Durante la campaña electoral para las elecciones presidenciales de 2015, Mauricio Macri presentó con bombos y platillos un plan de infraestructura para el norte argentino denominado “Plan Belgrano”, en honor a nuestro venerado prócer. Las provincias comprendidas por la iniciativa son 10: Catamarca, Chaco, Corrientes, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, Salta, Santiago del Estero y Tucumán.
En materia económica, el Plan promete 16.300 millones de dólares en obras viales, ferroviarias y aeroportuarias, entre otras, así como también la existencia de un “fondo de reparación histórica” de 50.000 millones de pesos a repartir entre las provincias beneficiadas “con un sistema transparente a convenir”, según rezaba la plataforma de campaña de la alianza Cambiemos. El financiamiento de los proyectos de infraestructura será con fondos propios y créditos de organismos multilaterales tales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Algunas medidas adicionales que se describen, en conjunto con las mencionadas, son la intervención en focos de pobreza extrema, subsidios de fletes a los puertos para las economías regionales, un plan de 250.000 viviendas vía construcción directa, créditos y subsidios, así como también incentivos laborales y fiscales para inversiones en la región.
Ahora bien, a un año de anunciar este megaplan plagado de bellas promesas, y a diez meses de asumir el gobierno, ¿Qué ha sido del Plan Belgrano? Estimamos que nuestros experimentados lectores ya saben la respuesta: papeles y más papeles. En momentos en los que (100al menos en las obras con fondos gubernamentales propios) las máquinas deberían estar haciendo sus primeros movimientos, todo lo que se observa son artículos en los medios de comunicación hablando de internas entre José Cano (100titular de la Unidad Plan Belgrano, con rango de Ministro) y Ministros del Gabinete Nacional como Guillermo Dietrich o Rogelio Frigerio. Actos sin invitar a uno, faltazos sin aviso por parte de otro, o conductas de indisciplina parlamentaria de algún diputado nacional tucumano que responde a Cano, son algunas de las ¿acciones? que se llevan a cabo en el marco de una de las grandes banderas de la campaña presidencial de Mauricio Macri.
Algunos analistas cercanos al oficialismo podrían perdonar este tipo de rencillas más propias de un programa de chimentos que de funcionarios de alto nivel, siempre y cuando el Plan estuviese en marcha. La realidad, que es la única verdad, dista de lo prometido en las presentaciones en PowerPoint y Microsoft Excel que exhibe el gobierno en cada anuncio que realiza.
Si se quiere tener una muestra contundente del estado del Plan Belgrano, basta con revisar el Presupuesto 2017 enviado al Congreso Nacional por el Poder Ejecutivo Nacional hace algunas semanas. La partida total destinada a la UPB es de 86.024.322 de pesos, algo así como el 0,00034% de los 16.300 millones de dólares que supuestamente serían invertidos. Si se toma en cuenta que de ese monto 57.619.322 de pesos se destinarán a gastos en personal, cabe preguntarse qué es lo que efectivamente está haciendo el gobierno con Cano y Macri como principales responsables de esta situación.
¿Cuál es la explicación de la Administración Nacional a semejante vaciamiento de la UPB? Que las obras del Plan Belgrano están detalladas en el Presupuesto del año próximo, pero dentro de las partidas correspondientes a los distintos Ministerios tales como Interior, Obras Públicas y Vivienda (100Frigerio), Educación y Deportes (100Esteban Bullrich), o Transporte (100Dietrich). Esto es un verdadero dolor de cabeza para las provincias por distintas razones: la primera y principal es la subejecución presupuestaria (100con excepción del presupuesto en Publicidad, claro) y la reasignación arbitraria de partidas a las que el PRO tiene acostumbrados a los porteños en la Ciudad de Buenos Aires. La segunda, es la dificultad ya expresada por varios legisladores nacionales para entender correctamente cuáles son las obras correspondientes al Plan y cuál será el organismo encargado de ejecutar cada una de ellas. No es muy difícil observar que repartir las obras por los distintos estamentos del Poder Ejecutivo es una forma de licuar y dispersar el poder de negociación de los gobernadores y legisladores en caso de demoras o conflictos políticos de cualquier otra índole. Finalmente, la otra razón por la que los mandatarios provinciales miran de reojo a Macri es nada menos que la confianza, tan pregonada por la filosofía de mercado que domina los altos mandos de Cambiemos. ¿Cómo pueden los habitantes de nuestro norte confiar en un gobierno que le vacía, a un oriundo de su territorio, el presupuesto de la Unidad que supuestamente iba a ejecutar semejante plan de infraestructura? ¿Qué puede hacer José Cano con un presupuesto equivalente a la factura de luz que le llegó a la Universidad de Buenos Aires tras el aumento de tarifas que llevó a cabo el Ministro de Energía Juan José Aranguren? Al menos por el momento, todo lo que se observa son anuncios, peleas y reconciliaciones entre funcionarios, y el surgimiento del apodo de “Ñoqui de Oro” que Cano está comenzando a recibir por parte de propios y ajenos. ¿Los habitantes de nuestro Norte? Bien, gracias.