es poder recuperar el rol del Estado fuerte en la economía, que guíe un proceso de industrialización centrado en la agregación de valor de los productos primarios ya elaborados en la región (100hierro en Brasil, cobre en Chile, oro en Perú para mencionar algunos ejemplos), sin la necesidad de estar atentos a las recomendaciones originadas en otras partes del mundo, que jamás han resultado positivas para la región.

«the more evident the flaws of what was idealised,

the stronger the demonisation of the past had to be».

J.G. Palma

 

Marcos Finn

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