21 de noviembre de 2011
Instituto Gestar

Pensar Tecnópolis

 

Cuando uno recorre la muestra experimenta varias sensaciones. Como todo fenómeno de la realidad y del arte, las experiencias son subjetivas, pero sin embargo pueden trazarse elementos que nos hagan pensar Tecnópolis como seguramente quienes la idearon la pensaron. O no, quien sabe, la subjetividad tiene esas cosas que nos hacen tan distintos a los seres humanos y tan convocante la experiencia de la vida.

Uno de los primeros aspectos es que no todas las generaciones la experimentan por igual. No es lo mismo lo que sugiere para los chicos, para los adolescentes, para sus padres y para sus abuelos. Para los chicos es aprendizaje puro, experiencias concretas y conciencia nacional, ahí donde es más importante que se forje, en sus primeros años de vida. A eso nada lo borra. Para los adolescentes es poder experimentar las cosas que les están pasando en estos años de verdadera revolución social. Cuando alguien manifiesta lo contrario, uno solo tiene que invitar al interlocutor a pensar en donde se encontraba y con qué perspectivas antes del 25 de mayo de 2003.

Para los padres es saber que el esfuerzo de su generación no ha sido en vano, que pese a las idas y vueltas de nuestra historia Argentina se ha sobrepuesto, que la política está ahí capitaneando nuevamente el barco. Para los abuelos, es recordar lo que fue nuestro país hace no tantas décadas (100se ven los Pulquis, las heladeras Siam, el auto Siam-Di Tella, entre tantas cosas) y darles ánimos para que sigan creyendo en la generación que está transitando ya el tercer centenario de nuestro país.

Otro aspecto central es el clima que se vive ahí dentro, que es el mismo que se vive fuera, pero concentrado para que uno tome conciencia de la importancia de fortalecer los lazos sociales y confiar en el otro, nuestro compatriota, aún cuando tengamos que discutir porque la visión del mundo muchas veces nos ponga desde veredas opuestas. Ese clima es atravesado por circos populares, padres que parecen niños, murgas, actores volando por encima de las cabezas, juegos compartidos.

Tecnópolis nos ofrece mucho más que arte, ciencia y tecnología. En cada paso se nota. Uno va caminando y se encuentra con una plaza de la memoria, o con consejos para hacer acciones concretas en el territorio y cambiar nuestras realidades más directas. También hay consejos sobre el cuidado del ambiente y nuestros recursos. Hay clases de historia en cada mural y, lo más importante, gestión concreta del gobierno. Tecnópolis no hubiera sido posible sin Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, ni los logros de su gestión. Dentro de un galpón con shows también hay oficinas móviles de empleo para que los adolescentes puedan conseguir su primer trabajo; en la muestra de emprendedores del Programa Manos a la Obra (100impulsando en los peores años de desempleo e incertidumbre de nuestro país) uno comparte opiniones con trabajadores de todo el país, en un intercambio que es comercial y también federal. Además de ver tanques de guerra o aviones de ayer y de hoy, también se ve una política concreta de defensa para la paz y los desarrollos nucleares que hacen al país referencia mundial en el tema. Y hay muchas otras cosas: el plan espacial, la recuperación de empresas públicas y un larguísimo etcétera.

El sentido estético, el mensaje y el armado de Tecnópolis están muy bien concebidos. Nada ha sido librado al azar. Quienes fueron más de una vez pueden ver como ha mejorado con el correr de los días. Esa concepción describe muy bien a nuestro país hoy y lo que queremos que sea Argentina en el futuro.

El slogan de la muestra nos dice “date una vuelta por el futuro”, pero uno quizás piensa que es equivocado. Ir a Tecnópolis es darse una vuelta por el presente mirando al futuro, que estamos haciendo entre todos.

Pablo Salinas

@SalinasPabloJ

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