9 de mayo de 2016
Instituto Gestar

POLÍTICA EXTERIOR ARGENTINA: EN CAMINO HACIA LA SOBERANÍA POLÍTICA

por Cecilia Pon, Coordinadora del Área de Relaciones, Internacionales de Gestar .

 

La adecuación de la política exterior a un nuevo contexto multilateral 

El mundo ha experimentado profundos cambios durante este último decenio y la Argentina no fue ajena a ellos, por lo que reorientó su política exterior en adecuación a un nuevo mundo. El escenario actual plantea nuevos escenarios y nuevas tendencias, que es necesario analizar adecuadamente, con fundamentos para consolidar, y reorientar si hiciera falta, la inserción argentina en el mundo. Para ello debemos tener en cuenta en primer lugar lo hecho, realizar un balance adecuado de logros, marchas y contramarchas en estos últimos doce años y, en función del contexto mundial, analizar las políticas y alianzas que es preciso profundizar, modificar o iniciar para que la inserción internacional argentina aporte al camino del desarrollo y de la justicia social, objetivos históricos y permanentes del peronismo, que continuarán siendo el norte del próximo período presidencial. 

Como hemos venido sosteniendo en otros artículos dedicados a esta materia, la política exterior es una política pública mediante la cual los Estados deben articular sus intereses nacionales con las oportunidades externas que ofrece el contexto mundial. También cabe destacar que la política exterior no se restringe a las relaciones entre Estados ni a las actividades diplomáticas exclusivamente, sino que involucra a un sinnúmero de actores y actividades de la sociedad internacional en su conjunto, y que en todo caso los gobiernos deben generar las condiciones para que los actores internos, tanto públicos como privados, puedan interactuar con el contexto externo fácilmente y en provecho del desarrollo y la soberanía del Estado. 

Esta articulación entre los condicionantes externos y los internos de la política exterior no se define sólo en términos materiales (100poder militar, económico, de recursos, hard power) y simbólicos (100prestigio, información, soft power) sino que también incorpora elementos identitarios e ideacionales cuya construcción es mutua. En este sentido, un Estado se relacionará con otros de acuerdo con la identidad que les confiere, con las percepciones sobre el otro, con los significados que los actores atribuyen a las acciones del otro y con la relación intersubjetiva que se ha ido construyendo. Estas interacciones no son aisladas, sino que están influidas por las prácticas sociales al interior y al exterior de los Estados. En definitiva, el comportamiento en materia de política exterior puede estar influido tanto por elementos racional-objetivos o identitario-subjetivos.

 

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A esta definición constructivista de las relaciones internacionales debemos agregarle cuál es nuestra identidad como país, como movimiento político, como región, para poder entender hacia dónde dirigir, hacia dónde construir nuestra inserción internacional de acuerdo con los intereses (100también construidos socialmente) de incrementar nuestra soberanía política, independencia económica y justicia social. 

La política exterior argentina del siglo XXI es una política exterior que pone el acento en la región, por un lado, y en la vinculación con el mundo emergente por el otro. Esto obedece a un cambio de paradigma ideológico en el gobierno al asumir Néstor Kirchner a la presidencia, pero también se debe a los cambios operados a nivel en el sistema internacional: América Latina se convierte en una zona atractiva para las inversiones en industrias extractivas, productora de materias primas y productos alimentarios, pero también pasa a ser, a partir de la existencia de una voluntad de integración política y defensiva, un contrapeso de Estados Unidos y Europa, los cuales tuvieron históricamente el monopolio de influencia sobre la región. 

Los cambios operados en el sistema internacional tienen que ver con distintos aspectos: por un lado, el ascenso del mundo emergente, la globalización como fenómeno ineludible, la puja entre Oriente y Occidente como motores del crecimiento mundial y, por consiguiente, la revalorización del Pacífico como escenario del comercio y de la disputa geopolítica, el multipolarismo económico versus el unipolarismo militar, a nivel sociológico el crecimiento del peso de las ciudades y de la clase media en especial en el mundo emergente y la vuelta a la geopolítica de los recursos como respuesta a la escasez de alimentos, energía y agua potable. 

Si pensamos en términos de balance de poder, la región sudamericana aparece como un espacio pacífico, área de influencia tradicional norteamericana (100cultural, militar, económica y comercial), con una creciente presencia e influencia de China (100comercial e inversiones en sectores energéticos e infraestructura), escenario a partir del cual se puede pensar en la región como un pivote entre el nuevo multipolarismo y el viejo unipolarismo. A esto se ha referido la presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando en una conferencia que hemos citado frecuentemente, con motivo de la inauguración de la Cátedra Libertador General San Martín en la Universidad de la Habana en 2009, describe que en el nuevo escenario mundial dos visiones del mundo han sido planteadas en las últimas dos décadas:

Nunca como antes en la historia se han dado cambios tan vertiginosos. En veinte años, desde 1989 a la fecha, ha caído la Unión Soviética; la caída del Muro de Berlín significó la caída del paradigma que se había levantado en torno a una idea, en ese momento el socialismo, que había tal vez derivado en algo que poco tenía que ver con sus ideas originales y, finalmente, terminó derrumbándose el Muro. Algunos creyeron que la historia había terminado; algunos predijeron entonces que sobrevendría una democracia de carácter universal, que se prolongaría y que el progreso sería indefinido, pero tampoco nada de eso ocurrió. Todo esto sucedió hace muy poco tiempo, todavía ni siquiera sabemos las consecuencias, también se derribó lo que podía ser el proyecto antagónico a ese Muro de Berlín, que podía ser ubicado tal vez como las Torres de Wall Street, o el capitalismo de mercado sin control, sin regulaciones, donde el mercado todo lo asimilaba y el Estado era absolutamente ineficiente. Se planteó también entonces una visión de la globalización en la cual esa globalización era homogénea y hegemónica, donde una sola potencia dirigiría el destino de la historia y todo sería sine die en el curso del tiempo. Pero finalmente los pueblos y la realidad demuestran que la historia jamás se detiene y que en realidad estamos ante un nuevo escenario mundial que va a exigir de parte de todos nosotros un gran esfuerzo intelectual, y, además, hacerlo desde la perspectiva regional. Yo me atrevo a decir que, frente a esta globalización que algunos pensaron homogénea y hegemónica, vamos a ver una nueva, tal vez no globalización, sino universalización heterogénea, multipolar y multicultural.

En ese discurso se expresa la visión histórica y los conceptos que recupera este proyecto político de aquellos planteados por el general Perón, el concepto de universalización en contraposición al de globalización (100económica y neoliberal). A esa universalización visualizada como futuro por Perón, Cristina le agrega cualidades presentes: heterogénea, multipolar y multicultural, contrapuestas a la homogeneidad y hegemonía de la globalización, a la que ella, implícitamente, equipara con la hecatombe descripta por Perón. Asimismo, Cristina señala que la construcción de esa universalización deberá hacerse desde la perspectiva regional, es decir, desde la perspectiva continentalista de Perón.

El continentalismo en el siglo XXI fue vislumbrado por el general Perón en la elaboración teórica de su concepción de la historia; en ella veía que los seres humanos a lo largo de su evolución se irían organizando a través de agrupamientos y reagrupamientos cada vez mayores. Luego de que se consolidaron los Estados como las máximas instituciones con poder territorial, paulatinamente y en función de la geopolítica mundial se comenzarían a organizar en torno a acuerdos que otorgan un mayor poder para la consecución de los intereses propios y de su población. Esta nueva era fue caracterizada como la era del continentalismo, paso previo a la total organización del globo en el ideal de universalismo. 

 

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Estos conceptos emanados del pensamiento de Perón pueden verificarse en la actualidad si analizamos el tablero mundial y sus grandes polos de poder. Por un lado, el mundo “occidental”, polo de poder económico y militar indiscutido durante el siglo XX, impulsado por el continente europeo y Estados Unidos (100país de dimensiones continentales con costas inmensas sobre dos océanos); Rusia, eje de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el otro gran polo de poder que le disputó a Occidente el control del mundo durante la segunda mitad del siglo XX; China, Brasil y la India, los países emergentes que le disputan hoy el poder mundial al Viejo Mundo y a Estados Unidos, tienen dimensiones territoriales continentales y una gran proyección regional. 

 

Identidad e intereses argentinos: aspectos para tener en cuenta

Si analizamos los aspectos materiales, desde el punto de vista económico, la Argentina es un país en vías de desarrollo, con una economía pequeña pero que en términos de su potencialidad podría ocupar el lugar de potencia media. Es una de las economías más grandes de América Latina y el octavo país en términos de extensión geográfica, ocupa el puesto 26 en términos de PBI (100FMI) y el 46 en términos de sus exportaciones al mundo (100CIA) dentro de la escala de alrededor de 190 países que elaboran estos organismos.

La mayor parte de las exportaciones argentinas se componen de productos de origen agropecuario (10060% aproximadamente) y el resto corresponde a productos de origen industrial. Somos un país agroexportador pero con una tradición industrialista a partir de las políticas de sustitución de importaciones efectuadas durante el primer y el segundo mandato peronista. Luego de una década dedicada a la implementación de políticas para la reconstrucción del sector industrial, la exportación de manufacturas de origen industrial (100MOI) representa alrededor del 33% y, si sumamos las manufacturas de origen agropecuario (100MOA), llegamos al 70% de manufacturas y el resto de productos primarios sin elaboración. Por el contrario, importamos mayormente piezas y partes de bienes de capital y bienes de capital y no importamos cantidades significativas de productos primarios (100fuente: CEP en base a INDEC).

Actualmente, los sectores más dinámicos de la economía son los automotores, los productos metálicos, la producción de maquinarias, la indumentaria, y el caucho y plástico en términos de generación de empleo. Y los sectores de mayor volumen de exportación (100más demandados a nivel externo) son los pellets de soja, vehículos automotores y tractores, cereales y semillas, productos químicos, carnes, reactores nucleares (100todos ellos con un volumen mayor a 2.000 millones de dólares en 2013). 

La Argentina cuenta además con una enorme abundancia de recursos naturales estratégicos como minerales e hidrocarburos, tierras fértiles, enormes reservorios de agua dulce, biodiversidad en bosques y mares, lo que la hace atractiva para las inversiones externas en sectores extractivos de la economía. Nuestro país cuenta con la segunda reserva de shale gas y la cuarta de shale oil en el mundo. Asimismo, también es rica en otros minerales como el litio o el potasio entre otros.

Otro aspecto para destacar es el prestigio de nuestro país en términos del desarrollo alcanzado en materia nuclear y satelital. La actividad nuclear argentina fue iniciada en la década del 50 por Perón, proceso que culminó exitosamente con la construcción de dos centrales nucleares Atucha I (1001974) y Embalse (1001984). Luego de casi dos décadas de abandono, la política nuclear fue reiniciada a partir de 2006, recuperando los objetivos estratégicos de su desarrollo con fines pacíficos. Esto le ha permitido al país la construcción de nuevas centrales; además, es uno de los pocos países que controla el ciclo completo de la energía nuclear, ha presidido el Grupo de Países Proveedores Nucleares y tiene competitividad probada para exportar reactores (100reactor encargado por ANSTO, construido por INVAP con el apoyo de la Comisión Nacional de Energía Atómica para Australia). 

 

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Asimismo, la Argentina es líder en la región en el desarrollo espacial, que comprende actividades destinadas al diseño, la construcción y la operación de satélites (100SAC, SAOCOM y SARE), así como también la colocación en órbita de los mismos a través de la construcción de vectores (100Tronador I y II).

 

La política exterior 2003-2015: el camino recorrido

Durante los doce años que van de este proyecto político, se han consolidado ciertos ejes de política exterior que se pueden sintetizar en: 1) multilateralismo, defensa de la democracia y los derechos humanos, respeto de la soberanía y la autodeterminación; 2) integración regional sudamericana (100Unasur y Mercosur) y consolidación de la alianza estratégica con Brasil; 3) apertura y diversificación del comercio exterior y participación en foros internacionales; 4) desendeudamiento y promoción de nuevas normas para los procesos de reestructuración de deuda soberana; 5) reivindicación de la legítima aspiración por recuperar la soberanía de las islas Malvinas por medios pacíficos y mediante la multilateralización de alianzas internacionales y la participación en diversos foros; 6) consolidación de las alianzas extracontinentales con países como China y Rusia, y 7) continuidad de la cooperación en materia científica, nuclear y lucha contra el terrorismo internacional con Estados unidos y Europa.

 

 

La política de integración sudamericana: el sello distintivo del paradigma de inserción internacional

Los hitos fundantes del nuevo esquema sudamericano se dieron de la mano del relanzamiento del Mercosur, “el Mercosur político”, a partir de 2003; el “No al ALCA” en 2005 cuando por fuerza del liderazgo que ejercieron Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez se dijo no al modelo impulsado desde Estados Unidos para garantizar el mercado sudamericano, y de la creación de la Unión de Naciones Sudamericanas (100Unasur), cuyo tratado constitutivo se firma en 2008. Todo esto acompañado de una intensa diplomacia presidencial, de enérgicos liderazgos con proyectos soberanos, de nueva autonomía y fuerte acento en las políticas sociales en sus respectivos Estados nacionales. 

La Unasur se crea con el objetivo de construir un espacio de integración en lo cultural, económico, social y político y sus acciones más importantes ocurren en el ámbito de la defensa, con la creación del Consejo de Defensa Sudamericano, que quiebra una lógica histórica de hipótesis de conflicto y falta de cooperación en esta materia a nivel regional, y también en el terreno político de la defensa de la democracia en la región. Se han creado consejos ministeriales que trabajan en distintas áreas con diversos grados de avance: salud, energética, de ciencia y tecnología, cultural, desarrollo social, economía, educación, planeamiento e infraestructura (100Cosiplan), justicia, etcétera. 

La defensa de la democracia fue uno de los grandes logros de la Unasur y se convirtió en el ámbito natural de tratamiento de estos temas, dejando de lado a la OEA que otrora ocupara ese rol con la hegemonía de Estados Unidos, toda vez que ocurriera una crisis y la democracia se viera amenazada en alguno de sus países. La Unasur ha intervenido en la crisis de Bolivia (1002008), Ecuador (1002010), ante el acuerdo entre Colombia y Estados Unidos para la utilización de bases militares en territorio sudamericano. Con el nombramiento de Néstor Kirchner como secretario general se reforzaría este rol, como lo fue en el caso de su intervención en la crisis entre Colombia y Venezuela que culminó en el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la firma del Acuerdo de Santa Marta. Del mismo modo, la Unasur respaldó al presidente Rafael Correa de Ecuador cuando la continuidad institucional de su gobierno se viera amenazada por un levantamiento policial y de grupos opositores. 

El repaso de estos hechos, más allá de mostrar la capacidad institucional de Unasur, viene a recordarnos que la continuidad democrática y que Sudamérica sea una zona de paz son producto de decisiones políticas, de posicionamientos tomados y de una mayor institucionalidad lograda. Durante todo el siglo XX, los golpes de Estado se sucedieron en los distintos países frente al silencio y la inacción del resto que, a lo sumo, prestaban su solidaridad facilitando asilo político a los perseguidos por la represión.

Si analizamos algunos aspectos identitarios con relación a la tradición de unidad latinoamericana, sabemos que pasaron siglos en los que cada país estructuró su desarrollo regional en una lógica nacionalista y no regional. Si bien la unidad de la región está presente en el pensamiento argentino a través de la pluma y las acciones de grandes líderes nacionales, es preciso restituir y actualizar la tradición perdida en el modo en que nos entendemos argentinos y latinoamericanos como la misma cosa y, a su vez, que esto se traslade a proyectos comunes de integración industrial, a obras de infraestructura que conecten la región entre sí y con los distintos puertos de salida es decir, a políticas que hagan de la unidad latinoamericana una realidad cada vez más profunda.

La restricción externa (100falta de divisas) es un problema que afecta a la construcción de una estrategia de desarrollo. Más allá de que en teoría un país sea capaz de producir casi todo, el proceso productivo requiere cada vez más la importación de equipos, maquinarias e insumos provenientes de otros países. El desarrollo de las comunicaciones y de la tecnología ha permitido un mayor fraccionamiento y deslocalización de las cadenas de valor en distintos territorios, lo cual hace que la necesidad de divisas sea cada vez mayor. 

La falta de divisas afecta directamente el proceso de integración de nuestra región y genera intereses antagónicos entre los países que buscan minimizar el déficit comercial y la fuga de divisas, afectando las cadenas productivas de las industrias integradas. Esto es lo que ha sucedido con el sector automotor de la Argentina y de Brasil y, su vez, a los países más pequeños, que no sólo se encuentran fuera de estas cadenas productivas sino que también ven afectados sus intereses comerciales cuando la restricción de divisas afecta el ingreso de sus productos. Esto alienta sin duda las críticas y los posicionamientos de tinte liberal económico a rechazar las estructuras suprarregionales y buscar el beneficio individual de un tratado de libre comercio con un socio extracontinental. 

 

Los socios extracontinentales: multipolarismo e intereses geopolíticos

La Argentina ha fortalecido los lazos con los países del BRIC. Más allá de Brasil, su socio estratégico regional, China y Rusia se han convertido en “socios estratégicos integrales”, lo cual significa en términos concretos no sólo vínculos comerciales, sino proyectos de inversión en infraestructura y energía, y acuerdos en otros temas como el apoyo en la cuestión Malvinas, reforma de los organismos multilaterales y convenios en materia de comunicación y cultura.

Esta profundización de las relaciones con China obedece a la oportunidad que este país ofrece como inversor en proyectos de energía e infraestructura. Su posicionamiento internacional como polo opuesto a Estados Unidos y Europa ofrece márgenes de autonomía para favorecer relaciones que vayan en la dirección de una mayor diversificación de relaciones en un ambiente internacional multipolar. Por otra parte, las proyecciones chinas de transición hacia el aumento de una clase media urbana dan cuenta de una mayor demanda de productos que permitirían expandir el comercio hacia otros productos regionales más allá de la soja, que lidera actualmente la exportación agropecuaria hacia el país asiático. 

La Argentina y China atraviesan en la actualidad uno de los momentos de mayor entendimiento de la historia de las relaciones bilaterales entre ambos países. En menos de un año se produjeron dos visitas del máximo nivel: el presidente chino Xi Jinping en julio de 2014 y Cristina Fernández de Kirchner, quien realizó su visita oficial en febrero de 2015. Los convenios más importantes firmados hasta el momento tienen que ver con el desarrollo de infraestructura, inversiones en el sector energético y acuerdos económicos, como el swap de monedas, que resultan críticos para la economía y el desarrollo de nuestro país en el futuro. A su vez, el Plan de Acción Conjunta firmado por los dos presidentes plantea objetivos más amplios de manera de orientar la cooperación de una manera integral y con visión de largo plazo. 

La relación con la Federación Rusa también se encuentra en el mejor momento histórico de los vínculos bilaterales entre ambos países. En abril de 2015, la presidenta viajo a Rusia con el objetivo de estrechar lazos estratégicos y firmó allí el Plan de Acción de la Cooperación Estratégica Integral, acuerdo que establece el marco para fortalecer la cooperación política, la cooperación económico-comercial y de inversiones en particular en las áreas de metalurgia, minería, construcción de maquinaria pesada y de uso energético, extracción, transporte y almacenamiento del gas y petróleo, refinación del gas y petróleo, licuación del gas, construcción de maquinaria especial y de transporte, farmacéutica e industria aérea, altas tecnologías, dentro de lo que se incluye la participación de Rusia en la sexta central nuclear en territorio argentino a través de Rusatom Overseas y Nuecleoeléctrica Argentina (100NASA), además de cooperación científico-técnica, cultural, técnico-militar, educación, deporte y turismo. 

La Argentina ya contaba con periódicos mecanismos de cooperación bilateral constituidos por comisiones intergubernamentales sobre distintos temas: la Comisión Mixta Intergubernamental sobre Cooperación Económico-Comercial y Científico-Técnica (100Comixta), que ya ha celebrado once reuniones anuales, y la Comisión sobre Asuntos Técnico-Militares, más reciente, que va por su cuarta reunión anual. Al igual que con China, se sucedieron visitas presidenciales con menos de un año de diferencia (100el presidente Vladimir Putin estuvo en Buenos Aires en julio de 2014 y nuestra presidenta visitó Moscú a fines de abril de 2015), lo que habla del fuerte compromiso de ambos países. 

 

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La participación de Argentina en los foros internacionales: del bilateralismo al multilateralismo

El contexto de cambio en el escenario internacional dio lugar a la participación protagónica de los países emergentes, así como a la necesidad de reconfigurar las instituciones internacionales, a partir de lo cual la Argentina pudo tener un rol protagónico y en coordinación con otros países emergentes, en foros como el G-20, el G-77 y Naciones Unidas. 

El G20 es un foro informal que se creó en respuesta a las crisis financieras de las economías emergentes que tuvieron lugar a finales de la década de 1990. Se jerarquizó y renovó en 2008 al generar una respuesta coordinada a la crisis financiera internacional desatada en los países desarrollados. La Argentina comenzó a formar parte de este foro en 1999 en época del alineamiento incondicional con Estados Unidos. En la actualidad comparte la mayor parte de sus posicionamientos con los BRIC.

Uno de los puntos más destacados de su participación tuvo que ver con la aceptación de la propuesta argentina, junto con Brasil, de incorporar a la OIT al grupo de trabajo del G-20 y que se haga explícita referencia a la promoción del trabajo decente en contraposición a las propuestas de los países desarrollados, favorables a la flexibilización laboral como salida a la crisis. Otros temas en los que la Argentina ha compartido posiciones con los países del bloque BRIC han sido los mecanismos de regulación financiera, las políticas anticíclicas y las reformas a los organismos financieros internacionales. 

El G-77 + China fue presidido por la Argentina en 2011. Se trata de un foro que reúne a 132 países en desarrollo que trabajan en los foros de Naciones Unidas para promover temas como el desarrollo, el sistema económico-financiero internacional, el medio ambiente y la cooperación internacional. En 2014 la Argentina logró el respaldo de este grupo de países en el reclamo por la soberanía de Malvinas y el apoyo en el conflicto con los fondos buitre. 

La ONU ha sido un ámbito en el que Argentina ha sido muy activa en la promoción de estos temas, así como también en la promoción de la reforma del Consejo de Seguridad para ampliar su número y representatividad dado que ya no refleja la distribución y las características del sistema internacional actual. La Argentina fue miembro no permanente del Consejo de Seguridad durante el período 2013-2014. 

En septiembre será tratada en la Reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas una norma propuesta por la Argentina que ya fue aprobada por la tercera sesión del Comité Ad Hoc sobre Procesos de Reestructuración de Deudas Soberanas de Naciones Unidas. Será la primera vez que se apruebe un marco legal multilateral para regular la reestructuración de las deudas soberanas. 

 

La reivindicación de la soberanía en Malvinas: una causa permanente

Con relación al reclamo de soberanía por las islas Malvinas, una constante de la política exterior argentina, también se dieron pasos muy importantes durante la última década. La cuestión de Malvinas adquirió nuevamente centralidad en el diseño de la política exterior y se impulsó fuertemente el apoyo regional, pasando de ser un reclamo nacional a ser una causa sudamericana. En este sentido esta política contrasta con la política del “paraguas de soberanía” de los 90, a través de la cual se buscaba lograr acuerdos con Gran Bretaña con el compromiso de no discutir sobre la soberanía de las islas, política que no llevó más que a resignar nuestros intereses soberanos. 

La Argentina ha llevado adelante esta última década una intensa labor por los canales diplomáticos para lograr el apoyo del concierto internacional en la causa de Malvinas. Cuenta con el apoyo unánime de la región a través de sus instituciones regionales Unasur, Mercosur y Celac, así como también de los 54 países de África. En junio de 2014 el G-77 + China incluyó en su declaración de la cumbre extraordinaria por el 50º aniversario del G-77 el respaldo a la posición argentina instando al Reino Unido a reanudar las negociaciones. 

 

 

Las alianzas externas y el fortalecimiento de la soberanía del conocimiento (100energía nuclear y satélites)

La Argentina hoy es un jugador mundial importante en materia de energía nuclear dado que pertenece a un selecto grupo de países que tiene tecnología nuclear propia. Además, se ha destacado por promover el uso pacífico de esa tecnología en el mundo. De hecho, en 2010, respondiendo a una iniciativa promovida por Washington, nuestro país participó en las dos cumbres de seguridad nuclear, en las cuales realizó nuevos compromisos en materia de no proliferación. En 2011 se unió a la Iniciativa Global para Combatir el Terrorismo Nuclear (100GICNT), un nuevo régimen internacional para regular la seguridad nuclear y prevenir el tráfico de material nuclear. Esto también vino acompañado de un fortalecimiento de la cooperación con Brasil, iniciada en los años 80, para posicionarse como proveedores confiables de energía nuclear. 

En 2005 se firmó la Declaración Conjunta Argentino-Brasileña sobre Política Nuclear y el Protocolo Adicional al Acuerdo de Cooperación con Brasil para el Desarrollo y la Aplicación de los Usos Pacíficos de la Energía Nuclear en Materia de Reactores, Combustibles Nucleares y Residuos. En tal declaración, se acordó la construcción de un modelo de reactor en forma conjunta que permita enfrentar las demandas futuras de las economías en crecimiento de los dos países. Se trata del RA-10, y del Reactor Multipropósito Brasileño (100RMB) (100Nevia Vera). En 2008, Cristina Fernández de Kirchner y Lula da Silva acordaron crear la Comisión Binacional de Energía Nuclear (100Coben). 

La Argentina tiene vigentes acuerdos de cooperación nuclear con fines pacíficos con distintos países de Asia como China, Rusia, India, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, y de África, como Egipto y Argelia; así como con países de América Latina, además de Brasil, con Bolivia, Cuba, Venezuela y Uruguay. 

Otra área en la que el país ha sabido explotar su potencial y se ha convertido en un actor respetado es en el ámbito de las actividades espaciales. El complejo espacial argentino nos ha permitido ingresar al selecto grupo de países capaces de diseñar, fabricar y poner en órbita satélites geoestacionarios de telecomunicaciones. En el mundo son muy pocos los países productores de satélites: Estados Unidos, Rusia, China, Eurozona, Japón, India e Israel. 

Se han celebrado convenios de cooperación espacial con Estados Unidos, Italia, Rusia, China, Colombia, Libia, Chile, India, Venezuela y Emiratos Árabes Unidos. En diciembre de 2012 se instaló en la ciudad de Malargüe, Mendoza, la tercera estación terrena de la European Space Agency (100ESA) para controles de misiones al espacio lejano. Actualmente, con el objetivo de cooperar con el programa chino de exploración de la Luna, se negocia con China la instalación de una estación terrena en la provincia de Neuquén.

 

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Desafíos para el futuro

La mayor parte de las políticas enunciadas constituyen parte de un terreno ganado en materia de política exterior que, de triunfar la fórmula del Frente para la Victoria, serán continuadas como parte de las acciones destinadas a profundizar la senda del desarrollo argentino. En forma sintética y recogiendo lo planteado a continuación, enunciamos algunas de las políticas a continuar y los desafíos a enfrentar:

– Profundizar la integración regional resolviendo los problemas comerciales producto de las lógicas nacionalistas y promover una matriz industrial integrada. 

– Fortalecer el proceso de creación de una cultura identitaria regional y líneas de acción que permitan la construcción de una doctrina de integración sudamericana; en ese sentido, promover la integración a nivel de las organizaciones políticas, sociales y culturales.

– Promover la inversión para el desarrollo de sectores estratégicos definidos por las necesidades de desarrollo, desalentando aquellas de carácter meramente especulativo o que no signifiquen desarrollo y empleo (100inversión en obras, en sector energético, nuevas industrias intensivas en mano de obra, etcétera).

– Ampliar los mercados de exportación para las economías regionales y promover la apertura de nuevos mercados.

– Continuar la política nuclear aprovechando la confianza que se ha generado a nivel internacional y el lugar que nuestro país se ha ganado en el concierto de proveedores nucleares, favorecer las condiciones para exportar esta tecnología a los países con menor desarrollo nuclear y continuar profundizando la asociación con Brasil en esta materia. 

– Incrementar el desarrollo nacional en el sector espacial para consolidar el crecimiento del sector y poder ofrecer plataformas satelitales más competitivas para ser ofrecidas en el mercado internacional y articular más acuerdos de desarrollo a nivel regional como para establecer una agencia espacial regional.

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